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No a la Guerra

Acumulamos cólera para una larga lucha

Editorial
Cádiz Rebelde

La última sesión del Consejo de Seguridad de la ONU celebrada el día 7 de marzo, fue una manifestación grosera de hasta que punto los gobernantes desprecian a los ciudadanos, se regocijan con la ingenuidad o la ignorancia de los que todavía creen que viven en sistemas democráticos, y confían en que cualquier mentira puede convertirse en diáfana verdad con la complicidad asegurada de los medios de comunicación.
La primera prueba de la infamia la dio Al Baradei, director del Organismo Internacional para la Energía Atómica, quien además de afirmar tajantemente que no existía ningún indicio de que Irak hubiese reanudado sus programas nucleares, aseguró también que las "pruebas" principales que sostenían la sospecha de tal reanudación, los documentos sobre la compra de uranio a Níger en el año 2000, eran una falsificación: "La OIEA fue capaz de analizar la correspondencia de varios órganos de gobierno de Níger y comparar sus formas, formatos, contenidos y firmas con las de los documentos de las acusaciones", "examinamos esos documentos, interrogamos a mucha gente relacionada supuestamente con el asunto, consultamos con expertos forenses y llegamos a la conclusión de que los documentos son una falsificación", explicó el director de la OIEA. "Hicimos muchas comparaciones con documentos originales, en términos de formatos, emblemas, firmas, contenidos. Empleamos técnicas termo-forenses y llegamos a la conclusión de que no eran auténticos", añadió más tarde en una rueda de prensa.
De modo que aún cuando Al Baradei -en presencia de un Powell impávido que simuló que la cuestión era insignificante-, se cuidó mucho de señalar con el dedo al evidente autor de una superchería destinada a legitimar la destrucción de Irak y la matanza terrible de decenas o centenares de miles de civiles indefensos, todo quedó meridianamente claro. La información resonó como una denuncia ante el auditorio menos sensible del mundo.
Al Baradei destrozó de un sólo golpe toda la prolífica presentación de pruebas que había realizado el mismísimo Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU el día 5 de febrero. Los EEUU –y derivadamente el Reino Unido y España- no tenían reparo alguno en falsificar documentos o en avalar documentos falsos para hacerle trampas a la comunidad internacional. Lo peor de todo es que la comunidad internacional simulaba no haber oído bien o no entender las consecuencias de la denuncia del presidente de la OIEA. Ninguno de los representantes de los otros 12 países que completan el Consejo se atrevió a señalar con franqueza y con la humanidad debida a las probables e innumerables víctimas de un ataque a Irak por parte de los EEUU, quien era realmente el violador permanente de la legalidad internacional y quien estaba engañando al órgano superior de las Naciones Unidas.
Al Baradei -mucho más claro que un Blix decidido a no romper con ambigüedades a pesar de sus muy probables efectos trágicos- afirmó también que la importación de tubos de aluminio por Irak no está ligada a la construcción de instalaciones nucleares y que ninguno de los generadores magnéticos comprados por el gobierno de Bagdad ha podido ser utilizado en un reactor nuclear. Todas las "pruebas" presentadas por los EEUU, afirmadas categóricamente por Blair, y "creídas a pies juntillas" por Aznar, se desmoronaban entre un tufo pestilente de engaño y de fraude. La supuesta reanudación del programa nuclear de Irak, la posibilidad de que este país tuviera armas nucleares en un plazo de meses había sido la base principal de la alarma que ha conducido al lanzamiento de la crisis y al desplazamiento de un cuarto de millón de soldados al futuro escenario de destrucción sistemática y de exterminio.
La coartada para una guerra largamente preparada se venía abajo ante las caras de póquer de los máximos representantes diplomáticos de los 15 países constituidos en comunidad internacional deliberante.
La segunda evidencia de la infamia vino de la constatación del desprecio de los Estados Unidos por las reglas fundamentales de un debate contradictorio, y de la burla a todos los ciudadanos del mundo. Cuando le correspondía el turno de palabra al representante de Irak –cuya presencia y audiencia en el debate público del Consejo de Seguridad era absolutamente imprescindible- la emisión de imágenes y sonido fue cortada. Por voluntad de los Estados Unidos y complicidad, cobardía o servilismo de los demás países que no protestaron ante este fraude, los ciudadanos del "mundo libre" no pudieron oír la posición de Irak, el país "examinado" por el Consejo de Seguridad, el reo cuya conducta puede ser castigada con una guerra-matanza de crueldad apocalíptica, inimaginable tras el rostro pétreo de la "paloma" Powell.
Lo más significativo de toda esa mascarada es que los órganos de Falsimedia se cuidaron mucho de destacar en titulares la noticia del fraude de documentos fabricados y sembrados, que denunció Al Baradei, y la enorme importancia que tiene eso para el asunto que dirime el Consejo de Seguridad. También obviaron la obligación de señalar que los EEUU y el Reino Unido –"los países amantes de la paz" que dice Bush- fueron los autores de esa falsificación con intenciones asesinas. Tampoco los medios se sintieron obligados a la defensa del derecho a la información de sus lectores o de su audiencia, ante la mutilación del derecho a la defensa pública que le correspondía a Irak. De hecho el corte de las imágenes de la intervención del representante de Irak y su sustitución por una rueda de prensa de Powell no fue comentada en absoluto.

El informe de Al Baradei debería haber terminado con la farsa del desarme de Irak aprobada bajo coacción de Estados Unidos por la resolución 1441. Lejos de eso la ausencia de escándalo ante las evidencias de trampa dio vía libre a la continuación del proceso de coacciones y chantaje que terminará por ablandar la posición de algunos miembros del Consejo de Seguridad.
Por orden de los EEUU, el Reino Unido presentó un ultimátum a plazo fijo –en principio 10 días- que en realidad funciona como una autorización para la guerra. El ultimátum afirma la inobservancia por Irak de sus obligaciones de desarme –contra lo informado por Blix y Al Baradei- y autoriza el comienzo de la guerra si el Consejo no declara el cumplimiento de las mismas. Algo totalmente imposible porque en ese caso el veto jugaría a favor de los EEUU.
Una pequeña treta hecha para facilitar, ante las "opiniones públicas", el deslizamiento hacia la guerra de algunos de los países que vacilan ante las amenazas y el chantaje despiadado de los EEUU.
En los últimos días Tony Blair –que cuando habla coloca en segundo plano las cabezadas afirmativas de Straw- ha hecho algunas modificaciones estrambóticas al proyecto de resolución. Una de ellas es la exigencia de que Sadam Husein hable en televisión confesando que ha escondido armas de destrucción masiva. La autoinculpación bajo chantaje irresistible es una nueva norma procesal del orden imperial.
Como en los viejos tiempos.