Argentina: La lucha contin�a
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Ante las elecciones sin opci�n popular del 23 de octubre, un poco de historia
Alberto J. Lapolla
�Recuerden que la historia nunca se repite exactamente igual. Lo que primero
es una tragedia, vuelve a la realidad como parodia. Si alguna vez llegase a
haber otro golpe, el pueblo quedar� tan derrotado que la vuelta constitucional
servir� solamente para garantizar con el voto popular los intereses del
imperialismo y de sus cipayos nativos�.
Juan Domingo Per�n 1974
Se fue la gente, volvi� el Pueblo
Durante la noche del 19 de diciembre de 2001, aquellos que tuvimos la suerte de
marchar junto al pueblo retomando el camino de la historia popular de los
argentinos, no pudimos menos que recordar otras marchas y otras peleas en esas
mismas calles treinta a�os antes. Confirmando a Gramsci en el sentido de �que
los pueblos marchan con toda su historia encima y suelen retomarla all� donde la
dejaron�1 , el pueblo argentino recuperaba la calle, expulsaba mediante su
movilizaci�n contundente a un gobierno colonial y mentiroso, que hab�a intentado
abrir el camino de la represi�n para resolver el hambre de los argentinos.
Hambre creado y propagado hasta el hartazgo por el gobierno del m�s infame
traidor a la Patria que gobernara la naci�n en el siglo XX, entre los a�os 1989
y 1999. En dos jornadas maravillosas el Pueblo argentino recuperaba su categor�a
hist�rica -negando aquello que G. Fern�ndez Meijide y dem�s te�ricos de la
recolonizaci�n nacional, se�alaban en el sentido que ya no hab�a Pueblo sino
gente, que la categor�a Pueblo era del pasado, porque claro, si existe el Pueblo
tambi�n debe existir la oligarqu�a y eso vulnerar�a los acuerdos que dieron
origen a esta democracia vigilada y colonial.
El Pueblo en la calle volteaba al inepto -y harto corrupto- habitante de la
Rosada -el Opa Solemne lo llamaron acertadamente alguna vez- y recuperaba la
categor�a hist�rica de la movilizaci�n popular como eje central de la
construcci�n nacional de los argentinos. Desde que en 1806 el pueblo de Buenos
Aires expulsara al virrey Sobremonte por cobarde -y por haber cumplido con su
deber de preservar la integridad territorial del virreynato pese a la caida de
Buenos Aires- el pueblo argentino y en particular el de Buenos Aires, se ha
sublevado una y otra vez torciendo el rumbo de la imfamia que nos gobernara
tantas veces desde el aciago derrocamiento y posterior asesinato de Moreno. Y
esto no es una expresi�n de porte�ismo del que creemos carecer, sino
consecuencia del brutal centralismo de nuestra naci�n, que ha producido que todo
el poder se concentre alrededor de unas pocas manzanas que rodean a la Plaza de
Mayo. De all� que cada vez que ese lugar concentra la rebeli�n popular, produce
cambios casi inmediatos en la estructura del poder. Baste recordar que el
Cordobazo tuvo la misma magnitud o tal vez mayor que la rebeli�n del 19 y 20 de
diciembre, sin embargo Ongan�a cay� un a�o despu�s, ejecuci�n de Aramburu
mediante. El sentido contrario puede observarse el 25 de mayo de 1810, el 26 de
julio de 1890, el 17 de octubre de 1945 o en la rebeli�n del 19 y 20 de
diciembre de 2001.
Ser pueblo, es ser memoria La rebeli�n del 19 y 20 tambi�n retom� otra tradici�n
de lucha de las masas americanas, en el sentido se�alado por Alcira Argumedo, en
cuanto a que desde la conquista espa�ola y su brutal genocidio original, cada
generaci�n de americanos se ha sublevado contra el poder opresor europeo y sus
representantes vern�culos. Dicha marcha ascencional es particularmente notable a
partir de la gran revoluci�n india del Inca T�pac Amaru y de su invicto
predecesor Don Juan Santos Atahualpa2. La rebeli�n del 19 y 20 tiene el gran
m�rito de sumar una nueva generaci�n a dicho derrotero de lucha, enlazada con
los sobrevivientes de la generaci�n de las luchas setentistas que en conjunto
llenaron la oleada de movilizaciones y asambleas populares posteriores a
diciembre. Si los hijos de la Revoluci�n del 90 hicieron posible el triunfo del
Peludo Yrigoyen en 1916, desarrollando la Reforma Universitaria y el gran
movimiento huelgu�stico y de resistencia social de los a�os veinte.
