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Latinoamérica

Careos y caretas

Hugo Cores
PVP567-Frente Amplio

La Marcha del 20 de mayo ha terminado. Lentamente los concurrentes se van dispersando, mientras familiares y amigos juntan las fotos que desfilaron bien altas de los detenidos desaparecidos.
En silencio, se van amontonando los carteles, las clamorosas imágenes de los militantes asesinados, hombres y mujeres jóvenes. Mientras la gente en pequeños grupos se va alejando.
El frío de la noche empuja a los asistentes al acto hacia sus casas. Y la avenida y la plaza van quedando en silencio. Pero en su interior la ciudad no está en paz ni está en silencio: desde hace treinta años, en el corazón de esta sociedad está instalada la mentira. Treinta años de impunidad. Sobre los responsables de los crímenes políticos las clases conservadoras han impuesto el silencio y la mentira.
Dar la cara en el careo En estos días han resurgido algunos de los atropellos cometidos durante la dictadura: un careo, el primero en esta historia, enfrentó a Gavazzo y Rama con los familiares de Washington Barrios, secuestrado en Argentina en 1974.
Habida cuenta de la gravedad de los delitos cometidos contra Barrios y su familia, un careo parece ser poca cosa. Apenas una parte del procedimiento judicial. Una ceremonia sencilla en un juzgado polvoriento de la calle Misiones.
No obstante, ha tenido y tendrá, ése y otros careos, sus efectos pertinentes.
Contra muchas apocalípticas advertencias de quienes quisieron hacerle creer al país que el juicio a los culpables de la dictadura era imposible.
Es solo eso, un enfrentamiento cara a cara. De un lado quienes, sobre la base del conocimiento de una parte de la verdad, quieren saber lo que desde el Estado se les ha ocultado hasta ahora. Del otro, los oficiales del Ejército que esconden lo que saben, la desaparición de un hombre joven, su destino posterior.
En el careo, la madre del desaparecido percibió cómo sus oponentes, los hasta ayer todopoderosos oficiales, se iban desarmando. Cómo sus palabras de engaño tenían cada vez menos fuerza. ¡Qué poco tiempo de trabajo judicial se precisó para que empezara a entrar la luz! La tan necesaria luz.
Los centuriones del Cóndor no resisten un careo. No están preparados para enfrentar un proceso judicial ante magistrados que cumplan con su deber y les dispensen a ellos, los militares del proceso, el mismo trato y las mismas garantías que a cualquier otro ciudadano indagado por la presunción de delito.
Hora de preguntarnos, los uruguayos todos, cómo y por qué persistió en el país, en las entrañas de la sociedad uruguaya, esa llaga de la impunidad.
La carta de los ex comandantes del Ejército El miércoles 17 de mayo, diez generales, ex comandantes del Ejército, emitieron una carta sin precedentes. La firman ex jerarcas con muy distintos grados de actuación en acciones represivas. En un extremo están los que actuaron recientemente, con una situación política y militar sin demasiados sobresaltos, en cuyo caso lo más que se podría alegar contra ellos sería la omisión en la búsqueda de datos, documentos, testimonios, pruebas, siendo que han existido, desde el Poder Ejecutivo, directivas destinadas a recabar información sobre aquellos episodios.
En el otro extremo se encuentra el General Gregorio Álvarez. Su papel en el desarrollo de la represión sucia y sistemática fue notorio a partir del año 1972, cuando se contó entre los jerarcas más activos en el proceso represivo así como de avance militar sobre las instituciones democráticas.
No solo ordenó la tortura generalizada de todos los presos políticos sino que trabajó por acrecentar el poder militar contra las instituciones y en aumentar su propio poder, culminando con la usurpación de la primera magistratura.
A través de la carta difundida el miércoles 17 los ex comandantes expresan su reacción ante los pedidos de extradición que han llegado recientemente al país. Después de los tres oficiales extraditados por la justicia chilena, que atraviesan los careos y los interrogatorios del ministro chileno, Alejandro Madrid, ahora desde Argentina se produjo la solicitud  de extradición de seis oficiales  pertenecientes a uno de los grupos de tareas más denunciado del estado terrorista uruguayo.
