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No a la Guerra

3 de febrero del 2003

Esperando a los mongoles

M. Vázquez Montalbán
Interviú

Los mongoles están asociados en la memoria europea a un confuso peligro amarillo que otras veces se llamó los tártaros y más tarde los chinos de Mao Tse Tung, es decir, el imaginario de los bárbaros del Este, más o menos coloreados. Sadam Husein ha invertido el sentido de la geografía y ha calificado a los norteamericanos de nuevo peligro mongol que se cierne contra Irak y al que hay que hacer frente mediante una guerra santa, pregonada por un dirigente del Baas, uno de los partidos más laicos de todos los partidos laicos de los ámbitos islámicos. En Irak hay mala memoria de los mongoles, especialmente del nieto del Gran Tamerlán, y en cambio hay muchos herederos de aquellos mongoles incorporados a la población de las antiguas repúblicas soviéticas asiáticas, hoy casi todas islamizadas, con Turquía como modelo y Estados Unidos como padrino..
La última alocución televisiva de Sadam Husein es una advertencia a sus paisanos de que la guerra es prácticamente inevitable porque forma parte de la lógica hegemonista del Gran Mongol. Ocurre con Sadam Husein en Irak lo que ocurría con Milosevic en Yugoslavia. No son personajes de crédito. El primero ha utilizado la dictadura factual para enriquecerse y el segundo manipuló el neonacionalismo serbio y utilizó la limpieza étnica como un instrumento vertebrado de una post-Yugoslavia imposible. Pero Sadam y Milosevic no deben ocultar la realidad de quiénes han sido y serán las víctimas de la guerra: sus pueblos, y en el caso iraquí después de una década de bloqueo económico como un instrumento de crueldad social impuesto por el Gran Mongol y sus cómplices..
La guerra contra Irak busca tres objetivos fundamentales: garantizar la sucursalización de un Estado capital para la seguridad de explotación de lo que queda de petróleo y para la supervivencia del Estado de Israel tal como lo entiende el sionismo; ejemplarizar sobre las reglas del nuevo orden internacional dirigido por Estados Unidos como vencedores de la guerra fría; disuadir de la tentación expansionista de los países islámicos integristas como Irán y otros que puedan actuar como foco del terrorismo internacional. Un factor añadido a estos tres objetivos es el propio presidente Bus, un estadista frágil y escasamente preparado convertido en marioneta de grupos de presión ligados con la industria del armamento y del petróleo, presentes ambos en le propio Gobierno de Estados Unidos. Después del atentado de Nueva York, los frutos de la operación desquite han sido muy magros y democráticamente poco ejemplares: la chapuza de la intervención en Afganistán sin conseguir siquiera detener a Bin Laden y el secuestro de talibanes conducidos a la base naval de Guantánamo bajo una total violación de las leyes de guerra, tal vez porque la guerra de Afganistán se integra en el capítulo de guerras no declaradas..
La política estadounidense de menospreciar la ONU hasta el límite de convertir a sus secretarios generales en felpudos sobre los que pasaron las intervenciones aliadas en la guerra del Golfo o en las no guerras de Yugoslavia puede alcanzar en este principio de 2003 un nivel difícilmente imaginable. O bien los observadores que la ONU ha desplegado en Irak emiten un veredicto precipitado que deje abierta la sospecha y por lo tanto legitime la intervención, o bien los observadores de la ONU piden más tiempo y todo el mundo tiene que retratarse: Estados Unidos cumpliendo su promesa de agresión diga lo que diga la ONU, Blair como principal palanganero de la intervención, según la lógica de presencia internacionalista de lo que queda del imperialismo británico, y Berlusconi y Aznar como pajes de palanganería. Chirac y Schröder deberían mantener su negativa a esta guerra artificial, no dirigida a instaurar la democracia en Irak, como la guerra del Golfo no sirvió ni siquiera para instaurarla en Kuwait..
Otro factor importante por presencia o por ausencia en las semanas prebélicas o bélicas que vamos a vivir es la reacción de la llamada sociedad civil europea, aparentemente escéptica y desganada con respecto a la guerra contra Irak, pero también inmotivada a la hora de manifestar activamente su oposición a la agresión. Irak queda muy lejos, los ejércitos son cada vez más profesionales, el escenario de las batallas seguirá bajo control mediático del poder militar y ni siquiera se podrán ver los cadáveres ni las destrucciones que no provengan del deseo autodestructor de los dirigentes iraquíes. Alertados por el papel pacificador alcanzado por las masas que protestaron contra la guerra de Vietnam, ninguna otra guerra postmoderna enseñará sus tiros en la sien o sus niñas incendiadas por el napalm. Me limito a convocar nuestra experiencia y nuestra capacidad de imaginar, para suponer que una guerra contra Irak será una brutal guerra desigual contra los iraquíes, es decir, una vez más contra los peatones de la historia.