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Argentina: La lucha continúa

¿Hasta cuando compañeros, compañeras?
A propósito de los reclamos rurales…

Raúl Cerdeiras *

Quiero dirigirme a todos aquellos que de alguna manera sienten en carne propia que una etapa de las luchas emancipativas han concluido y que es necesario abrir un nuevo presente político-emancipativo, convencidos de que cualquiera puede serlo y hacerlo.
Ya es hora que nosotros nos rebelemos y dejar de estar siempre esperando para ver qué grupos, sectores o nuevos "actores", salen a la palestra a luchar por sus intereses para que nos den de comer. Sí, para que nos den de comer, porque nos sirven el plato que alimenta nuestra impotencia. Porque en ese plato luce un menú que en letras muy grandes nos dice: ¡elijan! Y como una bendición divina nos precipitamos a lanzar opiniones y participar en actos en el que cada cual elige la comida de su preferencia. Y dentro del entusiasmo que nos proporciona la ilusión de estar "haciendo algo", no advertimos que el plato no es el nuestro, que ese menú se cocina en el interior mismo del dispositivo que deberíamos hacer saltar por el aire.

El conflicto entre los productores rurales y el gobierno (el enunciado mismo de la cuestión a tratar ya está moldeado por el plato que nos sirven) es revelador de cómo se activa ese mecanismo. En efecto, lo que observamos en el oscuro campo de lo que llamaríamos "la izquierda", es una puja en los argumentos destinados a justificar a quien se elige, a quien se apoya en esta disputa. Vemos a compañeros apoyar al gobierno de Cristina F. de Kirchner sabiendo fehacientemente que nada se puede esperar de él, que es una estructura de la "clase política" radicalmente enfrentada a las nuevas ideas que se intentan poner en marcha, y se lo hace con el argumento de que lo que va a venir (pero que ahora todavía no está) va a ser más favorecido en su gestación por la política "oficial" que por la de los "oligarcas". Es la vieja política del mal menor: si no se puede hacer lo que uno quiere, entonces hay que elegir de lo que hay lo menos malo. Ese es el mecanismo del plato en el que se nos sirve la comida destinado a que nada cambie. Y es difícil hacerse el distraído, puesto que hace mucho que se lo usa cada vez que, por ejemplo, se nos llama a elegir con el voto a nuestros gobernantes y con cierta mueca de amargura y resignación aceptamos ese convite cuyo resultado está a la vista: todo sigue igual.
Hay otros que dicen que hasta que el proletariado guiado por su auténtico partido (cada grupito dice que él es el auténtico) no tome el poder y haga la revolución agraria y socialista, no habrá solución verdadera, lo que no impide que tomen partido por el sector más débil y explotado en vista a una alianza estratégica de clases por venir. Hay otros que sin hacer tanta bambolla se ponen piadosamente a favor del más débil y así cumplen con su ritual de defender a las víctimas del sistema.

Pero también el pensamiento de izquierda que reina en la Academia ha dicho lo suyo. Eduardo Grüner -sociólogo y profesor de Teoría Política de la UBA- en un trabajo publicado en Pág/12 el 16-04-08 ha dejado sentada su posición. Y realmente ha dado en el clavo. Veamos la idea clave: bajo el subtítulo de El inmediato mal mayor leemos "Pero, pero: un gobierno legítimamente electo por la mayoría no es directamente miembro de aquellas «clases dominantes», aunque inevitablemente tienda a «actuar» sus intereses. Y, en un contexto en el que no está a la vista ni es razonable prever en lo inmediato una alternativa consistente y radicalmente diferente para la sociedad, no queda más remedio que enfrentar la desagradable responsabilidad de tomar posición, no «a favor» de tal o cual gobierno, pero sí, decididamente, en contra del avance también muy decidido de lo que sería mucho peor; y si alguien nos chicanea con que terminamos optando por el «mal menor», no quedará más remedio que recontrachicanearlo exigiéndole que nos muestre donde queda, aquí y ahora, el «bien» y su posible realización inmediata. Porque el peligro del «mayor» sí es inmediato." (lo destacado en la cita me pertenece).

Es cierto que da en el clavo, pero no para sacarlo sino para amarrarnos más. ¿A dónde? Al plato mismo, porque el secreto dispositivo de ese plato (plato cuyo nombre universal es: lo que está funcionando y se repite) es justamente condenarnos a lo que hay y opera; desactivar nuestra capacidad de decidir e inventar Otra cosa; enterrarnos en el funesto "no hay más remedio"; promover una especie de enamoramiento a un goce masoquista que hace que nuestra opción sea "desagradable" y sin embargo no nos revelemos; que nos aferra a "tomar" una posición que es siempre la de otro, en vez de declarar y producir la nuestra; que pone como decisivo y terminante el argumento de la realidad inmediata del aquí y ahora para decidir acerca de cambiar las cosas, sin percibir que ese argumento es el que nos condena de por vida a aceptar lo que realmente existe aquí y ahora: el capitalismo y su "democracia" política; que nos convierte en simple observadores del mundo porque reconociendo la necesidad de una alternativa "realmente diferente" en vez de ponerse manos a la obra para hacerla se conforman simplemente con constatar su ausencia o "posible realización inmediata", plegándose al orden que lo ubicará una y otra vez en el mismo rol de espectador; que nos amarra para siempre al resentimiento que crece secretamente en la repetición infinita de estar siempre "en contra de" en vez de apostar a la proclama afirmativa; que nos aprisiona con la idea que el único proyecto realista y "sustentable" es el de evitar el mal y, si es posible, evitar entre todos los males, el más malo, el peor. Este es el plato: ¡pura impotencia!

