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No a la Guerra

Contra la guerra, por un antiimperialismo revolucionario

Partido de la Libreación

Los locos de la guerra, George W. Bush y sus bancos, corporaciones, marines y multimedios, están a punto de cometer un nuevo genocidio. Esta vez le tocará a Irak, como antes a Afganistán, Yugoslavia, el mismo Irak, Somalía, Panamá y Grenada.
El fundamento último de toda guerra imperialista es el control del mundo y sus riquezas. También la liquidación de gobiernos y movimientos revolucionarios, sin que se salven a veces administraciones progresistas y aún viejos amigos que dejaron de ser útiles a sus amos.
En la inminente agresión contra Irak los motivos son claros: es otro round de la "Guerra del Petróleo I" de enero-febrero de 1991. Y como aquélla, busca apropiarse por la fuerza bruta de las reservas de crudo del país árabe (las segundas del mundo tras las de Arabia Saudita). También quiere desembarazarse de Saddam Hussein, que no es socialista pero molesta y regatea como otros gobiernos del Tercermundo. El imperio quiere lacayos como Alvaro Uribe Vélez, Vicente Fox o Carlos Menem.
En esa guerra ganarán las petroleras Exxon, Shell, Oxy y British Petroleum. Ganarán las fábricas de armas Boeing, McDonnell Douglas, Lockheed Martin y demás contratistas del Pentágono. Ganarán las grandes empresas y bancos que "reconstruirán" parte de los daños de la contienda (las decenas y aún centenares de miles de muertes no tendrán arreglo porque no valdrán nada para la cotización de Wall Street). Ganarán la CNN y demás multimedios por su cobertura sesgada de los acontecimientos pero bien pagada por los anunciantes, entre ellos la Casa Blanca.
Los pueblos tienen mucho por perder. Muchos argentinos pueden creer que esta batalla no nos tocará pues se librará a miles de kilómetros. Este sería un error.
En primer lugar no podemos asistir de brazos cruzados a un genocidio. Parafraseando al dramaturgo comunista alemán Bertold Brecht, podríamos decir: "Primero bombardearon a unos iraquíes pero a mí no me importó porque no soy iraquí; ahora me bombardean a mí, pero ya es tarde".
En segundo lugar, si el gobierno norteamericano venciera a Irak se creerá con fuerzas para dictar nuevos ajustes antipopulares en todo el mundo, comenzando por América Latina. Si hoy tenemos el 57,5 por ciento de la población bajo la línea de miseria, un Bush triunfante querrá obligarnos a más hambre y desempleo. Querrá que su guerra sea sufragada por los pobres del mundo.
En tercer lugar, la lógica guerrerista de la Casa Blanca –hecha suya por generales fascistas como Ricardo Brinzoni en nuestro país-, pedirá el establecimiento de nuevas bases militares yanquis en Colombia y Argentina. La doctrina de la Seguridad Nacional y la represión interna serán más fuertes aún.
En cuarto lugar, el conflicto en Medio Oriente producirá al menos por un período un encarecimiento del petróleo. En 2002 el barril estuvo a 15 dólares, ya está en 30 y puede subir mucho más. El director del banco norteamericano Goldman Sachs, aludiendo a la crisis petrolera por la situación de Venezuela, añadió: "si a eso se añade una interrupción de dos meses del crudo iraquí por motivos políticos, militares o de cualquier tipo, sería suficiente para convertirla en la mayor insuficiencia de la historia".
Una suba del precio del petróleo haría disparar en Argentina el de la nafta, con impacto en la carestía de la vida: boleto de transporte más caro, aumento de los alimentos y otros productos, etc. Será como un misil estallando en cada hogar pobre.
En quinto lugar, la guerra tornará más entreguistas y represivos a gobiernos que mantienen con Washington "relaciones carnales". Si Eduardo Duhalde firmó la vergonzosa "Carta de Intención" con el FMI en tiempos de paz, imaginemos qué podría firmar en una atmósfera de guerra de rapiña.
Por estas cinco razones, el Partido de la Liberación (PL) de Argentina condena al imperialismo en general y el yanqui en particular, solidarizándose con el pueblo y el gobierno de Irak. Nuestra denuncia apunta contra el sistema imperial que lucrará con la guerra. Los culpables no sólo son Bush y los republicanos sino también los cómplices demócratas, el "halcón" Donald Rumsfeld y la "paloma" Colin Powell, el Pentágono y el Consejo de Seguridad de la ONU (que mantuvo hasta hoy las sanciones económicas contra Bagdad), sus trasnacionales, etc.
Vemos con simpatía la emergencia de un amplio movimiento pacificista en el territorio estadounidense y Europa. Ojalá se extienda más, desde las capas medias hacia sectores de trabajadores y desocupados. Pero a la vez decimos que intelectuales progresistas como Noam Chomsky y socialdemócratas del estilo del Foro Social Mundial, no son garantía para un movimiento antiimperialista. Ellos no son antiimperialistas ni revolucionarios y no son capaces de distinguir una guerra de rapiña de otra patriótica (como la que puede librar Corea del Norte contra EE.UU.) o de una guerra popular (como la de las FARC-EP en Colombia).
La oposición mundial a la "Guerra del Petróleo II" requiere de una política flexible. Pero a su vez, de una política audaz a favor de un antiimperialismo popular y revolucionario. Que una aquí a los trabajadores, los piqueteros y la juventud en las tareas antiimperialistas y por la paz mundial, ligándolas estrechamente a sus propias banderas de Pan, Trabajo, Libertades, Tierra y Soberanía.