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Opiniones

EEUU retrocede en América Latina

Por Luis Bilbao

El Espejo de Argentina y el Mundo

Con la victoria del Partido dos Trabalhadores (PT) en Brasil, en apenas seis meses Estados Unidos ha sufrido una segunda derrota estratégica en América Latina. La primera fue en abril, cuando las masas venezolanas enfrentaron y vencieron en las calles el golpe de Estado teledirigido desde Washington contra el presidente Hugo Chávez. Ambos acontecimientos indican la aceleración de los tiempos políticos provocada por la crisis económica mundial. Y anuncian la inauguración de una nueva etapa histórica, signada por una dinámica de creciente confrontación de América Latina y el Caribe con el imperialismo en general y específicamente con Estados Unidos.
No resultará fácil comprender y aprehender la magnitud de los cambios en curso en el hemisferio. Los resultados electorales de las fuerzas antimperialistas en Bolivia y Ecuador, así como el estado de disolución de los partidos del sistema en Argentina, Paraguay, Uruguay y Perú, y en otro orden el inmediato debilitamiento del gobierno recién asumido en Colombia, conforman un todo inseparable en el cual la sublevación de masas venezolanas y el alud de votos brasileños representan dos formas, igualmente inescindibles, de la lucha social y política actual y futura.

Contenido real de la victoria del PT

Para quien frecuenta las páginas de El Espejo desde hace algunos años resulta por lo menos curioso (también puede ser indignante o divertido, según el carácter de cada uno), observar la petemanía desatada en los ámbitos más insospechados desde que el candidato del PT, Luiz Inacio da Silva, popularmente conocido como Lula, resultó electo con 52 millones de votos (casi el 62% de los sufragios válidos) el pasado 27 de octubre. ĄCaramba: qué importante sería tener un PT en Argentina... cómo no se nos ocurrió antes!

Bien mirado, este ramplón oportunismo es en sí mismo un signo elocuente respecto de cuánto ha cambiado el cuadro político nacional y regional. Aun en las más indecorosas contorsiones para montar sobre la ola de una moda predomina el signo que de verdad cuenta: en Brasil ganó un partido de los trabajadores; el 1° de enero próximo asumirá como presidente un ex obrero metalúrgico; este partido de masas se edificó sobre un programa fundacional que proclama el socialismo y sus símbolos son la bandera roja y la estrella roja de cinco puntas.

La hipocresía, se sabe, es el tributo que el vicio paga a la virtud. De modo que quienes descubren ahora las maravillas del PT brasileño, sin quererlo están indicando que el alud de banalidades, tonterías y vesanías con que se intentó sepultar la rebeldía de nuestros pueblos frente a la agonía del capitalismo, ha cedido para dejar paso al poderoso símbolo de los nuevos tiempos que se expande por el continente y el mundo: partidos de los trabajadores ganando elecciones, obreros al gobierno, consignas socialistas, banderas rojas al viento.

Símbolos y realidades

En el primer balance de la nueva situación brasileña por parte de los propios protagonistas que llegó a estas latitudes, los compañeros del Movimiento Sin Tierra (MST) parten de que han obtenido una victoria, porque "el pueblo votó por el cambio". Pero, aclaran de inmediato, el pueblo "continúa despolitizado y no hubo una participación entusiasta. La victoria electoral no fue fruto del ascenso del movimiento de masas; fue el resultado del fracaso del modelo económicoadoptado por las elites".

Hay datos elocuentes de esta realidad paradojal. En San Pablo, el mayor y más importante centro urbano de Brasil, el diputado que ganó más votos es un personaje excéntrico con discurso ultrafascista y sin partido, mientras que en el mismo distrito el secretario general del PT, José Dirceu, entró a la cámara de diputados con un mínimo de votos, equivalentes al 2,4% del padrón. El PT fue a segunda vuelta por los gobernadores de 9 Estados y perdió en 8 (quedó a cargo de 3, que no suman el 2% de la población total). Más grave y significativo aún: el PT perdió la gobernación de Río Grande do Sul y la intendencia de la capital de ese Estado, Porto Alegre, donde gobernaba desde hace 12 años.

