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No a la Guerra

Guerra sucia en el nuevo orden mundial

Stella Calloni / La Jornada

Pase lo que pase en Irak, la resistencia iraquí logró desbaratar en días la soberbia y el triunfalismo de Estados Unidos y puso en evidencia las falsedades de sus argumentos para atacar. Esta resistencia permite al mundo valorar de qué se trata la mal llamada guerra, en realidad una invasión, no de "aliados", sino de una coalición forzada que actúa bajo las órdenes del Pentágono y es sostenida militarmente por dos países: Estados Unidos y en menor escala Gran Bretaña. La presencia de España es sólo un gesto simbólico y oportunista para "estar junto al más fuerte", y el resto no cuenta.
La invasión a Irak es parte de la ''guerra global'' planificada desde hace mucho tiempo en Washington, expresada en una serie de documentos de la ultraderecha estadunidense y de su proyecto de nuevo orden con un trazado de hegemonía absoluta que retrotrae al nazismo en su estado de pureza. El presidente George W. Bush se muestra como un sheriff dispuesto a desenfundar la pistola ante una simple sospecha. Amenaza y violenta toda legalidad internacional, y miente en el mejor estilo goebeliano. Es lo más parecido a Adolf Hitler que haya surgido en los últimos tiempos, y su dominio por el terror y la desinformación surgen de la misma matriz ideológica.
Antes de ordenar la invasión, tan largamente anunciada, el secretario de Estado Colin Powell dijo en Naciones Unidas: "el juego se terminó", pero no logró convencer a algunos antiguos aliados. Sus pruebas falsas, como las presentadas por el primer ministro británico Tony Blair, quedarán incorporadas a la historia universal de la infamia. Después de escuchar los informes de avances en las negociaciones de desarme con Irak, Bush lanzó un escueto: ''vamos a parar a Saddam Hussein'', lenguaje sintético si los hay para anunciar una acción ilegal y criminal.
Además de esa coalición montada sobre el cohecho y la presión, en el terreno está un convidado de piedra que se mantiene en silencio: Israel. ¿Qué están haciendo en esta guerra los hombres de Ariel Sharon, cuyo sueño es acabar con los países árabes, dentro de su esquema de "fronteras seguras", el mismo que argumentaba Hitler para avanzar sobre el mundo? El silencio de ese gobierno aparece como una acción táctica, pero nadie cree que estén ausentes de las acciones en Irak.
La guerra sucia está en su apogeo. Algo se había adelantado cuando se escucharon las declaraciones de funcionarios de Washington, según las cuales Hussein había mandado hacer uniformes similares a los británicos y estadunidenses para "cometer atrocidades" y atribuirlas a los invasores. De acuerdo con los especialistas, hay que tomar esto como un anuncio de que las tropas de agresión traman atrocidades para aterrorizar y paralizar al pueblo iraquí y descalificar aún más a Hussein. El intento de Bush de tratar de derivar los bombardeos contra la población civil iraquí a fantasmales "autores desconocidos" es también parte de la guerra sucia.
Algo que se usó cuando en Rumania desenterraron cadáveres de un cementerio común, los alinearon y fotografiaron para mostrar las atrocidades de Nicolae Ceaucescu en vísperas de la navidad de 1989. Según los informes, el dictador había asesinado a 4 mil personas en Timisoara y entonces aparecieron las fotos. Un tiempo después se conoció una rectificación que muy pocos leyeron. La matanza "había ocurrido, pero había cobrado un centenar de víctimas, incluyendo a policías de la dictadura, y aquellas imágenes espeluznantes no habían sido más que una puesta en escena. Los cadáveres no tenían nada que ver con esa historia y no habían sido deformados por la tortura, sino por el paso del tiempo; los fabricantes de noticias los habían desenterrado de un cementerio y los habían puesto a posar ante las cámaras", recuerda el escritor Eduardo Galeano en Patas arriba. La escuela del mundo al revés.
Cuando esto sucedía, las tropas de Estados Unidos invadían Panamá, un país de 2 millones de habitantes, y sus soldados "encontraban" supuestas bolsas de cocaína en un refrigerador en las oficinas de Manuel Noriega. Llamaron a la misma prensa estadunidense, que durante la noche de la invasión estuvo encerrada en el comando sur, para informar al mundo sobre el hallazgo. Finalmente los paquetes resultaron ser tamales preparados para comer en los festejos navideños.
Una carta enviada por un joven que está en un grupo de solidaridad en Irak relata que cuando los invasores toman pequeños grupos de prisioneros iraquíes les entregan una bandera blanca para mostrar a la televisión que se rinden. ¿Hasta dónde llegarán? Algunos informativos británicos estaban sorprendidos porque la población de Basora -a la que consideraban rebelde contra Hussein- no salía a abrazar a los soldados que la sitiaban cortándole el agua, la luz y otros servicios. Sólo pudieron mostrar en la televisión la foto de una mujer y dos niños que tímidamente levantaban una mano en una desganada señal de victoria. Tampoco debe extrañar a nadie que si entran a sangre y fuego, lo que quede de la población los salude por terror, no por amor.
Errores de precisión, helicópteros derribados por campesinos, tanques tomados por mujeres, prisioneros estadunidenses que no se ven precisamente maltratados, el fuego amigo y hasta un sargento del ejército estadunidense que tira una granada sobre sus compañeros, porque está contra la invasión. Este no es el escenario de un triunfo rápido, y en las ciudades presuntamente tomadas se lucha casa por casa.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, había prometido "algo nunca visto en el mundo" en su guerra contra Irak. El "nunca visto" pretendía aterrorizar al mundo, como la "noche y niebla" de los nazis. Pero la lluvia de bombas y misiles no paralizó a los iraquíes. Rumsfeld, algo más alterado, salió a hablar entonces de la maldad de los iraquíes que se rinden y cuando se acercan atacan.
Mientras, con cada misil y cada hora que pasa, crece la rebelión internacional contra la ilegalidad del ataque bélico, pero los halcones siguen instalados en un patrioterismo fascista cincelado por el mensaje del terror. Un analista habla ahora de que a Estados Unidos sólo le quedan dos caminos: reducar a su población cambiando el mensaje para acostumbrarla a una guerra más larga o reducir Bagdad a la ''edad de piedra'', lo que sería un suicidio de Bush ante una opinión pública internacional que se moviliza como nunca antes contra un nuevo genocidio.