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 Luis Mattini

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A CIEN AÑOS DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE
¿Todavía sigue desaparecido ese judío revoltoso León Trotsky?


Por Luis Mattini
La Fogata

Hay una invitación, al parecer abierta en facebook, para formar parte de la comisión de homenaje a los cien años de la Revolución de Octubre, llevada a cabo el 7 de noviembre de 1917- Según puede colegirse, esta importante iniciativa es propiciada por un grupo de personas, entre ellas algunos residuos del stalinismo, quienes suelen creerse sus únicos dueños. Se olvidan de Penelón, José Ingenieros incluso de Alfredo Palacios y tanta otra gente que puso sus esperanzas en ese maravilloso amanecer comunista que alumbraron los bolcheviques, sueño de la razón y la justicia social, transformado a los pocos años, en negra noche por el stalinismo, el que resultó peor que el fascismo. Afirmar peor que el fascismo suena a exabrupto, pero fue así para nosotros ya que, sin dudas, Stalin mató más comunistas que Hitler.
Se trata de una página en facebook en la que se lucen pétreos personajes con algunos conspicuos más jóvenes, pero no ya jóvenes, algunos nombres que muy recientemente acaban de descubrir al Che Guevara, a Mariátegui y hasta Gramsci. Claro la caída de Muro de Berlín puso a la luz del día los hechos denunciados durante décadas por los espartaquistas, los trotskistas y otras víctimas del horrible stalinismo. La novela de Jorge Sigal "El día que maté a mi padre" es una lograda pintura de aspectos muy ridículos de ese "descubrimiento".
Ahora, el final por ley natural, de la monarquía de los Castros, quizás facilite comprobar cómo la derrota del Che Guevara y el asesinato o prisión de los dirigentes de su Junta de Coordinación Revolucionaria (qué él había organizado) , la destrucción de la segunda Junta de Coordinación Revolucionaria (de la cual fuimos parte Tupamaros, MIR de Chile, ELN de Bolivia y nosotros, el PRT-ERP ), es decir, la derrota del movimiento revolucionario de los setentas inspirados en el guevarismo fue lograda en gran parte por la conspiración activa de los dirigentes de Moscú quienes infiltraron y boicotearon esos movimientos . Cuestión esa de la cual Fidel se ha negado a ventilar atrapado por su carácter de Jefe de Estado.
Los 100 años de la Revolución de Octubre es una excelente oportunidad para analizar ese pasado, ya que el hecho que todos los protagonistas han muerto permite indagar, sin perjuicios y con menores prejuicios. Las enseñanzas que dejaría un estudio semejante serían invalorables para continuar con aquel sueño que no hemos perdido.
Es alentador que en dicha comisión se ven muchas figuras nuevas, por así decirlo, sobre todo muchas mujeres no comprometidas con el stalinismo. Pero, por desgracia, viendo las primeras imágenes en la página de referencia, ya se vislumbra la pata a la sota: ¡No aparece León Trotsky junto a Lenin en las jornadas de octubre! Curioso porque las fotos de los dos titanes de esa revolución estaban en todos los diarios de la época quienes hablaban de "la revolución de Lenin y Trotsky".
Podemos recordar que después de la muerte de Lenin en 1924, una vez destituido y desterrado Trotsky por esa cúpula de mediocres que se apropió de la revolución ( Stalin, Zinoviet, Bunjarin, etc. ) Stalin se encargó de borrar, literalmente "borrar", a Trotsky de todas las fotografías donde aparece junto a Lenin dirigiendo el asalto al Palacio de Invierno. Por eso, la historia de esa revolución está cubierta por unas espesas cortinas montadas por una de las más poderosas maquinarias de mentiras de que se tenga memoria. Maquinaria que durante décadas trabajó con frenesí y sin escrúpulos, para borrar a Trotsky de la historia de la revolución rusa y de la historia misma dejando sólo la figura del modelo de traición. Trataron de suprimir de la historia a León Trotsky, el fundador del Ejército Rojo, el comisario de guerra que no necesitó fabricarse "tiras" de "Mariscal" para conducir ese ejército, sino solamente su talento excepcional de organizador para dirigir y convencer a los militares profesionales, recorriendo personalmente los frentes desde el tren militar durante más de dos años, orientando, organizando y arengando a la tropa hasta derrotar a catorce ejércitos imperiales. ¡Catorce ejércitos de la entente antisoviética una hazaña militar solo equivalente a la del general Giap (el vietnamita que derrotó tres imperios: Francia, Japón y E.E.U.U)!
