Argentina, la
lucha continua....
|
![]() |
Reflexiones sin demagogia
Osvaldo Bayer
Tengo 82 a�os y nac� justo tres semanas antes que Alfons�n. Es decir que viv� todos los mismos tiempos hist�ricos. La D�cada Infame durante la ni�ez, el golpe del �43 a los 15 a�os y el primer peronismo a los 18. Y todo lo dem�s. Las tristes realidades argentinas pero siempre las esperanzas al comenzar de nuevo.
�Qu� pienso de Alfons�n? Empecemos por el lado bueno. Es uno de los pocos presidentes a los que no se le puede reprochar ning�n negociado ni enriquecimiento en provecho propio. Eso ya es algo, en la Argentina.
En lo dem�s tal vez sea muy duro, pero es que viv� parte de mi vida en Alemania, principalmente en la posguerra, y tal vez esper� de Alfons�n �despu�s de la dictadura de la desaparici�n� una pol�tica parecida a la del posnazismo en Alemania, donde el pueblo alem�n demostr� haber aprendido, por fin, la lecci�n para siempre. Nunca m�s ni el militarismo ni las guerras ni el racismo ni el totalitarismo.
Cuando regres� de mi exilio pens� que la Argentina iba a iniciar el mismo camino de autocr�tica, luego de la larga cadena de dictaduras militares y del haber sido escenario de la "Muerte argentina", como se conoce en el exterior al sistema de la desaparici�n de personas, la tortura bestial de los prisioneros, su muerte final �como el ser arrojado con vida desde aviones al r�o� y el robo de sus ni�os.
No, no fue as�. Empez� el tire y afloje. Mi primera decepci�n fue cuando Alfons�n y su partido no propugnaron la comisi�n bicameral investigadora de los cr�menes militares �como tendr�a que haber sido� sino que carg� esa responsabilidad en una "comisi�n de notables" elegidos a dedo. Algunos de los cuales hab�an sido colaboracionistas de los dictadores o, por lo menos, sonrientes concurrentes a audiencias de los verdugos. Bien, s�, algo hizo la llamada Conadep porque por lo menos se recogieron acusaciones. Pero no se cumpli� con la investigaci�n a fondo que podr�a haber tenido �por su responsabilidad� una comisi�n bicameral. Para luego pasar al juzgamiento de los responsables mayores.
Se hizo entonces el juicio a los comandantes, pero limitado a eso, a los responsables pero no a los centenares de ejecutores. Y esos responsables fueron a parar a "countries" cercanos a un penal militar, entre jardines y con la visita diaria de sus familias. Luego, el levantamiento de carapintadas y el presidente que va en helic�ptero al cuartel a "parlamentar" con los que volv�an a levantarse con sus armas contra el poder elegido por el pueblo. En vez de resistir con el pueblo, no, fue a parlamentar. De ah� salieron las humillantes palabras para todos los que est�bamos en Plaza de Mayo dispuestos a defender la democracia hasta sus �ltimas instancias, que quedar�n para la historia de las renuncias argentinas: "La casa est� en orden", "Felices Pascuas". Y de inmediato las leyes que avergonzar�n para siempre al Congreso Nacional, de obediencia debida y punto final. Votadas por los representantes de la Uni�n C�vica Radical.
En otras palabras: libertad incondicional para todos los uniformados de la picana el�ctrica y la desaparici�n. La democracia se hab�a puesto de rodillas ante los criminales desaparecedores. Eso fue imperdonable. Como lo fue tambi�n un hecho de ese gobierno: el mantenimiento en la c�rcel hasta cumplir con sus condenas de los presos pol�ticos que hab�an sido condenados por los jueces de la dictadura. Yo los visit� hasta bien entrado el a�o �88. Fui, me acuerdo, con la actriz noruega Liv Ullmann a Devoto. All� estaban, eran cuatro. Y nos juraron su inocencia y nos relataron las torturas bestiales a que hab�an sido sometidos por esos "jueces" de la dictadura a los que el gobierno de Alfons�n no dej� cesantes como tendr�a que haber hecho. Y el otro acto que nos llen� de tristeza y pesimismo fue la brutal represi�n ordenada por el gobierno radical contra los invasores de La Tablada. En vez de seguir el consejo del jefe de polic�a de aquel entonces, de sitiar el cuartel y rendirlos por hambre, envi� nada menos que al peor represor que hab�a actuado en Mar del Plata, autor de la tr�gica Noche de las Corbatas, que llev� a la desaparici�n de todos los abogados de derechos humanos de esa ciudad. Ese se�or general invadi� el cuartel de La Tablada con bombas de napalm, gases y fuego cruzado de ametralladoras. La masacre fue evidente: murieron soldados que se hallaban en el cuartel, guerrilleros y hasta se dieron el lujo los militares de haber hecho "desaparecer" a unos cuantos de los j�venes invasores. La comisi�n de derechos humanos de la OEA criticar�a despu�s abiertamente al gobierno de Alfons�n por ese ataque y por haber sido los acusados mal juzgados, sin los resguardos pertinentes. Y, para no extenderme, el final. El haber abandonado el gobierno cinco meses antes de terminar su mandato, para dejarle el "muerto" econ�mico a Menem. Ning�n estadista elegido por el pueblo debe hacer una cosa as�. Tiene el deber de demostrar su sentido de la responsabilidad hasta �ltimo momento. Por algo el pueblo, despu�s de Alfons�n, cambi� de rumbo y volvi� a votar al peronismo. Y tuvimos que aguantar diez a�os a Menem y su saqueo por el Pacto de Olivos, un arreglo de comit� que acentu� el personalismo en nuestro pa�s.
No logramos, despu�s de la dictadura de la desaparici�n, la democracia que deber�amos haber implantado tras las tr�gicas ense�anzas de nuestro pa�s tan humillado. Escribo esto para llamar a la realidad y no mentirnos en un falso "respeto por los muertos". Debemos pensar tambi�n en los otros muertos, en aquellos que dieron su vida por m�s justicia en una democracia. Pensar que, desde aquel diciembre de 1983, no hemos cumplido con el principal mandato de una aut�ntica democracia: un pa�s sin ni�os con hambre, un pa�s sin villas miseria, un pa�s sin desocupados.