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Argentina: La lucha continúa


Cobos, la CGT, el PJ, D`Elía, Repsol, Techint: alguien tiene la culpa

Prensa de Frente

1- derecha, estado y proyectos alternativos

-La pelea por la suba de las retenciones, que culminó en la madrugada del jueves pasado con un inédito revés al oficialismo, volvió a poner sobre el tapete una serie de discusiones sobre el carácter del Estado, sus funciones y sus potencialidades. Partiendo de la base de que las retenciones a la producción agrícola son una contención innegable ante la creciente y sostenida suba de los precios de los alimentos en el mercado mundial, no son pocos los que ven plasmadas en estas medidas el carácter popular de la política oficialista. Ahora, afirmar que cualquier tipo de intervencionismo estatal, en materia económica, es un hecho de por sí redistributivo y progresivo para los intereses de las grandes mayorías es, cuanto menos, una lectura lineal de la historia argentina y sus actores.

Probablemente se argumente que no es el momento para ahondar en estos análisis, pero es indispensable hacerlo a la hora de asumir una posición en este conflicto. Las medidas sobre el agro lanzadas por el gobierno el 11 de marzo, llaman a reflexiones más profundas sobre qué acciones estatales pueden ser progresivas o populares.

Si tenemos en cuenta que estas medidas no tenían como objetivo un enfrentamiento abierto con una fracción del capital -fracción que, sin duda alguna, ha encabezado las ofensivas antipopulares en los últimos 100 años de historia-, sino por el contrario estaban destinadas a acrecentar la ya de por sí enorme recaudación, la cuestión se va complejizando. El gobierno, habiendo transcurrido más de un mes de conflicto, saliendo a anunciar un plan de políticas sociales que teóricamente sería financiado por lo recaudado por las medidas en cuestión como una forma de relegitimarlas, no hizo sino reafirmar tal hipótesis.

Pero supongamos por un momento que en realidad el gobierno de Cristina Fernández optó por una confrontación abierta con la fracción agropecuaria, y no sólo agropecuaria, del capital concentrado, con las retenciones móviles como punta de lanza.

En cualquier ofensiva política de este tipo quien impulsa la iniciativa evalúa si dispone de construcciones sólidas que asuman como propias las medidas, a la vez que se demuestran dispuestos a defenderlas ante una eventual reacción. Analicemos pues, la composición de la tropa de los Kirchner.

Durante los últimos años nos encontramos con un gobierno que insistió en la necesidad de conformar un nuevo bloque de alianzas sociales mediante la incorporación de diferentes referentes o dirigentes de otras fuerzas. Así pasaron la denominación primero como "Transversalidad" y mas tarde, al inicio del mandato de Cristina, la "Concertación Plural". Finalmente, se inclinó por asumirse como conductor de las estructuras más tradicionales y embusteras, que de 2001 a esta parte son repudiadas por amplios sectores sociales. Esta decisión, casualmente o no, coincidió con el inicio del conflicto con el agro y el creciente ninguneo para con los sectores progresistas que proclaman el apoyo crítico. Estos últimos son quienes hoy, paradójicamente, aparecen como el núcleo duro que mayor lealtad y dinamismo demuestra en apoyo del oficialismo.

Este último dato nos lleva entonces a debatir las concepciones etapistas de sectores que afirman que los movimientos populares deberían apoyar incondicionalmente medidas progresivas o reformistas, a la espera de una profundización de un proceso político que las lance como protagonistas excluyentes de esas mismas medidas, eclipsando así la experiencia acumulada en función de una agenda institucional. Los movimientos sociales viajan de esa manera siempre en coche ajeno, pudiendo disfrutar, en el mejor de los casos, de algún resquicio, sea una secretaría o algún puesto ministerial, que les permita formarse en la gestión estatal y disponer de recursos.

En los escenarios fangosos que el oficialismo acostumbra a montar, la paradójica barrera de contención de la intervención estatal sobre las rentas extraordinarias parece haber sido "el radical" Julio Cobos. Un análisis más panorámico muestra que lo que defeccionó es la propia forma de construir poder, reciclando estructuras y personajes del bipartidismo, que ayer votaban leyes neoliberales y hoy son funcionarios "nacionales y populares".

Claro que este análisis resultaría incompleto si no se mencionara la imposibilidad, por parte de los sectores populares organizados, de conformar un bloque independiente que contenga las experiencias políticas más dinámicas de los últimos años. Sin embargo, esta limitación no es producto exclusivo de las características de las organizaciones y la fragmentación de la clase trabajadora, sino que está fuertemente apuntalada por una política de desmovilización y estigmatización de las mismas, llevada adelante durante todo el proceso kirchnerista.

En definitiva, ante un escenario de altísima complejidad, en el cual comienza a materializarse el viejo anhelo oligárquico de una representación democrática, y frente a la evidente y sostenida decisión de este gobierno de contener en su seno y legitimar a los antiguos socios industriales de la oligarquía en la "comunidad de negocios" de los `90, resulta imprescindible profundizar los debates que apunten a construir un verdadero espacio político independiente, con el objetivo último de constituir una herramienta representativa de las mayorías populares con capacidad de disputar el rumbo de nuestro país.

Fuente: lafogata.org