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Luis Mattini
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Pornografía de la miseria o miserable pornografía
Por Luis Mattini
La Fogata
Sea cual fuere la valorización que se tenga del gobierno actual, de simpatía u
oposición, el hecho que Julio López siga desaparecido sin rastros debería no
dejarnos dormir tranquilos, por así decirlo, porque si bien los males sociales
son muchos, pobreza, bajos salarios, carestía, carencias de todo tipo, y la
larga lista, no todas las personas parecen suficientemente cristianas como para
conmoverse por el dolor ajeno. Pero esto es diferente, la sabia expresión "uno
sólo es suficiente" se nos vino encima. El fantasma se ha materializado, se ha
hecho realidad y esta frase se contrapone a la todavía en boga "por algo será".
Además se puede parafrasear todo lo acuñado por los artistas durante siglos de
represiones, las que no por conocidas están gastadas ni mucho menos: "primero se
llevaron a López, pero yo no era López", "Sentir en el propio rostro el
secuestro de López". Sin embargo, es alarmante cómo a la falta de decisión
política y energía del gobierno para ir a fondo en la investigación, le
corresponde una indiferencia generalizada, una especie de "naturalización" del
hecho. Yo no soy ningún timonel para decir con claridad operativa todo lo que el
presidente de la Nación y nosotros deberíamos hacer frente a la gravedad de este
"caso". No obstante ello, estoy convencido que no existe gobierno alguno que
pueda "naturalizar" algo sin determinado consenso, consciente o inconsciente, de
la población. Cierto es que se han hecho movilizaciones para exigir al gobierno
nacional, –actitud tan obligada como elemental–. impulsadas por decenas de micro
organizaciones a las que nos hemos sumado sin parar mientes que el volumen de
las banderas era mayor que las personas que las portaban. Lástima que con
demasiada frecuencia tal reclamo y tales actos, vienen pegados a la manipulación
política o a la pequeña reivindicación sectorial, pro gobierno o contra
gobierno, y ello le quita potencia, sinceridad y contundencia. Es precisamente
esa manipulación, esa utilización inescrupulosa, ese amarillismo de "izquierda",
de centro o de derecha, –que reemplaza con la denuncia de la desaparición de
Julio López, la falta de ideas frescas, originales–, el punto en que gobierno y
oposición coinciden, de hecho, para naturalizarla. Desde el poder, o bien por
impotencia o bien porque es la señal de la espada colgando, "no se pasen de la
raya porque vean lo que les puede pasar", y desde esa mezquina oposición porque
es la justificación a su pobreza política. Hablando con crudeza, pareciera que a
ninguno le "interesa" la aparición de Julio López, pues se terminaría tanto la
amenaza como la justificación.
Empecemos por afirmar que es al menos desubicado, por decirlo suave, reclamar la
aparición de Julio López detrás de una justa protesta por un aumento salarial y
una lista de demandas del orden sindical o social. Y encima gritando frente a
una cámara: "Porque los compañeros lucharon por nosotros". No muchachos,
aclaremos las cosas, lucharon por ustedes sí, por las futuras generaciones, pero
no para que un celular y una filmadora reemplacen al sujeto por la imagen; los
setentistas no lucharon por un aumento salarial o por más hospitales y más
escuelas; para eso está el sindicalismo, luchamos contra el salario; por
una revolución en la que imaginábamos una sociedad no de mejoras sino de
eliminación del salario, no más hospitales sino menos enfermos, no más
escuelas sino dar vuelta como un guante toda la concepción educativa que se
emancipe de las necesidades de la producción, de la lógica estatal y de la
teoría del conocimiento de la burguesía que nos impregna. Sobre todo contra la
separación entre trabajo manual e intelectual, fundamento de la sociedad
clasista. Si no se entiende este espíritu, esa diferencia de calidad, esa
radicalidad por la que valía la pena dar la vida por la vida, vamos a
seguir dando empleo de cientos de analistas que hoy se empeñan en "demostrar" la
"pulsión de muerte" del Che Guevara y los setentistas.
Y claro, sobre esa base de sujetos humanos peleando y no de imágenes, apoyábamos
e impulsábamos todas las reinvidicaciones por las necesidades inmediatas de la
población, como parte de ese horizonte muchísimo más ambicioso.