El gobierno Lula

Este debilitamiento relativo del PT en relación con el respaldo electoral obtenido por Lula se hará sentir en el futuro próximo. Por lo pronto, la prensa comercial ya ha lanzado una campaña destinada a presentar a Lula como la contracara de las tendencias de izquierda del PT. El papel del vicepresidente, José Alencar, empresario, dirigente del Partido Liberal y de una iglesia evangélica, apunta igualmente a traccionar al gobierno hacia una política de conciliación de clases centrada en la "gobernabilidad" y el sostén de un esquema económico agotado y a punto de desplomarse. La socialdemocracia internacional y el aparato vaticano obran en el mismo sentido. Y en conjunto harán todo lo posible para evitar que Lula converja con Chávez y Fidel Castro en una política exterior francamente contrapuesta a la voluntad estadounidense. Queda inaugurado así en los hechos y a escala continental, un combate que en términos ideológicos y políticos se desarrollará durante todo el próximo período histórico y de cuyo desenlace depende el futuro.

A derecha e izquierda se equivocan quienes prevén los acontecimientos a partir del cambio de imagen, de alianzas y de discurso del ahora presidente Lula. La gravitación de su liderazgo, que seguramente aumentará en el próximo período, tiene una base social, conceptual y organizativa que choca de frente con las aspiraciones de los representantes de la poderosa burguesía industrial brasileña. Porque en Brasil -como en Venezuela, Argentina o cualquier otro país- en el contexto económico mundial contemporáneo no hay la menor chance de relanzar el crecimiento, promover el desarrollo y frenar la voracidad de las transnacionales y la banca imperialista, con la mera apelación a las absurdamente denominadas "políticas activas" y a una batería de disposiciones reguladoras.

En su intervención en el último encuentro del Foro de Sao Paulo, en diciembre pasado, Lula explicó que su objetivo no era el socialismo sino que cada brasileño tuviera todos los días tres platos de comida. El dramatismo de la apelación se entiende: hay 60 millones de brasileños que no ingieren cada día el mínimo necesario de calorías y proteínas. Sencillamente no es imaginable que a partir del primero de enero próximo Lula deseche ese compromiso. Los revolucionarios de todo el continente podemos darle a Lula ese crédito, desechando las trampas y provocaciones de la prensa comercial y los políticos burgueses que (acompañados por algún energúmeno), se permiten criticarlo desde la izquierda: él y su gobierno harán todo lo que crean necesario y conveniente para que antes de las próximas elecciones presidenciales, en octubre de 2006, cada brasileño tenga cada día tres platos de comida. Y tendrán nuestro apoyo. Los hechos, más temprano que tarde, demostrarán que ese objetivo mínimo requiere medidas incompatibles con los deseos del gran capital, sea imperialista o local. Y la dinámica social probará si un pueblo que emerge del hambre y reconoce como propio al gobierno que logra ese objetivo crucial, se contenta con tres platos de comida al día en un país de inmensas riquezas y brutales desigualdades.

Bloque antimperialista continental

Por lo demás, es altamente improbable que tengan éxito los intentos por impedir la convergencia del nuevo gobierno brasileño con los de Venezuela y Cuba. La política exterior es inseparable de la política interna. Lula empeñado en poner en pie a Brasil y sacar a su población del hambre, la marginación, la degradación y la violencia, estará impelido a hacer del principal país de la región un punto de encuentro y proyección para afrontar urgencias comunes. Allí Brasil chocará más frontalmente que hasta ahora con el proyecto estadounidense de Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), con la proliferación de bases militares, con la política guerrerista implementada desde el Plan Colombia, con la línea de acción destinada a imponer el dólar como moneda en cada país de la región. En ese juego de fuerzas la transformación del Foro de Sao Paulo en un efectivo Bloque antimperialista continental, como lo venimos proponiendo desde su fundación, en 1990, será una realidad más allá de la forma que adopte.

Argentina y el nuevo eje político regional

La incorporación de Argentina a esta nueva realidad regional está en disputa. Los partidos del capital, en desesperados y costosísimos intentos por reciclarse, son los instrumentos de Estados Unidos para apoyar aquí un eje contrario al que objetivamente constituyen Cuba, Venezuela y Brasil. Washington pretende apoyarse en Buenos Aires, Santiago y Bogotá para sostener una línea de defensa y, eventualmente, retomar la ofensiva. En ese empeño los planes imperialistas incluyen la fragmentación territorial de Argentina.

De modo que además de reclamada por la realidad política y social que se abate sobre el país, la creación de una nueva fuerza política de masas es un imperativo impostergable a partir del papel que el imperialismo pretende hacerle jugar a Argentina en esta nueva y trascendental coyuntura histórica.