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No a la Guerra

17 de marzo del 2003

La manipulación mediática del hundimiento del Maine fue imprescindible para preparar a EEUU para la guerra en 1898
żAntecedente del poder mediático?

Orfilio Peláez
Granma
Ciento cinco años después del hundimiento del acorazado norteamericano Maine, ocurrido en la Bahía de La Habana la noche del 15 de febrero de 1898, las causas que dieron lugar a tan dramático suceso siguen marcadas por la controversia y el debate
Pero al margen de esas interrogantes no esclarecidas hasta nuestros días —la tendencia más aceptada apunta a considerar la causa más probable de la destrucción del buque una explosión interna a la cual se atribuye diverso origen—, lo que sí es irrefutable es cómo los medios de difusión de los Estados Unidos manipularon los aspectos emocionales y "patrioteros" del hecho, para crear un estado de opinión favorable a respaldar una contienda bélica contra España.

Como bien señala el historiador cubano Gustavo Placer Cervera, un reconocido especialista en el tema, el hundimiento del Maine fue convertido en un buen pretexto que permitió declarar la guerra a la nación ibérica e intervenir en la gesta independentista de los patriotas cubanos frente al régimen colonial.

Contexto histórico

Terminaba el año 1897 y la metrópoli española, ante el empuje de los insurrectos y el fracaso de la cruel política de reconcentración de Weyler, decide, mediante decreto, conceder a Cuba la autonomía a partir del primero de enero de 1898, en un último intento de retener a la más preciada de sus posesiones.

Varios incruentos disturbios callejeros entre opositores y partidarios de la autonomía fueron suficientes para que el entonces cónsul de Estados Unidos en La Habana, Fitzhugh Lee (furibundo partidario de la intervención), telegrafiara a Washington y planteara la necesidad del envío a la capital cubana de buques de guerra, con la supuesta finalidad de "preservar las vidas y bienes de ciudadanos norteamericanos ante un eventual agravamiento de la situación".

Tal petición era apoyada por los más agresivos grupos de poder de la nación norteña, para quienes la ya casi inminente victoria de las huestes mambisas era un obstáculo a sus ambiciones expansionistas.

Así, con el pretendido argumento de hacer un gesto de buena voluntad hacia España y reanudar las visitas navales amistosas a puertos cubanos, el 25 de enero de 1898 el buque Maine entró en la rada habanera, con una dotación de 354 tripulantes, de los cuales 26 eran oficiales.

El 15 de febrero de 1898, alrededor de las 9:40 p.m., la ciudad fue sacudida por un fortísimo estruendo (varios testigos refieren haber escuchado dos explosiones casi de manera simultánea). En medio de múltiples estallidos posteriores de las municiones que portaba y de un voraz incendio, el Maine hundía su proa en las aguas de la bahía.

Murieron de inmediato 260 hombres, y seis fallecieron tiempo después a causa de las heridas recibidas, incluido el teniente de navío John J. Blandin, quien era el oficial de guardia en el momento de la explosión.

Del total de víctimas mortales, solo tres eran oficiales y el resto tripulantes, en su mayoría personas de origen escandinavo, alemanes e irlandeses.

Un detalle poco divulgado es que al ocurrir la detonación, el comandante del Maine, capitán de navío Charles D. Sigsbee, estaba en su cámara y fue el último en abandonarlo. La mayoría de la oficialidad también se encontraba a bordo.

La prensa en acción

Apenas conocida la noticia y mucho antes de constituirse las respectivas comisiones investigadoras norteamericana y española para esclarecer el hecho, la gran prensa estadounidense, bajo la batuta del empresario William Randolph Hearst, levantaba una ola de acusaciones contra el Gobierno ibérico.

El New York Journal, New York World y otros diarios no vacilaban en afirmar que la voladura del Maine se debió a la acción de un torpedo o mina del enemigo. Aquel suceso fue calificado de verdadero ultraje a la nación norteña y la campaña en favor de una respuesta militar se hacía más virulenta.

Se publicaron todo tipo de artículos, testimonios, noticias, cartas de adolescentes y otros escritos que aumentaban la atmósfera belicista contra España, entre ellos un célebre trabajo del famoso Buffalo Bill titulado Cómo podría expulsar a España de Cuba con treinta mil indios bravos.

La histeria desatada alrededor del hundimiento del acorazado dio el fruto esperado. Aunque la comisión investigadora creada por el Gobierno norteamericano no pudo concretar ningún tipo de responsabilidad en la pérdida del buque, el presidente McKinley, en un mensaje al Congreso, pidió autoridad "para terminar con la guerra en la Isla y conseguir para esta un gobierno estable".

El 19 de abril de 1898 se aprobaba por ese órgano legislativo la famosa Resolución Conjunta, cuyo texto autorizaba al mandatario del incipiente imperio a forzar a España a abandonar a Cuba y decía "reconocer" el derecho de la Isla a la independencia, mientras el 25 de abril se hacía pública la declaración de guerra. Al fin, el anhelado propósito de intervenir en la Mayor de las Antillas se hacía realidad.

Sin duda, con la manipulación del hundimiento del Maine, la prensa cumplió el encargo de preparar psicológicamente a los norteamericanos para llevar adelante aquella contienda bélica, una práctica que a lo largo de más de cien años el imperio ha utilizado en numerosos conflictos, llámense Corea, Viet Nam, cruzada mundial contra el terrorismo, Afganistán o Iraq.