Una legítima manifestación de protesta y exigencia por Julio López podríamos
imaginarla como en esa foto del 19 de diciembre. Miles y miles de personas de
diversas identidades, sin otra bandera que la nacional y aún así ésta muy
discreta, porque el patriotismo y el espíritu solidario no necesita
emborracharse con colores, para colmo desteñidos. Salir a la calle –o la forma
de lucha que a Ud. se le ocurra, bienvenida sea la iniciativa– sólo por Julio
López bajo una única consigna: "Todos somos Julio López ".
En cambio tenemos la Biblia y el calefón. La cuantificación de los problemas
sociales sin cualificación es la mejor manera de diluirlos, de "naturalizarlos"
y desnaturalizarlos. Efecto de la sociedad de consumo, del credo cuantitativo y
estadístico que cautiva a progresistas y "revolucionarios". Como en el
supermercado, como en la televisión, como en la mayoría de la exposiciones de
arte actuales, como en la historiografía chatarra, todo es igual, nada es mejor,
un bife de chorizo o una hamburguesa de soja transgénica, lo mismo una
"instalación" de cajitas de cartón compradas en Jumbo que un óleo de Antonio
Berni, el trazo sublime de Carlos Alonso mezclado con las figuritas dignas de
Billiken de León Ferrari, Tulio Halperin Donghi tomando mate con Felipe Piña,
Evita con Cristina. Todo tiene igual calidad y jerarquía. Lo aleatorio y lo
estadístico. Un crimen pasional con los crímenes sociales. Un secuestro
extorsivo con fines de lucro con un secuestro por causas políticas. La salud de
Maradona con el mal de chagas o el sida. Un incendio en una discoteca y sus
dolorosas consecuencias, con el genocidio del terrorismo de Estado. Un
presidente que disimula su fragilidad con el autoritarismo de un César "justo",
con la dictadura más espantosa de que se tenga memoria.
Desde luego, que las personas que sufren directamente la pérdida de un ser
querido expresen su dolor y peleen con las armas a su alcance, de la forma que
fuere, es comprensible y justo, merecen toda nuestra incondicional solidaridad
en la lucha por el esclarecimiento y la justicia. Sobre el dolor no se pueden
establecer calidades; el territorio del dolor es sagrado y merece todo nuestro
respeto sea cual fuere su origen.
Pero eso no tiene nada que ver con la mezquina manipulación disfrazada de
solidaridad de modo tal que, oh! milagro, la derecha, el centro y la izquierda,
todos coincidimos en repudiar los hechos, casi con las mismas palabras.
Hasta aquí nada novedoso como descripción: Cambalache. Veamos si podemos hacer
una aproximación a la comprensión del fenómeno, más allá de sus explicaciones
"de última instancia" dadas por la disciplina económica.
Esa pérdida de cualidad en la visión de los problemas sociales, esa composición
de la totalidad como un mosaico veneciano trucho, como una simple yuxtaposición
cuantitativa de hechos, deja la paradójica consecuencia de su contrario: no
relacionar lo particular como consecuencia de un asunto general. No entender la
concordancia de las inundaciones y la pobreza con el modelo productivo, como si
todo fuera sólo cuestión de buena administración municipal, de obras
hidráulicas, sistemas de seguridad social y planes de emergencia para sujetar la
maldad de la naturaleza. No vincular los siniestros de tránsito, una de las
causas principales de muerte, sobre todo para los peatones, con el paradigma
industrial y la cultura del automotor; no enlazar la escasez de energía y la
falta de infraestructura pública en los barrios y las villas con la distorsión
en el modelo de desarrollo, el despilfarro en autopistas iluminadas, shoping o
urbanizaciones de lujo hacia el cielo.
