Monumentos
"Es mejor un mayo francés que un julio argentino"
( Grafitti en el monumento a Roca)
Por Luis Mattini
Ni hablar de los monumentos de bronce al Che!
Cabría apuntar, sin profundizar el tema, sólo para provocar la discusión, que
los monumentos poco tienen que ver con los mitos y sí mucho con los fetiches.
Los mitos, como la religión, el arte y hasta la propia ciencia, son distintas
formas del espíritu para enfrentar la incertidumbre de la vida zarandeando la
memoria para afianzar los recuerdos. Sin los mitos no habría vida y cultura
humana, no habría sentido del tiempo, todo sería puro presente. Los fetiches, en
cambio, cubren las carencias del espíritu, como sortilegios a la muerte.
Ese fetichismo con los monumentos, que como tal poco tiene que ver con la vida y
con la memoria, se nos pega de tal modo que funciona a la inversa; le damos más
importancia al fetiche que representa la dominación, que al dominador
mismo; somos capaces de hacer una guerra para derrumbar un monumento
"representativo" de tal o cual dominador del pasado, mientras los que están
presentes,(no los re-presentados), repito, lo que está presente,
pasa a nuestro lado en vivo y en directo. Tanto los presentes dominadores como
los presentes dominados.
Lo anterior viene a cuento a propósito de esa propuesta de quitar el monumento a
Roca, el eficaz ejecutor de la "campaña del desierto" que casi exterminó a los
pueblos originarios de las pampas. (Curioso: no he escuchado que se proponga
también quitar los monumentos a Rosas, quien realizó la "primera campaña del
desierto", menos aún al bienintencionado cura Bartolomé de Las Casas, quien
proponía liberar de la esclavitud a los indígenas, trayendo...africanos. )
Supongo que incluso se propondrá también cambiar de nombre a la Avenida.
Volviendo a ese monolito de piedra y bronce que re-presenta a Roca y que casi
nadie ve; mientras se discute, se gasta saliva y esfuerzos, se arman polémicas y
se habla del genocidio pasado, un grupo de la comunidad Guaraní, El Tabacal, de
Salta, hace meses que deambula por las calles de Buenos Aires, de oficina
pública en oficina pública, exigiendo la solución para sus tierras en un lugar
denominado la Loma. Han llegado a Buenos Aires porque es la capital de la
Nación, porque increíblemente ellos se sienten argentinos, ciudadanos de esta
nación. Increíble digo, porque Roca y Rosas, tucumano el primero, porteño el
segundo, argentinos ambos, fueron ejecutores de una política del Estado
Nacional. A diferencia de los criollos, estas comunidades no parecen tener
demasiado identificación con la provincia, no parecen sentirse salteños, se
identifican directamente con la Nación. Paradójicamente la Provincia, en virtud
de este federalismo, producto de guerras civiles entre criollos, es soberana y
la solución a sus problemas es principalmente provincial. En otro lado de la
misma provincia, una tradición Wichi está amenazada por la desafectación de
reservas naturales realizada, en ejercicio del disfrute de la autonomía
provincial, por la legislatura de Salta. En otro extremo, del país, comunidades
mapuches se defienden denodadamente de la amenaza de expulsión en Río Negro, por
familias criollas que se apropian de sus tierras. En Misiones, Chaco,
Formosa, etc, ocurren hechos muy parecidos. Y para colmo, con la extensión de la
frontera agrícola, diversas comunidades están amenazadas por la avidez de
empresarios, casi todos argentinos, gran parte de ellos ...cordobeses. Claro,
también está Benneton. Pero que quede claro amigos, Benneton es uno más, no es
ni mejor ni peor que los criollos, que sea extranjero no agrava la situación de
las víctimas.
En los años ochenta esta Argentina, blanca, europea y cristiana, se rasgó las
vestiduras ante el mundo "civilizado" con la promulgación de la ley 23 302,
declarando de interés nacional la atención y el apoyo a los pueblos aborígenes.
La misma ley creó el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas previendo en su
composición una representación de los pueblos originarios. También la misma ley
ordena la adjudicación de tierras a las comunidades y la educación en sus
lenguas madre. De cumplirse esta legislación, aún imperfecta, los pueblos
aborígenes obtendrían una serie de beneficios que significaría resarcir en
mínima parte sus sufrimientos históricos.
Como Ud. sabe o puede imaginarse, esa ley es papel mojado. El Instituto está
compuesto por funcionarios criollos, funciona en un entrepiso del Ministerio de
Desarrollo Social con un presupuesto exiguo que además su mayor parte es
consumido por la administración.
La TV, el progresismo, la izquierda tradicional, y hasta algunos sectores más
radicalizados el movimiento popular, ponen el grito en el cielo cuando Benneton,
o un gringo en Catamarca, se apropia de tierras de campesinos. Desde luego, es
bueno que así sea; pero ocurre que esa indignación suele estar cargada de
estúpido nacionalismo, irritados porque los usurpadores son "extranjeros"
olvidando, con ignorancia supina, que una cosa es la propiedad de la tierra y
otra la soberanía. La injusticia está en el régimen de propiedad de la tierra;
esos estallidos chovinistas, más que la indignación por la injusticia hacia
otros, parecen expresar el sentirse agraviados en la soberanía, lo cual no sería
criticable, si no ocultara la terrible agresión de los criollos, sean estos
funcionarios provinciales, como empresarios privados contra las comunidades.
