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No a la Guerra

Estrategia de daños colaterales y campaña humanitaria

Antonio Maira
Cádiz Rebelde

Ataque dedicado

Cortesía por delante. Los primeros cuarenta misiles fueron una dedicatoria especial de Bush a todos los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. A Blair y a Aznar, de pasada y entre amigos, con un guiño cómplice y el pulgar hacia arriba. Con particular atención vengativa y cínica, el presidente de los EEUU brindaba los misilazos que intentaron asesinar al presidente iraquí y a los miembros principales de su gobierno y de sus fuerzas armadas, a Francia, Alemania, Rusia, China y todos aquellos países que se habían resistido finalmente a respaldar la destrucción-matanza de Irak pero que habían colaborado intensamente para que aquél intento de asesinato múltiple, de alta tecnología y enorme poder explosivo, alcanzase el éxito esperado.
En la última comparecencia televisada de los inspectores de la Unmovic, el inefable Powell insistía a Blix que debería extremar la búsqueda de los refugios subterráneos secretos en los que podrían ocultarse "armas de destrucción masiva". El jefe de los inspectores daba cuenta de la utilización de radares especiales y de los intensos esfuerzos dedicados por los expertos de las Naciones Unidas a esa tarea supuestamente realizada para evitar la guerra. Todos los demás países estimulaban a Blix para que realizase meticulosa y rápidamente su trabajo de investigación, y exigían a Irak la colaboración más diligente.
Como había hecho ya en 1998, los Estados Unidos utilizaban descaradamente a los equipos de inspectores para completar la "lista de blancos" de una guerra que ya habían decidido antes del 11 de Septiembre. En realidad nada importaban las inexistentes armas de destrucción masiva sino la posibilidad de terminar la guerra con un solo golpe certero.

Burla y complicidad en la ONU
La burla a la ONU -con la complicidad entusiasta de los aliados fieles, la complicidad más o menos forzada de los demás, y la indignidad de todos los funcionarios de la organización empezando por el Secretario General, Annan- fue despiadada como corresponde a un Imperio que se anuncia a tambor batiente, y que no sólo arrolla sino que humilla y denigra a los organismos multilaterales.
Todo el proceso de inspecciones había sido una auténtica trampa para Irak que tuvo que destruir una parte de su pobre equipamiento militar y condicionar gravemente su seguridad.
El ataque inicial, con un objetivo tan preciso como la "decapitación del gobierno", ha sido posible gracias a la información recogida por los inspectores.

Otras Naciones Unidas contra el Imperio
La ONU tiene un grado de complicidad importante con ese primer ataque de intenciones criminales. La supuesta "comunidad internacional" ha obligado a Irak a desarmarse en presencia de un enorme y poderosísimo ejército, y a pesar de que los EEUU hacían declaraciones continuas de que harían la guerra fuesen cuales fuesen los informes de los inspectores. La ONU no fue capaz de concebir ni de exigir ninguna garantía para que el trabajo de la Unmovic no se convirtiese en la primera tarea para esta guerra-matanza que estamos viviendo ahora.
Todo el proceso que ha conducido a la invasión de Irak por la más terrible máquina de matar que haya presenciado el mundo, ha demostrado que sólo sería posible reorganizar una institución supranacional para garantizar la paz si esto se hace con el objetivo claro de oponerse a los planes desarrollados en la Nueva Doctrina de Seguridad Nacional de los Estados Unidos. Los Estados Unidos son el verdadero enemigo de toda "comunidad internacional" que no sea la jerarquizada bajo el poder y la voluntad del Imperio. Ésta es la percepción compartida por las inmensas multitudes que se manifiestan contra la guerra en todos los rincones del planeta.

