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        Argentina: La lucha continúa 
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POR UN SINDICALISMO DE BASE 
Resonante triunfo de la huelga 
de subterráneos 
Jorge Sanmartino
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A pesar de las maniobras de la UTA, el gobierno y la empresa, está claro quién 
manda en el Subte. La firma del acuerdo salarial a espaldas del cuerpo de 
delegados y de las bases, que pretendía mostrar a la UTA de Juan Manuel Palacios 
como 'decisivo' para alcanzar el acuerdo, es un simple acto de impotencia 
política, porque pretende dibujar mediante ardides publicitarios una situación 
de poder de la que carece por completo. A la UTA la representación de los 
trabajadores se le escurrió de las manos, y si aún puede estar presente en las 
audiencias del ministerio de trabajo figurando como interlocutor legal, es 
gracias al papel que le asignan la empresa y el estado. Allí encontró su base 
fundamental de apoyo, que carece en el medio obrero. 
El paro sólo se levantó cuando los trabajadores en asamblea discutieron la 
propuesta final, no cuando a Palacios se le ocurrió. El resultado es un 
resonante triunfo y tendrá repercusiones para toda la clase trabajadora y para 
aquellos luchadores que vienen bregando por una alternativa política de clase.
El acuerdo incluye un aumento del 44% promedio, entre los que se incluyen los 
ítems de antigüedad, nocturnidad y los 100 pesos del decreto presidencial, 
además de un 19% del salario básico conformado. Duplica el acuerdo alcanzado por 
los telefónicos y no incluye ninguna cláusula de paz social. Al revés, acepta 
volver a discutir si la economía nacional sufre alteraciones importantes. Por 
último, el acuerdo prevé el pago de los días caídos. 
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El conflicto del subterráneo de Buenos Aires ha puesto en discusión cuál será el 
piso salarial del conjunto de la clase trabajadora Argentina en el próximo 
período. En consecuencia se trató de un test decisivo para la burguesía y de una 
lucha clave para el conjunto de la clase trabajadora. Mientras que en las 
sucesivas crisis cada ronda devaluatoria ha servido para licuar la deuda 
empresaria y rebajar los salarios reales, el período abierto con la devaluación 
del año 2002 superó de lejos el impulso a la pauperización que caracterizó a la 
hiperinflación de 1989. A pesar de un crecimiento anual superior al 8% del PBI 
por dos años consecutivos, el salario real del conjunto de los trabajadores se 
encuentra todavía en un 20% debajo del que tenía en el 2001. La peor parte se la 
llevan los estatales, a los que se les exigió resignar el superávit fiscal en 
beneficio del FMI y otros acreedores institucionales. Le siguen los trabajadores 
en negro que ascienden al 48% de la fuerza de trabajo, sin derechos sociales y 
jubilatorios y en su inmensa mayoría abandonados por las cúpulas sindicales, y 
los desocupados, que siguen recibiendo la miseria de 150 pesos, mientras que los 
índices de desempleo no bajan del 18%. 
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La empresa Metrovías y algunos medios de comunicación utilizaron como estrategia 
la denuncia de los sueldos que reciben los trabajadores del subte, que en el 
caso de los conductores duplicaban el salario medio nacional de 680 pesos. Lo 
que está en discusión, en consecuencia, es el intento de la clase capitalista y 
su gobierno de imponer un salario medio inferior o a lo sumo igual al que 
resulta, según el Indec, de la Canasta Básica Total que mide la línea de 
pobreza. Lo que se exige, por sobre todas las cosas, es la pauperización 
generalizada. Esta canasta básica que hoy está en 745 pesos para una familia 
tipo de 4 personas es un fraude social de proporciones gigantescas. Se conforma 
con la suma de la canasta básica alimentaria que mide el nivel de indigencia 
(335 pesos) y algunos ítems 'no alimentarios'. Cuando se quiere imponer un 
salario de 745 y se habla de ellas como una 'canasta familiar' (Clarín 8 de 
febrero 2005) se exige la naturalización de un salario mínimo fisiológico. La 
'Canasta' básica del Indec reparte generosamente 270 gramos de queso mensuales a 
cada persona y eliminó de la dieta de la familia obrera el vino y la cerveza, 
así como el cine y el teatro, y más aún, la televisión por cable, el celular o 
el automóvil. 
Por el contrario la Canasta Familiar de la que partimos nosotros en el 
Movimiento por la jornada laboral de 6 horas con aumento salarial, movimiento 
que impulsa el cuerpo de delegados del Subte, es la que conforma la consultora 
privada FIDE, luego que el Estado argentino desertara de indicarle a toda la 
población la medida de una canasta relativamente humilde pero inclusiva del 
mínimo aceptable socialmente de alimentación, farmacia, salud, educación, 
higiene, ropa, vivienda y cultura. Esa canasta asciende hoy a 1600 pesos. 
