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No a la Guerra

1 de abril del 2003

El desembarco no ha sido en Normandía… sino en Palestina

John Brown
Rebelión

« Ultimi barbarorum » (Spinoza)(1).

La gran sorpresa que tenían prevista los iraquíes para acoger a los invasores no han sido niños ondeando banderitas americanas al paso de los carros de combate, ni la masiva rendición de los ejércitos iraquíes ante el impresionante poderío del Imperio. Esto es lo que Bush y su junta político-militar esperaban, al menos según su propia propaganda: una reedición del desembarco de Normandía, tras el cual fueron acogidos como liberadores. La realidad ha sido otra. Tras años de mortíferas sanciones y de desprecio racista hacia el pueblo de Irak y los demás pueblos árabes, tras la muerte de más de un millón de personas como efecto directo de la privación de alimentos y medicamentos básicos, tras haber experimentado en sus propias carnes la suerte que corren sus hermanos de Palestina bajo la ocupación israelí, la gente normal, las amas de casa, los niños, los padres de familia, los beduinos, los trabajadores y los desempleados han tomado las armas y resisten ferozmente contra los anglo- americanos. Soñaban con un desembarco en Normandía, pero han desembarcado en Palestina. Porque no otra cosa que una gigantesca Palestina es este país privado de lo más esencial, en el que la vida civil, el desarrollo económico e intelectual eran otrora una realidad y hoy sólo un recuerdo..
El grado de barbarie de las sanciones explica la resistencia. No la dictadura de Saddam ni el fanatismo religioso. Hace aún doce años, importantes minorías étnicas y religiosas se rebelaron contra Saddam y fueron traicionadas por los americanos y la siniestra « comunidad internacional » que permitieron al régimen baasista reprimir las revueltas. Los Estados Unidos perdieron entonces una ocasión política que no volverán a tener. Desde ese momento, los enemigos más acerbos de Saddam y de su régimen fascista se verían sometidos a las sanciones: sufrirían la enfermedad evitable y la muerte de niños deliberadamente provocada, el hambre y las infecciones producidas por la falta de cloro para depurar el agua…Hospitales rebosantes de enfermos de cáncer generado por el uranio empobrecido de los bombardeos, una población sumida en una miseria indescriptible: todo eso era un coste que Magdalene Allbright y los gobiernos de Clinton estaban dispuestos a pagar para castigar a Saddam. Los iraquíes, no lo vieron así, para ellos el cálculo de costes ha cambiado: ahora están dispuestos incluso a apoyar a Saddam frente a la barbarie, a los nuevos mongoles que hoy, como en 1258, invaden Irak para saquear el país..
No hay ningún fanatismo en los resistentes iraquíes, ningún heroismo, ningún idealismo. No es el fascismo del Baas lo que los mueve, tampoco el islamismo en un país que, a pesar de todo, sigue siendo uno de los más laicizados del mundo árabe. Lo que les mueve a resistir tampoco es el mero temor a la muerte. En ellos hay ciertamente orgullo, pero ese orgullo es el mínimo de afirmación en la existencia de los cuerpos heridos y enfermos de niños y adultos. El orgullo que se puede mantener cuando todo se ha perdido, el terrible orgullo de estar vivo y de luchar contra la muerte. Lo que quieren evitar a toda costa es su palestinización: que Irak se convierta en un inmenso campo de refugiados gestionado por ejércitos extranjeros. Para ello, han iniciado una intifada preventiva utilizando además los medios de que aún dispone el Estado iraquí: tanques, cañones, kalashnikofs…De momento tienen estos vectores de explosivos y los utilizan, pues aún no tienen que recurrir como la resistencia palestina a rodear sus propios cuerpos de cinturones de dinamita. Una intifada, una insurrección popular además de una guerra de liberación. La reacción de los anticuerpos de la maltrecha vida iraquí contra una mortal agresión en cuyo horizonte se perfila como realidad política del proyecto de « liberación » angloamericano una geografía conocida: Ramallah, Nablús, Hebrón, Jenín… Qué importa en esas circunstancias que mande Saddam en Irak? Lo único importante es salvar la vida iraquí, la vida de Irak como comunidad política que rechaza su normalización exógena. El combate de los iraquíes es un combate biopolítico, una lucha por la vida frente al racismo que la pretende cercenar y someter a su normalidad. Pues racismo y no otra cosa es esa voluntad de « instilar la democracia » y de « hacer de Irak un socio normal de la comunidad internacional » mediante una agresión que quebranta todas las normas del derecho de gentes..
Los americanos han decidido hoy mandar al frente a 120.000 soldados más. Son pocos. Una vez que un pueblo ha comprendido que se juega la vida, la existencia política, bajo el poder bárbaro del Imperio, éste ya nada puede hacer: política y moralmente, ya está derrotado. La resistencia será feroz y el Imperio tendrá que provocar una matanza para ocupar el país. En el mejor de los casos para los americanos y sus aliados (incluidos los « pacifistas » franceses y alemanes), podrán vencer al ejército con cierta rapidez, incluso entrar en Bagdad, pero no entrarán ya como libertadores, sino como bárbaros ocupantes. Para ellos, pues el hombre no puede evitar lo que José Rizal llamara « el demonio de las comparaciones », los angloamericanos serán los nazis y Saddam, vivo o muerto, será De Gaulle. La ocupación de Irak, si llega a producirse, se convertirá en una larga pesadilla de guerrilla urbana y sabotaje para los nuevos mongoles. Es lo mejor que les puedo desear..
1- Spinoza, tras el asesinato de los hermanos de Witt, dirigentes de la república holandesa por los absolutistas, salió a la calle blandiendo un letrero con estas palabras « Ultimi barbarorum » (Los últimos entre los bárbaros)