Argentina: La lucha contin�a
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SANTIAGO DEL ESTERO
Una emergencia de ra�z hist�rica
Noem� M. Girbal-Blacha
Argenpress
'Quimil� y Tintina est�n sin agua desde hace 11 d�as', registra un matutino de amplia tirada nacional el s�bado 29 de enero �ltimo, y se�ala que la situaci�n se da a unos 200 km. de la capital santiague�a. Como historiadora no puedo disimular la perplejidad que me genera esa afirmaci�n. Santiago del Estero, madre de ciudades, desde 1553 en los tiempos de la conquista espa�ola, es ahora noticia -una vez m�s- por el desastre ligado al medio ambiente. El 85% del territorio santiague�o cubierto de bosques durante el siglo XIX (seg�n el viajero y cient�fico Carlos Spegazzini) sufre desde el �ltimo cuarto de esa centuria una depredaci�n sistem�tica y sin l�mites de su riqueza forestal. El obraje -n�cleo urbano forestal por excelencia en la zona- avanza junto con el ferrocarril para penetrar la regi�n boscosa del Chaco occidental. Dos grandes sociedad an�nimas 'Quebrachales Chaque�os' (Campo del Cielo) y 'Quebrachales Tintina' (Quimili y Tintina), sostenidas por capitales comerciales y financieros de la regi�n pampeana y del eje metropolitano, accionan desde 1905 y 1906 para extraer la madera dura y transformarla en durmientes, postes y le�a.
Lo hacen sin competir con la poderosa empresa anglo-germana 'The Forestal Land, Timber and Railways Ltd.' -instalada en el Chaco santafesino-, ambas depredan sin obligaci�n legal de replant�o los recursos naturales, que -seg�n se promet�a- permitir�an a la econom�a provincial participar del modelo agroexportador argentino de las primeras d�cadas del siglo XX; despu�s de haber intentado hacerlo a trav�s de la ganader�a, primero, y hasta 1895 mediante la ca�a de az�car.
El fin de la Primera Guerra Mundial (1918) y la crisis de los a�os �30, hicieron decaer la importancia de este tipo de producci�n forestal y con ella el obraje y el inter�s del gobierno santiague�o y nacional por la suerte de una provincia sometida a tradicionales redes pol�ticas, despoblaci�n y pobreza, a pesar de contar con tres l�neas f�rreas que atraviesan entonces su territorio y dos importantes v�as fluviales. Cuando en 1948 la Argentina cuenta con un R�gimen Forestal, es poca la riqueza que queda por salvaguardar y creciente la marginalidad espacial y social de Santiago del Estero.
Hoy, Gregoria Jim�nez, de 72 a�os, que habita en Quimil�, est� convencida y resignada -dice- que 'esta es la vida que me ha tocado; vamos a tener que esperar agua del cielo' (Clar�n, domingo 30/1/05, p 42); seguramente, sin conocer cu�l es la historia del lugar y c�mo se fue depredando el paisaje. Existen importantes estudios, desde hace tiempo, que advierten sobre las consecuencias del problema producto de sucesivas depredaciones y la falta de pol�ticas p�blicas protectoras de largo plazo. Historiadores, antrop�logos, ge�grafos, soci�logos, economistas, agr�nomos han diagnosticado la situaci�n que hoy parece descubrirse como inesperada, accidental y temporaria. Tambi�n han propuesto soluciones, una y otra vez, que s�lo han quedado en los papeles (libros, art�culos en revistas especializadas) o servido de base en la discusi�n entre especialistas.
El conocimiento cient�fico tiene un lenguaje t�cnico, acad�mico, pero tambi�n pol�tico. La ciencia es una inversi�n a largo plazo, pero de poco sirven sus resultados, si �stos son ignorados por quienes implementan las pol�ticas p�blicas y toman las decisiones. Las Ciencias Sociales forman parte de la investigaci�n cient�fica y tecnol�gica; los resultados alcanzados son de acceso p�blico, s�lo es necesario conocerlos, aplicarlos y evitar que el olvido se constituya en una manipulaci�n de la memoria.
* Noem� M. Girbal-Blacha es Investigadora Superior del CONICET-UNQ.