VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha contin�a

Ante las elecciones sin opci�n popular del 23 de octubre, un poco de historia

Alberto J. Lapolla

�Recuerden que la historia nunca se repite exactamente igual. Lo que primero es una tragedia, vuelve a la realidad como parodia. Si alguna vez llegase a haber otro golpe, el pueblo quedar� tan derrotado que la vuelta constitucional servir� solamente para garantizar con el voto popular los intereses del imperialismo y de sus cipayos nativos�.
Juan Domingo Per�n 1974

Se fue la gente, volvi� el Pueblo

Durante la noche del 19 de diciembre de 2001, aquellos que tuvimos la suerte de marchar junto al pueblo retomando el camino de la historia popular de los argentinos, no pudimos menos que recordar otras marchas y otras peleas en esas mismas calles treinta a�os antes. Confirmando a Gramsci en el sentido de �que los pueblos marchan con toda su historia encima y suelen retomarla all� donde la dejaron�1 , el pueblo argentino recuperaba la calle, expulsaba mediante su movilizaci�n contundente a un gobierno colonial y mentiroso, que hab�a intentado abrir el camino de la represi�n para resolver el hambre de los argentinos. Hambre creado y propagado hasta el hartazgo por el gobierno del m�s infame traidor a la Patria que gobernara la naci�n en el siglo XX, entre los a�os 1989 y 1999. En dos jornadas maravillosas el Pueblo argentino recuperaba su categor�a hist�rica -negando aquello que G. Fern�ndez Meijide y dem�s te�ricos de la recolonizaci�n nacional, se�alaban en el sentido que ya no hab�a Pueblo sino gente, que la categor�a Pueblo era del pasado, porque claro, si existe el Pueblo tambi�n debe existir la oligarqu�a y eso vulnerar�a los acuerdos que dieron origen a esta democracia vigilada y colonial.
El Pueblo en la calle volteaba al inepto -y harto corrupto- habitante de la Rosada -el Opa Solemne lo llamaron acertadamente alguna vez- y recuperaba la categor�a hist�rica de la movilizaci�n popular como eje central de la construcci�n nacional de los argentinos. Desde que en 1806 el pueblo de Buenos Aires expulsara al virrey Sobremonte por cobarde -y por haber cumplido con su deber de preservar la integridad territorial del virreynato pese a la caida de Buenos Aires- el pueblo argentino y en particular el de Buenos Aires, se ha sublevado una y otra vez torciendo el rumbo de la imfamia que nos gobernara tantas veces desde el aciago derrocamiento y posterior asesinato de Moreno. Y esto no es una expresi�n de porte�ismo del que creemos carecer, sino consecuencia del brutal centralismo de nuestra naci�n, que ha producido que todo el poder se concentre alrededor de unas pocas manzanas que rodean a la Plaza de Mayo. De all� que cada vez que ese lugar concentra la rebeli�n popular, produce cambios casi inmediatos en la estructura del poder. Baste recordar que el Cordobazo tuvo la misma magnitud o tal vez mayor que la rebeli�n del 19 y 20 de diciembre, sin embargo Ongan�a cay� un a�o despu�s, ejecuci�n de Aramburu mediante. El sentido contrario puede observarse el 25 de mayo de 1810, el 26 de julio de 1890, el 17 de octubre de 1945 o en la rebeli�n del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Ser pueblo, es ser memoria La rebeli�n del 19 y 20 tambi�n retom� otra tradici�n de lucha de las masas americanas, en el sentido se�alado por Alcira Argumedo, en cuanto a que desde la conquista espa�ola y su brutal genocidio original, cada generaci�n de americanos se ha sublevado contra el poder opresor europeo y sus representantes vern�culos. Dicha marcha ascencional es particularmente notable a partir de la gran revoluci�n india del Inca T�pac Amaru y de su invicto predecesor Don Juan Santos Atahualpa2. La rebeli�n del 19 y 20 tiene el gran m�rito de sumar una nueva generaci�n a dicho derrotero de lucha, enlazada con los sobrevivientes de la generaci�n de las luchas setentistas que en conjunto llenaron la oleada de movilizaciones y asambleas populares posteriores a diciembre. Si los hijos de la Revoluci�n del 90 hicieron posible el triunfo del Peludo Yrigoyen en 1916, desarrollando la Reforma Universitaria y el gran movimiento huelgu�stico y de resistencia social de los a�os veinte.
La generaci�n de sus hijos realiz� el 17 de octubre de1945, abriendo el cauce a la revoluci�n nacional y social del peronismo. La generaci�n siguiente, enlazada con la anterior que diera forma obrera y popular al peronismo, construyeron la Resistencia a la restauraci�n olig�rquica posterior a 1955. Ellos dieron el golpe de gracia al proyecto de la Libertadora a partir del heroico Cordobazo que abriera la gran gesta revolucionaria de los a�os 70. Luego de la derrota de 1976, la mayor sufrida por las fuerzas populares desde la batalla de Pav�n, y similar en la magnitud del genocidio producido por la oligarqu�a. Tal vez m�s grave a�n por el car�cter calificado del aniquilamiento de los cuadros del movimiento popular, dirigentes sociales que empalmaban estrat�gicamemente la lucha popular desde 1945 hasta 1976. M�s del 58 % de los 30.000 desaparecidos eran dirigentes sindicales de base.
En diciembre del 2001 otra generaci�n tom� la posta de la historia, sum�ndose con sus rasgos caracter�sticos y con las formas de lucha de que dispone, as� como con sus c�digos y contenido espec�fico, tal cual pudo verse en la heroica jornada del d�a 20 de diciembre y en la batalla del Puente Pueyrred�n de junio de 2002. All� Dar�o Santill�n retom� los m�s sublime de nuestra historia, al dar su joven y hermosa vida, para intentar salvar a su compa�ero Maximiliano Kostecki, en el mejor estilo de Cabral, de Baigorria o de la heroica generaci�n del setenta. El d�a 20 en la batalla de Plaza de Mayo -y en otros lugares del pa�s ese d�a, los anteriores y los posteriores- la juventud ocupada y desocupada, dio una pelea frontal y heroica a las fuerzas represivas. Una nueva juventud fogueada en la lucha contra la polic�a del gatillo f�cil, la corrupci�n y el asesinato de j�venes y de pobres, en los estadios de f�tbol y los recitales, puso a raya a las fuerzas represivas.
Pese a su barbarie, las fuerzas policiales -con un saldo de 35 ciudadanos muertos- debieron ceder el control de la ciudad al pueblo, siendo derrotada por la acci�n heroica de j�venes -y cincuentones- que usaban piedras y motos para enfrentar a un enemigo que dispon�a de todo el arsenal de fuego. Dicha juventud retom� y reformul� la herencia de sus antecesores de los a�os 70, abriendo un nuevo per�odo hist�rico que aun transitamos, pese a que todav�a no se haya generado una nueva expresi�n pol�tica que lo contenga. Tal vez debamos volver al pensador sardo y recordar su apotegma respecto que �hay crisis, ya que muere lo viejo, pero aun no nace lo nuevo�4 . Se puede decir que hasta all� los �70 eran asignatura pendiente. A partir del 19 y 20 los �70 son ya historia. O empiezan a serlo.