Los prisioneros de guerra
De manera acelerada los miembros de los organismos internacionales de todo tipo se están convirtiendo en funcionarios imperiales. Tal como están los tiempos no es nada sorprendente.
Ahora les ha tocado el turno a los responsables institucionales de la "humanización de la guerra". Todos ellos mostraron repentinamente su congoja por el trato a los prisioneros de guerra cuando las cámaras de televisión mostraron las imágenes de dos grupos de marines prisioneros de Irak. En el primero de ellos los militares estaban sentados y respondían a preguntas elementales en relación con la identidad de cada uno. En el segundo grupo –los dos pilotos de un helicóptero Apache- uno de los soldados tomaba un té y comía una galleta. Todos tenían, naturalmente, aspecto desconcertado e inquieto, sin duda miedo, pero no parecían mal tratados.
El problema para la credibilidad de esos funcionarios que reclamaban castigo, es que todos los espectadores del mundo llevaban varios días viendo las imágenes, distribuidas por el mando aliado, en las que los prisioneros iraquíes de los ejércitos de EEUU y el RU, arrodillados y amarrados, eran cacheados por los soldados que no dejaban de apuntarles con sus armas. Las imágenes, demasiado frescas y procesadas sin descanso por el mecanismo de multirrepetición de Falsimedia, todavía no se habían desprendido de la memoria corta de los ciudadanos-portadores de "opinión pública". Y lo peor fue que estas imágenes inmediatas, contrastadas con el escándalo artificial y excesivo de los nuevos serviles del Imperio, arrancaron de la memoria ya casi enterrada algunas un poco más viejas. Aquellas otras de los "prisioneros no de guerra" de Guantánamo: primero conducidos a la base militar norteamericana encuclillados, amordazados, encapuchados y enguantados, amarrados como carga pesada, con tensores radiales, en los aviones-bodega de los EEUU; después esposados y argollados de pies y manos, silenciados, cegados, ensordecidos y vendados, "insensorializados", enjaulados bajo el sol de fuego del trópico.
La confluencia de las devociones excesivas de los portavoces de las instituciones humanitarios supranacionales y los errores graves de los propagandistas, provocaron que la esperada ira de los "occidentales" se quedase en verdadero pasmo ante el escándalo, enormemente parcial, de sus censores de los derechos humanos.
Pero lo más "asombroso" de todo era el motivo elegido para el concierto repentino de lamentos. La acusación del funcionariado de control humanitario se centraba precisamente en la mera difusión de las imágenes de los dioses vencidos, al parecer lo único "punible" del comportamiento iraquí. Durante los tres días anteriores, las cámaras de la Falsimedia "encamada" en el Estado Mayor del ejército norteamericano, ávidas por transmitir el derrumbe de la resistencia iraquí y la victoria instantánea de las legiones del Imperio, se habían lanzado alegremente a la caza y captura de imágenes de prisioneros.

Los muertos

Los muertos norteamericanos e ingleses, todos militares profesionales, hombres o mujeres adultos, están completos. Han muerto en suelo ocupado, con las armas en la mano, después de matar mucho.
Los muertos iraquíes, civiles pobres o soldados mal armados, en buena parte mujeres, ancianos y niños, están rotos, incompletos; en algunos casos, como en el mercadillo de Bagdad, los muertos iraquíes han perdido la integridad personal de los cuerpos para incorporarse a la solidaridad colectiva de los fragmentos humanos, sin distinción de edades ni sexos. Mueren en su tierra, muchos bajo los escombros de sus casas, hechos pedazos. Son los muertos de la campaña "Conmoción y Pavor" que Rumsfeld y sus militares bautizaron para sintetizarle a Bush el carácter y el sentido real de las operaciones militares.

Huidos de Basora

En Basora -aseguran los cronistas integrados en el estado mayor civilizado- los que huyen, ocho días después de iniciada la guerra, lo hacen de las carencias: alimentos y agua, pero de ninguna manera de las bombas, los proyectiles y los misiles del ejército angloyanqui. Y eso a pesar de que la ciudad está siendo bombardeada con ferocidad y sin descanso, y lleva días envuelta por el humo de las explosiones y los incendios.

Escudos humanos
Los generales-portavoces de los marines –fuente casi exclusiva de información para muchos medios occidentales- demuestran una y otra vez que han comprendido -sino mucho mejor, sí con más descaro que la mayor parte de los periodistas de Falsimedia- cuáles son las normas que rigen este negocio de la Verdad y de la Opinión Pública.
A pesar de que los edificios oficiales –desde los cuarteles a los ministerios- están evidentemente vacíos para evitar matanzas inmediatas, y de que es absolutamente imposible cubrir Bagdad o Basora de fuego sin provocar cientos o miles de víctimas civiles, cada iraquí muerto –dicen los voceros pentagonales- es un "escudo humano" utilizado por la Guardia Republicana y los "fedayines de Sadam Hussein". Gracias a esa conversión diabólica de cada "persona cuerpo humano" -incomprensiblemente presente, al parecer, en una ciudad de cinco millones de habitantes; incomprensiblemente alcanzada y destrozada por el bombardeo de miles y miles de misiles y bombas de gran potencia que caen día y noche- en una víctima indeseada para los que disparan y sacrificada por los disparados, el presidente Bush y su compinche Blair, se liberan de la evidente cualidad de asesinos masivos y ejercen su papel favorito de cazaforajidos. Y Aznar, el pequeño y cínico cómplice hispano de los crímenes de lesa humanidad y de guerra que están asolando Irak, organiza su "contraofensiva moral" y refuerza la ofensiva represiva.

