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¿Donde anda la política?
Por Luis Mattini
La Fogata
Estamos viviendo la lenta agonía de una civilización. Una de
sus expresiones es el agotamiento de las vías emancipatorias que hasta ahora
habían signado la continuidad de la vida humana: al mismo tiempo es posible
visualizar embriones de presencia de una civilización alternativa en gestación,
en prácticas sociales que a su vez inspiran ciertos balbuceos del pensamiento
radical. Las vías hoy agotadas fueron, en la civilización moderna, en forma
dominante, la organización de la clase trabajadora ejerciendo su hegemonía sobre
las demás clases oprimidas para la captura, pacífica o violenta, del aparato del
Estado y el intento de su utilización como instrumento educador y coercitivo de
esa clase trabajadora para que, en su propia emancipación, emancipara al resto
de la humanidad.
Asimismo el capitalismo ha alcanzado la hegemonía mundial, con la cruel paradoja
que las propias luchas anticapitalistas, a la larga ayudaron a la consolidación
del capitalismo. Habíamos luchado contra los capitalistas, no contra el
capitalismo.
Y hoy queda claro que esto no debería ser extraño, ya que el Estado Nacional, es
inherente al capitalismo, sistema que ha utilizado su aparato, expandiéndolo o
reduciéndolo según sus necesidades. Es más, la lucha de clases ha obrado como
acicate para la permanente adecuación del capitalismo, resolviendo las crisis
sistémicas con pragmática renovación. Así, por ejemplo, el agotamiento del
fordismo como forma productiva no se debe tanto al supuesto desarrollo
"autónomo" de la tecnología, como a la necesidad de enfrentar la potencia de la
clase obrera. La presión de los sindicatos obró como incentivo en la búsqueda de
tecnologías que contrarrestaran la dependencia del capital del trabajador
invirtiendo la correlación de fuerzas por la oferta de mano de obra. Lo que ha
quedado agotado entonces es, la vía estatal hacia el socialismo.
Si convenimos que el Estado Moderno es inherente al capitalismo, su instrumento
de dominación, toda política estatal o multiestatal no puede dejar de ser
capitalista, toda lucha en ese ámbito será por lograr una mejor tajada en la
torta, pero no por la torta misma. Y toda oposición dentro de su lógica, a la
larga ayuda a consolidarlo. Pretender que las Empresas estatales fueron y son
formas de socialismo ha sido una de las mayores estafas al intelecto por más
que, como servicios a los trabajadores sean preferibles a las privadas. Si es
cierto que el sistema productivo capitalista se caracteriza por la socialización
de la producción y la apropiación privada del producto, ello vale también para
el Estado. Podemos agregar el otro componente: capitalismo es trabajo
asalariado. Por consiguiente, un Estado que tiene millones de asalariados es,
por definición, un Estado capitalista. Y no existe Estado Moderno sin
asalariados.
Por lo demás, el neoliberalismo no "redujo" el Estado, no lo "ausentó", al
contrario, lo reorganizó fortaleciendo los resortes que más le convenía y
desarmando los que le perjudicaban. En nuestro caso, por ejemplo, nunca en su
historia el Estado argentino tuvo las fuerzas de seguridad interna más
numerosas, mejor educadas, mejor entrenadas y mejor pertrechadas. (¿Alguien de
mi edad recuerda cómo era el vigilante con un silbato, un 38 y, en caso de
"conmoción", como arma larga y winchester 30-30?) El Estado impulsó la
construcción de autopistas, y toda infraestructura acorde al neoliberalismo.
También afianzó los instrumentos políticos y jurídicos para implementar su
dominio.
Por el lado internacional, los continuos reordenamientos mundiales, desaparición
y resurgimiento de regiones de influencias, (Unión Europea, reagrupamiento
asiático, ALCA, Oposición del mundo musulmán, Mercosur, "No alineados", etc.) no
son más que las diversas formas constituidas del capitalismo como sistema
mundial, sin perjuicio de que eventuales contradicciones favorezcan a la lucha
emancipatoria. ¿Cómo se explica sino que Sadam en Iraq, otrora armado y apoyado
por los EUA para exterminar comunistas y enfrentar a Irán, hoy sea el Hitler de
Oriente medio? ¿O la memoria es tan frágil que se olvida cuando Europa dio aires
a Hitler? ¿O acaso alguien piensa que Irán, por citar el ejemplo de un país
enfrentado a EUA, es un "estado socialista"., siquiera minimamente
"progresista"? ¿O vamos a seguir con el maniqueísmo "el enemigo de mi enemigo es
mi amigo"?