La generaci�n de sus hijos realiz� el 17 de octubre de1945, abriendo el cauce a
la revoluci�n nacional y social del peronismo. La generaci�n siguiente, enlazada
con la anterior que diera forma obrera y popular al peronismo, construyeron la
Resistencia a la restauraci�n olig�rquica posterior a 1955. Ellos dieron el
golpe de gracia al proyecto de la Libertadora a partir del heroico Cordobazo que
abriera la gran gesta revolucionaria de los a�os 70. Luego de la derrota de
1976, la mayor sufrida por las fuerzas populares desde la batalla de Pav�n, y
similar en la magnitud del genocidio producido por la oligarqu�a. Tal vez m�s
grave a�n por el car�cter calificado del aniquilamiento de los cuadros del
movimiento popular, dirigentes sociales que empalmaban estrat�gicamemente la
lucha popular desde 1945 hasta 1976. M�s del 58 % de los 30.000 desaparecidos
eran dirigentes sindicales de base.
En diciembre del 2001 otra generaci�n tom� la posta de la historia, sum�ndose
con sus rasgos caracter�sticos y con las formas de lucha de que dispone, as�
como con sus c�digos y contenido espec�fico, tal cual pudo verse en la heroica
jornada del d�a 20 de diciembre y en la batalla del Puente Pueyrred�n de junio
de 2002. All� Dar�o Santill�n retom� los m�s sublime de nuestra historia, al dar
su joven y hermosa vida, para intentar salvar a su compa�ero Maximiliano
Kostecki, en el mejor estilo de Cabral, de Baigorria o de la heroica generaci�n
del setenta. El d�a 20 en la batalla de Plaza de Mayo -y en otros lugares del
pa�s ese d�a, los anteriores y los posteriores- la juventud ocupada y
desocupada, dio una pelea frontal y heroica a las fuerzas represivas. Una nueva
juventud fogueada en la lucha contra la polic�a del gatillo f�cil, la corrupci�n
y el asesinato de j�venes y de pobres, en los estadios de f�tbol y los
recitales, puso a raya a las fuerzas represivas.
Pese a su barbarie, las fuerzas policiales -con un saldo de 35 ciudadanos
muertos- debieron ceder el control de la ciudad al pueblo, siendo derrotada por
la acci�n heroica de j�venes -y cincuentones- que usaban piedras y motos para
enfrentar a un enemigo que dispon�a de todo el arsenal de fuego. Dicha juventud
retom� y reformul� la herencia de sus antecesores de los a�os 70, abriendo un
nuevo per�odo hist�rico que aun transitamos, pese a que todav�a no se haya
generado una nueva expresi�n pol�tica que lo contenga. Tal vez debamos volver al
pensador sardo y recordar su apotegma respecto que �hay crisis, ya que muere lo
viejo, pero aun no nace lo nuevo�4 . Se puede decir que hasta all� los �70 eran
asignatura pendiente. A partir del 19 y 20 los �70 son ya historia. O empiezan a
serlo.
La crisis est� all�
Ya en la misma noche del 19 de diciembre la multitud que march� contra la
explosi�n del modelo neoliberal, mostr� se�ales de un tiempo nuevo. En realidad
la crisis del capitalismo colonial argentino era de tal magnitud que se hallaban
al descubierto los dos elementos principales del poder capitalista actual: la
democracia burguesa, con su representaci�n destrozada al calor del �que se vayan
todos� y el capital financiero desnudando la esencia expropiadora del
capitalismo, robando desembozadamente los fondos a los dos tercios inferiores de
la naci�n. Esta realidad expropiadora objetiva, era la base del acuerdo en la
calle entre los trabajadores desocupados y las capas medias -expresadas casi
deinmediato en el enorme movimiento de las asambleas populares-, alianza que
desvel� al poder colonial durante casi un a�o y medio. Destruir esa alianza fue
el objetivo de todos los partidos coloniales existentes. Es el objetivo
principal del elenco gobernante, que ha obtenido �xitos en dicha tarea.
