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Latinoamérica

Profesores de ética

Frei Betto
Adital

Es tautológico hablar de falta de ética en el Congreso Nacional. Se suceden los escándalos, desde el diputado que está ‘ensuciándose’ ante la opinión pública hasta los funcionarios del Senado que, a ejemplo de notorios senadores, ostentan un patrón de vida muy superior a sus ingresos y a la renta que declaran.

Por suerte hay excepciones. Lástima que la indignación y la protesta de parlamentarios íntegros tengan poca resonancia en las calles. En general se anuncian el despilfarro de pasajes aéreos, castillos fabulosos y mansiones paradisíacas. Pocos llegan a enterarse de la coherencia de parlamentarios incorruptibles, incapaces incluso de aceptar segunda contabilidad en sus campañas electorales.

La corrupción proviene de la falta de carácter. Ésta se manifiesta, de modo especial, cuando la persona se ve revestida de una función de poder, desde el policía que extorsiona o del comerciante o del delegado que se embolsa cobros de fianzas hasta el empresario que soborna al funcionario público para obtener licitaciones viciadas; desde el alcalde que se apropia de los recursos de la merienda escolar a los parlamentarios que se creen con el derecho a pagar con dinero público el salario de su empleada doméstica.

¿Cómo poner un alto a tantas artimañas? Es difícil. El ser humano padece de dos limitaciones insuperables: defecto de fabricación y plazo de validez. Es lo que la Biblia llama ‘pecado original’. Siempre habrá hombres y mujeres desprovistos de carácter, de principios éticos, dispuestos a no perder la primera oportunidad de enriquecimiento ilícito. La solución no reside en el cultivo de las virtudes, aunque tengan su importancia. Si fuera así los colegios religiosos donde estudiaron Collor y Malluf serían fábricas de ángeles.

La solución es crear, mediante una profunda reforma política, instituciones que inhiban a los corruptos y mecanismos de control popular. En resumen, convertir nuestra democracia, meramente delegativa, en más representativa y, sobre todo, participativa.

Mientras aparece la solución sugiero que inviten, para dictar un curso de ética en el Congreso Nacional, a Sus Excelencias José Gomes da Costa, Rodrigo Botelho, Francisco Basilio Cavalcante, Clélia Machado, Sebastián Breta y Fagner Temborim.

Lo que esas personas hicieron no debiera ser considerado como extraordinario. Sin embargo, ante los casuismos, el nepotismo, la malversación y el cinismo de parlamentarios tratando de justificar lo injustificable, conviene propagar el ejemplo de estos profesores de ética.

José Gomes da Costa es barrendero de la alcaldía de São Paulo. Gana US$ 250 al mes. Veintiséis veces menos que un diputado federal. Con ese salario sustenta a sus tres hijos. El día 18 de mayo pasado, al barrer la calle, encontró un cheque del Banco del Brasil por valor de US$ 1,000. José necesitaría trabajar cuatro meses, sin gastar nada, para acumular dicha cantidad. Pero buscó una agencia del banco y devolvió el cheque. Motivo: vergüenza en la cara.

Rodrigo Botelho encontró, el 26 de mayo del 2008, durante el Campeonato Mundial de Tenis de Mesa, en Rio de Janeiro, una mochila con más de mil dólares en billetes. Vio el nombre del dueño en los documentos, lo llamó por teléfono y se lo devolvió. Rodrigo es normal, tiene carácter. Francisco Basilio Cavalcante, recogedor de basura en el aeropuerto de Brasilia, padre de cinco hijos, gana el salario mínimo. El 10 de marzo del 2004 encontró una bolsa de cuero en un sanitario del aeropuerto. Dentro había US$ 10 mil y un pasaporte. Para obtener una suma igual debería ahorrar todo lo que gana, sin gastar ni un centavo, durante tres años y cuatro meses. Francisco declaró: "Así debe ser. Lo que no es nuestro debe ser devuelto. Un dinero que no es propio no puede ser bueno. No puede traer felicidad". Clélia Machado, de 29 años, es auxiliar de servicios generales y hace sus pinitos como manicurista. Vive sola y está criando dos hijas, una de siete y otra de nueve años. Su salario mensual no llega a los US$ 250. Todos los días ella hace la limpieza del sanitario de la estación de la Policía de Tráfico Federal en Seberi (RS), donde trabaja desde hace tres años. El 11 de marzo del 2008 encontró una calza de media enrollada en papel higiénico, y dentro US$ 2.800. Clélia entregó los dólares a los policías. Al ser entrevistada declaró: "Cierto que hubiera podido ser mío de verdad. Pero como no me pertenecía lo devolví rápidamente. Era lo correcto".

El barrendero Sebastián Breta, de 43 años, de la alcaldía de Cariacica (ES), devolvió los US$ 5,000 que encontró en un maletín en la basura. El nombre del hombre que había sido robado estaba grabado en una etiqueta. Sebastián gana el salario mínimo. Preguntado acerca de si no había pensado en quedarse con el dinero, dijo: "Jamás. Desde el primer momento en que lo vi sabía que lo iba a devolver. Cuando no consigo pagar mis deudas quedo dolido, y pensaba todo el tiempo en cómo se sentiría el dueño del dinero; imaginaba que tampoco él podría pagar sus deudas porque lo había perdido todo. Yo y mi mujer no hubiéramos podido dormir por la noche. Juzgo necesario devolver lo que es de otro".

Fagner Tamborim, de 17 años, repartidor de periódicos en la ciudad de Pirajuí, a 398 kms de São Paulo, gana US$ 35 al mes. Mientras pedaleaba en su bicicleta encontró en la calle un maletín con US$ 2,500. Se lo devolvió a su dueño. "Vi que tenía mucho dinero y cheques. Se lo llevé a mi madre, quien telefoneó al banco".

Lo mejor del Brasil es el brasileño, no necesariamente nuestros parlamentarios.

[Autor de "El desafío ético", junto con Veríssimo, Cristovam Buarque y otros, entre otros libros.

Traducción de J.L.Burguet]

http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?boletim=1=ES&cod=38974

Fuente: lafogata.org