Esa impotencia llega al colmo de jamás interesarse en demostrar que la elección que se hace tiene como consecuencia acrecentar eso "radicalmente diferente" que se dice anhelar. Pero no lo hacen por pereza sino simplemente por ser estructuralmente imposible: si el mecanismo de la elección del mal menor sólo fortifica el mecanismo de supervivencia del sistema mal puede favorecer el desarrollo de aquello que está destinado a trabar su funcionamiento.
También se afirma "que no está a la vista ni es razonable prever en lo inmediato" una alternativa "radicalmente diferente". ¿Para qué tipo de mirada? ¿De qué racionabilidad se trata? Digámoslo claramente: desde la mirada dirigida por las anteojeras del sistema no se ve nada y si lo radicalmente nuevo puede ser previsto desde lo viejo es, seguro, cualquier cosa menos algo "radicalmente nuevo".
Nosotros queremos afirmar otra mirada. Lo radicalmente diferente lo nombramos como Otra política emancipativa y no hay que verla hay que proclamarla, decidirla, hacerla y ver sus consecuencias reales. No está para ser vista, hay que hacerla. La razón que la sostiene está en ella misma, ninguna rebelión se justifica en otra cosa que no sea su propia irrupción. No vamos a deducir lo nuevo de lo viejo, por lo tanto debemos estar a la espera de un encuentro, atentos a esas diferencias llenas de matices que nos dicen día a día de una multiplicidad de circunstancias que se resisten a ser tragadas y decodificadas por la manera hegemónica de pensar y actuar que nos dispensa el plato.

Menos mal que Espartaco no se puso a meditar si "estaba a la vista y era razonable prever en lo inmediato" algo así como una rebelión de los esclavos. Y ni que decir que si Marx, antes de proclamar y declarar afirmativamente el comunismo para toda la humanidad, se hubiera dedicado a analizar si eso era "previsible en lo inmediato", es seguro que se hubiera dedicado a proporcionarle un bienestar a su familia antes de hacerlas pasar por privaciones inmensas por causa de su decisión inquebrantable de luchar por la emancipación de la humanidad. Y siguen los ejemplos, para que más ¿no cierto? Las políticas de emancipación son una apuesta sin garantías.
Pero además es mentira que no hay nada para ver. Vamos a lo más ruidoso. No se puede ignorar que el zapatismo en México perdió la adhesión de una inmensa clase media progresista cuando decidió no apoyar a López Obrador y en su lugar propuso la Otra campaña. López Obrador era la izquierda progresista y los zapatistas que intentan, con todas las dificultades imaginables, inventar otra forma de hacer política, desmontaron expresamente el argumento por el cual con Obrador en el poder se facilitaría su accionar mucho más que si ganara la derecha con Calderón. Tampoco se puede negar la lucha que llevan adelante numerosos grupos y organizaciones políticas de base en Venezuela para seguir adelante con las luchas que se abrieron a partir del Caracazo de febrero de 1989, tratando de salir de la encerrona terrible que plantea la opción que se dispara desde el poder del Estado: con Chávez o contra Chávez.

También es indudable que desde hace mucho tiempo en nuestro país se han producido hechos (piqueteros, asambleas, tomas de fábrica, etc) y pensamientos nuevos, experiencias de lucha y movimientos en busca de abrir alternativas diferentes a la establecida. Por ejemplo, el colectivo 5Ø1 se plantó en las elecciones de 1999 con una propuesta que consistía en salir de la eterna repetición del mecanismo electoral que había secuestrado a la política en un dispositivo estéril, y llamó a realizar ese día un verdadero acto político consistente en reunirse a pensar el pasado y el presente de nuevos proyectos emancipativos. Además es evidente la circulación de libros, revistas y publicaciones diversas que tratan de articular nuevos pensamientos con experiencias inéditas.
Hay algo más bien que nada, y ese algo está porqué alguien lo hizo y no brotó para que la mirada de espectador pasivo que fomenta este mundo los juzgue. Está allí para que cada uno sume su voluntad y deseo de sostener, inventar o lo que sea aquello que el tiempo dirá de la capacidad que tuvo para abrir otro pensar-hacer político emancipativo.
Compañeros, compañeras, ya es hora…

Raúl Cerdeiras
*Director de: acontecimiento (revista para pensar la política)

Fuente: lafogata.org