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Argentina, la lucha continua....

"Le estamos mojando la oreja al olvido"

Katy García
Prensared

Un sótano de torturas y otras dependencias ubicadas en Mariano Moreno y Caseros, guardan en sus paredes porciones de la historia reciente y dan cuenta del accionar conjunto entre la policía y el ejército. Allí funcionó el Destacamento de Inteligencia de la Policía de Córdoba (D2), durante la dictadura de la desaparición. Se había trasladado cuando la Cruz Roja le pisaba los talones en el Pasaje Santa Catalina.

Parece increíble que haya funcionado un Centro Clandestino de Detención (CCD) en una zona céntrica, rodeada de viviendas y edificios y tan transitada como ésta, reflexionó la directora del Archivo y Comisión Provincial de la Memoria, Ludmila Da Silva Catela, durante el acto de inauguración realizado el 23 de marzo, puertas a fuera del lugar. "Esto nos tiene que hacer reflexionar sobre qué pasaba, qué significaban los CCD y cuán clandestinos eran. ¿Qué pasaba con los vecinos que vivían en los alrededores? Y también nos tiene que hacer reflexionar sobre el hoy", expresó ante los asistentes al acto.

Uno de los vecinos presentes tomó la palabra en ese momento y comentó cuán afectado se sintió como habitante de la cuadra al no poder animarse siquiera a denunciar los gritos que a diario se escuchaban en el lugar. Asimismo, señaló la indiferencia de la sociedad frente a lo que ocurrió.

La funcionaria respondió que "sin dudas todos fuimos afectados por el terror" y exhortó a "abrir preguntas y no respuestas cerradas, para empezar a comprender cómo funcionaba la cartografía del terror". Comentó que precisamente el D 2 se había trasladado "cuando se sintió presionado por la Cruz Roja Internacional".

El Archivo Provincial de la Memoria, en junio del año pasado, inició una investigación orientada a la búsqueda de documentación en el establecimiento ubicado en la esquina de Mariano Moreno y Caseros, en barrio Alberdi. Testimonios y planos indicaban la existencia de un sótano que no aparecía. Se realizó entonces una prospección arqueológica y se solicitó el retiro del gimnasio del grupo Éter del lugar. Los trabajos de excavación dieron resultados.

Así, se encontró el techo de la bóveda y de inmediato, tomó cartas en el asunto el Juzgado Federal Nº 3, que nombró como peritos al Museo de Antropología, al Archivo Provincial de la Memoria y al Cuerpo de Bomberos. Las instituciones nombradas trabajaron en la recuperación del lugar hoy convertido en espacio de memoria. Desde el 23 de marzo, permanece abierto al público.

Pasado, presente y futuro, entrelazados

La memoria es fundamentalmente colectiva y se construye en procesos de interacción social que ligan pasado presente y futuro, advierten los antropólogos. Por caso, es frecuente que ante un delito sobre la propiedad, un coro de voces públicas pida mano dura y pena de muerte. En torno a este tema la funcionaria reflexionó que "todos los periodos represivos de la argentina nos enseñan a ver cómo es la sociedad hoy. No es casual, que parte de ella ante la más minima crisis, apele a la pena de muerte o al asesinato de los jóvenes delincuentes" como solución a los problemas de seguridad. Agregó que la primera cuestión es "no pensar que los setenta son el pasado. Creo que se involucra con el presente y con el futuro que queremos construir como Nación".

Sobre este punto observó que los jóvenes cuestionan el orden establecido en todas las épocas y por eso son considerados "molestos". "Ahora son los jóvenes delincuentes, antes eran los guerrilleros y más atrás lo fueron los anarquistas", amplió. Da Silva Catela piensa que detrás del pedido de pena de muerte subyace un mensaje preocupante, cual es, que "se los asesine impunemente". Por caso, el debate que propusieron los medios cuando una mujer atropelló con su auto a un joven que le había robado una bolsa con ropa. Una actitud inaceptable que sin embargo muchos justificaron.

De eso se trata. De hacer preguntas y repensar. "Que un joven pueda venir y relacionar el sótano con lo que pasa en las cárceles hoy, significa que la memoria debe ser activa y no cristalizarse en el pasado", explicó y citando al lingüista y filósofo crítico Tzvetan Todorov aseguró que "uno tiene que elegir entre la literalidad y lo ejemplar, que nos lleve a pensar desde el genocidio indígena a los conflictos sociales actuales".

Abrir los libros de una historia que han querido sepultar

La reivindicación de la memoria, el derecho a expresar lo vivido a través de las historias de vida contadas por los ex presos, sin duda, contribuyen a deconstruir el olvido impuesto por el totalitarismo.