La crisis est� all�


Ya en la misma noche del 19 de diciembre la multitud que march� contra la explosi�n del modelo neoliberal, mostr� se�ales de un tiempo nuevo. En realidad la crisis del capitalismo colonial argentino era de tal magnitud que se hallaban al descubierto los dos elementos principales del poder capitalista actual: la democracia burguesa, con su representaci�n destrozada al calor del �que se vayan todos� y el capital financiero desnudando la esencia expropiadora del capitalismo, robando desembozadamente los fondos a los dos tercios inferiores de la naci�n. Esta realidad expropiadora objetiva, era la base del acuerdo en la calle entre los trabajadores desocupados y las capas medias -expresadas casi deinmediato en el enorme movimiento de las asambleas populares-, alianza que desvel� al poder colonial durante casi un a�o y medio. Destruir esa alianza fue el objetivo de todos los partidos coloniales existentes. Es el objetivo principal del elenco gobernante, que ha obtenido �xitos en dicha tarea.
S�lo la inexistencia de fuerzas de recambio pol�tico no aparecidas hasta entonces, ni hasta hoy, as� como la supervivencia de una izquierda ahist�rica, permitieron que el 19 y 20 no eclosionara en un nuevo proyecto pol�tico nacional, superador de la crisis. Luis Zamora tendr� sus razones para haberse negado a jugar el rol que la historia le puso frente a s�. Sin embargo la crisis est� abierta y pese a los �xitos moment�neos del poder en comprar, encuadrar y domesticar a algunos sectores del movimiento popular, el mismo seguramente alumbrar� una nueva etapa de la marcha hist�rica de los argentinos, una vez m�s, enmarcada en el resurgimiento de la Patria Grande Americana. La fragilidad del sistema es tal que cada nuevo elemento de crisis devuelve al poder colonial a la situaci�n del 19 y 20, tal como se pudo comprobar con la crisis desatada por la masacre de Croma��n.

