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Argentina: La lucha continúa


Las elecciones legislativas del domingo 23 de octubre de 2005
Todos coincidieron en apoyar a Lavagna

Fernando Del Corro
Rebanadas de realidad

Las elecciones del pasado domingo revistan una serie de características que marcan hitos profundos respecto de las estructuras del poder político en el país y la consolidación de un modelo socio-económico que, en lo esencial, constituye la ratificación del que arrancó con el 'Rodrigazo' a mediados de 1975 y que se mantuvo con matices y algún efímero atisbo de corrección durante la primera etapa de gestión de Raúl Alfonsín.
El gran vencedor de estas elecciones, además de los propios candidatos específicos, comenzando por la senadora santacruceña Cristina Elizabeth Fernández, y del presidente Néstor Carlos Kirchner, fue el ministro de Economía, Roberto Lavagna, virtualmente objetado por nadie, ya que coincidieron en él todos con las escasísimas excepciones de los partidos de izquierda cuyos resultados electorales debieran hacer reflexionar seriamente a sus dirigentes.


En la provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral del país, con casi diez millones de votantes, todos los que obtuvieron representación parlamentaria, con más o con menos, coincidieron con la marcha de la política económica que lleva adelante Lavagna. De hecho la gran perdedora, Hilda González o 'Chiche' Duhalde, como se prefiera, es la esposa de quién puso al ministro en su cargo y la vencedora de quién lo mantiene en él.

Lo mismo sucedió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) donde la victoria fue para el candidato del frente de derecha Mauricio Macri, aliado en la provincia a Ricardo López Murphy; en Neuquén a Jorge Sobisch y, de hecho, estratégicamente, al propio Eduardo Duhalde. Para Macri la marcha de la economía es buena, aunque él dice tener algunas ideas para hacerla aún mejor. Y tampoco Elisa Carrió tiene diferencias estratégicas con Lavagna.

Además está claro que muchos votantes depositaron su boleta oficialista en las urnas pensando en que avalaban la candidatura de Lavagna. No constituyen la mayoría ni mucho menos, pero son una cifra nada despreciable. Si el ministro no hubiera pesado en la cabeza de esos votantes los números, seguramente, habrían sido bastante diferentes, sin comprometer con ello, el primer lugar bonaerense para la primera dama.

Ahora el ministro tiene ante así algunas cuestiones no menores. La principal es la de tratar de frenar el lento pero firme crecimiento del proceso inflacionario. El propio presidente Kirchner lo urge en esa dirección. Los actuales índices ya son preocupantes, aunque todavía no se hayan desmadrado. Pero con los valores ya verificados se hace necesaria una recomposición salarial que de no concretarse irá empujando al conflicto social.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) pretende que se pare la inflación, que se aumenten las tarifas de los servicios públicos privatizados y que se solucione la situación de los bonistas que no entraron en el canje. Implícitamente también pretende que no haya aumentos salariales. Lavagna no parece estar lejos de esa postura aunque en algunos puntos, si avanza en esa dirección, chocará con Kirchner.

Aunque el poder de los sindicatos fabriles se deshilachó bajo la conducción de Lorenzo Miguel durante el gobierno de Carlos Menem, aún quedan cuotas de vigor en las organizaciones que agrupan a los trabajadores de servicios y de estructuras del Estado. El secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), Hugo Moyano, las representa. La experiencia de Miguel seguramente deberá servir a Moyano para no repetir algunos de los errores de aquél.

Lavagna se opondrá, sin dudas, a una política activa de ajustes salariales. Seguramente apostará a aplicar topes que irán por debajo de la inflación con la consecuente pérdida de poder adquisitivo por parte del salario. Mientras, a pesar del FMI, no resignará su estrategia de tener un tipo de cambio con un peso depreciado ni de tener atadas las tasas de interés, más allá de que ya se escuchen voces que piden frenar el crecimiento para atacar la inflación.

Por ahora el viento de cola que tiene la economía argentina desde el ámbito internacional no hace temer demasiado a la conducción económica por las cuentas fiscales. Aún hay margen para seguir implementando subsidios y hasta para no asustarse con la eventual aparición de los síntomas del llamado 'Efecto Olivera-Tanzi' en el caso de que la inflación adquiera el carácter endémico de décadas pasadas y se afirme algo más allá de los valores actuales.

