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No a la Guerra

Sobrevivientes aseguran que no existen instalaciones militares en las cercanías

Las bombas de racimo "cayeron como uvas" sobre la población de Al Hilla

Imposible que el ataque sea "un montaje iraquí"; clara violación al derecho internacional

Robert Fisk Enviado Especial En Babilonia The Independent

Las heridas son desgarradoras y profundas, una ráfaga de manchas escarlata en espaldas, muslos o rostros. Son las esquirlas de las bombas de racimo que quedan enterradas en la piel a una pulgada o más de profundidad. Los pasillos del hospital didáctico de Al Hilla son la prueba de que algo ilegal, algo que está claramente fuera de la Convención de Ginebra, ocurrió en los poblados que rodean la ciudad que alguna vez fue llamada Babilonia.
Niños que gritan, mujeres jóvenes con heridas en senos y piernas, los 10 pacientes a los que los médicos practicaron cirugías cerebrales para retirarles trozos de metal, todo ello habla de los días y las noches en que cayeron explosivos, "como uvas", del cielo. Los doctores aseguran que fueron bombas de racimo. Los escombros dejados por los bombardeos aéreos en torno a las aldeas de Nadr, Djifil, Akrarin, Mahawil, Mohandesin y Hail Askeri les dan la razón.
¿Fueron estadunidenses o británicos los aviones que rociaron estas aldeas con una de las más letales armas con que cuenta la guerra moderna? Los 61 muertos que han pasado por el hospital de Al Hilla desde la noche del pasado sábado no nos lo pueden decir. Tampoco pueden decirlo los sobrevivientes, quienes, en muchos casos, estaban en sus hogares cuando las compuertas blancas de los contenedores se abrieron sobre sus poblados, derramando en el cielo miles de pequeñas bombas que atravesaron ventanas y puertas para estallar en el interior de las casas, o que rebotaron en los tejados de chozas de concreto para explotar en los caminos.
Rahed Hakem recuerda que a las 10:30 (hora local) del domingo pasado, cuando estaba en su hogar en Nadr, escuchó "la voz de las explosiones", se asomó por la puerta y vio "fuego llover del cielo". Ella dice que las bombas eran de un color negro-grisáceo. Mohamed Moussa describe los racimos como "pequeñas cajas" que cayeron en la misma aldea, pero para él eran plateadas. Afirma que caían como "pequeñas toronjas. Si no explotaban y tú las tocabas, estallaban de inmediato", describió. "Explotaron en el cielo y en la tierra, y aún tenemos en casa algunas que no estallaron".
Karima Mizler piensa que las pequeñas bombas tienen unos alambres; tal vez la "mariposa" de metal que mantiene unidos los conjuntos de diminutas bombas salta como resorte para liberar los explosivos que se desperdigan sobre la tierra. Algunas víctimas murieron de inmediato, en su mayoría mujeres y niños. Algunos de estos cadáveres ennegrecidos y en descomposición están en la pequeña morgue detrás del hospital de Al Hilla.
Más de 200 hospitalizados
El hospital universitario recibió más de 200 heridos la noche del sábado. Los 61 muertos son sólo aquellos que fueron traídos al sanatorio o que murieron durante o después de una operación. Se cree que muchos otros muertos siguen sepultados bajo los escombros de sus casas. Los médicos creen que al menos 80 por ciento de ellos eran civiles.
Definitivamente había combatientes entre los 61 muertos, al menos 40 si son confiables las estadísticas. Además, entre la ropa pestilente de los muertos, amontonada afuera de la puerta de la morgue, encontré un cinturón militar y una chamarra de combate. Pero los hombres de las aldeas también pueden ser soldados y tanto ellos como sus esposas e hijas insisten en que no hay ninguna instalación militar cerca de sus hogares
¿Es esto cierto o falso? ¿Quién puede saber si un tanque o un lanza misiles fue colocado en un campo cercano, de la misma forma en que este martes estos equipos se hallaban alineados a todo lo largo de la carretera norte hacia Bagdad?
Pero la Convención de Ginebra exige que los civiles sean protegidos incluso si están mezclados con personal militar, y el uso de bombas de racimo sobre estas aldeas, aun cuando hayan estado dirigidas a objetivos militares, es una clara violación del derecho internacional.
Así fue como Asil Yamin, de 27 años, recibió heridas terribles en la espalda. De la misma forma, Zaman Abbais, de cinco años, fue herido en las piernas, y Samira Abdul Hamza, de 48 años, tiene lesiones en los ojos, el pecho y las piernas. Su hijo Haidar, un soldado de 32 años, dijo que los contenedores de las bombas eran blancos y tenían pintados distintivos rojos y verdes. "Eran como granadas y cayeron en las casas", señaló. "Algunos se quedaron sobre el suelo y otros explotaron".
"Desgarradora" es el único adjetivo que puede describir la situación de la pequeña Maryam Nasr, de 10 años, y de su hermana Hoda, de cinco. Maryam trae un parche en el ojo derecho, donde se le incrustó un pedazo de bomba, así como heridas en el estómago y los muslos.