Por otra parte, el único principio absoluto que rige al capitalismo es la libre
circulación de la mercancía y, para su logro, poco importan las diversas formas
jurídicas de propiedad, políticas y culturales. China es ejemplo de cómo el
capitalismo puede desplegarse con propiedad estatal. Si en el pasado el
capitalismo necesitó armar un sistema conceptual de grandes principios, desde la
filosofía hasta lo jurídico, que se plasmó en la fortísima doctrina política
llamada liberalismo, y en las sagradas instituciones laicas (Partidos, División
de Poderes, Sufragio Universal, Cismas religiosos, Universidades laicas,
libertad de cátedra, humanismo, etc.) y formidables pensadores como Hobbes,
Locke, Hegel, fue porque estaba en pleno desarrollo de sus fuerzas
constituyentes y necesitaba esas armas para destrozar la resistencia del viejo
régimen, secularizar la sociedad para abrirla a la mercancía, por un lado, y
neutralizar, coptar o aplastar la resistencia de los explotados y oprimidos, por
otro.
Hoy, conseguida la hegemonía, constituidas sus fuerzas , ya no necesita de esos
instrumentos, por el contrario, desarrollar demasiado la inteligencia no es
aconsejable, a lo que podríamos agregar, quizás cierta senilidad. (Algunos
juristas califican de "petreos" los artículos fundantes de la Constitución
Nacional ) El llamado "neoliberalismo" es la prueba más palpable de este aserto:
pocas veces en la historia de las ideas se ha visto un pensamiento tan pobre y
estadistas tan mediocres como hoy. Invirtiendo aquel juicio de Marx en el
sentido que en una época que se necesitaban genios, surgieron los genios,
podríamos decir que hoy sólo se necesitan mediocres y surgen mediocres. La
mediocridad de la clase política de todo signo es el rasgo distintivo universal
de la época. Dicha mediocridad no tiene nada que ver con cuestión de genes, sino
con el estancamiento profesional de todo lo constituido, ahogando la
creatividad. La política es ante todo un arte y como tal, como arte, no admite
profesionalización, es decir no puede ser un medio de vida. Aquellos genios
vivían para la política, los actuales mediocres viven de la política,
preposiciones que establecen la diferencia sustancial. Dicho de otra manera,
profesionalizar la política es transformarla en administración (gestión, como
gusta decirse ahora)
La "cultura" (comillas necesarias para distinguirla de la "otra" cultura, que
vaya a saber uno por dónde anda) tampoco se puede profesionalizar sin el costo
de castrarla o al menos hacer el ridículo. Por eso es que la cultura,
manipulada, banalizada, burocratizada, por las secretarias nacionales,
provinciales y comunales, corre paralela y sin romperse los cuernos con la
mercantilización privada. Dos caras de una misma moneda. Sólo que, bien mirado
el asunto, la privada es más sincera, se llama así misma negocios del
espectáculo o por el estilo. Pero todo llega, ahora desde el Estado se propicia
la "industria cultural". Semejante monstruosidad conceptual, como la idea de
"industrializar" la cultura, –similar a reemplazar las plantas ornamentales
naturales por las de plástico–, sólo es posible partiendo de una visión
mercantil. Con el control casi absoluto del sistema educativo y los medios de
comunicación, por medio de la comunión con las corporaciones, el Estado puede
coptar, seducir, sobornar y por último reprimir, para asegurar la continuidad.
