Argentina: La lucha contin�a
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Argentina: inflaci�n, agronegocios y crisis de gobernabilidad
Jorge Beinstein
Hacia mediados de Junio la confrontaci�n entre el gobierno y las asociaciones
patronales del campo parec�a haber llegado a un punto de ruptura total, pero no
fue as�, pocos d�as despu�s las aguas se calmaban. La presidente decid�a
transferir al Parlamento la decisi�n final sobre los impuestos a la exportaci�n
de productos agr�colas, es lo que esperaban los empresarios rurales para
levantar su lockout que empezaba a desgastarse r�pidamente al igual que la
popularidad del gobierno. Fue el fin provisorio de m�s de cien d�as de
enfrentamiento luego de los cuales, como dicen ahora algunos polit�logos,
"Argentina ya no es la misma". La imagen de la presidenta hab�a llegado a un
nivel de deterioro solo comparable con el del ex presidente De la Rua en
diciembre de 2001, sus convocatorias a la movilizaci�n en apoyo al gobierno
hab�an enardecido en su contra a las clases altas y a sectores crecientes de las
clases medias. Por su parte los ruralistas hab�an extendido su influencia
unificando detr�s de ellos al conjunto de la oposici�n de derecha y a vastos
sectores de las clases medias rurales y urbanas, en este �ltimo caso incluso a
grupos medios-bajos afectados por un proceso inflacionario que a lo largo de los
�ltimos meses ha deteriorado su nivel de vida. Sin embargo su radicalizaci�n los
llevaba a un callej�n sin salida, especialmente en el caso de la peque�a
burgues�a agraria prospera, una suerte de "nuevos ricos" furiosos ante
las cargas fiscales que enturbiaban sus expectativas de ganancias abundantes y
ascendentes. La intransigencia extremista a que hab�an llegado en sus exigencias
era de hecho una convocatoria al golpe de estado, en el pasado tal vez su deseo
se hubiera podido materializar, pero ahora, a un cuarto de siglo del fin de la
�ltima dictadura militar, la capacidad de intervenci�n de las Fuerzas Armadas es
casi nula, su degradaci�n institucional y la l�pida moral que pesa sobre ellas
llamada genocidio hace impracticable esa posibilidad. La otra alternativa
golpista era la de una pueblada de derecha (una suerte de 2001 al
rev�s) amplificada por los medios de comunicaci�n y finalmente manipulada por un
sector del sistema institucional (judicial, parlamentario nacional, gobiernos
provinciales, etc.). Pero los dirigentes de las derechas pol�tica y rural no
estaban dispuestos a intentar semejante aventura, en primer lugar porque el
actual gobierno m�s all� de su imagen progresista ha respetado
integralmente al sistema neoliberal dominante heredado de los a�os 1990 y en
consecuencia n�cleos decisivos del poder econ�mico no apoyar�an de ninguna
manera el desalojo de la presidenta. En segundo t�rmino porque ese hecho habr�a
abierto una suerte de caja de pandora, un desorden general que unido al m�s que
probable hundimiento de las clases populares acorraladas por el alza de los
precios de los alimentos podr�a haber generado una avalancha muy extendida de
protestas sociales. Y finalmente porque hacia mediados de junio pese a la
persistente agitaci�n de los medios de comunicaci�n la popularidad del derechazo
mostraba serios signos de deterioro, el alza de precios y la amenaza de
desabastecimiento comenzaban a producir reacciones hostiles hacia los ruralistas
provenientes de importantes sectores de las clases medias y bajas. Las
asociaciones tradicionales de la burgues�a terrateniente como la Sociedad Rural
que a lo largo del conflicto hab�an mantenido un perfil relativamente moderado
presionaron con fuerza para desacelerar la protesta. Los nuevos ricos del mundo
agrario (peque�os y medianos rentistas y agricultores) fueron de hecho la masa
de maniobras del bando de los agronegocios, se creyeron sujeto de una
suerte de cruzada gaucha contra el "estado-ladr�n" que les quer�a cobrar
tributos extraordinarios. Por debajo de las escarapelas y banderas patrias se
mov�a azuzada por las clases altas una clase media agraria mezquina que
pretend�a apropiarse de una parte sustancial del bot�n de super ganancias del
negocio exportador.