El nuevo esquema político

Las elecciones también ratificaron algo que se venía verificando desde hace algún tiempo y aún profundizaron ese sendero. En la Argentina han desaparecido los partidos políticos y se han generado, en su reemplazo, máquinas electorales aideológicas, en su mayoría incluso de carácter transitorio. La vieja Unión Cívica Radical (UCR) hace rato que viene transitando el camino del viejo conservadorismo en cuanto a diluirse en unas cuantas fuerzas provinciales.

Otro tanto ocurre con el extinto peronismo devenido luego en justicialismo. Pero incluso el propio Partido Justicialista (PJ) se ha desintegrado en una serie de aparatos que responden a los caudillos locales, sobre todo en las provincias donde es gobierno. Del viejo peronismo-justicialismo sólo queda una cosa clara: la decisión de luchar por el poder político sin importar para qué, por lo que se convierte en absolutamente funcional al real poder de las corporaciones.

La organización política argentina retrocedió 125 años, cuando el general Julio Argentino Roca puso fin al esquema de la Liga de los Gobernadores y parió el Partido Autonomista Nacional (PAN). Lo que las elecciones del domingo último han ratificado, entonces, es que se ha vuelto a los tiempos de la Liga de los Gobernadores. Sólo cuatro de los jefes provinciales perdieron: los radicales de Río Negro y Catamarca, el frentegrandista de la CABA y el justicialista de Santa Fe.

El único caso relevante es el de la última. La permanencia de Aníbal Ibarra en la CABA sólo se explica en la carencia de reemplazo por parte del gobierno nacional y en el juego de desgaste y sustento que practica Macri y lo de Río Negro y Catamarca es parte del natural agotamiento de una estructura que se va diluyendo. En Santa Fe el PJ desde hace rato había dejado de ser la primera fuerza y sólo se venía manteniendo gracias a la antidemocrática Ley de Lemas.

De los restantes 20 distritos electorales la realidad indica que los auténticos vencedores son los gobernantes locales. ¿Se puede adjudicar el presidente Kirchner la victoria de la tropa de José Manuel De la Sota en Córdoba, o de la de Jorge Busti en Entre Ríos, o de la de Juan Carlos Romero en Salta?. Sólo le son propios el de su hermana Alicia en Santa Cruz y, en parte principal, el de su esposa Cristina en Buenos Aires.

Que el poder pasa por los gobernadores y no por las presuntas fuerzas políticas y los tradicionales dirigentes quedó demostrado sobre todo en La Rioja, Buenos Aires, Misiones y Santiago del Estero. Carlos Menem gobernó La Rioja desde 1973 hasta 1976 y desde 1983 a 1989 y la favoreció como presidente desde 1989 a 1999 pero acaba de perder frente a Angel Maza, un gobernador sin brillo que llegó al cargo de la mano de Eduardo Menem y Domingo Cavallo.

Eduardo Duhalde es el ejemplo paradigmático de los nuevos tiempos. Su inescrupuloso control de la provincia de Buenos Aires de una década y su gestión presidencial de dos años no le sirvieron para mitigar lo inevitable. Sustentado en caudillos destinados al Noveno Círculo del Infierno fue abandonado por casi todos ellos y los pocos que aún no lo hicieron seguramente lo concretarán en breve; lo más probable es que sus diputados electos sean los primeros. De hecho ya se anuncia el pase de algunos legisladores provinciales. Es que, probablemente salida de la verba del senador nacional rionegrino Miguel Angel Pichetto, la vigésimo primera verdad peronista reza: 'hay que correr presuroso en ayuda del vencedor'.

Un Felipe Solá que fue, como secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de Menem -al que luego repudió- responsable de la destrucción del patrimonio ictícola atlántico argentino y que luego fue instalado como vicegobernador, y de resultas gobernador, por Duhalde -al que luego enfrentó-, fue un útil instrumento a la hora de terminar con el empresario inmobiliario de Lomas de Zamora. Sin él habría sido virtualmente imposible para Kirchner instalarse en Buenos Aires.

Por ello son erróneas las visiones de que Kirchner tendrá dificultades para aprobar las leyes en el Congreso. El pejotismo de la Liga de los Gobernadores sólo negociará sus prebendas. No existirá un bloque antipingüino o si lo existe estará reducido a un grupo residual como ya aconteció con el menemismo. Hasta es muy probable que el propio Adolfo Rodríguez Saá, despegado de la incómoda sociedad con Menem, tenga un rol funcional al presidente.

Lo más probable, en cambio, es que Kirchner intente fortalecerse frente a la Liga y asuma la presidencia nacional del PJ. Esto, si lo decidiera, le resultaría bastante fácil, pero no le aseguraría domeñar a los gobernadores. Estos le van a ceder todo lo que quiera a nivel nacional en la medida en que sigan gobernando sin objeciones sus feudos. La Liga tendrá más problemas con Lavagna a la hora de discutir los fondos de las provincias, sobre todo cuando presione el FMI.

La izquierda y la derecha

Los análisis simplistas pretenden mostrar que los ciudadanos han quedado separados en una franja de centro-izquierda y otra de centro-derecha ignorando la verdadera realidad de que hay un poder económico que subyace debajo de casi todo el espectro y en la superficie el esquema de la Liga de los Gobernadores ya comentado. Dentro de la Liga están los que juegan a alinearse más hacia un lado o hacia el otro: Busti o el derrotado santafesino Jorge Obeid más hacia la izquierda; Romero o el sanjuanino José Luis Gioja más a la derecha, pero en definitiva todos funcionan de similar manera.

Si se trata de dar a la derecha una mayor entidad estructural a partir de los resultados del domingo también es algo falso. Los resultados en los diferentes distritos son también hechos aislados que luego podrán sumarse o no. Macri, Sobisch, Duhalde, el comisario Luis Patti y otros tienen posturas similares pero no comparten una estructura, aunque los resultados hicieron que los dos primeros sean los más relevantes.

López Murphy, con una estructura nacional más extendida, tampoco tiene un partido strictu sensu pero es el que más se parece, por su mayor cohesión ideológica, aunque también claramente limitado por la dependencia hacia él. Hay que reconocerle al 'Bull Dog' de Adrogué que es quién con más sinceridad se ha manejado, aunque no se compartan sus posturas. Es el único al que se le podía creer que iba a hacer lo que decía, o que al menos lo iba a intentar. Seguramente esto lo perjudicó a la hora de los votos. Seguramente también fue perjudicado por la visión electoral-turfística por la que hay que votar al que tiene chances de ganar o de ser primer opositor, por lo que muchos de sus votantes, antikirchneristas, lo deben haber abandonado a favor de Hilda González.

Todo indica que liderados por Macri y Sobisch se podrán sumar otros representantes de las derechas populistas como los señalados Patti y Duhalde y tal vez el no populista López Murphy y partidos provinciales diversos como el muy golpeado Demócrata Progresista de Santa Fe, que realizó, por primera vez desde 1983, una elección tan pobre. Pero seguramente será muy difícil que Macri y Sobisch acuerden dejar el paso al otro para que lidere una confrontación que, por ahora, parece perdedora.

Cabe indicar que la victoria de Macri no fue casual. Por un lado se vio favorecido por la catastrófica gestión de Aníbal Ibarra de quién el gobierno nacional no terminó de desprenderse aunque sí trató de hacerlo el canciller Rafael Bielsa. Pero éste no sólo fue víctima de la ligazón que la gente le atribuyó injustamente con Ibarra sino también de la carencia de propuestas para los porteños. Repetir los hechos de Kirchner como presidente no fue suficiente para votantes más exigentes.

En cambio Macri sí tuvo propuestas, independientemente de lo que vaya a hacer, como la relacionada con el trabajo para los mayores de 45 años. Por otro lado hay que reconocerle a Macri tener un buen bloque en la Legislatura porteña en cuanto a conocimiento de los temas, al margen de las posturas ideológicas como los planteos represivos manifestados por algunos de los integrantes de su bancada al discutirse la reforma al anterior Código de Convivencia.

El espacio de la derecha también lo disputará Carrió. Lejos han quedado los días en que se presentaba como una expresión de centro-izquierda. El 'contrato moral' no implica proyecto alguno. López Murphy, en los hechos, es una buena representación del mismo. Lo sucedido con la candidatura de la chaqueña de Quitilipi en la CABA es muy claro. Los votantes ya han constatado hacia donde apunta 'Lilita'.