Piqueteros, asambleas populares y empresas recuperadas

El 19 y 20 alumbr� tres elementos que podr�an ser la punta para un nuevo movimiento popular: un potente movimiento de trabajadores desocupados; una expresi�n natural de organizaci�n pol�tica popular a trav�s de Asambleas Populares y una profundizaci�n del mecanismo de ocupaci�n y puesta en marcha por sus trabajadores de las empresas abandonadas por la burgues�a, las Empresas Recuperadas. La enorme potencialidad de dicho movimiento sumado a la posibilidad entonces, de un frente cons las izquierdas -juntos en la calle piqueteros, asambleas populares y partidos de izquierda realizaron las movilizaciones m�s numerosas y continuadas desde la traici�n menemista- y los sectores antimodelo, llen� el per�odo de movilizaci�n de masas m�s alto de estos tiempos; el comprendido entre diciembre de 2001 y mayo de 2003. La enorme potencia de esta confluencia en julio de 2002 -luego de la masacre del Puente Pueyrred�n-, oblig� a Duhalde a tener que irse seis meses antes y a abandonar la pol�tica activa. Pero el poder colonial es sabio: en el llamado a elecciones estaba el tal�n de Aquiles del movimiento popular. Ese enorme potencial de movilizaci�n y de acci�n que se expresaba en la calle, no tendr�a expresi�n pol�tica alguna. Y as� fue. El PJ volvi� al gobierno y pudo por ahora regenerar el poder colonial post Anillaco. Claro est� que con nueva forma y contenido algo difrente.
El poderoso movimiento piquetero -�nico movimiento de tal magnitud en el mundo de trabajadores desocupados- y el de las empresas recuperadas, recoge la herencia directa del mayor movimiento sindical que alumbrara Am�rica Latina durante el siglo XX: el existente en la Argentina entre 1890 y 1976. En el sentido que estamos analizando es imposible no ubicar la existencia de dicho movimiento sin considerarlo como heredero del potente y revolucionario movimiento sindical clasista y combativo de los a�os 70, que hab�a jaqueado como nunca antes al poder burgu�s existente. La estrategia del mando capitalista argentino de desindustrializar a la naci�n de manera brutal, destruyendo f�sicamente a la clase obrera, no se entiende sin esa comprensi�n. Fue el propio presidente de la UIA Elvio Coelho, ya en 1971 -es decir a dos a�os del Cordobazo y con el Viborazo aun palpitando- quien expresara blanco sobre negro a James Petras los planes que la gran burgues�a aplicar�a inexorablemente a partir de la dictadura genocida.
"A pesar de todo, no creo que ellos (los guerrilleros A.J. Lapolla) fueran el motivo central del golpe militar que se planeaba en la Argentina (el de 1976. AJL). Ya en 1971 me hab�a impresionado un di�logo que mantuve, si mal no recuerdo, con Elvio Coelho, entonces Presidente de la Uni�n Industrial Argentina (UIA). Yo le preguntaba porque no se lanzaban a la industrializaci�n como en Brasil" "- Porque los sindicatos son demasiado fuertes y eso nos llevar�a a una guerra civil- contest�. - Pero, �porqu� no lo intentan? -Porque podemos perder - dijo."5 Coelho no hac�a m�s que refirmar las palabras del hirsuto almirante Isaac Rojas quien en 1955 hab�a expresado toda la visi�n estrat�gica de la oligarqu�a nacida en la Argentina: �Para que desaparezca el peronismo, deber�n desaparecer las chimeneas.�6 Realizada la matanza otro empresario �argentino�, Don Juan Alemann rese�� en 1980 la labor realizada por los genocidas: "Con esta pol�tica (la represi�n y los 30.000 desaparecidos. AJL) buscamos debilitar el enorme poder sindical que era uno de los grandes problemas del pa�s. La Argentina ten�a un poder sindical demasiado fuerte, frente al cual era imposible el florecimiento de cualquier partido pol�tico, porque todo el poder lo ten�an ellos. (...) Hemos debilitado el poder sindical y esta es la base para cualquier salida pol�tica en la Argentina."7
Es imposible pensar a la Argentina de hoy despu�s de la destrucci�n de la naci�n industrial, tecnol�gica y cient�fica sin considerar estos planes del estado mayor capitalista. Desde all� debe verse al movimiento piquetero -y a las empresas recuperadas por sus trabajadores- como el heredero de dicha clase obrera destruida en su esencia principal, el trabajo y la solidaridad natural del empleo com�n. No otro es el significado de la despedida del Ingeniero A. Alsogaray, quien se�al� antes de morir: �He cumplido mi misi�n. Hemos logrado que el pa�s retornara al 3 de junio de 1943.� 8 El Capit�n Ingeniero estaba en locierto: en 1976 la naci�n pose�a seis millones de trabajadores industriales sindicalizados con pleno empleo; en el 2001 la cifra de trabajadores industriales se hab�a reducido a menos de un mill�n.