Ahora bien, el Estado es por un lado un aparato material, pero dicho aparato no
podría funcionar de otra manera que en forma represiva, sino fuera también una
convención social. Una creencia colectiva de tal magnitud que impide pensar otra
cosa por fuera del Estado. Impide salir de la antinomia estatal-privado. Asi,
por ejemplo, la educación estatal es un dogma intocable, porque la única
"alternativa" que se nos ocurre sería "privado". Pero ¿quién dice que estatal es
público? ¿Estatal es colectivo? ¿No habrá llegado la hora de revisar esa palabra
"propiedad", que nos obliga a reemplazar la "propiedad" privada por la
"propiedad colectiva" sin salirnos de la idea de propiedad? ¿Y encima
identificando colectivo con lo estatal? ¿No se sabe acaso que la palabra
"propiedad" no existe en numerosas lenguas "primitivas"?
Para completar estas afirmaciones digamos que las clases ilustradas son las
sostenedoras principales del sistema, aun cuando en términos conscientes,
racionales, compartan las críticas y sobre todo el malestar. La Universidad es
el "nicho" (palabreja que me viene al pelo por su re-significado "anglo" de moda
en el mundo académico) donde se produce ese "malestar" que la misma Universidad
critica, precisamente por la "profesionalidad", la reproducción de la banalidad,
la mediocridad y la pobreza intelectual. ¿Demencia senil la mía? ¿La Universidad
que ha sido tradicionalmente el lugar de donde salieron la revolucionarios? ¿El
lugar donde están todos los iconos Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Stalin, El Che,
Mao, Evita, Rosa, Walsh, Santucho, Sendic, Fidel, …. Pues se actúa en sus
nombres, a sus nombres y a pesar de sus nombres. ¿No se les ocurre pensar que la
inmensa mayoría de los políticos salen de la Universidad y los que no son
universitarios se rodean de asesores producidos por las "Altas casas de
estudios"? ¿Creen que el disparate llamado "industria cultural" es un invento de
algún político trasnochado de la bohemia de la calle Corrientes?. No señor eso
salió de algún licenciado por la Universidad, lo más probable "de izquierda" o
al menos "progre".
Claro pues que es necesaria la profesionalización, en el sentido técnico como
"el modo adecuado de hacer determinada cosa", alfabetizar, construir un puente,
tratar un enfermo, conducir un vehículo, actuar en un litigio jurídico, y así
hasta el infinito. Y en tal sentido, la palabra licenciatura es precisa, la
sociedad da licencia, habilita a una persona para ejercer ciertas profesiones
como modo de proteger a la comunidad. Y bueno, mientras no inventemos otra cosa,
será el Estado el que otorgue o valide esas licencias. Sin embargo dos
objeciones: la primera, que esto no es absoluto, pueden pensarse mejores
alternativas. (en Alemania por ejemplo, una persona puede acudir a un
"curandero", siempre que se haga responsable ella misma de las consecuencias y
no afecte a terceros) ; la segunda que no todas las actividades humanas
necesitarían de tal control, ni siquiera la mayoría, y ni hablar del arte en
donde la búsqueda de la "meta", el título absurdo, burocratiza y acogota la
creatividad a punto tal de desnaturalizar el arte.
a gran enseñanza es clara: la vía estatal de emancipación es una vía agotada,
por más que renovemos la locomotora y los coches, si no tomamos otra vía vamos
hacia la muerte. La muerte, si, literalmente hablando, porque la libre
circulación de la mercancía, aceitada por todos los Estados sin excepción,
alentada por el insensato optimismo de los tecnócratas está destruyendo el
planeta. Hoy los científicos discuten si es mayor el riesgo ecológico que la
hipótesis de guerra nuclear. En todo caso el campesino de Santiago del Estero
sabe que la topadora en tan destructiva como un tanque de guerra. Por eso la
preocupación ecologista no es un entretenimiento de pequeños burgueses europeos
eructantes, es cuestión de vida o muerte. Y los primeros en morir siempre son
los ayunantes.
La degradación actual de la política, incluida la corrupción generalizada,
no es más que la expresión la transformación de la política en simple
administración de un sistema hegemónico. La Política que desde Maquiavelo fue un
arte para transformar, hoy se ha convertido en una "ciencia" para administrar lo
existente.