Sin embargo ser�a un grueso error limitar el fen�meno a ese aspecto
socioecon�mico, el abanico civil movilizado contra el gobierno fue mucho m�s
amplio, se extendi� a las ciudades, cobr� �mpetu en los grandes conglomerados
urbanos incorporando a importantes sectores medios la mayor parte de ellos sin
v�nculos materiales directos con el mundo agrario.
Es cierto que en los barrios acomodados de Buenos Aires, por ejemplo, la
vanguardia de los cacerolazos fueron las "cacerolas de tefl�n" esgrimidas por
los ricos acompa�ados por nost�lgicos de la �ltima dictadura militar, pero el
movimiento se extendi� a las zonas de clase media y fue visible la simpat�a
despertada en sectores importantes de clase media urbana baja.
La desestabilizaci�n
Las movilizaciones promovidas por el gobierno se realizaron a fuerza de aparato,
el clima entre los trabajadores fue de apat�a o indiferencia y en ciertos casos
de repudio no muy entusiasta a la derecha, el activismo pro gubernamental a
veces autocalificado como "anti olig�rquico" fue claramente minoritario.
Un factor decisivo del ascenso opositor en las capas medias y de alejamiento
respecto del oficialismo en las clases bajas (donde la presidenta hizo su mejor
cosecha de votos en 2007) es la inflaci�n que ha deteriorado r�pidamente los
ingresos reales de los asalariados.
Actualmente la derecha pol�tica y su paraguas empresario se�alan a la inflaci�n
como el enemigo principal a combatir para lo cual vuelven a levantar las
tradicionales recetas neoliberales centradas en el llamado "enfriamiento de
la econom�a" alcanzado a trav�s de la reducci�n del gasto p�blico y del
freno a los salarios. El resultado ser�a un r�pido incremento de la desocupaci�n
y la precarizaci�n laboral y el achicamiento de la demanda de las clases bajas
pero no de los beneficios empresarios que se mantendr�an o aumentar�an gracias
al descenso de los costos salariales reales. Con menores gastos el Estado podr�a
preservar el super�vit fiscal sin necesidad de aumentar los impuestos lo que
beneficiar�a obviamente a empresarios y clases altas en general. All� se detiene
la ofensiva liberal, porque seg�n ellos el Estado deber�a seguir
interviniendo en el mercado cambiario acumulando d�lares y sosteniendo as� un
d�lar artificialmente muy alto lo que permitir�a mantener o aumentar los altos
ingresos en pesos de los exportadores industriales y agropecuarios. En este
esquema econ�mico la gobernabilidad solo podr�a ser sostenida con dosis
crecientes de represi�n social y con la consolidaci�n del bloque reaccionario
(clases altas y medias) tal como se ha ido conformando en los �ltimos meses.
Pero ambas condiciones son de muy dif�cil obtenci�n, las bases populares han
cambiado mucho desde la d�cada pasada, la experiencia de 2001-2002 marca un
punto de inflexi�n casi irreversible. Si se impone la opci�n neoliberal la
generalizaci�n y radicalizaci�n de las protestas populares conformar�a un
panorama de alta turbulencia al que seguramente se incorporar�an sectores
intermedios que afectados por la concentraci�n de ingresos abandonar�an sus
delirios elitistas para volver a mirar con simpat�a a los de abajo.
Por su parte el gobierno trata desde hace algo m�s de un a�o de enfrentar la
inflaci�n con medidas puntuales que no consiguen frenar el proceso. Desde el
ocultamiento de la realidad manipulando las estad�sticas hasta los acuerdos de
precios sectoriales pasando por toda clase de negociaciones con grupos
empresarios y burocracias sindicales, fue desplegado un complicado juego
destinado ahuyentar el clima inflacionario preservando la alianza social y
medi�tica que hab�a sido la base de la gobernabilidad desde 2003.
El gobierno tem�a que dicha alianza se rompiera desde abajo, desde el espacio de
los trabajadores debido a la persistente degradaci�n de los salarios reales pero
se rompi� por arriba, desde el mundo de los agronegocios, desde las capas
sociales m�s beneficiadas por la estrategia econ�mica kirchnerista desatando una
ola reaccionaria cuya magnitud y radicalidad sorprendi� a todos, al gobierno por
supuesto pero tambi�n a sus instigadores directos, los dirigentes empresarios
rurales.