El hambre como disciplinador social


Debe se�alarse sin embargo, la enorme dificultad que entra�a para los trabajadores desocupados, el que su lucha se de hoy por fuera de los marcos del empleo, el sindicato, la f�brica, la empresa. Carente del n�cleo de cohesi�n que brinda el empleo y el trabajo, el camino es mucho m�s arduo y espinoso, debiendo no pocas veces recomenzar su construcci�n. El poder colonial juega a ello combinando el clientelismo, la cooptaci�n, la d�diva y la represi�n, ejercidos sobre la base objetiva del hambre del pueblo. Hay ya sectores del conurbano bonaerense -el coraz�n del proyecto de destrucci�n de la clase obrera y de la pol�tica de devastaci�n social de la naci�n- con dos generaciones crecidas fuera del empleo, la educaci�n regular, el servicio militar y la comida en el hogar. El hecho de que la conducci�n sindical se encuentre en gran parte en manos de c�mplices de la destrucci�n de la naci�n y de su propia clase, y no asuma la representaci�n de los trabajadores desocupados, disminuye la potencialidad pol�tica del movimiento y le impide cohesionar a otros sectores sociales como ocurriera en los �70 con la CGTA y el movimiento sindical combativo.
El nuevo capitalismo post URSS, basa su poder en el hambre y el desempleo masivo. Es esta la base de dominaci�n del poder colonial actual. Sin embargo es al mismo tiempo su punto de mayor debilidad, dada la brutal contradicci�n que derrama sobre la sociedad, tal como lo demostrara la gran rebeli�n popular de diciembre. La base real del capitalismo colonial argentino impide la consolidaci�n del modelo vigente desde 1989, por el contrario coagula a los dos tercios de la sociedad contra la c�pula social. C�pula excluida por s� misma en countries, barrios privados, plazas enrejadas y restaurantes que impiden el ingreso de los pobres. Ya en el 2001 la transferencia del 80% m�s pobre de la sociedad al 20% m�s rico, era de 27.4 mil millones de d�lares anuales entre 1989 y 2001. Es decir de 274 mil millones de d�lares en diez a�os. 9 Hoy las cifras son aun mayores, pese a los intentos desesperados del ministro Lavagna por ocultarlos: el INDEC se�al� en estos d�as que la grieta entre el 20% m�s pobre y el 20% m�s rico de la sociedad se profundiz� aun m�s durante el segundo semestre de 2004, ya que la brecha pas� de 13,3 a 14,3 veces. Al mismo tiempo el 10% m�s pobre pas� de recibir el 1.4% del PBI al 1.3% del mismo.10
Para mayor desesperaci�n del gobierno, dado el proyecto estrat�gico burgu�s �argentino� a que hacemos referencia empe�ado en mantener un nivel salarial que apenas cubre el 60% del costo de la canasta familiar, cada empleo que se crea, crea un nuevo pobre. Si a esto se suma que la propagaci�n del monocultivo de soja transg�nica forrajera destruye cuatro de cada cinco empleos en el campo11 , y el 49.6% de toda la tierra del pa�s (es decir la mitad de la teirra cultivable) est� en manos de 6900 empresas-familias14 , la situaci�n del empleo y la distribuci�n es estructuralmente insoluble para este modelo. Es decir el modelo no permite la pol�tica plesbicitaria que el gobierno pretende, de all� la necesidad de los acuerdos medi�ticos con Haddad, Blumberg, Monetta, Tinelli, �vila y dem�s envenenadores de la conciencia colectiva. Por el desarrollo natural de las cosas el modelo regenerar�a otro 19 y 20, aun mayor probablemente. De all� que el poder trate de aislar lo m�s posible a los pobres excluidos, de los pobres medios. Pero la realidad y el pueblo dir�n lo suyo. No hay que olvidar que una de las ense�anzas de diciembre fue que la realidad social pudo m�s que el sojuzgamiento de la mentira medi�tica a repetici�n. Pese a su retroceso y dispersi�n actual el movimiento piquetero mostr� tambi�n una madurez superadora respecto de los a�os 70. Si la brutal provocaci�n del duhaldo-felipismo en el Puente Pueyrred�n se hubiera realizado antes de 1976, es muy probable que la cifra de muertos hubiese sido mucho mayor. Es evidente que el movimiento popular ha aprendido sobre el uso muchas veces desmedido, de la violencia en la epopeya de los �70.