Los ejemplos son al infinito, pero lo que quiero señalar es la persistencia –en
nosotros, claro– de un modo de pensar, más allá de las simpatías políticas de
cada uno. Un asombroso primitivismo de la razón, una opinología, un hablar al
divino botón, un uso insensato de las palabras que, a veces, pretende
sustentarse en el conocimiento "científico", entendiendo como tal un
conocimiento balcanizado por los expertos, en compartimentos cada vez más
parcializados y estancos. Una subdivisión hasta el infinito en disciplinas que
están probando cada vez más ser un simple medio de vida: dicho en forma llana,
una fuente de trabajo, en términos vulgares, un curro legal que se alimenta, –en
el sentido metafórico y gastronómico–, de ingresos provenientes del mismo
sistema productivo que analizan y a veces critican. La soja, la minería y la
pulpa para papel nos da de comer señores, no le vamos a morder la mano a quien
nos da de comer. Claro que esta no es una cosa sólo de los argentinos,
cualquiera bien informado sabe que la burocracia de los organismos
internacionales consume buena parte de la "ayuda" a los pobres, tal como aquí,
los estudios para resolver los problemas gastan más que el monto necesario para
su solución.
En su época constituyente, en la modernidad, en su necesidad de afirmarse como
nuevo para liquidar las viejas formas ,el poder capitalista fomentó la
superación del espíritu de aldea y el aprendizaje de la visión de conjunto. Para
ello rescató la historia del pensamiento, la jerarquización de conceptos y cosas
separándolas del mito. El sistema educativo laico y racional. La separación para
el análisis para luego juntar en la conclusión totalizante. Pero hoy, en esta
llamada posmodernidad, en esta época de sobrevivencia del capitalismo, –sobrevivencia
de la cual no sabemos si es agonía, pero está claro que si se está muriendo,
muere matando más que nunca–, este poder impulsa la actual simplificación del
pensamiento, con el mito de "la era del conocimiento". La zoncería generalizada,
(tomando prestada la expresión a Jaureche), la banalización de los problemas
humanos por medio de los complejos resortes del poder, entre ellos la actual
disciplina "comunicacional", a los cuales todos contribuimos, tal como
contribuimos al desarrollo de una lengua.
A propósito de la manipulación de la lengua como medio de dominación, los
ejemplos históricos son elocuentes, pero parece que no hay peor sordo que el que
no quiere oír. Para esta oportunidad tomemos dos: por un lado el de su
constitución misma, como obra natural colectiva, como patrimonio de una
comunidad que no se puede construir artificialmente por medio de legislaciones o
decretos de un Dictador. En ese sentido la lengua sirve como analogía didáctica
para comprender cómo se constituye el entramado del poder, entramado del cual
todos somos parte. Y su otra cara, la distorsión artificial de la lengua con el
objetivo expreso de lograr una ilusión de la igualdad entre los seres humanos,
como si nombrar una situación de otra manera, de una manera supuestamente no
ofensiva, eliminara la ofensa misma al hacer desaparecer, por arte y magia del
lenguaje, la diferencia usada para insultar. Los llamados eufemismos. Yo, Luis,
como muchos amigos saben, soy sordo, palabra bien clara, es decir soy diferente
a las personas con audición media; tengo una disminución física, una menor
"validez" de mi capacidad para escuchar; no soy "inválido", soy "minusválido" y
ello me crea problemas de comunicación, y hasta de "discriminación". Sin embargo
no cambia mi situación de sordera objetiva porque me llamen "hipoacústico", de
la misma manera que a un manco le falta la mano por más que ahora se lo llame
con ese vocablo (calco del inglés disabled) "discapacitado", sinónimo
exacto del muy castizo minusválido. Me imagino como se reiría Miguel de
Cervantes de estas zonceras criollas impuestas por la hegemonía lingüística
anglosajona, si escuchara decir: "El discapacitado de Lepanto". Y ni hablar de
lo que podría hacer el humor cordobés si supiera que ahora se debe rectificar el
título de la novela de Andrés Rivera por: "Ese Discapacitado Paz".