Por suerte, nos ayuda a levantar esa gruesa cortina su magistral biógrafo Isaac Deutscher quien en su obra "Trotsky el profeta armado" señaló con notable acierto: "Para la generación soviética actual, y no sólo para ella, la historia de la vida de Trotsky es ya como un antiguo sepulcro egipcio del que se sabe que contuvo el cuerpo de un gran hombre, y el registro grabado en letras de oro , de sus hechos: pero al que los ladrones de tumbas y los vampiros han saqueado hasta el punto de dejarlo tan vacio y desolado que ya no se encuentran rastros del registro de los hechos que una vez contuvo."
Por otro lado sería interesante recorrer los archivos de los diarios de la época y comprobar que en el mundo se la llamaba "La revolución de Lenin y Trotsky", como décadas después el mundo llamaba a la cubana "La revolución de Fidel y el Che". Trotsky era, como Fidel, un orador excepcional. No había otro como él en Rusia, en una revolución y en una época sin televisión, donde la oratoria era clave. John Reed lo pinta magistralmente en su libro "Diez días que conmovieron al mundo."
Durante su prisión en el segundo exilio, apareció por primera vez la formulación de la "revolución permanente", que se considera su principal contribución a la teoría socialista. Fundamentalmente, esta trataba de dar solución al problema de cómo alcanzar el socialismo en una sociedad materialmente atrasada como la rusa. La propuesta de Trotsky fue rechazada por un lado por una supuesta necesidad del largo período de desarrollo capitalista que defendían los mencheviques y la socialdemocracia alemana y por otro lado por la propuesta de dictadura obrero-campesina que propugnaban los bolcheviques para aplicar los profundos cambios democráticos que precederían al socialismo. Trotsky, en cambio, proponía la alianza del escaso proletariado ruso, no con la burguesía, como abogaban los mencheviques, ni con el campesinado, como lo hacían los bolcheviques, sino con los obreros de la Europa occidental. Así es evidente que su tendencia a la abstracción, a la generalización y su rechazo a cualquier tipo de localismo conformaban su fuerte personalidad.
Para Trotsky, la única manera de que la revolución socialista triunfase en Rusia era con el apoyo del proletariado de los países más avanzados económicamente. Por eso él, Rosa Luxemburgo y el propio Marx fueron los internacionalistas más consecuentes. La historia le dio la razón, pues cuando la revolución alemana en 1919 fue aplastada, Rosa Luxemburgo y sus camaradas asesinados, y con ella la revolución mundial, se alejaba Lenin afirmó que ellos, los bolcheviques, administraban Rusia como "capitalismo de estado" (Ver obras completas, Tomo X) y que no podían hacer otra cosas que mantener ese estado hasta que la recuperación de la revolución mundial les permitiera construir el socialismo. Lenin murió y Stalin aprovechó para consagrar la estafa de "socialismo en un solo país". Ese es el "socialismo" que se cayó como un castillo de naipes cuando cayó el muro de Berlín. Trotsky había sido borrado de la historia.
La gran y cruel paradoja de la historia siguiente es que a Stalin lo "salvó" la Guerra mundial en la que los alemanes fueron derrotados gracias a la persistencia inglesa, el material norteamericano, la sangre rusa y ese férreo Ejército Rojo creado años antes por el Comisario de Guerra León Trotsky. El stalinismo hizo de la necesidad virtud porque la victoria no tiene necesidad de rendir cuentas a nadie. Los rusos pusieron millones de muertos en esa guerra, y el stalinismo alardeaba de eso, sin embargo, no es posible calcular cuántos de esos muertos se debieron a la mediocridad y a la soberbia ineptitud de Stalin, cuya habilidad bélica mayor había sido asaltar bancos durante la revolución y quien, sin embargo, se autonombró mariscal con un hermoso uniforme y la más de las veces no escuchó los consejos de sus oficiales sino que los mandó a la horca.