S�lo la inexistencia de fuerzas de recambio pol�tico no aparecidas hasta
entonces, ni hasta hoy, as� como la supervivencia de una izquierda ahist�rica,
permitieron que el 19 y 20 no eclosionara en un nuevo proyecto pol�tico
nacional, superador de la crisis. Luis Zamora tendr� sus razones para haberse
negado a jugar el rol que la historia le puso frente a s�. Sin embargo la crisis
est� abierta y pese a los �xitos moment�neos del poder en comprar, encuadrar y
domesticar a algunos sectores del movimiento popular, el mismo seguramente
alumbrar� una nueva etapa de la marcha hist�rica de los argentinos, una vez m�s,
enmarcada en el resurgimiento de la Patria Grande Americana. La fragilidad del
sistema es tal que cada nuevo elemento de crisis devuelve al poder colonial a la
situaci�n del 19 y 20, tal como se pudo comprobar con la crisis desatada por la
masacre de Croma��n.
Piqueteros, asambleas populares y empresas recuperadas
El 19 y 20 alumbr� tres elementos que podr�an ser la punta para un nuevo
movimiento popular: un potente movimiento de trabajadores desocupados; una
expresi�n natural de organizaci�n pol�tica popular a trav�s de Asambleas
Populares y una profundizaci�n del mecanismo de ocupaci�n y puesta en marcha por
sus trabajadores de las empresas abandonadas por la burgues�a, las Empresas
Recuperadas. La enorme potencialidad de dicho movimiento sumado a la posibilidad
entonces, de un frente cons las izquierdas -juntos en la calle piqueteros,
asambleas populares y partidos de izquierda realizaron las movilizaciones m�s
numerosas y continuadas desde la traici�n menemista- y los sectores antimodelo,
llen� el per�odo de movilizaci�n de masas m�s alto de estos tiempos; el
comprendido entre diciembre de 2001 y mayo de 2003. La enorme potencia de esta
confluencia en julio de 2002 -luego de la masacre del Puente Pueyrred�n-, oblig�
a Duhalde a tener que irse seis meses antes y a abandonar la pol�tica activa.
Pero el poder colonial es sabio: en el llamado a elecciones estaba el tal�n de
Aquiles del movimiento popular. Ese enorme potencial de movilizaci�n y de acci�n
que se expresaba en la calle, no tendr�a expresi�n pol�tica alguna. Y as� fue.
El PJ volvi� al gobierno y pudo por ahora regenerar el poder colonial post
Anillaco. Claro est� que con nueva forma y contenido algo difrente.
El poderoso movimiento piquetero -�nico movimiento de tal magnitud en el mundo
de trabajadores desocupados- y el de las empresas recuperadas, recoge la
herencia directa del mayor movimiento sindical que alumbrara Am�rica Latina
durante el siglo XX: el existente en la Argentina entre 1890 y 1976. En el
sentido que estamos analizando es imposible no ubicar la existencia de dicho
movimiento sin considerarlo como heredero del potente y revolucionario
movimiento sindical clasista y combativo de los a�os 70, que hab�a jaqueado como
nunca antes al poder burgu�s existente. La estrategia del mando capitalista
argentino de desindustrializar a la naci�n de manera brutal, destruyendo
f�sicamente a la clase obrera, no se entiende sin esa comprensi�n. Fue el propio
presidente de la UIA Elvio Coelho, ya en 1971 -es decir a dos a�os del Cordobazo
y con el Viborazo aun palpitando- quien expresara blanco sobre negro a James
Petras los planes que la gran burgues�a aplicar�a inexorablemente a partir de la
dictadura genocida.
"A pesar de todo, no creo que ellos (los guerrilleros A.J. Lapolla) fueran el
motivo central del golpe militar que se planeaba en la Argentina (el de 1976.
AJL). Ya en 1971 me hab�a impresionado un di�logo que mantuve, si mal no
recuerdo, con Elvio Coelho, entonces Presidente de la Uni�n Industrial Argentina
(UIA). Yo le preguntaba porque no se lanzaban a la industrializaci�n como en
Brasil" "- Porque los sindicatos son demasiado fuertes y eso nos llevar�a a una
guerra civil- contest�. - Pero, �porqu� no lo intentan? -Porque podemos perder -
dijo."5 Coelho no hac�a m�s que refirmar las palabras del hirsuto almirante
Isaac Rojas quien en 1955 hab�a expresado toda la visi�n estrat�gica de la
oligarqu�a nacida en la Argentina: �Para que desaparezca el peronismo, deber�n
desaparecer las chimeneas.�6 Realizada la matanza otro empresario �argentino�,
Don Juan Alemann rese�� en 1980 la labor realizada por los genocidas: "Con esta
pol�tica (la represi�n y los 30.000 desaparecidos. AJL) buscamos debilitar el
enorme poder sindical que era uno de los grandes problemas del pa�s. La
Argentina ten�a un poder sindical demasiado fuerte, frente al cual era imposible
el florecimiento de cualquier partido pol�tico, porque todo el poder lo ten�an
ellos. (...) Hemos debilitado el poder sindical y esta es la base para cualquier
salida pol�tica en la Argentina."7
Es imposible pensar a la Argentina de hoy despu�s de la destrucci�n de la naci�n
industrial, tecnol�gica y cient�fica sin considerar estos planes del estado
mayor capitalista. Desde all� debe verse al movimiento piquetero -y a las
empresas recuperadas por sus trabajadores- como el heredero de dicha clase
obrera destruida en su esencia principal, el trabajo y la solidaridad natural
del empleo com�n. No otro es el significado de la despedida del Ingeniero A.
