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No a la Guerra

¡Asesinos!

Jesús García Blanca
www.cadizrebelde.com

"Hay que mantener, queridos chicos, encendida en el alma la llama de este dolor de humanidad, y ser fiel. Si esta determinación permanece, será inquebrantable. Podrán hacer la guerra, pero han de saber que son asesinos".
Ernesto Sábato.

Puedo imaginar el horror.
Puedo imaginar gritos, manos crispadas, lágrimas de rabia, corazones cohibidos; destellos de fuego abriendo en canal las arterias de la tierra, fogonazos de luz abrasadora destrozando el alma de las gentes...
Puedo sólo imaginarlo.

Mi experiencia vital no incluye un acto de devastación comparable.
Queda, eso sí, el recurso de rememorar ocasiones de dolor personal y multiplicarlo con el corazón. Recordar –hace años- a mi hija mayor lanzada por los aires al ser golpeada por una motocicleta. Recordar -hace menos años- a mi hija pequeña con la pierna abierta por un cristal. Puedo recordar lo que sentí al verlas, la una con apenas cuatro años tumbada en el asfalto, como muerta; la otra sangrando por una profunda tajadura cuya cicatriz ha quedado en los resquicios de mi memoria y aún produce escalofríos cuando despierta.
Estas angustias, insignificantes si se comparan con las de Mesopotamia, me permiten al menos imaginar el dolor de los otros, y en el acto de imaginarlo, empezar a compartirlo.



¿Teléfono negro? Volamos hacia Bagdad

"El tiempo inexorable, va fluyendo. ¿Qué ha sido
de Bagdad y de Balk? Un leve roce puede
matar la rosa. Bebe, y al mirar las estrellas
medita en las culturas que se tragó el desierto".
Ghiyathuddin Abulfash Omar be Ibrahim al Kheyyam.


Un grupo de marines estadounidenses celebra con saltos de alegría las primeras bombas sobre Bagdad.
A miles de kilómetros, y quizá a miles de años de distancia, allá en los últimos reductos del Occidente desarrollado, la madre de uno de los prisioneros estadounidenses contempla horrorizada a su hijo mientras declara que "ahora" está en contra de la guerra.
Y justo en medio, en un lugar equidistante entre la destrucción y la Sede del Imperio, un locutor de Radio Nacional de España se refiere a los artefactos de muerte que caen sobre el pueblo iraquí como "nuestros misiles".
Conmoción y pavor.

Pero lo paradójico, lo maravillosamente paradójico es que parece haber más conmoción y pavor en las calles del mundo que en las de Iraq.
La lección de valor y dignidad que está dando el pueblo iraquí pasará a la historia por encima de las novedades tecnológicas de la maquina de matar de la coalición, incluso por encima de la infamia de los que han ordenado la matanza y los que la justifican con palabras vergonzosas o con el silencio.

Iraq no es la Italia del 45
No sólo no se están produciendo las deserciones en masa que anunciaron los estrategas anglonorteamericanos, sino que los exiliados, las tribus del desierto, los enemigos del régimen de Saddam, regresan a su tierra o acuden a Bagdad para luchar –y ésta sí es una lucha legal, legitima y moral- contra esos soldados que se quejan de no encontrar establecimientos de McDonald´s en el desierto.
No sólo no reciben a las fuerzas de la coalición como libertadores –quizá los generales anglonorteamericanos esperaban una multitud agitando banderitas con barras y estrellas- sino que incluso los que odian a Saddam están dispuestos a defenderlo como símbolo de su tierra agredida.
Y, paradojas aparte, no sólo está quedando dolorosamente patente quien tiene las armas de destrucción, sino –mucho más importante- quién tiene la voluntad de utilizarlas.

"Nosotros, las Potencias Unidas..."
Una breve recapitulación del papel jugado por la ONU arroja a esta institución a las simas más negras de la hipocresía y de la traición a sus principios:

El consejo de Seguridad ha exigido en numerosas ocasiones el desarme de Iraq en lugar de poner en marcha –como manda su carta fundacional- una campaña de desarme global; más aún, durante las semanas previas a la invasión ha actuado como catalizador de las presiones estadounidenses para desmantelar parte del misérrimo arsenal defensivo iraquí.
El Consejo de Seguridad ha permitido que el informe presentado por Iraq describiendo con todo lujo de detalles sus secretos militares fuera a parar a manos de los estrategas del Pentágono ofreciéndoles así una herramienta clave para planificar su campaña militar.
El Consejo de Seguridad ha fracasado estrepitosamente en el terreno diplomático. Ha sido puesto en ridículo por Bush y sus compinches que primero lograron la unanimidad en una resolución asegurando que la frase de marras no implicaba el uso automático de la fuerza, después retiran una segunda resolución ante la perspectiva de no conseguir respaldo, y finalmente cambian la interpretación de la primera para autolegitimarse en la comisión de un crimen de lesa humanidad.