La aplicaci�n de impuestos o retenciones m�viles a la exportaciones agr�colas,
que apuntan centralmente a las ventas externas de soja no constituyen una medida
fiscalista, el estado dispone de una amplia variedad de fuentes tributarias
alternativas y cuenta con un super�vit fiscal considerable, su objetivo es el
sistema de precios, la inflaci�n empujada por la repercusi�n interna del alza
internacional de los precios de los productos agr�colas. Midi� muy mal las
posibles repercusiones de la medida pero �quien las midi� bien?, ni los
dirigentes patronales agrarios, ni los medios de comunicaci�n que los apoyan,
sospechaban la ola de protestas que se desatar�a y mucho menos la r�pida
conformaci�n de una masa social reaccionaria cuyo volumen y dinamismo no tiene
precedentes en el �ltimo medio siglo. Par encontrar algo parecido deber�amos
retroceder hasta 1955 cuando un enorme bloque de clases medias y altas apoy�
(impuls�) al golpe militar antiperonista, tambi�n en ese entonces como ahora
salpicado con brotes racistas contra los pobres.
Inflaci�n, capitalismo realmente existente y agronegocios
El proceso inflacionario no es el resultado de un supuesto "recalentamiento"
econ�mico sino de una combinaci�n de factores internos y externos cuya
convergencia desborda tanto al oficialismo como a su oposici�n de derecha.
Desde el angulo de los costos productivos, la inflaci�n internacional hizo subir
los precios de una amplia variedad de insumos importados, esa tendencia se vio
reforzada por la pol�tica de d�lar alto en beneficio de los exportadores.
Pero un factor decisivo ha sido la carrera entre salarios y beneficios
empresarios. Tomando como base las estad�sticas oficiales los salarios reales
cayeron en promedio un 30 % en 2002 y comenzaron a recuperarse al a�o siguiente,
hacia 2007 ya se encontraban casi en el nivel de 2001, antes del desplome, pero
eran todav�a inferiores a los de mediados de los a�os 1990.
Tenemos que tomar en cuenta tendencias de largo plazo como las del crecimiento
de la tasa de desocupaci�n y de la concentraci�n de ingresos, las mismas fueron
avanzando lentamente desde mediados de los a�os 1950 a trav�s de un movimiento
zigzagueante expresi�n de la puja entre los sindicatos y las empresas, el golpe
militar de 1976 aceler� su marcha que adquiri� mayor velocidad en los a�os 1990.
En 2001-2002 se produjo el derrumbe de los salarios y del gasto p�blico en
t�rminos reales pero desde 2003 la recomposici�n econ�mica produjo un gradual
incremento de la ocupaci�n que creci� cerca del 20 % entre 2003 y el primer
trimestre de 2007, de los salarios reales (crecieron algo m�s del 30 % en el
mismo per�odo) y de la participaci�n de los trabajadores en el Ingreso Nacional:
23 % en 2003 y 28 % a comienzos de 2007 aunque todav�a inferior a la de 2001
pr�xima al 31 % , todo esto siguiendo las estad�sticas oficiales (1). Es muy
probable que dichas estad�sticas exageren las cifras positivas, adem�s la
recomposici�n salarial fue muy despareja, sin embargo resulta evidente que entre
2003 y 2006, el per�odo de gloria del kirchnerismo, las tres variables arriba
mencionadas aumentaron. Frente a ello el conjunto de la clase capitalista
aprovech� en una primera etapa los bajos salarios reales para acumular
beneficios festejando la expansi�n general de la demanda interna. Pero cuando
entre fines de 2006 y comienzos de 2007 los salarios reales comenzaron a
aproximarse a los niveles de 2001 los empresarios reaccionaron tratando de
revertir la situaci�n; comerciantes, industriales, productores agropecuarios,
etc., fueron aumentando los precios de sus productos. Desde su punto de vista
los aumentos en los precios de insumos y de los salarios estaban comprimiendo
margenes de beneficios hasta niveles "inaceptables", para ellos 2001-2002
(al igual que 1976) marcaba un hito hist�rico irreversible.
La primera oleada inflacionaria fue suave y pudo ser absorbida por el conjunto
de la poblaci�n (incluidos los asalariados) y las relativamente peque�as
retracciones iniciales de la demanda en las clases bajas fue m�s que compensada
por incrementos paralelos en la demanda de las clases superiores. M�s adelante
la reconcentraci�n de ingresos (paralela al deterioro de los salarios reales)
impulso con mayor fuerza el fen�meno de "inflaci�n de demanda" proveniente de
los sectores medios-superiores y altos.
