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No a la Guerra

22 de marzo del 2003

Engaños y mentiras

Alberto Piris
Estrella Digital
Una vez más, en los albores del último conflicto bélico protagonizado por las armas estadounidenses, hay que alertar al lector contra los engaños y mentiras que empiezan a trenzarse en torno a aquél. No se trata solo de recordar el habitual dicho de que la verdad es la primera víctima de todas las guerras. Esto es ya sobradamente conocido por analistas, corresponsales, enviados especiales y lectores, con lo que es fácil precaverse contra tal efecto, a pesar de que muchos medios de comunicación actúan estos días como entusiastas cajas de resonancia de cualquier bulo o rumor que el Pentágono filtre a los periodistas que le son más afines.

Hay engaños y mentiras más o menos inocuos, que sirven principalmente a los fines bélicos. Forman parte de la necesidad militar de alcanzar la sorpresa, factor importante para lograr la victoria. Muchos de los planos y croquis publicados en la prensa estadounidense y luego reproducidos en la española, donde se describen las fases previstas de la batalla, los contingentes militares empeñados en cada dirección, las armas y los objetivos, forman parte de ese engaño necesario en el que ya solo caen los incautos.

Pero hay otro tipo de engaño, pernicioso, vil y retorcido, que incluso puede producir más víctimas que la misma guerra. Una película de reciente estreno lo pone bien de manifiesto. En "El americano impasible", basada en una novela de Graham Greene, el público asiste a la reproducción, paso a paso, de uno de estos engaños: el que contribuyó a que EEUU se implicara en Vietnam, como parte de su lucha universal contra el comunismo. Es tan lúcida la idea transmitida por la película, que en EEUU se retrasó su estreno, previsto para después del 11 de septiembre de 2001, porque se pensó que una crítica tan acerba de la política exterior estadounidense no sería bien recibida por el público.

En los estertores del dominio francés en Vietnam, la infiltración estadounidense para sustituirlo era evidente. La película muestra con meridiana claridad cómo la CIA colaboró en la perpetración de matanzas colectivas y sangrientos atentados terroristas, que eran después falsamente atribuidos a los comunistas, para poder justificar así la intervención militar. Los hechos narrados en la novela de Graham Greene y llevados a la gran pantalla por el australiano Phillip Noyce, ocurrieron en la realidad, tal como el novelista los había anticipado.

Pero no solo en Vietnam, sino en muchas otras partes del mundo la CIA ha sabido preparar el terreno, con engaños y falsedades, para cualquier operación que Washington necesitara llevar a efecto. Su actividad en todos los continentes ha sido narrada por varios ex agentes de la compañía en sus libros de memorias. Aun expurgando lo que de interesado pueda existir en ellos, lo que queda de manifiesto es una estremecedora inmoralidad al servicio de la razón de Estado.

En la actual guerra de Irak, nadie duda de que si es preciso encontrar armas químicas, biológicas o nucleares, que justifiquen a posteriori esta guerra ilegal, inmoral e injusta, se encontrarán. Del mismo modo que algunos cuerpos policiales saben crear falsas pruebas que incriminen a un acusado inocente, para dar por concluido un caso prolongado o molesto, la Agencia Central de Inteligencia de EEUU puede conseguir, ex post facto, cualquier prueba necesaria que permita a su gobierno salvar la cara, justificar acciones delictivas o eliminar pruebas incriminatorias. Una hipótesis: si fuera cierto que Francia entraría en la guerra si Irak se defiende con armas biológicas o químicas - como se ha comentado en algunos medios de comunicación - y si la Casa Blanca quisiera implicar a París en este ataque, puede el lector estar seguro de que se produciría un ataque con tales armas, aunque éstas no existieran en Irak ni el ataque hubiera sido decidido por Sadam Husein.

Pero ocurra lo que ocurra en los próximos días, y aunque la operación militar concluya con rapidez y éxito, nada, ni siquiera la CIA, podrá dar la vuelta al argumento, fundado e irrebatible, de que esta agresión militar ha vulnerado los cimientos del derecho internacional. Porque se pueden crear pruebas falsas y retorcer la realidad hasta hacerla irreconocible, pero nadie puede impedir que la razón de cada persona se mueva por el camino que la justicia y la verdad le señalan.

(*) General de Artillería en la reserva