�En busca de los obreros de san Petersburgo�

12
El otro gran elemento surgido de la rebeli�n lo conformaron las asambleas populares que afloraron naturalmente en los 18 meses que siguieron a la crisis de diciembre y aun continuan su marcha. Para desgracia de nuestro pueblo que hab�a hecho le esencial, es decir, salir a la calle, enfrentar a la represi�n y voltear al gobierno infame, la otra parte, la conducci�n pol�tica necesaria para crear un nuevo proceso pol�tico, no exist�a. Era un conjuto vac�o. Fue all� donde se mostr� el car�cter verdaderamente infantil de la �izquierda� existente en nuestro pa�s. Su papel en la crisis consisti� en �aparetaear� y destruir los elementos de poder popular que hab�an brotado espont�neamente en las masas. No eran formas del �poder sovi�tico� lo que se discut�a en las asambleas de ciudadanos que se propagaron como hongos por la Ciudad y el conurbano. No era el tr�nsito de 1905 a 1917 en la Rusia revolucionaria, como los militanes de los partidos de izquierda expresaban ante at�nitos ciudadanos.
Era una vez m�s el viejo democratismo popular criollo caracter�stico y fundante de Nuestra Am�rica. As� fue despu�s de las invasiones inglesas, as� fue en Mayo de 1810, esas eran las pr�cticas de Artigas, de Castelli, de Monteagudo, de Moreno, de Dorrego, de Belgrano, de Guemes, de San Martin, de Zapata, de Villa, de Sandino. Eso es el zapatismo. Lo que ocurr�a en las calles era la herencia de Artigas cuando exclamaba �mi poder emana de ustedes y cesa ante vuestra presencia� o cuando enunciara el viejo apotegma federal, democr�tico y republicano retomado luego por Felipe Varela: �naides es m�s que naides�. Era la herencia de San Mart�n cuando es designado jefe del ejercito continental por una asamblea de oficiales americanos en Rancagua y convoca a luchar por �ser libres� porque �lo dem�s no importa nada� a sus �compa�eros del Ejercito de los Andes�13 . Fue Rodolfo Terragno quien entendi� la magnitud de la crisis: el pueblo ha abolido de hecho el art�culo 22 de la constituci�n nacional, se�al�, advirtiendo a sus compa�eros el tama�o de la rebeli�n. Pero claro, como se�alara Rodolfo Walsh nuestra izquierda conoce muy bien como Lenin y Trotzky tomaron el Palacio de Invierno, pero desconoce como Mart�n Rodr�guez y Rosas se hicieron del poder en 1820.
Teniendo en cuenta que la Nueva Izquierda surgida en los setenta en sus dos vertientes, el Peronismo Revolucionario y la Izquierda Revolucionaria Guevarista, fuera destruida por la dictadura, la izquierda remanente que sobrevivi� es la que ya ten�a fuertes limitaciones de comprensi�n pol�tica entonces. Esa izquierda f�sil es la que debi� salir al encuentro de la crisis de diciembre y ayudar a alumbrar un nuevo momento hist�rico. Por supuesto, no estaba en condiciones siquiera de llamar a la partera. La realidad mostr� que la izquierda existente estaba tan muerta como el resto del sistema pol�tico colonial existente, solo que no lo sab�a. En lugar de buscar los caminos de unidad propia para generar una fuerza pol�tica capaz de profundizar lo espont�neo, se dedic� a destruir lo espont�neo y mirarse el ombligo. Frente a lo espont�neo radica la mayor debilidad de la izquierda, tal cual nos estallara en las manos en los �70. Cuando ocurriera el Cordobazo sin �ninguna organizaci�n revolucionaria detr�s� -como si semejante movimiento sindical de la clase obrera no fuese una formidable construcci�n social de los trabajadores- muchos dirigentes revolucionarios de entonces se dijeron que eso no pod�a ser, que hab�a que organizar y controlar lo espont�neo.
All� se profundizar�a la leninizaci�n colectiva y coercitiva del proceso pol�tico de los �70. Tal vez su m�xima expresi�n lo constituir� la leninizaci�n de prepo de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) -que no eran leninistas- conocido como Proceso de Homogenizaci�n Pol�tica Compulsiva. Puede pensarse que en los tiempos de la expansi�n de la revoluci�n cubana, de Viet Nam, de la China socialista y de la existencia de la URSS pod�a darse aun cr�dito al leninismo como teor�a revolucionaria. Hacer lo mismo en el hoy, es ignorar nada menos que el colapso de la URSS, la trasnformaci�n capitalista de China y la desaparici�n del socialismo polic�aco europeo por la movilizaci�n de sus pueblos. La realidad de la Argentina de diciembre deb�a ser metida de prepo en las p�ginas del �Qu� hacer? o del Estado y la Revoluci�n, y no en el pensamiento de Artigas, de Castelli, de Moreno, de Alem, de Per�n, de Evita. Era mejor seguir buscando �a los obreros de San Petersburgo�, en la Argentina que aceptar al pueblo tal cual es.