Del Consejo de Seguridad al Consejo de Guerra
Con todo, y de cara a lo que depare el futuro, creo que lo realmente trascendente es que el Consejo de Seguridad ha seguido milimétricamente la lógica marcada por EEUU hasta la última reunión celebrada tras el Consejo de Guerra de las Azores: es decir, la lógica del desarme de Iraq, que ha servido de coartada hasta el inicio mismo de los bombardeos.
Las reuniones del Consejo han puesto igualmente de manifiesto dos cuestiones claves: que Iraq cooperaba con los inspectores (aún en contra de sus propios intereses como trágicamente se ha podido comprobar después) y que EEUU reaccionaba con frustración cada vez más evidente a esa cooperación.
El remate del Secretario General de las Naciones Unidas ha sido su aparición en plena orgía de destrucción sobre Bagdad para pedir a los Estados Unidos que se haga cargo de la ayuda humanitaria en Iraq.


Sí a la guerra (global)

"Luz y oscuridad se enfrentan en la arena de nuestros corazones y hemos de tomar partido en algún sentido".


Cualquiera que tenga dos dedos de frente, algo de corazón y el mínimo indispensable de decencia, sabe que lo que está teniendo lugar en Iraq no es una guerra, sino una matanza.
Pero analicemos más detalladamente este asunto porque no sólo las expresiones del tipo "daños colaterales", "misiles inteligentes" o "fuerzas de liberación" u otras por el estilo actúan subliminalmente con el propósito de manipular. Dejando aparte las del bando de allá analicemos la más repetida en el bando de acá, me refiero a
"esta guerra ilegal, ilegitime e inmoral".

1. Empezaré por fijar mi propia posición al respecto:
Lo único que puedo considerar legitimo y moral es la defensa ante una agresión cuyo ejemplo histórico más emblemático fue la resistencia de los griegos a la invasión persa del siglo V antes de Cristo.
Que esto sea legal o no, me trae sin cuidado por una razón muy sencilla: estamos metiendo en un mismo saco tres adjetivos que no tienen el mismo nivel de significación. Los dos últimos tienen un referente más subjetivo pero también más universal; el primero tiene un referente concreto pero precisamente por ello, sujeto a veleidades e intereses de poder que empequeñecen drásticamente su alcance legitimador.
Dicho esto, creo de interés empezar a contestar dos preguntas que pueden contribuir a precisar dónde estamos y por qué luchamos:

2. Por qué los atacantes sí pueden decir que esta guerra es legal, legitima y moral.
Se ha dicho que "los vencedores escriben la Historia". Así fue como Cartago desapareció de los programas escolares.
Pero los vencedores también
definen las reglas de juego.
No tenemos constancia de que Rumsfeld, Cheney o Wolfowitz hayan leído a Maquiavelo o a Locke. Tampoco podemos demostrar fehacientemente la Teoría de la Reencarnación.
Sin embargo producen un estupor cercano al
déjà-vu las ideas contenidas en el manifiesto firmado por estos y otros entonces aspirantes a despachos en la Casa Blanca y publicado en 1997 en el Weekly Standard clamando por una "autoridad moral" firme que respaldara al séptimo de caballería en sus pillerías por todo lo largo y ancho del planeta; o –ya instalados en el Gabinete Presidencial- el documento "Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos" arrojada a la faz del mundo en septiembre de 2002 y que consagra definitivamente la estrategia militar, la amenaza y la destrucción como características fundamentales de la relación de los EEUU con el resto del planeta.
¿No podrían haber sido estas palabras extraídas de
El Principe parte de una de las muchas declaraciones de Bush en estos diez días de invasión, conmoción y pavor?:

"Aquí hay una sobresaliente justicia: porque una guerra es legítima por el sólo hecho de ser necesaria, y las guerras son actos de humanidad cuando no hay ya esperanza más que en ellas".

