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Argentina, la lucha continua....

La basura, el hambre y el hombre nuevo

Silvana Melo

APE

La basura es la misma basura. El futuro sin pies es el mismo. El mismo presente fétido que se descargó a toneladas sobre Diego Duarte en marzo del 2004, en el páramo del CEAMSE, es ése que enterró a un niño qom de 12 años el lunes en el vaciadero municipal de Formosa. La misma catarata de desechos del mundo donde buscan de comer y de vivir los que están expulsados del mundo. Echados con el mismo látigo sistémico en José León Suárez y en Formosa. La diferencia entre los infiernos es que uno de ellos construye supremacía e infinitud sobre la base filosófica del nuevo hombre. En una paráfrasis burda de la ética guevarista que pondría al Che los pelos de punta ante la angélica sonrisa de Gildo Insfran. El otro infierno, con ética y estética del conurbano, no tiene ni siquiera esas pretensiones. Y se carga todos los días muertos a veneno y a balazos.

Dicen diarios de Formosa que son "aborígenes" los que se agolpan en la boca de los camiones recolectores cuando llegan a vaciarse al basural. Qompi y wichis se compran todos los números a la hora de sortear hambre, indigencia y abandono. Pero el larguísimo informe de Canal 7 de Formosa no habla de "aborígenes": decenas, centenares de hombres y mujeres parcos, con la piel marrón por el sol malo y la tierra que erosiona, con los ojos mirando hacia otras vidas que no vendrán jamás, campesinos trasplantados a la ciudad, transformados en clientes políticos, marginados de toda posibilidad de sueño, esperando una promesa falaz, integrantes mudos de las estadísticas, las manipuladas y las otras, que ubican a Formosa en la cima de la pobreza argentina.

"A los aborígenes les dan cosas. A los criollos no", dice con palabras como tropiezos. El siente que el Gobierno lo ignora. Los qom se mueren desnutridos. Formosa no discrimina. No hace diferencias entre los incluidos en su bolsón de desechables. Ella, que asegura que va al basural a recolectar "comida para los chanchitos", se espanta cuando le preguntan si almuerza ahí. Pero en voz más baja, como para que nadie más escuche, dice "alguno come señó. Lo aborigen".

En los cerros del CEAMSE miles se agolpan diariamente cuando se abren las puertas. Los protegidos por la policía entran antes y se llevan lo mejor. El resto lucha por comida, objetos y material para vender. De la policía se escondió Diego Duarte, debajo de un cartón, esa madrugada de marzo de 2004. De la policía que ordenó que en ese punto exacto el camión descargara. Nunca más se supo de él. El lunes a las cinco de la tarde el pibe qom, con una enorme bolsa atada a la cintura, se subió al camión antes de que se detuviera, para llegar primero a la basura nueva. Que parece ser parte constitutiva del hombre nuevo formoseño que Gildo Insfran modela desde 1995 y parece que hasta la eternidad.

El camión lo tuvo en cuenta con la importancia de una mosca. El chico, de apenas doce años, perdió el pie y cayó bajo la rueda del camión. Como una perfecta alegoría de la desgracia, el camión lo coronó con la descarga de basura encima de su cuerpo. Del que la vida se había volado con la velocidad del colibrí.

Nada cambió en el páramo del Ceamse ni en el vaciadero municipal de Formosa. Esa misma noche volvió a dormir entre ratas y víboras, el hombre parco. Un enorme neumático de tractor y unos cartones encima le reparan medianamente el cielo de caranchos.

"El sistema educativo provincial tiene ante sí la responsabilidad de formar a las futuras generaciones como seres humanos libres, autónomos y creativos, y, a su vez, capacitarlos para su inserción en el mundo de la producción y el trabajo, la ciencia, la tecnología y el arte. Con ello contribuye a la formación del Nuevo Hombre Formoseño, en el marco de un modelo de provincia que se inserta progresivamente en la región y en la nación". (www.formosa.gob.ar)

Cuarenta pesos en los mejores días puede hacer un ciruja qom. O uno criollo. "Somos muchos" dice el hombre que apenas habla y que tiene los ojos en horizontes que son ajenos. "Siete, ocho, diez", acierta a contar. Por eso la pelea con los caranchos y los perros por algo mínimamente comestible. El otro destino, tan frecuente, es el de Pablo Sanagachi, muerto de desnutrición y tuberculosis a los 19 años en el Muñiz. Sin documento, sin identidad, terminó en la morgue con el nombre de NN. Ya enfermo, ya con el hambre crónica metida en los huesos, se fue a Buenos Aires a buscar una mejor vida. Encontró una muerte anónima.

La muerte del hombre nuevo formoseño. La del hambre o la basura o la bala represiva. La de la tuberculosis. La del nadie. A la espera de la palidez del alba. Esperando que amanezca.

Fuente: lafogata.org