Errores fatales, daños colaterales
Los casos menos justificables con este "argumento" de los escudos humanos –un mercado bombardeado, un edificio de viviendas, por ejemplo- son trasladados al capítulo de los "posibles pero no probables errores humanos". Serán "investigados" cuando sean ocupadas Bagdad o Basora. En principio para no crear huecos informativos en el mosaico de la Verdad se atribuyen al propio fuego de las milicias iraquíes. Sadam mata a su propio pueblo. Así de fácil.
Cuando todo esto no sirve para mantener la credulidad de los receptores de información occidentales entonces se puede hablar de "daños colaterales".

La estrategia de los daños colaterales
La ecuación estratégica era expresada hace unos días, entre líneas y con lenguaje de guerra colonial, por los medios occidentales. Deslastrada de simulaciones y de la liturgia de la guerra de los Arcángeles contra el Maligno, la fórmula es la siguiente: si el pueblo iraquí resiste en las ciudades entonces será imposible ganar la batalla sin sufrir grandes pérdidas, en consecuencia, habrá que intensificar y generalizar el fuego contra las ciudades. O legionarios muertos o ciudades arrasadas.
Aunque parezca de una atrocidad incomparable, esa alternativa estratégica en relación con la matanza masiva de civiles -que se está resolviendo con masacres indiscriminadas en las ciudades asediadas y asaltadas como Basora, y que es admitida como natural por el modelo ético de Falsimedia- no es la peor expresión de la infamia. En el rincón más oscuro de esta guerra-matanza está la estrategia operativa de los "daños colaterales" que se desarrolla en las grandes ciudades, sobre todo en Bagdad.
Los "daños colaterales", que en la expresión Pentagonal que transmiten los medios de comunicación se refieren a muertes y efectos destructivos de los bombardeos, producidos al margen de los deseados, limitados en los daños, ocasionales, casi excepcionales; son en realidad enormes masacres cada vez más repetidas. La brutalidad extrema y la frecuencia –creciente hasta llegar a lo continuo- con que se producen estos daños colaterales tiene una función militar programada.
El objetivo de los daños colaterales es aterrorizar a la población civil y desmoralizarla, derrotarla, rendirla, terminar con la resistencia. Al mismo tiempo representan una presión gigantesca sobre el gobierno y las fuerzas militares iraquíes a los que le presentan una alternativa insoportable: genocidio o rendición. Esa es la función estratégica de los daños colaterales que no son para Bush, Blair, su cómplice menor Aznar, y sus estados mayores, marginales sino principales, de destrucción material sino de matanza humana civil, fortuitos sino planeados, ocasionales sino regulados.
Es la estrategia de "dejar sin agua al pez" trasladada desde el campo a las zonas urbanas, de la población dispersa a la población concentrada, del napalm a las enormes bombas y a los misiles perforantes.
Cuando empiezan tienen una función de advertencia. Señalan la ausencia de límites en la ferocidad del ejército del Imperio. Presionan para invitar al ejército iraquí a rendirse o para forzarle a desarrollar el "combate" elegido por los EEUU.
Para la estrategia inicial del Pentágono, la gran ventaja operativa del ejército enviado a Irak es que la propia población civil está muy lejos del campo de batalla.

El Imperio no puede hacer su guerra
Los valientes soldados del Tío Sam están acostumbrados a colocar coordenadas de blancos en los sistemas de guiado de los misiles y a abatir siluetas verdes en los visores de sus helicópteros y carros de combate. Quieren combates nocturnos en terreno abierto que ellos pueden convertir en una sesiones de videojuego. Los iraquíes deben combatir al aire libre y en descampado, concentrando sus unidades y volcándolas en una gran batalla, o encerrados e inmóviles en los acuartelamientos y bunkers localizados por la CIA o por los equipos de inspectores.
Pero la guerra va por otros derroteros. En el momento en que escribo estas líneas el Gran Ejército de los EEUU y el RU se ve obligado a pelear un combate que no esperaba, contra un pueblo unificado, a lo largo de un enorme eje longitudinal, sin retaguardia asegurada, con la incapacidad de concentrarse en Bagdad sino duplica sus efectivos, condicionado a una guerra mucho menos rápida de lo previsto y con un frente político exterior que puede convertirse en catastrófico.
En estas condiciones, la guerra directamente dirigida contra una población civil que ha tenido la osadía de empuñar el fusil o alentar a los combatientes, en lugar de agitar banderitas norteamericanas recogidas de las manos de los soldados del V de Caballería, va a alcanzar una dureza extrema.

