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NO A LA GUERRA
REFLEXIONES DE UN BOMBARDEO

Preservar la vida, derrotar la muerte

El Movimiento por la Paz y la Solidaridad entre los Pueblos (MOPASSOL) viene distribuyendo en el país y en el exterior el siguiente llamamiento:

El mundo vive momentos de tremenda violencia, con la amenaza cierta de una catástrofe histórica: ¡LA GUERRA! con su trágica resonancia y su inadmisible traición a la vida, al futuro, a la esperanza. Una irracional ideología totalitaria resurge pretendiendo imponer esa perversa conjura a todo el mundo. Tal es el propósito de un imperio cuyas fronteras se han extendido a los cinco continentes. Sus bases militares –con 300.000 soldados- se han instalado en 120 de los 189 Estados miembros de la ONU. Su arsenal de armas nucleares, biológicas y químicas, puede poner fin a la vida sobre el planeta.
Violando todos los pactos internacionales y la propia Constitución de su país, la Casa Blanca se arroga el derecho de lanzar una ¨guerra preventiva¨ contra cualquier Estado soberano si considera que su régimen le es hostil, para reemplazarlo por otro acorde con los intereses imperiales.
¿Continuará silenciando la ONU la vulneración de su Carta, cuando uno de los miembros de su Consejo de Seguridad sigue cometiendo crímenes contra la paz en nombre de una cruzada ¨contra el terrorismo¨? Una cruzada que segó miles de vidas inocentes en Afganistán y que al pueblo iraquí –en persistente agonía desde 1991- le ha causado la muerte de un millón de sus hijos.
¿Permitiremos nosotros, argentinos y argentinas, que en nuestro nombre, un gobierno ilegítimo se aliste incondicionalmente junto a la administración Bush en su guerra contra Irak? Un gobierno que sigue pagando la ilegítima deuda externa a costa del hambre de nuestro pueblo. Un gobierno que acepta la imposición del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y la militarización de nuestro continente, sembrado ya de bases militares y tropas extranjeras. Decididamente ¡NO!
Es más, como indo – afro - latinoamericanos nos sentimos desafiados por el despertar de los pueblos indígenas desde Chiapas al extremo sur del continente; por la caída de los últimos regímenes cívico – militares que, directa o indirectamente sostenidos por gobiernos norteamericanos, impusieron el modelo neoliberal que está diezmando a nuestros pueblos; por el crecimiento magnífico del Foro Social Mundial de Porto Alegre que abre un nuevo horizonte de esperanza; por el pronunciamiento de pueblos como el venezolano y brasileño que van recuperando el legado de nuestros próceres; y por la resistencia creativa y solidaria de nuestro pueblo que nos lleva a encarnar seriamente el grito de libertad proclamado en nuestro Himno, y asumir la gloria de la dignidad que anhelamos para nosotros, para nuestros hijos y para todos los seres humanos, cualquiera sea su lengua, su raza, su color o su fe, debajo del mismo sol que para todos sale.
El siglo XXI no puede ser el de la guerra infinita, el pensamiento único y la discriminación racial, el siglo de la intolerancia religiosa, de la dominación transnacional y de la fuerza militar. Hoy, la humanidad ha alcanzado valores éticos, elevados conocimientos y logros científicos que le permitirían iniciar una nueva etapa histórica de auténtica justicia y humanismo.
El siglo XXI debe ser el siglo del progreso humano que apunte al porvenir sin fantasmas. Que construya un mundo de trabajo, de creación, de solidaridad, que respete la identidad de cada pueblo, su soberanía y autodeterminación.
Ese es el mundo que queremos quienes firmamos esta declaración y convocamos a nuestros compatriotas a acompañarnos, a unir nuestras voces a todas las voces que se levantan en todos los continentes, y en el mismo corazón del pueblo norteamericano, para enfrentar el desafío histórico de hacer prevalecer la paz sobre la guerra, de preservar la vida y derrotar la muerte

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