Alsogaray, quien se�al� antes de morir: �He cumplido mi misi�n. Hemos logrado
que el pa�s retornara al 3 de junio de 1943.� 8 El Capit�n Ingeniero estaba en
locierto: en 1976 la naci�n pose�a seis millones de trabajadores industriales
sindicalizados con pleno empleo; en el 2001 la cifra de trabajadores
industriales se hab�a reducido a menos de un mill�n.
El hambre como disciplinador social
Debe se�alarse sin embargo, la enorme dificultad que entra�a para los
trabajadores desocupados, el que su lucha se de hoy por fuera de los marcos del
empleo, el sindicato, la f�brica, la empresa. Carente del n�cleo de cohesi�n que
brinda el empleo y el trabajo, el camino es mucho m�s arduo y espinoso, debiendo
no pocas veces recomenzar su construcci�n. El poder colonial juega a ello
combinando el clientelismo, la cooptaci�n, la d�diva y la represi�n, ejercidos
sobre la base objetiva del hambre del pueblo. Hay ya sectores del conurbano
bonaerense -el coraz�n del proyecto de destrucci�n de la clase obrera y de la
pol�tica de devastaci�n social de la naci�n- con dos generaciones crecidas fuera
del empleo, la educaci�n regular, el servicio militar y la comida en el hogar.
El hecho de que la conducci�n sindical se encuentre en gran parte en manos de
c�mplices de la destrucci�n de la naci�n y de su propia clase, y no asuma la
representaci�n de los trabajadores desocupados, disminuye la potencialidad
pol�tica del movimiento y le impide cohesionar a otros sectores sociales como
ocurriera en los �70 con la CGTA y el movimiento sindical combativo.
El nuevo capitalismo post URSS, basa su poder en el hambre y el desempleo
masivo. Es esta la base de dominaci�n del poder colonial actual. Sin embargo es
al mismo tiempo su punto de mayor debilidad, dada la brutal contradicci�n que
derrama sobre la sociedad, tal como lo demostrara la gran rebeli�n popular de
diciembre. La base real del capitalismo colonial argentino impide la
consolidaci�n del modelo vigente desde 1989, por el contrario coagula a los dos
tercios de la sociedad contra la c�pula social. C�pula excluida por s� misma en
countries, barrios privados, plazas enrejadas y restaurantes que impiden el
ingreso de los pobres. Ya en el 2001 la transferencia del 80% m�s pobre de la
sociedad al 20% m�s rico, era de 27.4 mil millones de d�lares anuales entre 1989
y 2001. Es decir de 274 mil millones de d�lares en diez a�os. 9 Hoy las cifras
son aun mayores, pese a los intentos desesperados del ministro Lavagna por
ocultarlos: el INDEC se�al� en estos d�as que la grieta entre el 20% m�s pobre y
el 20% m�s rico de la sociedad se profundiz� aun m�s durante el segundo semestre
de 2004, ya que la brecha pas� de 13,3 a 14,3 veces. Al mismo tiempo el 10% m�s
pobre pas� de recibir el 1.4% del PBI al 1.3% del mismo.10
Para mayor desesperaci�n del gobierno, dado el proyecto estrat�gico burgu�s
�argentino� a que hacemos referencia empe�ado en mantener un nivel salarial que
apenas cubre el 60% del costo de la canasta familiar, cada empleo que se crea,
crea un nuevo pobre. Si a esto se suma que la propagaci�n del monocultivo de
soja transg�nica forrajera destruye cuatro de cada cinco empleos en el campo11 ,
y el 49.6% de toda la tierra del pa�s (es decir la mitad de la teirra
cultivable) est� en manos de 6900 empresas-familias14 , la situaci�n del empleo
y la distribuci�n es estructuralmente insoluble para este modelo. Es decir el
modelo no permite la pol�tica plesbicitaria que el gobierno pretende, de all� la
necesidad de los acuerdos medi�ticos con Haddad, Blumberg, Monetta, Tinelli,
�vila y dem�s envenenadores de la conciencia colectiva. Por el desarrollo
natural de las cosas el modelo regenerar�a otro 19 y 20, aun mayor
probablemente. De all� que el poder trate de aislar lo m�s posible a los pobres
excluidos, de los pobres medios. Pero la realidad y el pueblo dir�n lo suyo. No
hay que olvidar que una de las ense�anzas de diciembre fue que la realidad
social pudo m�s que el sojuzgamiento de la mentira medi�tica a repetici�n. Pese
a su retroceso y dispersi�n actual el movimiento piquetero mostr� tambi�n una
madurez superadora respecto de los a�os 70. Si la brutal provocaci�n del duhaldo-felipismo
en el Puente Pueyrred�n se hubiera realizado antes de 1976, es muy probable que
la cifra de muertos hubiese sido mucho mayor. Es evidente que el movimiento
popular ha aprendido sobre el uso muchas veces desmedido, de la violencia en la
epopeya de los �70.