El primero en narrar su paso este sitio fue Toto López. "En el 78 estábamos en La Perlita, el tucumano Alvar, Masera de Sitrac- Sitram, ese viejo noble, simple, del clasismo cordobés; Eduardo Porta y yo. Nos levantan a las cuatro de la mañana, con vendas nuevas, atados con alambre y cubiertos con una colcha. Estábamos muy nerviosos. Nos suben a un camión y nos entregan en esta casa que estaba en construcción. Nos dimos cuenta de que era la policía. Nos sacaron todo lo que podíamos tener y nos pegaban porque sí. No sabían que hacía seis meses que veníamos de otro centro clandestino. Era la policía, la cana, la yuta de Informaciones que se había trasladado del Pasaje Santa Catalina".

Masera y Porta quedaron en el sótano mientas que él y Alvar fueron a parar a la Casa de Hidráulica, próxima al dique San Roque. Luego evaluó que "hemos recuperado el centro de La Ribera, el pasaje Santa Catalina, es un orgullo ver como estamos ejerciendo la memoria en ese lugar de horror, donde está lo mejor del pueblo cordobés. De su clase trabajadora, de sus estudiantes y de la gente, le estamos mojando la oreja al olvido para que nunca más vuelva a ocurrir", enfatizó.

A su vez, Jorge Torriglia, visiblemente emocionado relató que "uno siente una mezcla de muchas cosas, dolor, tristeza, bronca, por todo lo que vivimos y por toda la justicia que aún falta. Tengo la suerte de estar vivo, pero muchos compañeros no". También reconoció lo realizado por este gobierno y por los que trabajan en la recuperación de la memoria. "Creo que esto ayuda para que la sociedad avance y tome conciencia de lo que pasó. Sabemos que los medios de comunicación del imperialismo no toman este tema, entonces, los medios populares deben hacerlo para que se sepa la verdad, porque ningún pueblo puede vivir sin saber donde están sus hijos muertos y sus hijos vivos, sino es sometido".

Torriglia fue trasladado hasta aquí en un Peugot blanco, una mañana de marzo o abril del 78. "Me tiraron en una colcha llena de mierda y me tiré en el suelo. Acá nos han torturado, por eso tenemos que reflexionar sobre nuestras propias actitudes de solidaridad y ver como la derecha no para".

Trazó un paralelo entre el ayer y el hoy para finalizar diciendo que "los artistas tenemos un papel que jugar y para eso hay que dejar de lado ciertas actitudes y ayudar al pueblo a abrir los libros de una historia que han querido sepultar".

Hubo un Golpe cívico-militar

Otro de los testimonios públicos lo brindó Rodolfo Novillo. "Allá por junio o julio del ‘78, mientras estaba detenido legalmente en la UP1, fuimos retirados junto a la compañera María del Carmen Robles", apuntó.

Los sacaron encapuchados y cubiertos con mantas. Escuchaban el ruido de automóviles y tras dar varias vueltas los depositaron en el lugar. No tardaron en reconocer que estaban en manos de fuerzas policiales por su manera de actuar. Novillo se encontraba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y de la Justicia Federal, tenía una causa penal y el juicio en marcha en el juzgado a cargo de Adolfo Zamboni Ledesma.

En respuesta al vecino que destacó la indiferencia de la población ante los hechos que sucedían dijo que un sector de la sociedad en cambio les brindó calor. Sin embargo señaló que "hubo una clara connivencia de las instituciones y eso está sobre el tapete" pero valoró como "muy importante lo que se ha logrado" aunque "falta un largo trecho".

En ese sentido apuntó a sectores de la iglesia, judiciales y gremiales. "Es fundamental que las instituciones y los organismos de DD.HH aunemos esfuerzos porque el momento político no es claro y hay grandes acechanzas. Los grupos económicos y concentrados son concientes que el momento en que deberán rendir cuentas llega". Por eso, aseguró que "la apertura de estos espacios de reconstrucción de la memoria no pueden obviar el origen del genocidio; si no asumimos que hubo un golpe cívico- militar corremos el riesgo de que esto se vuelva a repetir", razonó.

El acto culminó con el descubrimiento de la placa de ingreso al lugar. Luego, se recorrieron las instalaciones. Prensared dialogó con otros sobrevivientes que también pasaron por este lugar.