El papel estratégico de la revuelta contra la guerra
La guerra-matanza, más larga que el fulgurante paseo militar que iba a tener lugar después de unas primeras salvas terroríficas, coloca en primer plano la revuelta popular que se está extendiendo y afirmando por el mundo.
La protesta social se ha situado en el escenario global de la guerra cuando ha alcanzado la perseverancia y la radicalidad que la convierten en algo muy distinto del mero testimonio de oposición dentro de un marco político controlado. Todo indica que –como intuyó Saramago- está surgiendo un verdadero y sorprendente antagonista contra el rápido y brutal despliegue del poder del Imperio. La movilización social está adquiriendo rápidamente la comprensión del mundo como el escenario de una explotación feroz, de violencia extrema, cuyos instrumentos de poder funcionan al amparo de un sistema institucional, político y cultural que tiene que ser revolucionado. Esta nueva conciencia de que estamos en una batalla humana que desborda totalmente el escenario electoral vigente es lo que convierte a la protesta contra la barbarie en un factor estratégico de primer orden.
El resultado de la guerra de Irak es en estos momentos una cuestión de resistencias y de tiempos.

Una mano mata, la otra reconstruye

La resistencia empecinada del pueblo iraquí ha desenmascarado los planes imperiales y ha destrozado toda su campaña de propaganda.
La euforia de primera hora ha mostrado a un Bush que está manejando la guerra en Irak con dos planes de operaciones. En uno de ellos se detallan y se actualizan las etapas de destrucción y de matanza que se corresponden con las distintas alternativas de resistencia y las fases de la guerra. En el otro se desarrollan los planes paralelos de "reconstrucción" y se asignan los correspondientes negocios. Con un "pequeño beneficio empresarial" -dicen los responsables de la administración norteamericana-, las grandes corporaciones vinculadas directa o indirectamente a los miembros del gobierno se hacen cargo nada menos que de la administración del puerto de Um Qasr, o del apagado de los incendios en los pozos y –se dice con letra pequeña- la "reconstrucción de la infraestructura petrolera". Todo ello con el primer aporte financiero de 1.700 millones de dólares iraquíes retenidos en los bancos norteamericanos desde 1991.
Nada más expresivo de la naturaleza de esta guerra de Irak y de las sucesivas guerras que tiene previsto el Imperio que el programa global que componen esos dos planes de operaciones. La destrucción y el negocio son la misma cosa. Dentro del negocio se enmascara la más fabulosa transferencia de propiedad que ha ocurrido en el mundo.

Acción humanitaria y "consenso de futuro"
El tercer elemento que están poniendo en marcha Bush y Blair –con la colaboración entusiasta y activa del también implicado Aznar-, buscando de nuevo la complicidad del Consejo de Seguridad de la ONU y la de la UE, es el de un enorme plan de propaganda con el que contrarrestar las protestas por las atrocidades de la guerra. También buscan –sobre todo los dos socios europeos- modificar la acusación precisa y exacta que como genocidas, criminales de guerra y criminales contra la Humanidad les dirigen cientos de millones de personas en el mundo.
Blair y Aznar, los compinches europeos de la guerra-matanza tienen todavía una preocupación adicional, la del riesgo grave en el que están situando a sus sistemas políticos.
¿Para qué empecinarse en la oposición a la guerra? nos dicen, una y otra vez. Hay que terminar esto rápidamente y olvidarlo a toda prisa para que no resquebraje el consenso interno, tan democrático él, y la feliz armonía internacional de los pueblos civilizados. Con ello nos están sugiriendo que seamos tolerantes con un incremento de la barbarie de los bombardeos, de las matanzas colaterales para la desmoralización del pueblo iraquí, y de las masacres de una guerra lanzada claramente contra la población civil.
Blair y Aznar, que ante las coléricas manifestaciones que revuelven sus países de punta a punta, no tienen ya muy claro si los perseguirá la gloria o los requerimientos judiciales del TPI, han propuesto como fórmula para simular una Europa que ellos han colocado al servicio del Imperio y, sobre todo, para recuperar la seguridad de un sistema que se resquebraja, el "consenso de futuro". Algo así como:

Déjennos matar ahora sin demasiados contratiempos, y no pongamos en riesgo el fabuloso y lucrativo consenso institucional de los últimos años.