VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
No a la Guerra

El eje de la guerra desoye a Blix y lanza un ultimátum de días a Irak

El jefe de los inspectores de Naciones Unidas certifica la colaboración de Bagdad 08/03/03 Gran Bretaña presentó en la ONU una enmienda a la resolución para la guerra que da a Irak un ultimátum de diez días. De nada sirvió que los jefes de los inspectores, Blix y El Baradei, presentaran un informe positivo sobre la cooperación de Bagdad. Frente al eje de la guerra (Washington-Londres-Madrid), París capitaneó la oposición al ultimátum, secundada por Rusia, China, Siria y Alemania, y propuso una cumbre mundial de líderes para «redescubrir» a la ONU.
Ya lo había anticipado el presidente Bush en su inusitada rueda de prensa en la Casa Blanca horas antes de la comparecencia en el Consejo de Seguridad de la ONU de los inspectores . EEUU «no necesitan permiso de nadie» para iniciar la invasión de Irak.
Permiso no, pero EEUU precisa siquiera de voceros en el Consejo y, de ser posible, el aval de la mayoría de sus miembros. «Es hora de que la gente enseñe sus cartas y deje claro de qué lado está», reiteró un otra vez maniqueo Bush.
Voceros no le faltan y fue el ministro de Exteriores británico, Jack Straw, quien anunció en plena comparecencia de los jefes de los inspectores al Consejo de Seguridad el ultimátum para la guerra contra Irak.
Diez días de plazo, hasta el 17 de este mes, según la enmienda a la resolución para la guerra que Straw ordenó repartir a los presentes en el Consejo.
La nueva resolución se votará a principios de la semana próxima, según confirmaron fuentes estadounidenses e incluye la constatación antes del 17 de que Irak «ha cooperado de manera total, incondicional, inmediata y activa», Este anuncio contrastó con el informe presentado por los jefes de la misión de la ONU (Unmovic) y de la OIEA, Hans Blix y Mohamed El Baradei respectivamente y por este orden.
Famoso ya por sus salomónicas intervenciones, sorprendió el tono positivo de Blix, quien tras volver a criticar ­como hiciera en la anterior comparecencia, el 14 de febrero­, las «pruebas» presentadas por el secretario de Estado, Colin Powell, puso un plazo «de meses» para culminar el proceso de verificación de armas.
El Baradei desmontó una a una las «sospechas» sobre programas nucleares, tubos de aluminio e imanes para enriquecer uranio contra Bagdad y llegó a asegurar que los documentos sobre la exportación de uranio de Nigeria a Irak simplemente «no son auténticos».
Diplomático, Powell se permitió el lujo de poner en varias ocasiones en duda la labor de ambos y en todas su eficacia a para que Bagdad haya dado «pequeños pasos», que no iniciativas, matizó.
Powell introdujo el concepto de «colaboración estratégica» ­que repetiría luego la representante española­, y aseguró que si ésta se diera la colaboración de Irak para desarmarse sería «entusiasta».
«Es el momento de que el Consejo le diga que no hemos parado el reloj.
Tenemos que plantear una nueva resolución», para hacer ver a Saddam Hussein que «las consecuencias a las que se enfrenta serán muy graves», culminó Powell.
Volvió a ser esta vez el jefe de la diplomacia francesa, Dominique de Villepin, quien lideró el frente de oposición a la guerra. Haciéndose eco del informe de Blix y de El Baradei, el portavoz de Chirac reiteró que «hay pruebas claras de un desarme real. ¿Por qué una guerra con Irak ahora?», preguntó, para proponer mecanismos de control férreo y temporal sobre Irak a través de las inspecciones. De Villepin reiteró que «no podemos aceptar un ultimátum (...) Francia no permitirá una resolución que autorice el uso de la fuerza. Estamos decidiendo en qué futuro queremos que se crien nuestros hijos», advirtió finalmente.
Los portavoces ruso y chino, con igual poder de veto, se alinearon con París, al igual que hicieron Alemania y Siria.
El ministro de Exteriores francés propuso, significativamente, y ante la disyuntiva de desarmar a Irak a través de la paz o de la guerra», una nueva reunión de jefes de Estado del mundo «aquí mismo», en la ONU, llamamiento que fue posteriormente rechazado como innecesario por Powell.
Y es que tanto De Villepin como su homólogo ruso, Igor Ivanov, relacionaron directamente la solución pacífica de esta crisis con el encarrilamiento de otros problemas candentes en la agenda internacional.
El eje de la guerra (Washington, Londres y Madrid) acudió al Consejo con los papeles bien repartidos. Straw cargó «a la yugular» de de Villepin, calificando de «falsa» su opción entre «guerra y paz», apostando por «respaldar nuestra democracia con una amenaza creíble en el uso de la fuerza».
A la española Ana de Palacio le cupo el «honor» de guiñar a los países bisagra. Tuvo un lapsus al calificar de país a Africa y volvió también a mostrarse más «antipapista que al antipapa» (a tenor de la posición vaticana) en esta crisis.
Quizás hacía méritos después de comprobar que "The Washington Post" no incluía en su edición de ayer al Estado español entre los aliados de EEUU.
Las intervenciones de los países bisagra (descontado el alineamiento de Bulgaria con EEUU) pusieron en evidencia lo incómodo de su posición.
Pakistán y Guinea Conakry fueron los más «pacifistas». Chile y Camerún los menos. México y Angola se agarraron como clavo ardiendo a la necesidad de consenso. Buena les espera a los seis estos días.