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Argentina: La lucha continúa

Hacia el encuentro nacional de Mujeres en Mar del Plata.

OSL (A) -

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Luchar Unir Vencer.
Hacia el encuentro nacional de Mujeres en Mar del Plata.

Cada Encuentro Nacional de Mujeres nos llena de expectativas y desafíos para compartir entre miles de mujeres, algunas organizadas en espacios sociales y otras no, pero todas reuniéndonos para participar y generar un acontecimiento social y político que tiene dimensiones poco frecuentes en otros ámbitos. Cada año el Encuentro tiene características distintas, que se van delineando por la coyuntura que nos va tocando vivir en cada momento, por el lugar en el que se realiza, por quiénes participan en cada año, por cómo están nuestros colectivos y movimientos. Este año tenemos el XX Encuentro de Mujeres. Veinte años de reunirnos, de conocernos, de trasladarnos por el país para escuchar las voces de otras, de compartir experiencias entre todas, de ir tejiendo lazos, de aprender, de decidir cuáles son nuestras prioridades, de ir constituyendo un movimiento, de nutrirlo, de hacerlo crecer. Los números redondos siempre mueven a hacer balances y veinte años son muchos, aunque a veces no parezcan nada.

A lo largo de estos años el Encuentro fue creciendo y cambiando. Fue creciendo en número, porque cada año somos más, llegando a unas veinte mil. Fue creciendo en la profundidad de los debates, en qué temas se tratan en los talleres y cómo se los discute. Y también fue creciendo en diversidad: si en los orígenes las que participaban de los Encuentros eran mujeres más o menos vinculadas al feminismo, más o menos de una misma y determinada extracción socioeconómica, hoy el encuentro está poblado de diversidad, convocando a mujeres que vienen de situaciones muy diferentes y que tienen también proyectos y compromisos diversos.

El Encuentro creció y cumplió buena parte de sus propósitos, proveyendo un ámbito que potenció la toma de conciencia y la organización de las mujeres en torno de sus demandas específicas de género. Sin embargo, esos logros comienzan a mostrar un límite para el Encuentro tal como lo conocemos. Hay quienes dicen, a partir de la naturaleza no resolutiva de los talleres, que el Encuentro no sirve, que resulta indispensable fijar una agenda única a la que se ajusten todas las participantes del encuentro, organizadas o no. Ciertamente, el Encuentro tiene sus fallas. Sin embargo, dado que la realidad de las mujeres trabajadoras sigue siendo de explotación y opresión cruzadas, superpuestas y multiplicadas en este sistema sexista, homofóbico y capitalista es fundamental darnos este espacio de reflexión y crítica de nuestra situación en la sociedad, en el trabajo, en la salud, en nuestros vínculos amorosos y familiares y acerca de la defensa y el respeto de nuestros derechos. En todo caso, una de las tareas que debemos darnos es la de criticarlo para mejorarlo, la de encontrar colectivamente la forma de hacerlo más fuerte, más útil para cambiar la situación en que nos encontramos. Cada encuentro tiene la potencialidad de discutir necesidades y vivencias en común que debemos empezar a unificar a lo largo del año y sumarlas a la acción concreta. Cada día que soportamos la violencia sexual, el maltrato, los embarazos no deseados, la muerte por aborto clandestino, la superexplotación a la que somos sometidas, menor salario por igual trabajo, marginación de nuestras necesidades específicas en salud cuando no están directamente vinculadas con la reproducción, necesita de la unidad de nuestras fuerza y del trabajo profundo de las organizaciones donde nuestra clase se organiza.

En este sentido, una de las experiencias positivas de las que se pueden tomar conclusiones y guías para lograr esa unidad en la acción que propugnamos está vinculada al taller de Estrategias de acceso al aborto seguro y la campaña por la despenalización y legalización del aborto que está teniendo lugar desde el 28 de mayo. Las compañeras que lo generaron hallaron la forma de excluir a quienes no son parte genuina del Encuentro, las bandas de fundamentalistas católicas a quienes no mueve una fe que haga del respeto por lo humano su centro, sino una odiosa voluntad de poder de su corporación, vinculada a las clases privilegiadas y explotadoras, que se pretende ejercer sobre todas nosotras. La campaña por el derecho al aborto ha sumado a decenas de organizaciones de los ámbitos más diversos y ha involucrado a cientos, miles de personas, mujeres y varones en un claro e inequívoco reclamo por los derechos de cada una a decidir sobre su propio cuerpo.

Sin dejar de lado los espacios más vivenciales, los talleres más testimoniales, sin dejar de brindar un espacio donde mujeres de todo el país que no pertenecen a ninguna organización tienen ocasión de encontrarse con otras a compartir sus vivencias, experiencias e inquietudes y sin tampoco tener que aferrarse a la consigna de establecer una agenda única y obligatoria para todo el movimiento de mujeres o para todas las mujeres que asisten al Encuentro, es importante que nos demos la tarea comprometida, militante y creativa de ir generando estos otros espacios donde alcanzar acuerdos, donde algunas de nosotras desde nuestras distintas organizaciones podamos fijar acciones concretas en común, avanzando en la discusión de nuestras diferencias mientras compartimos la acción, con la certeza y la claridad de que el enemigo es poderoso y necesita desunirnos, dispersarnos, enfrentarnos entre nosotras. Ese enemigo poderoso, que cuenta con todos los recursos del capitalismo y del patriarcado, va cambiando su apariencia, sus métodos y sus discursos a medida que las y los explotadas/os y oprimidas/os avanzamos en nuestra conciencia y organización.