Incluso con el aumento del 53% que reclamaron los trabajadores del subte, un 
boletero no llega a ese monto. 
En definitiva, la lucha de los trabajadores del subte fue un test también porque 
se está discutiendo si los hijos de la clase productora de todas las riquezas 
sociales tienen derecho a una alimentación y vestimenta mínimamente digna, a la 
diversión, a la cultura y la educación de calidad o esos derechos serán 
simplemente privativos y en beneficio exclusivo de los hijos de la clase 
capitalista. 
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El conflicto del Subte fue decisivo también porque prueba la capacidad de los 
asalariados de reclamar la devolución de parte de los beneficios creados por su 
trabajo. Mientras que el Subte estatal en el año 1993 ponía en movimiento los 
trenes con 3500 trabajadores y transportaba 145 millones de pasajeros, hoy lo 
hace con 1900 trabajadores y transporta 238 millones de personas. Por eso la 
facturación del año 1993 era de 65 millones mientras que ahora es de 226 
millones de pesos. Un incremento de la productividad nominal por empleado del 
638%. Esto incluye desde luego los subsidios estatales por casi 60 millones de 
pesos, que Metrovías tiene el derecho a reclamar porque así está dicho en los 
contratos de concesión. Mientras que la productividad aumentó exponencialmente 
los salarios promedios de los trabajadores del subte no ascendieron en 11 años 
en más de un 37%. Esta situación se reproduce en la mayoría de las empresas 
privatizadas, que obtuvieron ganancias monopólicas (en nombre de la libre 
empresa), mercados cautivos, contratos generosamente renegociados en detrimento 
del tesoro público y por último la licuación de las deudas dolarizadas a cuenta 
del pequeño ahorrista confiscado. En la industria el incremento de la 
productividad en 12 años fue de más del 120%, mientras que el salario real 
descendió, y la extensión de la jornada laboral aumentó. De este modo todos los 
incrementos de productividad durante casi una década y media fueron en beneficio 
exclusivo de las patronales, aunque desde el menemismo temprano se aseguraba que 
los salarios aumentarían con dicha productividad. En esta farsa descarada 
participaron con gusto los dinosaurios sindicales, que se asociaron al festival 
de la explotación obrera, no sólo por la coima, sino también mediante las 
asociaciones de negocios que realizaron junto a los empresarios. La exigencia de 
un aumento del 53% que formularon los trabajadores del subte atañe sólo a la 
recuperación salarial según la inflación pasada, pero ni roza el nivel del 
incremento de la productividad, que debería ser reapropiado por quines lo 
produjeron. 
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La Auditoria General de la Nación en su resolución 144 afirma que la empresa 
Metrovías debería estar pagando un Canon de 22 millones de pesos, con los cuales 
se deberían realizar obras de extensión y modernización de las líneas. Sin 
embargo la Auditoria corroboró que, al revés, la empresa no deposita un sólo 
peso en las arcas nacionales y extrae de ella, como ya dijimos, cerca de 60 
millones de pesos, aunque por la emergencia ferroviaria los administradores de 
la empresa de Roggio decidieron reducir en un 45% los servicios de 
mantenimiento. Las tragedias como las de Once o la de Río Turbio, lo repetiremos 
por enésima vez, no son casualidades y siempre están vinculadas de una u otra 
manera al beneficio capitalista. Lo más curioso, sin embargo, es que los 
balances públicos de la empresa indican un rojo crónico. A pesar de haber 
despedido en su momento a más de 2 mil trabajadores, luego de aumentar el boleto 
en un 77,7%, de incrementar los ingresos y los pasajeros y de recibir subsidios, 
la empresa sostiene que trabaja a pérdida. Un reclamo similar han realizado las 
empresas de energía. Ultimamente la embajada francesa está muy activa haciendo 
lobby a favor de Aguas Argentinas que denuncia pérdidas por 600 millones. Lo que 
parece extravagante es que el gobierno de la 'recuperación nacional' haya 
convalidado la inmensa mayoría de las concesiones y los procesos privatizadores 
que sin embargo denuncia como un legado corrupto de los años '90. Es que 
Kirchner no vino para 'recuperar la nación' de manos de los pulpos 
privatizadores, los bancos y el FMI, sino del pueblo movilizado que después de 
barrer con el gobierno de De La Rúa ganó las calles mediante las asambleas 
populares y los piquetes de desocupados. Que el gobierno actual deba rescatar al 
régimen político haciendo demagogia sobre tal o cual tema, es el tributo que el 
vicio le rinde a la virtud, porque sólo mediante la demagogia y las reformas 
cosméticas podía la clase dominante salvar al sistema político y sus 
instituciones sin hundirse él mismo en el barro donde se consumieron cinco 
presidentes en pocos meses. 