Con memoria se puede destruir el infierno

Cecilio Manuel Salguero, ex preso político durante los períodos 1971-1973 y 1977 -1984, en total 9 años, es sobreviviente y testigo querellante en las causas de La Perla, La Ribera, D-2 y cárcel UP1 de Córdoba. Tiene cuatro familiares desaparecidos. Salguero también pasó por el "temible" Departamento de Inteligencia de la Policía de Córdoba. Su largo periplo comenzó en la vía pública, cuando se dirigía a su trabajo en una empresa metalúrgica y fue secuestrado por una patota de La Perla. "Vendado y atado me llevaron al campo de exterminio (La Perla) donde me torturaron. Luego de unos días pasé a La Ribera donde se repitió la experiencia", describió. Después fue enviado a la cárcel UP1 de Barrio San Martín, para luego terminar en La Plata en octubre de 1978.

Durante la prisión fue retirado dos veces de la cárcel para ser torturarlo en la D-2 de Caseros y Mariano Moreno. "Allí operaban entre otros los comisarios Telleldin, Esteban y Romano y un conjunto de policías de informaciones entre los que había estudiantes universitarios y el traslado lo hacia personal militar que operaba bajo las órdenes del General Centeno", sostuvo.

El primer traslado se realizó en julio de 1978. "Fui sacado del pabellón 9, atado con cables, con las manos atrás y llevado en la caja de un camión militar, custodiado por dos soldados armados con FAL", recordó. En este lugar, fue encerrado en una pieza, cerca del baño, que funcionaba como calabozo de aislamiento. Permaneció 20 días vendado y fue "sometido a torturas por la patota dirigida por el comisario Romano, en el primer piso del lugar, durante varios días. Luego fui devuelto a la UP 1", avanzó en el relato.

La segunda experiencia se produjo en septiembre del mismo año. Estuvo 15 días en las mismas condiciones. Su esposa, María Lidia Piotti y varios familiares de presos políticos también habitaban este lugar sombrío. "Pude ver a mi esposa en condiciones lamentables", relató. Por las torturas recibidas fue internada en el Hospital Neuropsiquiátrico de Córdoba y posteriormente pasó a la cárcel de mujeres del Buen Pastor. Después fue puesta a disposición del Área 311 y bajo libertad vigilada, desde abril de 1979.

Marily Piotti, fue arrancada de su casa el 26 de septiembre de 1978 mientras cuidaba a sus hijos pequeños. "Me trajeron en un auto blanco. Había otras presas y cuando llega Telleldín no contesté el saludo, entonces me dio una cachetada, me llevaron al lado y me torturaron vendada", se acordó.

El deterioro de su persona se fue acelerando a fuerza de golpes, manoseos y tortura psicológica. Sus padres lucharon para que pudiera ver a sus hijos. "Yo estaba en el sótano y un tipo les indicaba: acá está tu papá. Y nos decían: los chicos están con nosotros, tenemos todo el tiempo del mundo. Una vez trajeron unos huesos y me dijeron que eran de ellos", relató entre lágrimas.

La maldad llegaba a límites indecibles. Como grabar el llanto de los niños y hacérselos escuchar o simular fusilamientos. "Me sacaron y me llevaron al neuro. Pesaba 30 kilos, y cuando llegué, la enfermera me lavó y fue el único contacto con lo humano que tuve. Nunca supe su nombre pero me cuidó", detalló. "La tortura quiere destruir el alma y eso es lo que siento cuando paso por este lugar. Pero también siento alegría porque ya no les pertenece. Con la memoria se puede destruir el infierno", aseveró Piotti.

Emiliano Salguero, uno de sus hijos, opinó que "estamos abriendo un nuevo espacio para reflexionar más allá del edificio y de la importancia que tiene descubrir una parte de la verdad que quisieron ocultar. Pero, me parece, tiene que estar acompañado de políticas claras en términos de los resultados que tenemos. La memoria nos lleva a pensar que esta sociedad tiene que cambiar, porque el genocidio no existió descontextualizado. Creo que los derechos humanos son cosa de siempre. Me preocupa cuando hablan de derechos humanos del pasado y del presente, porque es una operación política funcional a intereses de los que los violan", exteriorizó.

En 1982, Luis Miguel Baronetto al salir de la cárcel con libertad vigilada, tuvo que concurrir al establecimiento. "La primera imagen que tengo ante mis ojos es la de Juan Carlos Cerruti, el mismo que me detuvo en el 1975 y autor de las torturas en la D2. La misma gente", afirmó.

No debe ser fácil enfrentar situaciones como las descriptas por los ex presos y sobrevivientes del Terrorismo de Estado. Sin embargo, todos coinciden en la importancia de recuperar espacios de memoria. "Me parece muy importante porque ayuda a extender la memoria a los vecinos, y a otros sectores que por miedo y otras razones no se animaron ni siquiera a denunciar los gritos que oían, como dijo el vecino hace un momento. No para quedarnos en el pasado, sino para ayudarnos a construir un futuro más justo", concluyó.
 

Fuente: lafogata.org