Ocurre que, ley más ley menos, hay algo mucho más fuerte que la ley y son
nuestras conductas etnocéntricas, palabra esta que consiste en un eufemismo
antropológico del racismo. Nuestra izquierda y nuestro movimiento popular,
incluido el nacional y popular es hijo indeseado del liberalismo, (porque, como
decía Perón, todos somos hijos de la revolución francesa) y el mito igualitario,
además de ser una falacia en los hechos, en su propia teoría implica tratar de
la misma manera a aquellos que tienen necesidades distintas. En la construcción
de esta Nación, ese papel "igualador" le cupo a la Escuela. Por lo tanto, esa
Institución nacional –de la que estamos orgullosos tanto liberales, como
izquierdistas o nacionales y populares–, la Escuela, buscó la igualdad en la
educación castellanizada. No hubo mala intención, por el contrario, se
consideraba que se educaba y que la educación sólo se puede hacer mediante la
lengua.
Pero he aquí precisamente el problema: nuestra docencia no consideraba lenguas a
las aborígenes: ¿Que exagero? ¿Que todavía guardo rencor a aquella profesora de
castellano que me reprobó porque en un examen mencioné al guaraní junto con el
inglés y el francés como ejemplos de lenguas? Quizás las cosas hayan cambiado un
poco; de todos modos desafío a algunas de las disciplinas sociales, de esas que
se especializan en encuestas, a que realicen un estudio sorpresivo entre
los docentes y comunicadores de todos los niveles de nuestro país, acerca del
concepto que tienen sobre el habla de los aborígenes. No sería sorprendente que
la mayoría estuviera convencido todavía, que los aborígenes tienen "dialectos",
no lenguas.
De la misma forma –y siempre hablando de nuestro campo– es común no distinguir
entre las diversas naciones y comunidades indígenas, sus armonías y
contradicciones, sus viejos enfrentamientos, los que de últimas han sido
excelentemente aprovechados tanto por los conquistadores españoles como por los
criollos.
Así, por ejemplo, se recuerda el papel jugado por los "mapuches" durante las
invasiones inglesas. Sin embargo, quien se moleste en darse una vuelta por la
Patagonia, regresará con muchas dudas. No habrían sido mapuches sino Tehuelches,
–que no es lo mismo– venidos desde ese sur, esos altos lanceros que hicieron
retroceder a las fuerzas inglesas.
Y en donde hay que insistir hasta el cansancio: al menos en el territorio que
hoy llamamos Argentina, es en recordar que las matanzas y las crueldades, las
arbitrariedades, las trampas etc. con los aborígenes fueron inmensamente mayores
en el periodo posterior al final de las guerras de la Independencia y además
cometidos mayoritariamente por criollos. (relea el Martín Fierro, un sólo
italiano en todo el poema, un gringo extraviado en la pampa, y después me
cuenta)
En 1885 el Ejercito Nacional logró rodear, en la región de Pocahullo, actual
parque Lanin, a 120 000 mapuches con sus mujeres y niños, una vez prisioneros
los hicieron hacer una larga marcha de 1200 km hacia la costa. Sobrevivieron
escasamente cinco mil, trasladados luego a Buenos Aires donde los expusieron
ante el público como trofeo de guerra civilizatoria. Y ¿Sabe qué? En ese momento
cientos de inmigrantes españoles y italianos se regresaban a Europa, porque la
crisis económica hacía insostenible la permanencia en el país. Cuentan las
crónicas que esos gringos y "gallegos" se abrazaron con los mapuches que venían
encadenados por la avenida de Mayo, identificándose con ellos como compañeros en
la miseria.
Algunas cosas también interesantes se podrían contar sobre las relaciones de la
colonia Galesa en el Chubut con los Tehuelches. Esos inmigrantes que habían
llegado perseguidos de las intolerancias europeas, y estafados por los políticos
de este país, encontraron natural hermanarse con los Tehuelches.
Así como existe una profusa legislación a favor de los indígenas, que es papel
mojado, también existe una proliferación de monumentos a esa "raza indómita", de
la que estamos orgullosos, a la que llamamos hermanos sin compartir su lengua y
siempre y cuando que se mantengan un tanto lejos. Pero aquí están, presentes, en
las calles de Buenos Aires, o en sus comunidades en la mayoría de las
provincias, reclamando la aplicación del artículo 75 inc. 17 de la Constitución
Nacional. No son "monumentos", son personas en carne y hueso, con una increíble
paciencia para peticionar, insistir, resistir humillaciones. No propician
destruir monumentos, porque de ser consecuentes, deberíamos destruir la propia
Buenos Aires, reclaman que se les restituya las tierras ancestrales.
Por suerte, frente a ese amor por la muerte expresado en el culto a los
monumentos (y por lo tanto a remplazar los de las clases dominantes por los
"nuestros") la vida se abre paso pese a todo. El "contramonumento" al ejecutor
del genocidio ordenado por el Estado Nacional, si se quiere, ya está hecho como
una expresión de espléndida creatividad; en efecto: en la base del monumento a
Julio Argentino Roca, sito en la avenida de su mismo nombre en el cruce con la
calle Perú, alguien, seguramente un joven, escribió una frase que expresa, no
sólo el repudio, sino toda una línea de acción "Es mejor un mayo francés que
un julio argentino"
Ahí está la vida, nada de disputar la necrología al poder con otra
necrológica; disputémosle la calle vital junto a esos descendientes de los
pueblos originarios presentes. Porque una de las consignas más profundas del
mayo francés fue aquella que tanto repudiaba al capitalismo como prevenía sobre
su reproducción: "debajo del pavimento está la playa".