El empuj�n final lo produjo la aceleraci�n del alza de los precios
internacionales de los productos agr�colas repercutiendo sobre el sistema
interno de precios (y sobre las expectativas de superbeneficios en las clases
altas y medias del mundo rural).
Como ya lo se�al� el gobierno cuyo negocio principal es la "gobernabilidad",
madre del poder pol�tico y de todos los negocios oficiales, reaccion�
tratando de imponer retenciones m�viles a las exportaciones agr�colas partiendo
de la base de que sus precios futuros, en un horizonte previsible, ser�n cada
vez m�s altos. Fue a la vez una medida defensiva y preventiva que provoc� el
amotinamiento ya conocido lo que a su vez aceler� el proceso inflacionario.
En uno de sus primeros discursos, al iniciarse la protesta rural, la presidenta
se�al� estar "en contra de la lucha de clases", lo expres� como una
suerte de "principio doctrinario" irrenunciable; como lo estamos viendo
se podr� estar a favor o en contra pero la lucha de clases existe. El fundador
de su movimiento sol�a repetir hace varias d�cadas una y otra vez que "la
�nica verdad es la realidad", queda abierto el debate acerca de si se
trataba o no de un principio doctrinario o sobre el significado filos�fico del
concepto de "realidad" , etc., pero no podr� negarse que constitu�a un
llamado a la sensatez y a la desacralizaci�n de fantas�as irracionales, por
ejemplo (si nos situamos en la Argentina actual) la ilusi�n respecto de un
capitalismo arm�nico, estable, aunque subdesarrollado y crecientemente dominado
por los agronegocios (inmersos en una avalancha de superganancias especulativas)
y en medio de una formidable crisis global.
La larga marcha del parasitismo financiero
Los agronegocios aparecen hoy como la cabeza, el �rea m�s prospera del
capitalismo argentino, la agresividad de sus huestes, su tono autoritario ha
llevado a diversos grupos y comunicadores pro gubernamentales a calificar al
fen�meno de "renacimiento olig�rquico", de resultado de la "reprimarizaci�n
econ�mica", de retorno al viejo sistema agroexportador sobre el que la
aristocracia terrateniente colonial asent� su poder hace algo m�s de un siglo,
desplazado despu�s por la industrializaci�n y el primer peronismo.
Esa imagen oculta el car�cter claramente "financiero" de los agronegocios
y en consecuencia su pertenencia al movimiento global de financierizaci�n
ascendente desde hace cuatro d�cadas que ha terminado por establecer su
hegemon�a sobre la econom�a mundial. La masa total de fondos que circulan en sus
redes especulativas se aproxima a los mil millones de millones de d�lares
(equivalente a casi 16 veces el Producto Bruto Mundial), solo los negocios con
los llamados "productos financieros derivados", registrados por el Banco
de Basilea, rondan los 600 millones de millones de d�lares. Esta
hipertrofia parasitaria ha impuesto su sello subcultural a las m�s variadas
actividades productivas tanto en los pa�ses centrales como en los perif�ricos,
es una de las causas decisivas de la inflaci�n internacional (cuyo pilar
fundamental es obviamente la explosi�n del precio del petr�leo) y la principal
fuente nutricia de la depredaci�n ambiental planetaria.
Dicha tendencia, expresi�n de decadencia civilizacional, atrap� a las sociedades
latinoamericanas hace ya mucho tiempo. El inicio de la declinaci�n de la
econom�a argentina suele establecerse en el segundo lustro de los a�os 1970,
durante la dictadura militar, cuando emergi� dominante el sector financiero como
cabeza de un sistema m�s vasto de actividades especulativas que fue dejando en
un segundo plano a los sectores productivos, principalmente la industria. Entre
1976 y 1981 el sector industrial creci� apenas un 2% en t�rminos reales,
mientras el financiero lo hizo en casi 150% (2).