Dejando de lado a Macri que ganó en las 28 circunscripciones porteñas, el mal candidato oficialista Rafael Bielsa superó a la jefa del ARI en toda la zona sur, la de pobladores con menor capacidad adquisitiva: Barracas, Boedo, La Boca, Mataderos, Nueva Pompeya, Parque Patricios, Villa Lugano, Villa Riachuelo, Villa Soldati y otros, y en Liniers, el barrio más pobre de la franja central. En cambio Carrió batió a Bielsa en el resto de esa franja central: Flores, Caballito, Almagro y otros, y en toda la zona norte: Palermo, Belgrano, Barrio Norte y demás; es decir donde habitan personas con mayor capacidad económica. Cuando el gobierno dice que Carrió representa a la derecha no miente ni se equivoca.

En lo que hace a la izquierda su panorama es tétrico. Los innumerables agrupamientos trotkistas que surgen de división tras división, con la excepción del Partido Obrero que se mantiene unido, no han logrado entusiasmar ni siquiera a sectores minoritarios de la sociedad. Han perdido el rumbo y carecen de propuestas serias. Discutir acerca de lo que dijera León Trotzky hace 80 años, organizar marchas piqueteros o hacer proclamas obreristas cuando la histórica clase obrera fabril ha perdido su capacidad para liderar un proceso revolucionario parece entusiasmar a casi nadie.

Se escucha decir que el problema es que la izquierda no se une. Aún si hubieran estado todos juntos no habrían sacado un solo diputado nacional, apenas si algún legislador porteño. Incluso es posible que haya sido su vecindad la que hizo que Mario Cafiero, alguien que realizó un serio trabajo como legislador, sacase tan pocos votos en la provincia de Buenos Aires.

Los diferentes grupos de izquierda podrán sobrevivir como sectas pero difícilmente puedan volver a proyectarse como partidos con peso social como algunos lo fueran en el pasado. El Partido Comunista (PC) que otrora, bajo la conducción de Vittorio Codovilla, al margen de sus grandes errores, llegó a tener una inserción significativa, hoy es una mascarada que electoralmente no llega ni al uno por ciento en su viejo baluarte porteño y que se presenta como la simple pata política del Banco Credicoop. También aparece como una organización en liquidación, aunque puede llegar a intentar refundarse aliándose a la izquierda del Partido Socialista (PS), representada en la provincia de Buenos Aires por Jorge Rivas y el aeronáutico Ariel Basteiro. De todos modos el Proyecto Rosario está liquidado.

En lo que hace a la derecha del PS, expresada por el vencedor santafesino Hermes Binner y el legislador procesista porteño Norberto La Porta, va a actuar como un ala del pankirchnerismo y probablemente confluya con los restos de la UCR con la que ya realizó una experiencia electoral conjunta el domingo en Córdoba y Santa Fe. El PS tampoco es un partido nacional ya que sólo se expresa en unos pocos distritos aunque su figura mayor, el médico Binner, puede ser un buen candidato para acompañar la actual gestión presidencial y su eventual reelección o para aspirar, con la bendición oficial, a la gobernación de su provincia.

Aunque él haya renegado públicamente de la izquierda, como hay que ubicarlo en algún lado, también merece aquí un párrafo el diputado saliente Luis Zamora, cabeza del también en extinción Autodeterminación y Libertad (AyL), que mejor debiera haberse llamado Autodestrucción y Liquidación. Después de haber ocupado, inútilmente, una banca en la Cámara de Diputados de la Nación durante ocho años -en dos períodos no consecutivos- su imagen terminó por mostrar la realidad de quién se negó a votar la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y a acompañar otras iniciativas populares apelando a argumentos insólitos, mientras su esposa, Noemí Olivetto, en la Legislatura porteña brilló por su inoperancia y su apoyo indisimulado a Ibarra.

Quienes dentro de la izquierda pueden sentirse satisfechos son los dirigentes del Partido Comunista Revolucionario (PCR) y su brazo de masas, la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Apostaron al voto en blanco y a la abstención y acertaron, aunque mal pueden sentirse dueños de esa decisión popular ya que si así fuera podrían estar preparándose para la toma del poder. Fue algo asumido espontáneamente por una parte importante de la población.