�En busca de los obreros de san Petersburgo�
12
El otro gran elemento surgido de la rebeli�n lo conformaron las asambleas
populares que afloraron naturalmente en los 18 meses que siguieron a la crisis
de diciembre y aun continuan su marcha. Para desgracia de nuestro pueblo que
hab�a hecho le esencial, es decir, salir a la calle, enfrentar a la represi�n y
voltear al gobierno infame, la otra parte, la conducci�n pol�tica necesaria para
crear un nuevo proceso pol�tico, no exist�a. Era un conjuto vac�o. Fue all�
donde se mostr� el car�cter verdaderamente infantil de la �izquierda� existente
en nuestro pa�s. Su papel en la crisis consisti� en �aparetaear� y destruir los
elementos de poder popular que hab�an brotado espont�neamente en las masas. No
eran formas del �poder sovi�tico� lo que se discut�a en las asambleas de
ciudadanos que se propagaron como hongos por la Ciudad y el conurbano. No era el
tr�nsito de 1905 a 1917 en la Rusia revolucionaria, como los militanes de los
partidos de izquierda expresaban ante at�nitos ciudadanos.
Era una vez m�s el viejo democratismo popular criollo caracter�stico y fundante
de Nuestra Am�rica. As� fue despu�s de las invasiones inglesas, as� fue en Mayo
de 1810, esas eran las pr�cticas de Artigas, de Castelli, de Monteagudo, de
Moreno, de Dorrego, de Belgrano, de Guemes, de San Martin, de Zapata, de Villa,
de Sandino. Eso es el zapatismo. Lo que ocurr�a en las calles era la herencia de
Artigas cuando exclamaba �mi poder emana de ustedes y cesa ante vuestra
presencia� o cuando enunciara el viejo apotegma federal, democr�tico y
republicano retomado luego por Felipe Varela: �naides es m�s que naides�. Era la
herencia de San Mart�n cuando es designado jefe del ejercito continental por una
asamblea de oficiales americanos en Rancagua y convoca a luchar por �ser libres�
porque �lo dem�s no importa nada� a sus �compa�eros del Ejercito de los Andes�13
. Fue Rodolfo Terragno quien entendi� la magnitud de la crisis: el pueblo ha
abolido de hecho el art�culo 22 de la constituci�n nacional, se�al�, advirtiendo
a sus compa�eros el tama�o de la rebeli�n. Pero claro, como se�alara Rodolfo
Walsh nuestra izquierda conoce muy bien como Lenin y Trotzky tomaron el Palacio
de Invierno, pero desconoce como Mart�n Rodr�guez y Rosas se hicieron del poder
en 1820.
Teniendo en cuenta que la Nueva Izquierda surgida en los setenta en sus dos
vertientes, el Peronismo Revolucionario y la Izquierda Revolucionaria Guevarista,
fuera destruida por la dictadura, la izquierda remanente que sobrevivi� es la
que ya ten�a fuertes limitaciones de comprensi�n pol�tica entonces. Esa
izquierda f�sil es la que debi� salir al encuentro de la crisis de diciembre y
ayudar a alumbrar un nuevo momento hist�rico. Por supuesto, no estaba en
condiciones siquiera de llamar a la partera. La realidad mostr� que la izquierda
existente estaba tan muerta como el resto del sistema pol�tico colonial
existente, solo que no lo sab�a. En lugar de buscar los caminos de unidad propia
para generar una fuerza pol�tica capaz de profundizar lo espont�neo, se dedic� a
destruir lo espont�neo y mirarse el ombligo. Frente a lo espont�neo radica la
mayor debilidad de la izquierda, tal cual nos estallara en las manos en los �70.