Pero, como la vida sigue por debajo de la superficie que solemos observar, es
posible apostar a que "La política está en otra parte"
Esta expresión, que no es mía, sino recogida por un sencillo periodista, resume
en seis palabras la direccionalidad de toda acción que se proponga una genuina
emancipación. Se trata entonces de desplazar el eje de la lucha de los
tradicionales espacios de gestión estatal hacia allí donde se encuentra la
política en toda su potencialidad.
¿Dónde está la política?
Si la política no es administración de lo existente (gestión) como se
pretende, sino transformación, al serle robada su razón de ser por la hegemonía
dominante, la política, como una de las expresiones de la vida, dejó la piel, el
nombre, la apariencia en los lugares tradicionales y se lanzó a la búsqueda
espontánea de otros caminos. Parece ser que anda incursionando por lo biológico
lo antropológico y lo ecológico. No en el sentido disciplinario científico de
tales palabras sino en su sentido semántico. Vida, humano y ambiente.
Quizás sea así, quizás no, en todo caso para ver esos nuevos caminos, para saber
dónde está la política, es imprescindible moverse de lugar, salir de la
Academia, del Comité y del aparato del Estado y paraestatal.
Salir de la Academia porque las ciencias sociales se han manifestado al menos
estériles para orientar camino alguno. A lo sumo han servido –y muy
relativamente– para examinar lo pasado, nunca lo presente y mucho menos el
futuro. Más aun, contribuyen día a día a ocultar la metamorfosis de la política
en gestión, en particular las "ciencias políticas" son las encargadas de
rellenar la piel hueca que quedó tras el exilio de la política hacia otra parte.
Es posible aventurar también que el fracaso de la pretensión de encasillar el
arte de la política en "ciencia", ha dejado un hueco que parece ser ocupado por
la filosofía. El problema es que si la filosofía se hace política dejará de ser
filosofía y dificilmente será política.
Salir del comité, antesala de la gestión estatal, porque, por el contrario, en
la administración, la gestión estatal o paraestatal, encontraremos otra vez sólo
esa piel, la superficie de la política que salió a ensayar otras prácticas.
La experiencia del pasado reciente y la actual, muestra que lo que ha hecho
posible cambios son las acciones "espontáneas" de los grupos humanos que se
movilizan a partir de un evento concreto, obligando al propio Estado a
reaccionar. En rigor, allí está el movimiento real, vivo, lo otro, lo del
Comité, de la pantalla de TV, es "representación", espectáculo, ficción.
En efecto, mientras la representación de las "mayorías" con discurso e
intenciones a veces anticapitalistas, enfrentaban a los capitalistas con su
propia lógica y sus propias armas y quedaron aprisionadas por el capitalismo,
algunas "minorías" se rebelaban tanto contra el capitalismo como contra las
propias políticas de las "mayorías" y lucharon a pesar de todo, y es así como en
el mundo de hoy han logrado hacerse oír y abrirse espacios emancipatorios al
menos más sólidos que los del mundo del trabajo (movimientos feministas, de
defensa de la diversidad sexual, minorías étnicas, minorías de "diferentes",
minusválidos, ecologistas, etc.) ¿Que exagero? Hoy un minusválido tiene derecho
a viajar gratis en servicios públicos,(recientemente lograron incluso no pagar
peaje) mientras que un pobre o un desocupado tiene que hacer dedo. Además han
obligado al Estado a cumplir con una cuota de empleo genuino a las personas
discapacitadas, mientras el resto de los trabajadores desocupados reciben, en el
mejor de los casos, subsidios. Una pequeña ciudad del interior condiciona parte
de la política exterior del gobierno nacional y pone en jaque al Mercosur,
mientras que el mundo del trabajo organizado no logra modificar las relaciones
laborales. Una cooperativa de trabajadores recupera y pone en funcionamiento un
hotel de categoria internacional, mientras los Estados socialistas los
privatizan.
No se trata de pretender que esas minorías sean el "sujeto de la revolución",
menos aún adjudicarles el carácter de "vanguardia", no se trata tampoco de
olvidar que el conflicto esencial es capital-trabajo; se trata de investigar en
la práctica de esas minorías, su capacidad para lograr salir de la trampa de la
lógica capitalista, aun teniendo en cuenta que en el sentido consciente, muchos
de sus protagonistas no se definirían "anticapitalistas" y aún cuando pequeños
"triunfos" no representen riesgos para el capitalismo.
