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Latinoamérica

Un Daniel Ortega «Light» tendrá un gobierno difícil.-

Daniel Ortega, uno de los nueve comandantes de la revolución sandinista de los años 80, se apresta a asumir el gobierno de Nicaragua dentro de dos meses con una consigna clara: no más confrontaciones políticas ni cambios "radicales" en la economía del segundo país más pobre de Latinoamérica.

Gabriela Selser,
corresponsal en Managua de la Agencia Alemana de Prensa (DPA).

Vencedor de la última elección presidencial, Ortega ya no viste uniforme verde olivo y su legendaria bandera rojinegra quedó decolorada al rosa. A punto de cumplir 61 años, asegura que sus promesas de "amor, paz y reconciliación" no fueron solamente una oferta electorera.
"Aquí no están contemplados cambios dramáticos, cambios radicales, en la base de la economía", le dijo al mandatario Enrique Bolaños en su primer discurso tras ser elegido presidente, y lo mismo repite ante empresarios privados e inversionistas extranjeros, aún temerosos por el futuro de sus capitales.
Frente a una multitud reunida en una avenida de Managua hace dos noches, el líder sandinista delineó lo que en la práctica será su gobierno: comercio con Sudamérica y Europa sin renunciar al acuerdo comercial con Estados Unidos conocido como CAFTA y relaciones diplomáticas con China sin suprimir las maquiladoras taiwanesas que se expandieron en el país desde 1990.
"Va a ser un 'Lula' tropical", comentó un observador electoral español mientras preparaba sus valijas en un hotel capitalino. "Es un peronista", remató un periodista argentino.
Al recuerdo de Ortega arengando a los soldados sandinistas que marchaban a la guerra y ofreciendo "fuego y plomo" a los "contras" apoyados por Estados Unidos (y ahora integrados a su alianza de gobierno) se sobrepone hoy la de un político conciliador que deberá negociar bastante para poder gobernar tranquilo.
De hecho, sus primeras reuniones "oficiales" fueron con los representantes del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Managua, a quienes les aseguró que no alterará los programas macroeconómicos negociados por los tres gobiernos de derecha de los últimos 16 años.
Sin omitir críticas a la guerra en Irak, Ortega propone a Washington olvidar su vieja enemistad y establecer "relaciones respetuosas", pensando sobre todo en los miles de nicaragüenses radicados en Estados Unidos, que envían más de 700 millones de dólares anuales en remesas.
La oferta de unidad también la ha dirigido a los medios de comunicación que destrozaron al sandinismo durante la campaña electoral. "No albergo sentimientos de odio ni revancha", dijo al aclarar que la censura de prensa también es cosa del pasado.
A los más pobres que le dieron su voto esperanzados en un cambio, "Daniel" les promete trabajo digno, educación, salud y tierras para los campesinos a fin de cumplir lo que asegura será su gran prioridad: erradicar la pobreza y el desempleo.
¿Cómo lo hará?, se preguntan algunos. La respuesta estuvo clara desde abril, cuando Ortega asistió en Caracas a la firma de un convenio petrolero con el presidente Hugo Chávez, que le ofreció diez millones de barriles de crudo anuales a precios sumamente favorables.
También anunció que le pedirá ayuda al reelecto brasileño Luiz Inacio Lula de Silva para construir grandes proyectos de energía renovable, aprovechando el potencial acuífero y geotérmico de un país cuyos lagos y volcanes sólo han sido referencia turística.
Aunque la estrategia conciliadora de Ortega podría desanimar las protestas sociales, muchos opinan que "el nuevo Daniel" no tendrá un gobierno exento de tensiones, especialmente en los primeros meses, cuando la bonanza económica aún no sea palpable y las tropas antimotines vuelvan a salir a la calle para garantizar el orden.
Dentro del Parlamento, el Frente Sandinista se verá obligado a negociar con otras tres bancadas, dado que la elección legislativa no le confirió mayoría absoluta para aprobar leyes clave en materia económica y política.                 

Fuente: lafogata.org