Este gobierno de la transversalidad kirchnerista quiso hacernos creer, cubriéndose de un tinte progresista, que daría respuestas a los sectores más empobrecidos. A esta altura es claro que no lo hizo ni tiene intención de hacerlo. Es claro también que no tiene derecho a autodenominarse "el gobierno de los derechos humanos" una administración que desató la represión hacia todos y todas los y las que luchamos por el cambio social, que ha tenido hasta 50 presas/os políticas/os y que mantiene a más de 5000 luchadoras/es sociales bajo proceso judicial. No podía esperarse otra cosa de un gobierno que es representante fiel de los intereses de la burguesía. Tampoco puede esperarse que se haga eco de alguna de nuestras reivindicaciones específicas como mujeres, como queda bien demostrado por sus ambigüedades respecto del aborto: un ministro dice estar a favor y otro le asegura a la Iglesia que el aborto no se va a legalizar en el país. La senadora Cristina Fernández, esposa del presidente, le ha repetido al Papa Ratzinger (el misógino y homofóbico redactor de todas las encíclicas antimujeres del Papa anterior) que ella es peronista y está contra el aborto. No se puede esperar nada de un gobierno que nombra al frente del Consejo Nacional de la Mujer a un personaje como Pimpi Colombo (fundadora y dirigente del Sindicato de Amas de Casa de la Argentina) y que llegó al gobierno de la mano católico recalcitrante de Beliz. Colombo fue legisladora de la Ciudad de Buenos Aires y en aquella oportunidad votó en contra de los proyectos de educación sexual en los colegios y de unión civil. La funcionaria opina que "en lugar de sacar de su casa a las jefas de hogar que están percibiendo un ingreso para hacer una prestación (...) habría que dejarla consolidando su familia. ¿quién podría afirmar que es más importante cortar yuyos que esperar a los chicos que vuelven de la escuela con la taza de leche?" (ver Página/12 08.03.04) ¿no es toda una declaración de principios?

Sabemos que no hay posibilidad de transformaciones radicales de parte de la burguesía, porque iría contra sus propios intereses de clase parásita. No hay tampoco posibilidad de que el patriarcado se venga abajo solo ni de que sea derribado si no se logra que cada compañero de lucha contra la explotación de clase tome conciencia de que el cambio social revolucionario no estará completo mientras no eliminemos al patriarcado. Es por esto que las anarquistas estamos convencidas de la necesidad de integrar nuestra lucha de género a las de nuestra clase. La tarea principal es construir organización en cada espacio donde las mujeres de nuestra clase nos reunimos y actuamos. Cada espacio tiene su particularidad y dinámica, sin embargo todas compartimos la misma realidad profunda de opresión patriarcal.
Para que esta lucha sea una victoria es fundamental trazarnos ejes claros, reivindicaciones realmente sentidas por el conjunto de las mujeres, con una perspectiva política cuestionadora y constructora del cambio social. Para esto debemos reivindicar los métodos históricos de nuestra clase: la democracia directa y la acción directa, no confiarnos ingenuamente en estrategias de lobby, de conversaciones con legisladores ni permitir la burocratización de nuestros colectivos y agrupamientos, o que sectores combativos del movimiento de mujeres sean frenados o reemplazados por ONGs que a su vez son financiadas por el gran capital, que tiene interés en permitir que cambien algunas cosas para que nada cambie realmente. El protagonismo de las mujeres en la lucha por nuestra liberación no puede reproducir la lógica del patriarcado ni utilizar las herramientas del capitalismo: como decía la poeta negra lesbiana feminista Audre Lorde, "las herramientas del amo nunca desmantelarán la casa del amo". La lucha directa por nuestras reivindicaciones en un marco de unidad necesita del aporte de toda nuestra fuerza. Surge como tarea prioritaria romper el aislamiento, privilegiar los acuerdos a partir de los que podemos construir práctica y política por sobre las diferencias que nos separan restándonos fuerzas y poner de pie el movimiento de mujeres con una perspectiva de clase.
Debemos multiplicar las experiencias de organización contra todas las formas de opresión que soportamos, porque ya es tiempo de no soportarlas. Hay que poner en primer plano nuestras reivindicaciones, nuestra salud, nuestra educación a todos los niveles, el derecho a decidir sobre nuestra sexualidad, a vivirla con placer y libertad, el derecho a la maternidad como proyecto de vida y no como mandato, la lucha contra todas las formas en que somos discriminadas, contra la desigualdad laboral, contra la precarización y el desempleo, contra la explotación sexual, acabar con la violencia, destruir las bases de nuestro sometimiento. No podemos dejar pasar esta oportunidad de encontrarnos, de intercambiar experiencias y luchas que se dan en cada región para plantearnos una perspectiva a nivel nacional de lucha continua. No podemos agotar el movimiento de mujeres en estos tres días, lo sabemos, nosotras y todas las que día a día resistimos el avance del patriarcado y su mandato de opresión, humillación, violencia. Sabemos que necesitamos un movimiento de mujeres fuerte y vivo, que se nutra de nuestra capacidad de crear, de nuestra capacidad de organizarnos, de unirnos, de encontrarnos, de nuestra combatividad, de nuestra garra, de nuestra ternura, de nuestra diversidad, de nuestra paciencia, de nuestra furia, de nuestra alegría y nuestras lágrimas. Un movimiento que aprenda de su propia historia y de la historia de las demás luchas con las que está entrelazado. Sabemos que es una lucha difícil, dolorosa, que llevará todavía mucho tiempo. Sabemos también que nada podrá detenernos. Porque queremos un mundo de libertad para nuestras hijas e hijos, para nuestras hermanas y hermanos, para nuestras compañeras y compañeros. Un mundo sin explotación capitalista ni opresión patriarcal. Un mundo socialista y libertario.