No me di cuenta que Hoda, quien estaba de pie al lado de la cama de su hermana, también estaba herida, hasta que su madre, cuidadosamente, levantó la mascada y el cabello largo de la niña para descubrir lo que parecía una profunda puñalada del lado derecho de su cabeza, justo arriba de su oreja. Una costra coagulada estaba pegada a su cabello, pero la herida aún sangraba levemente.
La madre me contó que estaba en su casa cuando escuchó una explosión y encontró a sus hijas en un charco de sangre cerca de una puerta.
Las niñas me sonrieron y jugaron a esconderse cuando les tomé fotografías. En otras habitaciones, personas que estaban terriblemente heridas trataban de reírse para mostrar valentía. Es una experiencia que vuelve humilde a cualquiera.
Las autoridades iraquíes, por supuesto, estaban más que dispuestas a permitirnos a los periodistas el acceso a estos pacientes. Pero era imposible para estos niños y sus padres de escasa educación el haberse aprendido un guión con sus historias de tragedia y dolor. También es imposible que los iraquíes hayan construido un escenario en la aldea de Nadr, donde las diminutas bombas estaban regadas por el suelo cerca de las manchas quemadas que dejaron las explosiones. Por todos lados podían encontrarse los restos de los pequeños paracaídas con los que flotan las bombas de racimo hasta aterrizar una vez que sus contenedores se han abierto.
Miembros de un equipo de la televisora Sky inclusive se llevaron a Bagdad un trozo del recubrimiento de estas bombas. Estas perversas bolitas de metal tienen la intención de perforar el cuerpo humano cuando todavía están guardadas dentro de su contenedor, como dulces dentro de un recipiente de lata. El metal del recubrimiento es negro, pero muestra reflejos plateados cuando se ve contra la luz.
¿Quién ordenó la ofensiva?
Entonces, los aviones que dejaron caer estas terribles armas, ¿eran estadunidenses o británicos? El administrador en jefe del hospital de Hilla y uno de sus médicos narraron de manera confusa una acción militar alrededor de la ciudad en los días recientes. Hablaron de helicópteros Apache que descargaban a soldados de las Fuerzas Especiales sobre el camino a Kerbala.
Si se le da credibilidad al personal del sanatorio, una de sus operaciones fracasó espectacularmente una noche, cuando milicianos iraquíes los obligaron a batirse en retirada. Poco más tarde comenzaron los ataques aéreos con bombas de racimo, a pesar de que las aldeas que fueron blanco de estos bombardeos estaban al otro lado de Al Hilla, lejos de donde ocurrió el abortado ataque estadunidense.
Una cosa queda clara: no existe "un frente" en los combates alrededor de Babilonia, las fuerzas estadunidenses penetran la zona en torno al río Tigris y luego se retiran, y las fuerzas iraquíes hacen movimientos similares en la otra dirección. Sólo los estadunidenses y británicos, desde luego, cuentan con superioridad aérea. De hecho no existe evidencia de que un solo avión iraquí haya volado desde que comenzó la invasión angloestadunidense. Por tanto, los funcionarios militares estadunidenses y británicos en los cuarteles de comando en Qatar no tienen forma de culpar a los iraquíes de haber arrojado las bombas de racimo.
El ataque más reciente ocurrió el martes, cuando 11 civiles murieron -entre ellos dos mujeres y tres niños- en una aldea llamada Hindiyeh. Un hombre que fue enviado ahí a rescatar cadáveres dijo al hospital que el único ser vivo que encontró en el área sembrada de cadáveres era una gallina. La tarde del miércoles, elementos del ejército especializados en limpieza de explosivos fueron enviados a las aldeas a recolectar las bombas que no estallaron.
Como en Beirut
No hace falta decir que esta no es la primera vez que las bombas de racimo son usadas contra civiles. Cuando Israel sitió el oeste de Beirut, en 1982, la fuerza aérea arrojó bombas de racimo fabricadas por la marina estadunidense en varias zonas de la ciudad, especialmente en los distritos de Fakhani y Ouzai, y causó en los civiles feroces y profundas heridas idénticas a las que vi en los pobladores de Al Hilla.
La administración de Reagan enfureció por el uso de sus armas, diseñadas para usarse exclusivamente contra objetivos militares, e impidió el envío de bombarderos estadunidenses a Israel, sólo para transigir unas semanas más tarde y terminar enviándole a las fuerzas israelíes los aviones prometidos.
Tampoco es fácil escuchar a los funcionarios iraquíes condenar el uso de armas ilegales por parte de las fuerzas estadunidenses y británicas cuando la misma aviación iraquí arrojó gas venenoso sobre sobre el ejército iraní y sobre las aldeas kurdas pro iraníes durante la guerra Irán-Irak, de 1980 a 1988. Los furiosos reclamos de los funcionarios iraquíes son como el sonido de una campana hueca.
Pero algo espantoso ha ocurrido alrededor de Al Hilla esta semana; algo imperdonable y contrario al derecho internacional. Uno titubea, como les digo, al hablar de derechos humanos en esta tierra de torturas. Pero si los estadunidenses y británicos no tienen cuidado, podría llegar el momento en que sean condenados por lo mismo de lo que ellos, con mucha razón, han acusado a Irak: crímenes de guerra.
©The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca