VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

Ensayo: Sarmiento Lado B

Fernando Riesgo 
fernandoriesco@hotmail.com

El presente ensayo, surge como consecuencia del notable contraste vislumbrado entre el Domingo F. Sarmiento "oficial", objeto de culto de las elites gobernantes de antaño, y aquel "real", polémico y contradictorio, que se refleja en sus diversos escritos. En este sentido, me resulta necesario reconocer la importante influencia que ejerció sobre mí, el trabajo realizado por Milcíades Peña, titulado "Alberdi, Sarmiento, el 90 - Límites del nacionalismo argentino en el siglo XIX."

   Tomando acríticamente la versión oficial, uno puede caer en la tentación de ver a Sarmiento como la expresión más acabada de la oligarquía porteña, en su impiadosa cruzada contra el ser nacional gauchesco y los caudillos populares que lo encarnaban. No es mi intención hacer aquí una defensa ciega del autor sanjuanino en este aspecto, ya que, en el Facundo por ejemplo, podemos apreciar numerosas y variadas condenas de su parte, dirigidas principalmente hacia el campo y a quienes habitaban en él. El problema radica en circunscribir todo su pensamiento solamente a una parte de sus escritos y de su larga trayectoria en la política argentina, omitiendo aquello que podría resultar contraproducente para quienes buscan mantener sus privilegios mal habidos.

   La cuestión fundamental, a mi entender, consiste en comprender las severas críticas de Sarmiento en el marco de una época histórica determinada, con ideas internacionalmente compartidas acerca del camino hacia el progreso económico e independiente de los países, las cuales, incluso, eran avaladas por las distintas corrientes ideológicas del momento. ¿Cuál era el eje central de ese pensamiento común que unía a nuestro autor con personajes tan disímiles entre sí como Alberdi, Lenin y Trotsky? La industrialización. En eso consistía precisamente el ideal civilizador del prócer argentino: Educación e Industria.

   En su obra Facundo, Sarmiento realiza una importante distinción entre el campo y la ciudad, como ámbitos diferentes que crean concepciones y aptitudes de vida antagónicas, las cuales, a su vez, se corporizan finalmente en los individuos que habitan dichos espacios. Según su visión, la Argentina era un país esencialmente pastoril, donde la relación de los sujetos de la campaña, los gauchos, con el ambiente natural que los rodeaba, es decir su vínculo casi exclusivo con la naturaleza, promovía en ellos solamente el desarrollo de sus facultades físicas y no de aquellas capacidades espirituales de sociabilidad ni de la inteligencia1. De esta manera, el comportamiento individual no se encontraba regido por la razón sino por la mera pasión, la cual se volvía incontrolable ante quienes no habían aprendido a controlarla, e imposibilitaba su autodeterminación, dejándolo a merced del caudillo de turno. En este contexto, se tornaba irrealizable el desarrollo humano y material de la N
 ación.

   La ciudad, por el contrario, engendraba lazos sociales de solidaridad y confianza mutua entre sus miembros. Además, contaba con la educación, la industrialización y el posicionamiento social para generar e incentivar los deseos de superación continua de su población. De esta forma, a diferencia del campo, evitaba que sus integrantes caigasen en la ociosidad y el conformismo, el cual era una consecuencia directa de una vida sin objetivos trascendentes, obligaciones, necesidades ni medios para satisfacerlas, debido a que no habían conocido previamente una situación mejor ni experimentado mayores goces ni deseos. Evidentemente, su mayor énfasis se encuentra puesto en la imperiosa necesidad de instruir a la población, debido a que identifica a la ignorancia como la madre del despotismo y la barbarie. De ello se desprende su objetivo de liberar al individuo de estos grandes males, para dirigirlos hacia la civilización y la libertad. Sin dudas, esta era su mayor preocupación, y
 a ella le dedicó importantes obras como el ya mencionado Facundo, Recuerdos de Provincia y Campaña en el Ejército Grande.

   Ahora bien, de acuerdo al estado de situación descripto, ¿se hallaba la Argentina en condiciones ciertas de acceder al selecto grupo de países en desarrollo? ¿Resultaba posible la tan deseada independencia y civilización sin progreso material? ¿Era concebible dicho progreso prescindiendo de la educación, y, por ende, de la razón? ¿La pasión brindaba los elementos de juicio necesarios para guiar ese proceso? A esta altura, y contando con el beneficio del tiempo y las experiencias transcurridas, estamos en condiciones ciertas de negar aquellas posibilidades.

   La historia oficial señala únicamente al gaucho como principal obstáculo para el normal desarrollo argentino, utilizando para tal fin elementos del discurso "sarmientino" que se prestan a ello, pero no hacen lo propio con aquellos fragmentos que involucran también, e inclusive con mayores responsabilidades, a la oligarquía terrateniente que regía los destinos del país de ese entonces. Esto último, resulta muy claro en afirmaciones tales como ".destronar al estanciero que hace nacer al gaucho..."2. En esta dirección, Sarmiento condena fuertemente la propiedad latifundista de la tierra, así como también cuestiona el espíritu reaccionario y conservador de la aristocracia rioplatense, que sólo busca su propio beneficio, aún cuando éste perpetúe la dependencia y el atraso de la Nación.

   Uno de los errores que se le puede adjudicar al escritor sanjuanino es, sin duda, haber pensado, en tiempos del Mitrismo por ejemplo, que esa elite dirigente sería capaz de conducir los destinos del país siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos y Europa. Sucede que, en aquellas naciones, existía una burguesía industrial verdaderamente pujante, mientras que, en Argentina, ese lugar era ocupado por la oligarquía porteña, enriquecida en el negocio de la importación y comercio de manufacturas extranjeras, y los terratenientes provinciales, quienes, según el propio Sarmiento, toda su respetabilidad se la debían a la procreación espontánea de los toros alzados de sus estancias3.

   Existen entonces clarísimas diferencias entre Domingo Faustino Sarmiento y las clases gobernantes argentinas de aquella época, las cuales pretendieron apropiarse de su pensamiento, una vez que éste no podía ya defenderlo. En tanto, si bien transita momentos de confusión a lo largo de su carrera política, como el que citamos anteriormente, tenemos la suficiente evidencia escrita de puño y letra por el propio Sarmiento, de que, en su desgarrador análisis del estado de aplazamiento sufrido por nuestro país, la oligarquía cumplía un rol preponderante. De allí que, como relata Milcíades Peña en su trabajo, el "maestro" sanjuanino pusiera su mayor énfasis en la instrucción primaria obligatoria de las masas populares, a fin de depositar sus esperanzas de cambio en ellas, y no en la oligarquía ni en la educación universitaria que veía como funcional a ésta última. "La educación más arriba de la instrucción primaria la desprecio como medio civilizador. Es la educación primaria la q
 ue civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Todos los pueblos han tenido siempre doctores y sabios, sin ser civilizados por eso."4

   También es preciso reconocer que Sarmiento no abrazó la causa industrial desde sus comienzos, sino que lo hizo tras darse cuenta que el modelo agro-exportador de materias primas, aún hoy característico de la Argentina, nos conducía inevitablemente hacia el colonialismo y la pobreza. Preocupado por la escasa independencia económica que este lugar en el mercado mundial nos brindaba, el ex Presidente argumentaba: ".el ganado y sus productos como industria exclusiva y única del país, tiene el inconveniente de que su precio no lo regulamos nosotros, por falta de consumidores sobre el terreno, sino que nos lo imponen los mercados extranjeros, según su demanda."5  Por ello, durante su presidencia, se ocupó de promover activamente la actividad industrial.

   Por otra parte, también ha sido común observar en este intelectual argentino, una marcada expectativa respecto a la inmigración europea, vista como el elemento principal de orden y moralización con que la República Argentina contaba en aquel entonces.6 Esta creencia, se encontraba fundada en su análisis sobre las características propias del escenario geográfico, histórico y social de la Argentina, las cuales determinarían la esencia del gaucho como protagonista principal del estado de Barbarie existente.  De todos modos, cabe destacar que Sarmiento no fomentaba cualquier tipo de inmigración europea, sino puntualmente aquella que viniese a aportar su trabajo, ejemplo e ideas para desarrollar la Nación, y no especulaciones financieras bajo el nombre de empréstitos impagables. Decía Sarmiento: ".Somos muy pocos habitantes para abarcar tanta tierra como la que tenemos para el trabajo y la riqueza. La del país no se hará sino con el esfuerzo de los extranjeros. No queremos sus
 ahorros convertidos en empréstitos que muchas veces no podemos pagar. Queremos sus brazos, sus músculos, su inteligencia, sus iniciativas..."7 En síntesis, depositaba su confianza en el carácter civilizador, industrializador y portador de moralidad, que la inmigración estaba en condiciones de proveerle a nuestro país, pero dejando muy en claro su firme oposición a aquellos extranjeros que co-gobernaban la Argentina para su propio beneficio, en complicidad con los "apacentadores de vacas criollos".