Una anécdota de la conferencia de Yalta lo dice todo: Cuando se reúnen los "tres grandes" Churchill, Roosevelt y Stalin (tres grandes criminales de guerra no muy diferentes a Hitler) para coordinar la ofensiva final hasta Berlín, el inglés y el norteamericano, ninguno de ellos católico, sin embargo le sugieren al "Mariscal" Stalin que habría que tener en cuenta la opinión del Vaticano. Stalin se echó hacia atrás levantó la nariz con esa suficiencia que le caracterizaba y preguntó con ironía "¿Cuantas Divisiones posee el Vaticano? Los otros dos se encogieron de hombros y acordaron la ofensiva. Unas décadas después, el Vaticano, sin un solo disparo, logró tirar abajo a la Unión Soviética a pesar que esta poseía uno de los ejércitos más poderosos del mundo.
Enrique Giesch, un alemán espartaquista compañero de Rosa Luxemburgo, nos contaba los crímenes de guerra del Ejército Rojo durante la toma de Berlín y a nosotros muy jóvenes nos costaba creerle. Cuando en 1962 los rusos empezaron a construir el muro de Berlín comentábamos azorados semejante disparate. Giesch viendo las fotos de los albañiles elevando tal muro nos dijo: "¡Esa construcción es el inicio de la caída del socialismo, la caída de este muro será el fin!" ¡Tremendo vaticinio porque fue cuestión de años nomás! Con la caída del muro se abrieron archivos secretos y se comprobaron las denuncias de los espartaquistas sobre las violaciones en masa de las mujeres alemanas por parte de las tropas rusas; violaciones no solo permitidas sino hasta alentadas por el alto mando soviético con el argumento que era una compensación por lo sufrido por el pueblo ruso por la ocupación alemana. Cualquier feminista preguntaría ante semejante barbarie machista ¿Y cómo serían compensadas las mujeres rusas?
¡Señores la gran revolución rusa murió con Lenin! Trotsky no supo salvarla y Stalin la enterró con exequias sublimes, mandó a la horca a sus viejos compinches, Kamenev, Zinoviet, etc., y a todo el buró político del partido bolchevique al tiempo que ordenó el asesinato del fundador del Ejército Rojo que finalmente logró.
Pero Trotsky había dejado de herencia la IV Internacional y su archivo personal, como es de suponer de un valor incalculable, casi un archivo de la propia revolución rusa ya que acostumbraba a guardar con obsesión cualquier papelito. Lo dejó bajo la custodia de una universidad norteamericana, porque en ese momento en que los nazis y los stalinistas se disputaban el dominio del mundo, ya que consideró ese el lugar más seguro.
La función positiva de la IV Internacional fue que logró conservar intactas las obras de los clásicos del marxismo, las que fueron frecuentemente alteradas por el stalinismo. La alteración puede ser por intereses políticos para justificar al estalinismo o simplemente por brutos. Las obras editadas en Moscú suelen llegarnos traducidas del alemán al ruso y del ruso al castellano transformadas en una ensalada rusa
O sea, quien quiera reconstruir la historia de esa gran revolución, si mantiene la honestidad intelectual, debería recurrir también a ese archivo donde están documentos y libros escritos en ruso, por ese ucraniano revoltoso, y a documentos o textos editados o conservados por los trotskistas traducidos directamente del alemán y demás lenguas originales al castellano. También la obra del mencionado Isaac Deutscher "Trotsky, el profeta armado" constituye, dicho sea de paso, una excelente historia de la Revolución Rusa.

 Fuente: lafogatadigital.org