Sin embargo la ilusión democratizadora más difundida por los genios de la
comunicación, la que nos alcanza a todos, es el abuso del tuteo. ¿No entendieron
que la diferencia entre el Ud. y el tú (para nosotros el vos) se creó en forma
natural precisamente para discriminar? ¿No entendieron que es necesario
discriminar, diferenciar lo existente? ¿No entendieron que en el lenguaje
argentino y sobre todo en el porteño, la palabra "señor" fue resignificada por
la población y ya no indica pleitesía sino poner distancia? Si yo soy delegado
de mi sindicato yo discrimino entre mis representados y el patrón. A mis
compañeros los tuteo, al patrón jamás, no por pleitesía sino por marcar nuestra
distancia. "Disculpe, no soy ni de su misma clase ni de su mismo club, y a mucha
honra, señor". Me veo obligado, como parte de mis funciones, a hablar con ese
señor, pero ni lo tuteo ni permito que me tutee. Lo mismo ocurre en toda la vida
social y política: Si yo soy entrevistado por Quique Pesoa nos tutearemos porque
somos amigos o porque lo considero un compañero o porque está de este lado de la
vereda, aun discrepando en el tema de la entrevista. Pero si acepto una
entrevista de Mariano Grondona, soy el primero en poner el Ud. y el "señor", no
como señal de supuesto "respeto", sino de distancia y no permitir que el señor
Grondona me tutee, ello tanto con respecto a mi persona como al caso que
estuviera representando a determinado colectivo.
Antes de meterse a artificiales cambios de hábitos lingüísticos, debería
pensarse que la lengua, en tanto creación colectiva, es reflejo de la realidad
subjetiva y material. No es cambiando la lengua como cambiaremos la realidad,
sino al revés. Lo demás es parte de esa superstición llamada democracia. Nunca
más oportuna la afirmación de Tocqueville: "En la democracia todos se creen
iguales, pero no lo son"; ergo, en democracia todos nos tuteamos para creernos
iguales.
Desde luego, los medios son los formadores directos de esta homogeneización
funcional al mercado y obra del propio mercado globalizado. De eso se trata, de
que la razón "de última instancia", la "base material", "la estructura",
necesita la mediatización de la superestructura (para usar estas categorías
marxistas hoy discutidas) y esos instrumentos mediatizadores no caen del cielo,
están creados por personas formadas por el sistema educativo, con su base en la
Universidad, fecundo terreno de distorsión del lenguaje y base de esa mediación,
que luego se traslada como regalo envenenado al movimiento popular, por la vía
institucional o, la más de las veces y con mayor eficacia, por los militantes
"de izquierda" que asumen la jerga universitaria.
El capitalismo recrea así, invirtiendo, el mito bíblico, ese que cuenta que Dios
castigó a la humanidad por construir la Torre de Babel. Hace de las lenguas una
sola lengua, compuesta de vocablos de significados tan diversos que no nos
entendemos y tomamos como realidad lo que es discurso hueco. Con sólo leer las
cientos de consignas vacías en las pancartas de una marcha, supuestamente por la
aparición de Julio López, es suficiente para verificarlo. Una consigna es vacía,
no por irrealizable, sino cuando quienes las vociferan no demuestran capacidad
para sostenerlas con el cuerpo, de la misma manera que es vacía la imagen del
Che en las remeras de cuerpos no dispuestos a asumir las consecuencias de "ser"
guevarista.
La otra propiedad de la lengua es la polisemia, que hace posible que en una
consigna justa hay siempre muchos contenidos, incluso motivaciones distintas que
confluyen, –porque después de todo una consigna lograda es la expresión verbal
de un símbolo, una metáfora– pero si la "explicamos" en una lista cuantitativa,
la consigna pierde sentido, de la misma manera que la metáfora en poesía, cada
uno la siente, si la explicamos se fue al diablo la poesía. ¿Cuántos contenidos
y cuántos intereses movieron a la población de Buenos Aires el 19 de diciembre
de 2001? Me refiero a los que salimos espontáneamente el 19 por la tardecita,
que no tuvimos nada que ver con las reales o imaginarias conspiraciones en el
Gran Buenos Aires que habrían preparado el terreno. Variados motivaciones, sin
dudas. Sin embargo la consigna fue única "El estado de sitio se lo meten en el
culo" Una expresión de una calidad diferente a los cientos de reivindicaciones,
todas justas, que circulaban esos meses. Y la gente puso el cuerpo en esa
consigna que significó la caída del gobierno.
Si de verdad nos identificamos con Julio López, con el polisémico significado de
su segundo secuestro y desaparición, dejemos de hacer pornografía de la miseria,
para tratar de entender y actuar contra esta miserable pornografía.
Fuente: lafogata.org