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No a la Guerra

9 de febrero de 2003

El valor de las muertes

Christian Sellés
Agencia de Información Solidaria

La relevancia de los sucesos espectaculares, cuando además hay muertes de por medio, deja al descubierto una de las desigualdades más dramáticas: el distinto valor de los muertos dependiendo de una serie de factores determinados. Sabemos que no es 'igual' la muerte de los siete astronautas del accidente del transbordador Columbia que la silenciosa 'desaparición' diaria de 25.000 personas por causa del hambre, o el asesinato de civiles palestinos a manos del ejército israelí. No son iguales para los medios de comunicación -para los que las muertes rutinarias no son noticia- y tampoco para los políticos. De hecho, tras el accidente del Columbia, George Bush ha decidido aumentar en cientos de millones de dólares el presupuesto de la NASA. Sin embargo, la ayuda humanitaria decrece cada año, a pesar de que la cifra de muertos por hambre es abrumadora, y a la comunidad internacional cada vez le duelen menos los muertos palestinos. Puede parecer una comparación fuera de contexto, pero demuestra hasta qué punto la muerte de unos se magnifica y la de otros se olvida. .
Los atentados del 11 de septiembre dieron un giro de 180º a la política internacional. Estados Unidos se convirtió en escenario de un atentado terrorista, fue una novedad, hasta entonces nunca había sucedido algo así. Fue un golpe directo a su hegemonía internacional, a su "invulnerabilidad". No hubiera sido lo mismo si hubiera sucedido en Sudán, Argelia o Indonesia (¿quién se acuerda del atentado de Bali?). La reacción más inmediata fue la intervención armada en Afganistán. Años antes, el genocidio que tuvo lugar en Ruanda en el que fueron asesinados más de un millón de tutsis en menos de ocho semanas tuvo como espectadores de lujo a los gobiernos de los países desarrollados y a las Naciones Unidas. El silencio y su no intervención les hicieron cómplices directos de la masacre. .
En el conflicto árabe-israelí ocurre algo semejante. Sabemos que las muertes palestinas no tienen el mismo valor que las israelíes. El gobierno de Sharon "vence" por más de 1.700 muertos de diferencia. Mientras que los atentados palestinos siempre matan inocentes israelíes, los atentados de Estado cometidos por Sharon suponen grandes éxitos, ya que en ningún momento hay errores: siempre matan a terroristas de Hamas. Incluso los niños palestinos que han muerto son considerados terroristas en potencia. .
El sentido común debe primar en determinados aspectos, más allá de la espectacularidad de la noticia o de la nacionalidad de los muertos. El mismo día del accidente del Columbia, un accidente ferroviario en Zimbabue se cobraba 40 víctimas. Si alguien sabe lo que es ser menospreciado, ése es el continente africano. Son once millones los etíopes en grave peligro de muerte si no reciben ayuda humanitaria urgente. Probablemente, la ayuda que llegue sea escasa y los muertos tampoco valgan más que unos cuantos minutos en algún informativo de televisión. Y eso, suponiendo que haya imágenes espectaculares. .
En la India todos los años ocurren decenas de accidentes de tren en los que mueren centenares de pasajeros. Los trenes hindúes están masificados y las tragedias son dramáticas. Pero no son tan importantes como para prestarles mucha atención. En un país sobrepoblado como la India, unos cuantos muertos -de clase baja- parecen no importar. .
George Bush continúa su batalla propia por llevar la guerra hasta Irak. Para derrocar a Sadam no va a dudar en apretar el gatillo de los bombardeos sobre la población civil. Los soldados estadounidenses que fallezcan en la guerra que ellos mismos han buscado serán considerados héroes. Murieron sirviendo a la patria. Los miles de civiles inocentes iraquíes serán ceniza, sin más. .
Todo se contabiliza, todo tiene un valor. Hay materias primas más costosas, productos más elaborados y otros que abundan y por tanto, son más baratos. Con las personas ocurre lo mismo. Los estadounidenses parecen ser el producto más valorado, seguidos por ciertos países europeos. En último lugar, la siempre olvidada África y un poco antes los países en vías de desarrollo. El valor de las muertes es el último eslabón de la ley de la desigualdad.