En Argentina el nacimiento de la hegemon�a financiera, que desde el comienzo
asumi� formas mafiosas, apareci� como resultado del agotamiento y descomposici�n
del proceso de industrializaci�n (subdesarrollada) evidente desde fines de los
a�os 1960 cuya m�s alta expresi�n pol�tica fue el primer gobierno peronista
(1945-55). Dicho proceso nunca hab�a podido superar el viejo esquema
agroexportador, con el que coexisti� de manera inestable y confusa: depend�a
para funcionar de las divisas de las exportaciones provenientes del sector
rural, lo que determinaba una debilidad estrat�gica fundamental en su inserci�n
internacional. Esto prosigui� hasta mediados de los 1970, en un contexto de
interminable sucesi�n de golpes y contragolpes de Estado y asociaciones
intersectoriales de las que participaban las transnacionales que iban ocupando
posiciones, los acreedores externos, los industriales m�s o menos
"nacionales", los intereses de la alta burgues�a rural y comercial, los
sindicatos, etc., en una suerte de eterno "empate" donde ning�n sector
consegu�a prevalecer de manera durable. En los hechos se iba produciendo poco a
poco la recolonizaci�n del aparato econ�mico argentino (a trav�s de la deuda
externa, las inversiones extranjeras, el debilitamiento comercial) al mismo
tiempo que se concentraban los ingresos y se degradaba el Estado. Este retroceso
general debilitaba, quebraba una tras otra las zonas de protecci�n econ�micas,
institucionales y sociales, transformando al capitalismo local en su conjunto.
La dictadura instalada en 1976 produjo un cambio cualitativo, marcado por la
avalancha especulativa, la ca�da salarial y la apertura importadora salvaje,
coincidente desde la especificidad perif�rica argentina con el proceso global de
dominaci�n financiera.
El predominio de los agronegocios debe ser visto en consecuencia como la
resultante (la m�s reciente degeneraci�n socioecon�mica nacional) de ese
movimiento externo-interno, la din�mica del mundo rural argentino de hoy es
inexplicable sin la introducci�n de t�rminos como "pool de siembra", "fondo
fiduciaro" o "rentista rural". Por otra parte su auge es el producto del alza
acelerada de los precios internacionales de los productos agr�colas: componente
de la crisis mundial del capitalismo, resultado del agotamiento tecnol�gico de
la modernizaci�n agr�cola convertida en mega depredadora de recursos naturales,
generadora de hambrunas en vastas zonas subdesarrolladas, desestabilizadora de
econom�as centrales y perif�ricas.
De todos modos la "cultura financiera" de los centros din�micos del
sistema rural argentino no significa la presencia de una "nueva burgues�a"
borrando por completo las viejas ra�ces olig�rquicas. El proceso hist�rico
ha sido mas complejo, las antiguas clases dominantes agrarias fueron mutando en
las �ltimas d�cadas, sobre todo desde los 1990, algunos sectores desapareciendo
del escenario, otros adapt�ndose con dificultades y finalmente los ganadores
incorpor�ndose de manera plena a los nuevos tiempos, asoci�ndose con los reci�n
llegados por lo general especuladores, estructuras financieras locales y
transnacionales (en numerosos casos es casi imposible diferenciar estas dos
�ltimas categor�as). Hoy cuando observamos a la �lite dirigente de la econom�a
agraria encontramos viejos apellidos de la aristocracia rural combinados con
personajes surgidos de los negocios r�pidos de la era neoliberal, grupos
financieros globales, etc. A este proceso de "financierizaci�n" han ingresado
amplias capas de la clase media agraria en tanto socias de los nuevos
emprendimientos o como rentistas.
Por otra parte no deber�amos oponer de manera esquem�tica los nuevos
comportamientos a la antigua cultura "olig�rquica", muchas veces se�alada
err�neamente como "poco-capitalista", "atrasada" desde el punto de
vista del desarrollo burgu�s. Desde sus or�genes en el siglo XIX la �lite
pampeana estuvo impregnada de una gran din�mica comercial-financiera, su
car�cter colonial le otorg� una identidad "internacional" (pro europea),
diversific� sus negocios en el �rea urbana donde por lo general resid�a, etc.
En consecuencia su �ltima mutaci�n hacia los agronegocios de alta tecnolog�a no
signific� el ingreso a un mundo totalmente nuevo sino m�s bien el salto
cualitativo de procesos recientes y tambi�n de otros muy lejanos en el tiempo.
Crisis de gobernabilidad
La econom�a mundial, con centro en los Estados Unidos, va ingresando en una
situaci�n caracterizada por la combinaci�n de inflaci�n y desaceleraci�n
productiva. El desorden inflacionario global lleg� para quedarse seguramente
durante mucho tiempo, acunado por la hipertrofia financiera, empujado por el
alza incesante de los precios del petr�leo, los alimentos y la commodities en
general.