   ¿Podemos concluir entonces que Sarmiento era un intelectual orgánico de la oligarquía argentina? Decididamente no. Su aprensión hacia la esencia misma del gaucho, estaba enmarcada dentro de una visión más amplia sobre la problemática real de nuestro país, y la América Latina en su conjunto. Lejos de representar los intereses de las clases gobernantes, nuestro autor veía con preocupación aquellas condiciones históricas, sociales y mesológicas, propias del campo y sus habitantes, que impedían el desarrollo autónomo y consistente de nuestra sociedad. Es así que incluye también en sus vastas y puntillosas críticas, a las elites terratenientes y a los capitales especulativos del extranjero, como ya hemos visto en párrafos anteriores. Por lo tanto, su condena estaba dirigida hacia una pobre concepción de la vida, determinada por los factores mencionados más arriba, que se traducía a su vez en un modo de producción agotado, también relatado, lo cual impedía a nuestro país transit
 ar la senda del progreso que había sido experimentado exitosamente por los países más avanzados de aquel momento.

   Dentro de este contexto, resulta significativa la visión de un intelectual de la izquierda argentina, Milcíades Peña, quien, en su libro, reconoce la importancia del pensamiento de Domingo Sarmiento en cuanto a su valiosa contribución al desarrollo nacional de la Argentina. Pese a las notables diferencias ideológicas que los separan, Peña reivindica la tarea emprendida por el sanjuanino en este aspecto, en contra de aquellos sectores que pretendían enriquecerse a costa del pueblo argentino e inclusive rifando la soberanía de nuestra Nación. Es más, podríamos decir que es precisamente producto de dicha diferencia ideológica fundamental que ambos autores encuentran un punto en común, ya que resulta inconcebible el nacimiento y crecimiento de una clase obrera, sujeto histórico de la revolución socialista, en un país sin un desarrollo capitalista como el que proponía Sarmiento. En palabras de Jorge Luis Borges, no los uniría el amor sino el espanto, o sea, enfrentan al mismo e
 nemigo, aunque con objetivos últimos diferentes. 

   En términos generales, el prolífico y polémico trabajo de tamaño autor, tiene la particularidad de servir de basamento teórico a los disímiles planteos políticos de los diversos sectores de nuestra sociedad. Resulta interesante, por lo tanto, a la hora de analizar su pensamiento, comprender su esencia fundamental, trascendiendo aquellas apreciaciones circunstanciales, para así evitar obtener un estudio sesgado acerca de su valiosa obra. En este sentido, me parece realmente importante sacar a la luz el Sarmiento "desconocido", aquel que omiten los manuales escolares de historia, e intentar avanzar, con el aporte invalorable del historiador Peña, en la recuperación del Sarmiento "auténtico", con todas sus contradicciones, aciertos y errores.

Notas:

1. Sarmiento; "Facundo"; 1971; p.84.
2. Peña; "Alberdi, Sarmiento, el 90 - Límites del nacionalismo argentino en el siglo XIX"; 1973; p.61.
3. Ídem; p.63.
4. Ídem; p.66.
5. Ídem; p.78.
6. Sarmiento; "Facundo"; 1971; p.327.
7. Peña; "Alberdi, Sarmiento, el 90 - Límites del nacionalismo argentino en el siglo XIX"; 1973; p.68.

Bibliografía:

 Domingo Faustino Sarmiento, "Facundo"; Editorial Kapeluz, Grande Obras de la Literatura Universal; Argentina, 1971.
 Milcíades Peña, "Alberdi, Sarmiento, el 90 - Límites del nacionalismo argentino en el siglo XIX"; Ediciones Fichas; Argentina, 1973.   

Fuente: lafogata.org