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Latinoamérica

Los ‘sin techo’ se enfrentan a la policia en Brasil

Tania Jamardo Faillace

Agence France Presse

Los ‘sin techo’ se enfrentan a la policía en Brasil

La cosa no es tan simple. No son realmente los sin-techo directamente, que hacen esas movilizaciones, pero los movimientos sociales organizados en el tema de la habitación, con participación de partidos políticos, asesores técnicos y sociales.

En Brasil, las cosas se pasan distintamente de los otros países.

En el gobierno Lula, y hasta poco antes, núcleos políticos partidarios y asesores voluntarios, ligados a ONgs y asociaciones religiosas o de barrio, incentivaran la institucionalización de los movimientos sociales (registro legal, estructuración formal, representación reconocida) principalmente después de la reglamentación del Estatuto de las Ciudades, redactado en la gestión del sindicalista Olivio Dutra, de Rio Grande do Sul, antes que Lula lo echara para poner en su lugar un elemento del polo contrario, Marcio Fortes, íntimo de la industria de la construcción y promotor del PAC de la Copa.

Disponemos de muchas organizaciones de amplitud nacional, con sus congresos formales, participación en eventos internacionales, y que agrupan de modo especial los interesados en la cuestión urbana, como el Movimento Nacional de Luta pela Moradia (MNLM) y Central de los Movimientos Populares (CMP), y otros.

El problema que ocurre frecuentemente, es el uso que los intereses políticos por veces hacen de esas entidades. Es decir, la proposición original es la democracia por la base, pero eso es muy difícil de alcanzar, cuando la masa es poco informada o se deja seducir por los cantos de las sirenas económicas.

Esos movimientos no suelen ser reprimidos, porque son considerados interlocutores válidos del poder público. Lo que ocurre algunas veces, es que oportunistas de varios matices aprovéchanse de esas ocasiones para promover disturbios, inclusive personas pagadas para provocar la represión, según el figurino de Otpor, como lo estrenamos en junio pasado, aún antes de los hechos en Venezuela.

A los trabajadores brasileños no les gustan los estragos, las violencias desatadas, el histerismo. Hasta cuando hacíamos manifestaciones durante el régimen militar, o intentábamos impedir la salida de los colectivos de los garajes, había la preocupación de no poner en peligro el ciudadano, ni permitir enfrentamientos entre trabajadores de um lado y otro, en la medida de las posibilidades. Así que los disturbios en la Cámara de São Paulo pueden tener varias lecturas. Pueden ter actuado provocadores, pueden ter actuado justamente aquellos que no desean los cambios urbanísticos porque representan los intereses especulativos.

El problema de la moradía popular en todo el mundo, es menos la moradía, que la exclusión social general, sueldos rebasados, extinción de puestos de trabajo, predominio del interés económico especulativo. Los sindicatos empresariales de la construcción tienen el hábito de usar sus trabajadores para impedir avances democráticos en esas cuestiones. Yo misma, hace muchos años, casi me llevé un puntapié de un dirigente sindical obrero que defendía los intereses patronales.

Es decir, el informe periodístico difícilmente es fidedigno, menos aún en los días actuales, en que los periodistas jóvenes son todos bachilleres, sin cualquiera experiencia de lucha, ni estudiantil ni sindical, ni comunitaria. O no comprenden exactamente lo que se pasa, o escriben lo que sus jefes les ordenan, que es evidenciar que hace falta una autoridad fuerte, y que el gobierno de Dilma se derrumba sólo lo que, por cierto, se trata de una esperanza de ellos, que hacen un campaña mediática sistemática, inclusive por las redes sociales, porque este año tendremos elecciones generales.

Hay distinciones entre la situación brasileña y la de los otros paises latinoamericanos, donde los intereses y las posturas políticas son más claras, más definidas.

Ya tuvimos un buen programa de habitación en el régimen autoritario, que se desplomó por corrupción y inflación incontrolada. Es decir, las amortizaciones de las viviendas no acompañaban la inflación, y el programa se quedó sin fondos, al mismo tiempo que sus ingresos eran desviados para construcciones no populares de amigos del poder.

Nuestra propia experiencia periodística y militante es muy ligada a eses temas -cuestiones urbanas, sindicales y de salud pública-, y sabemos más o menos como las cosas progredieron y después entraron en regresión con el avanze del neoliberalismo y la desnacionalización general de la economía brasileña, así como de otros países.

En 2002, tuvimos um bajo firmado, orientado por la Conferencia Nacional de los Obispos contra el ALCA, y contra la entrega de una base militar a los norteamericanos. Este bajo-firmado llegó a cerca de 13 millones de firmas. Hasta hoy los norteamericanos no nos perdonan, pues fué a partir de entonces que fué concebida el ALBA, y posteriormente Unasur. Hubo en el mismo año un sabotaje en la base, que mató a 20 militares en una explosión de cohete. ¿Quién lo habrá ejecutado?

Entonces que se debe ter cuidado al analizar los eventos. Hay interés en confundir las cosas. En las manifestaciones de junio, fue posible saber que la dirección venía por Facebook desde los Estados Unidos ¿tal vez los comunistas yankis? Creo que no, porque uno de los muchachos me ha declarado expresamente que era anti-socialista, contra la institución estatal y contra la lucha anti-imperialista. Y en el melting pot de los grupos, había hasta representantes del Partido Internacional de los Piratas (!) de origen sueco, y reunidos por un ideal hacker, estallar las comunicaciones. Yo he acompañado dos de las caminatas -conocía a muchos de ellos- hasta entender que la cosa no era como se pensaba.

Ya ven ustedes. La política actual mezcla la comedia con la tragedia.

Tania Jamardo Faillace. Periodista y escritora brasileña

Fuente: lafogata.org