A pesar del anuncio fallido de la senadora santacruceña Cristina Fernández, ahora vencedora en Buenos Aires, de que había votado un significativo 81 por ciento, la realidad final fue que sólo lo hizo un 70 por ciento, la cifra más baja de la historia moderna argentina, desde la Ley Sáenz Peña en adelante, 20 puntos menos que el número récord, registrado en 1958 cuando fue electo presidente Arturo Frondizi y tres puntos menos que dos años atrás.

Si a eso se suma que los votos en blanco y anulados estuvieron en aproximadamente el nueve por ciento de los sufragios emitidos, o sea aproximadamente un seis por ciento del padrón, tenemos que sólo se pronunció por algún candidato aproximadamente el 64 por ciento, una cifra significativamente baja si se tiene en cuenta que en la Argentina hay un sistema donde el voto el presuntamente obligatorio, algo que cada vez importa menos a más.

Los pankirchneristas

Por último cabe hacer alguna apreciación respecto del pankirchnerismo, manifestaciones diversas de lo que se dio en llamar la 'transversalidad'. Una expresión que sólo funcionó en aquellos lugares donde la existencia de caciques con poder local como en Córdoba, donde Luis Juez pilotea la municipalidad de la capital, o en Santa Fe, donde los socialistas gobiernan la ciudad de Rosario desde 2000. Otro tanto sucedió en Morón, donde el intendente Martín Sabatella fue un claro vencedor con su vecinalismo. Es interesante remarcar que Sabatella, que habla a diario por teléfono con Binner, está tratando de expandir su territorio, no sólo hacia algunos municipios vecinos, sino hacia la CABA donde ha captado a algunos dirigentes del casi extinto Frente Grande (FG) de Ibarra, ahora enfrentados con éste.

De los que no tenían una posición territorial desde la que manejar un electorado el único exitoso fue el entrerriano Emilio Martínez Garbino, cabeza del Nuevo Espacio Entrerriano (NEE), ex intendente de Gualeguaychú, y ex diputado nacional, cuyo paso por el Congreso lo dejó como un hombre de una línea política clara, ligada a los mejores intereses populares, y ajeno a las tesituras de los levantamanos de brazos enyesados.

En el caso de Martínez Garbino fue clara su postura de impulsar proyectos creíbles, además de su trayectoria, y de la claridad de que no va a votar cualquier cosa que impulse el Poder Ejecutivo Nacional (PEN). Algo similar a lo de Juez quién, por ejemplo, hace poco hizo que sus dos diputados nacionales hicieran quórum y votaran a favor de la prórroga para los deudores hipotecarios.

Donde el pankirchnerismo fracasó rotundamente fue en la CABA. Todas las listas que asumieron ese rol obtuvieron cifras de votos insignificantes al no poder colgarse del candidato principal. El chachista Abel Fatala, ahora funcionario de Julio De Vido en el Ministerio de Planificación Federal, Infraestructura y Servicios, a pesar de hacer un despliegue publicitario importante tuvo un magrísimo caudal, como las diferentes listas locales.

La acumulación de listas oficialistas en Santa Fe tampoco dejó lugar al ex intendente de Rosario y ex diputado nacional Héctor Cavallero. El 'Tigre', que desde la asunción de Kirchner adoptó una postura de apoyo pleno a través del Partido del Progreso Social (PPS), que en el Congreso reflejó la diputada Paulina Fiol, quedó entrampado entre el kirchnerismo oficial de la lista pejotista y el kirchnerismo 'transversal' de la alianza socialista-radical encabezada por Binner y la presencia del ARI.

La propuesta de Cavallero, apoyado por la democracia cristiana y sectores vecinalistas, de presentarse como un gestor de obras en la CABA del gobierno provincial, a pesar de su eficiente trabajo como ex jefe comunal rosarino, no entusiasmó a los santafesinos. Algo que muestra que la viabilidad de la inserción en el pankirchnerismo pasa por tener poder territorial y por plantearse algún grado de diferenciación razonable. De todas maneras, si el PJ quiere retener la gobernación, en 2007 deberá buscar rehacer una alianza más amplia sin la cual, seguramente, dejará el camino expedito al presunto centro-izquierda socialista-radical.