Otra hora de la Patria Grande


El 19 y 20 fue tambi�n la expresi�n argentina de la ola de rebeli�n antiliberal que viene recorriendo Am�rica Latina desde el alzamiento zapatista. A partir de all� Am�rica Latina ha retomado su l�nea de confrontaci�n con el imperialismo, en particular desde el afianzamiento de la gran Revoluci�n Bolivariana de Venezuela comandada por el compa�ero Hugo Ch�vez. El hecho de la reivindicaci�n Bolivariana de Ch�vez y su revoluci�n, posee el aditamento de que desde el vamos retoma la revoluci�n continental de la Patria Grande como proyecto estrat�gico continental, el camino fundante de la revoluci�n latinoamericana desde los tiempos de la guerra de la Independencia. La Revoluci�n Bolivariana ha consolidado la posiblidad de transitar otro camino en Am�rica Latina, como herencia inconclusa de la derrota de la lucha continental de los �70, sacando ense�anzas de las derrotas de las revoluciones chilena y sandinista, reformulando la propia Revoluci�n cubana en un nuevo socialismo.
La rebeli�n de los pueblos mayoritariamente ind�genas de M�xico, Bolivia, Ecuador y Per� profundiza la dimensi�n hist�rica y �pica de la etapa que transitamos, que contin�a pero profundiza la lucha continental de los a�os 70, abierta por la revoluci�n peronista y profundizada por la cubana. El 19 y 20 de diciembre de 2001 se puede constituir en un punto de partida de un nuevo movimiento popular argentino, que se enmarca en la nueva hora continental, ayudando a concluir la tarea de la emancipaci�n nacional y social del pueblo argentino y americano.

Notas

1 Gramsci Antonio. Gramsci dans le texte. Par�s 1985
2 Argumedo Alcira, Los Silencios y las voces en Am�rica Latina. Colihue.1999
4 Gramsci Antonio, opus cit.
5 Seoane Mar�a. Todo o Nada. Planeta, 1991.
6 La Naci�n, Octubre, 1955.
7 Andersen Martin, Dossier Secrteto. Planeta. 2001
8 Clar�n abril-2004
9 L�pez Artemio, Clar�n 30-01-02
10 Argenpress 05-07-05
11 Botta G., y Selis D. UNLP. 2003
14 Censo Nacional Agropecuario 2002.
12 Duhalde Eduardo Luis, Revista Crisis segunda �poca
13 San Mart�n Jos�, Orden General del 27 de julio de 1819  


������