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El chantaje empresario por la suba de tarifas y el aumento de los subsidios debe 
ser incluido en la agenda más amplia de todas las empresas privatizadas apañadas 
por los directivos del FMI. Los países del G7 ya han dicho que sólo renegociarán 
el acuerdo con Argentina si se realizan 'reformas estructurales', es decir se 
'soluciona' el tema de las tarifas y más en general de su rentabilidad. 
El gobierno de Kirchner ha sido hasta ahora un fiel cumplidor de los acuerdos 
con el FMI, quizá mucho más que gobiernos anteriores. Ha girado más de 10 mil 
millones de dólares hacia Manhattan, renegoció la deuda sin un sólo dólar de 
quita y prometió hace menos de dos meses pagar 'por adelantado'. No habría 
porque desconfiar en que se ajustará nuevamente a los requerimientos imperiales. 
Las disputas y los tironeos con algunas empresas de servicios no pueden esconder 
el contenido real del propósito que se ha trazado la administración actual, 
auspiciada por los Techint, los Pérez Companc y los Roggio. La exigencia 
salarial de los trabajadores del subte se anuda también con los reclamos 
populares porque ataca al corazón de la estafa de las empresas privatizadas. El 
desenvolvimiento de una lucha consecuente a largo plazo contra los pulpos 
estafadores comienza con la denuncia de los intentos de un tarifazo y se remata 
con la renacionalización de las empresas, gestionadas por los trabajadores y los 
usuarios. 
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Desde noviembre del año pasado el gobierno ha posado de 'arbitro' entre las 
patronales y los trabajadores, auspiciando paritarias salariales e incluso 
reprochando a 'ciertos empresarios' que no dieron los aumentos decretados por el 
Poder Ejecutivo. Pero mientras felicitaba a las cámaras empresarias 
siderometalúrgicas y a la UOM por el acuerdo alcanzado de 150 pesos de aumento, 
es decir exactamente el mismo monto que los decretos, denunciaba 'desbordes' en 
el conflicto telefónico, cuando los trabajadores ocuparon algunos edificios. Su 
política se reduce, como en tantos otros aspectos, a evitar la radicalización y 
la lucha de clases, canalizando los reclamos hacia paritarias controladas por 
los dirigentes sindicales en negociaciones espurias a espaldas de los 
trabajadores. Lo que se jugó en este conflicto fue también el método que se 
impondrá en la clase trabajadora para asegurar las reivindicaciones: la 
subordinación de los dirigentes sindicales tradicionales a los intereses 
capitalistas o la lucha mediante la acción directa. Las componendas secretas 
entre empresarios y sindicalistas amigos o el debate público y democrático, en 
primer lugar entre todos los trabajadores. El planteo que formuló el cuerpo de 
delegados de reclamar una paritaria pública se inscribe en este marco y retoma 
las mejores tradiciones del movimiento obrero internacional. 
Lo que se puso en juego en consecuencia es el fortalecimiento y desarrollo de un 
nuevo tipo de organización sindical, que nace de la base y opera mediante el 
mecanismo de la democracia directa y el pluralismo político. 
En el conflicto del subte se puso a prueba también la existencia misma del 
Movimiento por la jornada laboral de 6 horas, cuyas organizaciones participantes 
se jugaron en la huelga. Las cámaras de televisión de todo el país registraron 
un acto espontáneo realizado por los trabajadores de la línea C y la militancia 
social y política en la estación de Constitución. Allí, entre la algarabía de 
todos por el triunfo, un delegado emocionado destacó la lucha que se viene: la 
reducción de la jornada laboral y el aumento de salarios para todos los 
trabajadores, para terminar con el desempleo y recibir un sueldo equivalente a 
la canasta familiar. La emoción recorrió a los presentes, porque las palabras 
del delegado eran el sentido genuino de una amplia militancia obrera 
subterránea, que en todas estas experiencias se está forjando una nueva 
conciencia de clase. En la conferencia de prensa final otro delegado destacó el 
derecho a la cultura de los hijos de la clase trabajadora. No parecen palabras 
del sindicalismo tradicional. Ellos son el síntoma de los nuevos procesos de 
recomposición de la subjetividad proletaria. El triunfo del conflicto no dejó de 
emocionar a la militancia que rodeó la lucha y a los jóvenes que se acercaron a 
brindar su apoyo. Nadie puede quedar indiferente ante este resultado. Algunas 
organizaciones de la izquierda socialista deberán reexaminar sus 
caracterizaciones respecto al proceso en gestación de esta joven sección de la 
clase trabajadora Argentina y al cuerpo de delegados que lo dirige. 
El triunfo de los trabajadores del subte favorece también el agrupamiento 
clasista y antiburocrático que nace y viene gestándose desde los mismos túneles 
de la ciudad de Buenos Aires pero que se proyecta hoy más que nunca a nivel 
nacional. 
* Jorge Sanmartino es integrante del EDI y de Socialismo Revolucionario.