En nuestro medio, esas prácticas de verdadera política, ese "otra parte", se
visualizan en las fábricas recuperadas, ciertas prácticas piqueteras, los
movimientos campesinos que enfrentan los desmanes de la biotecnología o los
movimientos ecologistas como Esquel o Gualeguaychú. Y seguramente muchos más que
mi corta mirada no alcanza a ver, pero que podremos descubrirlas si, como dice
Raúl Zibechi, logramos mirar debajo de la superficie.
Y en esas prácticas están los embriones de la vida emancipada, no hacia un
estadio futuro sino en la propia presente acción. Porque en esas actividades la
organización, la fraternidad, la humanidad, la democracia, y la libertad, dejan
de ser una teoría, un estado, un postulado, una retórica (en cualquier caso
estáticas) para materializarse en una práctica, en un modo de vivir. En
particular la democracia deja de ser un sustantivo y una superstición para
transformarse en un verbo: Sólo hay democracia en la acción.
Por eso nuestra propuesta consiste en impulsar en el orden nacional un debate
activo con estos enfoques, de modo tal de avanzar en el tejido de una red que
articule y despliegue toda la potencia emancipadora que habita en estas acciones
sociales "espontáneas", caracterizadas por la diversidad de las motivaciones
concretas y con harta frecuencia por la heterogeneidad de clase, de ideas, de
prácticas y hasta de motivaciones.
Naturalmente que encontraremos serios problemas, fuertes contradicciones,
resurgimiento diario de relaciones de dominio, de lucha por micropoderes, de
mezquindades, dogmatismos y tendencias burocráticas y sobretodo el riesgo de la
llamada micropolítica con tendencias centrífugas que dificultan la articulación
de redes, que en su diversidad, apunten a un horizonte anticapitalista. Son los
nuevos desafíos de viejos problemas en nuevas prácticas que sólo podrán
resolverse en la acción misma de ir construyendo con el cuerpo un nuevo
pensamiento, en continua lucha contra la hegemonía dominante, para recoger lo
mejor de lo acumulado por la humanidad.
Porque si aquel fortísimo pensamiento que constituyó al capitalismo hoy es
senil, debemos advertir también que el formidable pensamiento emancipatorio
desarrollado desde lo Macabeos, Espartaco, el cristianismo primitivo, el
socialismo útopico, hasta Marx y sus sucesores, al no haberse podido desprender
del todo de la influencia del pensamiento dominante, hoy, como teoría, es
todavía demasiado joven o está demasiado retrasada con respecto a la riqueza de
las prácticas sociales que impulsa la fuerza de la vida.
Salir de la Universidad, salir de la Academia, salir del Estado, salir de la
lógica del salario, no significa abandonar mi medio de vida, el lugar en el que
me gano el puchero como empleado público, docente o médico. No significa tampoco
abandonar la pelea por mejores ingresos y condiciones de trabajo propia del
sindicalismo. Significa en primer lugar no creernoslá, precisamente eso,
entender que por "elevada" que sea la profesión, ese lugar es simplemente el
medio de vida que me ha tocado en suerte, pero no tiene nada que ver con la
política, a lo sumo sirve como cualquier biblioteca, como cualquier centro de
información, como Internet, como un lugar donde existen ciertos recursos, los
cuales, debo utilizarlos con inmenso cuidado, con celosa capacidad de
discernimiento porque, al igual que los fármacos, pueden ser tanto medicina como
veneno.
El Estado es una máquina de dominación por lo tanto el Estado es el lugar de la
impotencia emancipatoria. Pero el Estado impregna nuestras vidas, tanto por su
aspecto coercitivo como por la tradición cultural estatista. El gran debate es
cómo ejercer la política, es decir, cómo avanzar en logros de libertad, como
reemplazar al Estado y sus instituciones paraestatales, en particular el sistema
educativo, de su papel de mayor instrumento de organización social, en una
práctica que contenga en su despliegue los embriones para su de disolución.