Cuando ocurriera el Cordobazo sin �ninguna organizaci�n revolucionaria detr�s�
-como si semejante movimiento sindical de la clase obrera no fuese una
formidable construcci�n social de los trabajadores- muchos dirigentes
revolucionarios de entonces se dijeron que eso no pod�a ser, que hab�a que
organizar y controlar lo espont�neo.
All� se profundizar�a la leninizaci�n colectiva y coercitiva del proceso
pol�tico de los �70. Tal vez su m�xima expresi�n lo constituir� la leninizaci�n
de prepo de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) -que no eran leninistas-
conocido como Proceso de Homogenizaci�n Pol�tica Compulsiva. Puede pensarse que
en los tiempos de la expansi�n de la revoluci�n cubana, de Viet Nam, de la China
socialista y de la existencia de la URSS pod�a darse aun cr�dito al leninismo
como teor�a revolucionaria. Hacer lo mismo en el hoy, es ignorar nada menos que
el colapso de la URSS, la trasnformaci�n capitalista de China y la desaparici�n
del socialismo polic�aco europeo por la movilizaci�n de sus pueblos. La realidad
de la Argentina de diciembre deb�a ser metida de prepo en las p�ginas del �Qu�
hacer? o del Estado y la Revoluci�n, y no en el pensamiento de Artigas, de
Castelli, de Moreno, de Alem, de Per�n, de Evita. Era mejor seguir buscando �a
los obreros de San Petersburgo�, en la Argentina que aceptar al pueblo tal cual
es.
Otra hora de la Patria Grande
El 19 y 20 fue tambi�n la expresi�n argentina de la ola de rebeli�n antiliberal
que viene recorriendo Am�rica Latina desde el alzamiento zapatista. A partir de
all� Am�rica Latina ha retomado su l�nea de confrontaci�n con el imperialismo,
en particular desde el afianzamiento de la gran Revoluci�n Bolivariana de
Venezuela comandada por el compa�ero Hugo Ch�vez. El hecho de la reivindicaci�n
Bolivariana de Ch�vez y su revoluci�n, posee el aditamento de que desde el vamos
retoma la revoluci�n continental de la Patria Grande como proyecto estrat�gico
continental, el camino fundante de la revoluci�n latinoamericana desde los
tiempos de la guerra de la Independencia. La Revoluci�n Bolivariana ha
consolidado la posiblidad de transitar otro camino en Am�rica Latina, como
herencia inconclusa de la derrota de la lucha continental de los �70, sacando
ense�anzas de las derrotas de las revoluciones chilena y sandinista,
reformulando la propia Revoluci�n cubana en un nuevo socialismo.
La rebeli�n de los pueblos mayoritariamente ind�genas de M�xico, Bolivia,
Ecuador y Per� profundiza la dimensi�n hist�rica y �pica de la etapa que
transitamos, que contin�a pero profundiza la lucha continental de los a�os 70,
abierta por la revoluci�n peronista y profundizada por la cubana. El 19 y 20 de
diciembre de 2001 se puede constituir en un punto de partida de un nuevo
movimiento popular argentino, que se enmarca en la nueva hora continental,
ayudando a concluir la tarea de la emancipaci�n nacional y social del pueblo
argentino y americano.
Notas
1 Gramsci Antonio. Gramsci dans le texte. Par�s 1985
2 Argumedo Alcira, Los Silencios y las voces en Am�rica Latina. Colihue.1999
4 Gramsci Antonio, opus cit.
5 Seoane Mar�a. Todo o Nada. Planeta, 1991.
6 La Naci�n, Octubre, 1955.
7 Andersen Martin, Dossier Secrteto. Planeta. 2001
8 Clar�n abril-2004
9 L�pez Artemio, Clar�n 30-01-02
10 Argenpress 05-07-05
11 Botta G., y Selis D. UNLP. 2003
14 Censo Nacional Agropecuario 2002.
12 Duhalde Eduardo Luis, Revista Crisis segunda �poca
13 San Mart�n Jos�, Orden General del 27 de julio de 1819