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Argentina: La lucha continúa


Hablando en difícil...

Julio Chueco
La Fogata

Hay momentos en el desenvolvimiento de algunas congregaciones humanas, por querer decirlo de una manera distinta, porque es distinto el sentido, momentos en el desenvolvimiento histórico de los pueblos, de las naciones, de los estados nacionales, las soberanías geográficas territoriales, en que se producen acontecimientos en planos casi inmateriales. O cuyas resonancias y sedimentación se definen en superficies que aparecen como no concretas, de una naturaleza no material.
Congregaciones humanas, se propone entonces como un recurso del idioma para abstraer el pensamiento de las asociaciones que pueblo, nación, estado nacional, soberanía, vienen produciendo.
En un inmundo galpón se produjeron, verdadera producción, doscientas muertes. Cuatro chapas levantadas en la geografía de la ciudad, del valor inmobiliario cambiante que lleva los extramuros de un lugar a otro. Antes fue el bajo en Leandro N. Alem, la zona roja en Palermo, ahora las últimas oscuras cuadras de Bartolomé Mitre contra el murallón del ferrocarril. Cuatro mínimas chapas suficientes para que haya baile cuando llueva y para evitar la fuga de los tóxicos que produce la quemazón de los plásticos, se dice, acústicos.
La noticia recorrió el mundo. Doscientas muertes es suficiente para alimentar los titulares en todas las ciudades. La cantidad toma aquí valor, tanto para con la protesta como con los efectos políticos en el sistema. Si hubiera sido una la muerte, la de un farol atado con alambres que hubiera caído sobre un chico, quizás ni hubieran suspendido la función. Hay un límite, que es cuantitativo, en esta forma social de organización, a partir del cual lo humano pasa a ser reconocido.
Al mismo tiempo un fenómeno de la naturaleza provocó, verdadera provocación, una cantidad de muertes que la comprensión no puede llegar a imaginar. En un mar lejano que también resulta difícil imaginar.
Al mismo tiempo se produjeron seis, siete, menos de diez, muertes, no se llegó a precisar claramente, en un motín en un penal, aquí en Olmos, un complejo carcelario que está integrado por la unidad más poblada de Buenos Aires, con casi 3.000 internos − internos dice la crónica − a metros de la bella y asfaltada ciudad.
Muertes con distinta significación. En el caso del penal de Olmos la palmaria comprobación acerca del dominio de la visibilidad de los hechos más concretos. ¿Quién tiene este dominio? ¿Cómo lo ejerce? Estos son los misterios con que nos codeamos cotidianamente que nos ponen tontos, porque al no entenderlos, nos transforman en ciudadanos de otra región, no de ésta.
Las muertes en la disco agitaron los fantasmas del sucesos del 19 y 20 de diciembre. Rebelión popular. Rebelión rebelde, no contenida en cauce institucional alguno. Por supuesto las instituciones, todas ellas, progres y reaccionarias, acudieron presurosas a contener la rebelión. Nunca tan amplio el concepto de institución, todo debería adquirir un nombre, Ibarra, la corrupción, algo que materializara. Una vez que la energía tomara nombre, alguno se habrá de beneficiar, mejor, todos se benefician. Lo que es intolerable es la protesta. La protesta no tiene nombre. Protesta y rompe.
Y aquí viene a cuento lo de congregaciones humanas. Si no entendemos que el suceso ha movido algo en el devenir histórico, es de las cosas, otra vez, que nos imbecilizan. Que algo ha calado en la comprensión de la calidad no humana, anti-humana, contrario a lo humano, del negocio. El negocio barato capitalista, reflejo del otro mayor negocio de la mercancía y del beneficio, del todo vuelto mercancía. Del lujoso Mercedes Benz que los estudios jurídicos pusieron a disposición de las víctimas en el momento.
Algo de esto ha calado y digo que ha calado en un plano casi inmaterial porque escapa a la comprensión con lo que tenemos a mano, con lo confortable de las cosas fácilmente entendibles. Entre otras cosas, se nos aparecen fáciles porque no tienen ya nada que no nos hayan dicho. Si es que no nos aproximamos y con el material que sí disponemos, generamos una ruptura y nos arriesgamos a hurgar un poco en la basura.
Pasa lo mismo con la ideología. Sopa de todos los días y no podemos dar claramente con dónde se origina, en quiénes, cómo nos llega, cómo actúa en nosotros.
No se trata de someterse al imperio de la creación de nuevas categorías en esto de la interpretación política de los hechos sociales. La simplificación nos la provee el sistema, en la dureza para con la comprensión acerca de cómo paso a paso, históricamente, se ordenan las subjetividades, se esconde uno de los sellos de la negación al acceso al conocimiento.
Para pensar, por el momento, en planos inmateriales de creación de sentidos, es la propuesta de imaginarnos como otra cosa distinta de las que nos vienen proponiendo. Somos seres a los que les suceden cosas. No sé si pueblo, nación, no se cómo es en este momento un santafecino, un rionegrino, un chileno, más allá de algunos lugares comunes. Para decir que el próximo 19 y 20 se está nutriendo de estas cosas.
Si es que sostenemos que el conocimiento está en todos, como opuesto al paradigma que el conocimiento está en la universidad, es necesario dar un paso más y comprender que no sólo hay que cuestionar los contenidos, sino las más de las veces destruir a los contenedores. Porque éstos dan forma, condicionan, a aquellos. Pueblo, nación, estado, soberanía, han sido los receptáculos donde se ha alojado toda la producción histórica a la vista.
Entonces, congregaciones humanas − algún compañero frunce el ceño − es una forma de negar. Planos inmateriales − algún compañero sale a fumar afuera − es también una forma de negar. Solo que algo ha sucedido, por más que las muertes y las marchas. Por difícil que fuera, si es que no nos arriesgamos a una comprensión que necesita saber un poco más de lo que aparece como incomprensible, otros lo harán por nosotros. Algunos de esos otros lo harán a la manera que las cosas permanezcan ocultas.