Es evidente que –desde el punto de vista de EEUU- está guerra es legal: lo dicho, los vencedores definen las reglas de juego. Y los vencedores reincidentes y compulsivos trazan además las fronteras en las que se aplican esas reglas de juego.
Como señala Enrique Dussel la doctrina Bush-Rumsfeld sigue paso a paso la argumentación de John Locke que pueden resumirse en pocas palabras: esta guerra es legal, legítima y moral porque lo digo yo. Y ese yo, según Locke, es "cualquier hombre". Cualquiera puede castigar al que se opone a la ley natural, especialmente si ese "cualquiera" posee el ejército más temible y destructivo del planeta.
Pero, ¿quién define la Ley Natural y establece cuándo se ha transgredido? Dussel: "La comunidad de liberales norteamericanos es la `última instancia´ de todos los juicios políticos, incluyendo el saber cuando se dan las condiciones de la `guerra justa´".

3. Por qué a los pacifistas coyunturales les interesa especialmente decir que esta guerra es ilegal, ilegítima e inmoral.
Recomiendo observar el énfasis que los prebostes del PSOE –desde el Congreso a los consistorios más humildes- ponen en adjetivar la guerra como "ilegal, injusta e inmoral". Más aún, en la mayoría de los casos sustituyen el artículo –"la"- por el demostrativo –"esta".
Casi da vergüenza explicar algo tan evidente: el propósito es marcar la distancia –para eso sirven los demostrativos, ¿no?
Ellos están –por ahora- contra
esta guerra; de las otras, ni pío.
Y
esta guerra es "ilegal, ilegítima e inmoral"; de lo que se sigue que las que han apoyado hasta ayer, seguramente no lo serán.
No quiero con esto decir que todo el que utiliza esos adjetivos pretende lo mismo; muchos seguramente lo hacen para enfatizar su oposición a la guerra. Pero es hora de que vayan pensando en qué medida pueden contribuir a hacer el juego a quienes tienen enorme interés en correr un tupido velo sobre anteriores episodios de la cruzada imperialista de Estados Unidos.

Ni "esta", ni "ilegal", ni "ilegítima", ni "inmoral"... ni "guerra".
Lo repetiré otra vez: lo de allí no es una guerra. Sólo puedo utilizar la palabra guerra si el campo de batalla se extiende a todo el planeta. De lo contrario caería en una horrible trampa.
Nunca ha estado tan claro como ahora que pretenden que creamos que aquello es una guerra para ocultar un acto de terrorismo, un golpe de estado, un robo con violencia, un genocidio; y para desviar la atención de la verdadera guerra.
La guerra está aquí, en nuestras calles.
En las calles de Madrid y de todo el Reino.
En las calles de Europa y del corazón del Imperio.
En las calles de Fez, Meknes, Temara, Salé-Rabat, Alejandría, Tanta y Kafir esh Sheif.
En las calles de Yemen, Jordania, palestina, mauritania, sudán, Argelia, Libia, Siria y Líbano.
En nuestras calles.

Llamémosles asesinos, golpistas, ladrones, genocidas, criminales; pero no "Señores de la Guerra".

Final con esperanza a pesar de la sangre
La oposición a la masacre debe continuar. Las concentraciones, las manifestaciones, las denuncias, los ayunos, el boicot de productos de multinacionales que financian la guerra, el acoso moral a los cómplices, debe crecer más y más. Hay que contrarrestar la idea recurrente –cómoda y derrotista- de que no se puede hacer nada.
La mejor prueba de que se puede, es que ya lo estamos haciendo.
Estamos actuando conforme a nuestras conciencias –coa que más de uno, atrapado en las disciplinas de partido, no podrá decir.
Estamos despertando a más gente de la que hubiéramos podido soñar del letargo de la indolencia.
Estamos provocando pesadillas a los matarifes del Imperio y a quienes han decidido guardarles las espaldas, callar o mirar a otro lado.
Estamos enviando un mensaje de fuerza, de solidaridad, de energía, de sensibilidad, de calor, al pueblo iraquí bajo las bombas.
Y claro, está la niña de Basora.
La niña que quedará grabada como una cicatriz eterna en las entrañas de muchos de nosotros.
La niña que grita en silencio.
La niñita dormida con sus pies convertidos en raíces de furia.
"Un leve roce puede matar la rosa".
Ella, arrebujada en unos brazos que luchan por apartarla del mundo –ella sola- ha conseguido arrancarnos lágrimas de indignación, palabras de fuego, gestos de ternura, gritos de esperanza; el compromiso ineludible y sagrado de mantenernos firmes contra mares tormentosos, contra los jinetes del Apocalipsis del séptimo de caballería, contra el silencio y las tinieblas, contra los asesinos del Imperio.