A partir de ese nuevo pedido de extradición, en los días siguientes tuvo lugar la emblemática detención de Gavazzo y sus cómplices por el secuestro y desaparición de María Claudia García, la joven argentina secuestrada en 1976 y posteriormente trasladada a nuestro país, donde dio a luz a Macarena. La desaparición de la madre y la apropiación de la niña son ahora los hechos indagados por la justicia argentina.
Son muchos y muy calificados los testigos y muchos, a lo largo de los años, los testimonios acerca de la presencia del grupo de la OCOA, capitaneado por Gavazzo, que actuaba en Buenos Aires operando en Automotores Orletti.
Oficiales responsables  del secuestro y la desaparición de cientos de compatriotas, entre ellos Gerardo Gatti, León Duarte, Jorge Zaffaroni y decenas de otros compañeros fundadores del P.V.P.
Por fin, para esos testigos y para esos 'intocables', después de treinta años, llegó la hora del careo.
La carta de los ex comandantes contiene una paradoja aleccionadora: los militares se agravian de las decisiones del actual Poder Ejecutivo que ha ido 'abriendo el paso a la justicia de otros países para que actúen sobre camaradas nuestros, ciudadanos de esta Nación'. Pese a que se trata de delitos (inicialmente) cometidos en Argentina, en perjuicio de ciudadanos argentinos, los ex comandantes alegan la conveniencia de mantener estos contenciosos en 'el plano interno de la nación' manteniendo 'el criterio ancestral de que los problemas de los uruguayos se arreglan entre uruguayos.
Nada es para siempre Sucede que la vigencia de la ley de Caducidad, cerrándole el paso a los magistrados uruguayos, ha impedido la realización efectiva de esta 'forma uruguaya de arreglar los problemas'.
Colocados ante la alternativa que se conceda la extradición y deban de viajar a la Argentina, los jefes militares descubren ahora los inconvenientes que para ellos tiene la ley de impunidad.
Quizás los más reflexivos estén pensando ¿cómo nos creímos las promesas de Sanguinetti en el sentido de que la impunidad sería para siempre? Mientras así reflexionan vale la pena consignar que, con remarcable celeridad, la Secretaría de Derechos Humanos de Argentina ha subido la apuesta solicitando la extradición y la captura internacional de los diez firmantes de la carta en la que consignan su responsabilidad ante los crímenes cometidos.
¿Serán otros diez jerarcas militares que ahora por su propio interés se suman a la demanda de ser juzgados en Uruguay? ¿Estaremos ante otros que se suman a quienes quieren anular la ley de impunidad? Poner la cara o ser caretas Tiempo, este mayo, de situaciones inesperadas y de paradojas. Entre otras, la animada y desenvuelta presencia de los ex presidentes Lacalle y Sanguinetti en el debate convocado por el gobierno sobre la Defensa Nacional.
¡Qué desenfado nuestros ex primeros magistrados! ¡Qué ejemplo de libertad interior! Concurrieron al simposio para explicarle al país cómo se deben conducir las fuerzas armadas de la nación.  Que son muy numerosas, dicen. Mucho soldado.
Que no están bien calificadas. Que deben modernizarse. Que deben actuar sometidas al marco institucional.
En medio de deslumbrantes sonrisas expusieron sin sonrojarse esas y otras ideas acerca de cómo el gobierno frenteamplista tiene que hacer para mejorar la defensa nacional y el desempeño de las fuerzas armadas.
Ellos, los máximos dirigentes de los partidos conservadores en el país ¿dónde han estado en estos años? ¿Qué responsabilidades tienen sobre el estado técnico y logístico actual de las fuerzas armadas? ¿Quién redactó las leyes y los reglamentos que las regulan? ¿Quién nombró los jefes que fueron ascendiendo? ¿Quién aprobó las doctrinas que prevalecen en la educación y en las hipótesis de conflicto que tienen hoy las fuerzas armadas uruguayas? ¿Quiénes sino Sanguinetti, Lacalle y Jorge Batlle son los responsables que se cerraran las vías para la actuación de la justicia uruguaya ante los delitos cometidos por militares?   
                

Fuente: lafogata.org