Los agronegocios actuales son entre otras cosas "negocios inflacionarios",
impulsados por (e impulsando) corridas especulativas internacionales (e
intranacionales), golpes de mano y operaciones de corto plazo en procura de
superganancias, acumulaciones veloces de liquidez destinada a ser reinvertida en
ese rubro o en otros. La depredaci�n de todo lo que se les cruza en el camino
(recursos naturales, estructuras sociales, etc.) es una componente esencial de
su comportamiento. En el caso espec�fico argentino es posible afirmar que el
clima cultural prevaleciente a comienzos de esta d�cada (bien abonado por el
per�odo menemista) estaba perfectamente preparado para esa avalancha capitalista
global, el gobierno de los Kirchner ahora victima del fen�meno lo alent� desde
su llegada porque lo consider� un factor decisivo de la "prosperidad
econ�mica" que aseguraba la estabilidad institucional. Los records de
exportaciones agr�colas (es decir el ascenso triunfal de los agronegocios) era
presentado desde el oficialismo como ejemplo de �xito empresario de la nueva
Argentina donde la acumulaci�n de reservas dolarizadas, las altas tasas de
crecimiento del PBI y el enriquecimiento de los poderosos sol�an ser asociadas a
la integraci�n social, la recuperaci�n de salarios y empleos y la consolidaci�n
de la convivencia republicana.
Al parecer el "progresismo" hab�a por fin encontrado la f�rmula de la
cuadratura del c�rculo: subdesarrollo capitalista prospero con inclusi�n de los
de abajo y democracia representativa. Pero la fiesta dur� menos de un lustro,
los agronegocios fueron acumulando poder econ�mico, medi�tico y pol�tico y en el
primer semestre de 2008 ya estuvieron en condiciones de exponer su poder�o y
avanzar hacia una super concentraci�n de ingresos.
Al hacerlo deterioraron gravemente no solo a la gobernabilidad progresista sino
a la gobernabilidad en general: la inflaci�n descontrolada y la irrupci�n de una
masa social reaccionaria muy agresiva y extendida con claros brotes
protofascistas puso al desnudo la debilidad del r�gimen pol�tico, su
insuficiente legitimidad. De manera aparentemente "inesperada" ha comenzado la
en�sima de crisis de gobernabilidad de la historia argentina, la misma no ha
sido originada por el derrumbe econ�mico sino por la prosperidad (agroexportadora),
su contexto internacional esta sobredeterminado por la crisis estanflacionaria
global, la burgues�a ganadora que la ha desatado dif�cilmente podr� transformar
su dominio econ�mico en un sistema integral y durable de control pol�tico de la
sociedad, su ascenso es desestabilizante. De todos modos no parece preocuparle
demasiado el futuro en general y mucho menos el futuro de la "democracia"
virtual argentina, su obsesi�n es acumular grandes beneficios lo m�s r�pido
posible, su mundo es el del corto plazo y se corresponde con la vor�gine
nihilista de los centros financieros del planeta.
Mientras tanto el gobierno y la totalidad de los grandes medios de comunicaci�n
insisten en que Argentina se encuentra ante "una gran oportunidad" para
enriquecerse gracias al ascenso vertiginoso de los precios de los alimentos, el
hecho de que el mismo sumerja en el hambre a centenares de millones de seres
humanos no parece motivar en ellos ninguna reacci�n �tica. Su peque�a "racionalidad"
amoral les impide percibir desde una visi�n racional m�s amplia la cat�strofe
hacia la que se encaminan mientras contabilizan sus ganancias extraordinarias,
al zambullirse en el mar turbulento del �rea m�s inestable de la econom�a
mundial con sus precios zigzagueantes y sus estampidas financieras.
jorgebeinstein@yahoo.com
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(1), Eduardo M. Basualdo, "La distribuci�n del ingreso en la Argentina y sus
condiciones estructurales", Memoria Anual 2008, Centro de Estudios Legales y
Sociales, Argentina.
(2), Jorge Beinstein, "Crisis de r�gimen en Argentina. Pujas internas en la
dirigencia, descontento social", Le Monde Diplomatique, "el diplo", n�mero 22,
abril 2001.