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Libros sí, Alpargatas también

1 de diciembre de 2003

Comentario critico en torno
al disco Cita con ángeles de Silvio Rodríguez
Sólo hay el amor

Guille Vilar
La Jiribilla

Las guitarras reactivadas, sugerentes arreglos y un cantar desafiante, son rasgos que definen a la última producción discográfica de Silvio Rodríguez. En realidad el CD Cita con ángeles (Ojalá, 2003), es uno de esos discos que con solo la primera escuchada, comprobamos que de entre su selecta discografía, en esta oportunidad se trata de una obra marcada por un aura de creatividad desbordante.
En cierta ocasión, un colega me comenta que él se interesa más por la obra que por su creador, como si las canciones fueran maná que cae del cielo. Si el CD Cita con ángeles, nos muestra a un Silvio revitalizado, eufóricamente imaginativo, en buena medida se debe a que estamos ante un hombre pletórico, en un momento feliz de su vida personal por el humano acontecimiento de los nacimientos de su hija Malva y de su nieto Diego, a quienes les dedica el disco. En esa primera canción que anuncia el tono de lo que vendrá a continuación, su título asevera nuestra opinión: Mi casa ha sido tomada por las flores. Y para convencernos definitivamente que este proyecto es un asunto de familia, Silvio tiene a su cargo las voces, guitarras y teclados además de las orquestaciones a la vez que su consejera y compañera Niurka González, relevante flautista y clarinetista, ejecuta también los teclados, dúo que imprime peculiar ternura y hace sentir el regocijo en la fusión de estos dos talentosos artistas. Los otros músicos que tienen una breve, pero especial participación son Pancho Amat en tres piezas para interpretar el cuatro cubano y los bongoes; José Maria Vitier, los teclados que se escuchan en la primera canción ya mencionada en donde también hace coros Kathelee Hernández.
La creciente nostalgia por disfrutar del Silvio en concierto, constituye un hecho irrefutable, toda vez que es de los que solamente acompañado de la guitarra y su canto, magnetiza a miles de espectadores. Razones apartes de este temporal retiro, sepamos agradecerle, no obstante, la inventiva desatada en el CD Cita con ángeles, con obras difíciles de plasmar tal y como aquí aparecen en los escenarios. La mezcla de las múltiples guitarras tocadas por el trovador al igual que el trabajo con su voz para recrear los coros y contracantos en piezas como «Pedacito de papel al viento», «Alabanzas» y «Leyenda de los dos amantes», acentúan el hechizo que envuelve al fonograma en cuestión. En el caso de «Pedacito de...», el concepto para el montaje de las voces, transforma a la pieza en una reluciente joya, tallada con el sentido de contemporaneidad, delicadeza y habilidades propias de un experimentado artesano de la música. Todas estas canciones además de «Letra de piel» y «Verónica del Mar», nos muestran el lado refrescante de un creador que ha sabido hacernos felices por tantas razones como también conoce de otras para no serlo. Acontecimientos bélicos de gran trascendencia, la guerra de Vietnam, por ejemplo, inspiraron a Silvio para la composición de solidarios temas que hicieron época como «El rey de las flores» (1968), «Tres mil pájaros» (1969) y «Madre» (1974), entre otras. A más de tres décadas de esta conflagración, el inestable equilibrio para la paz en el mundo después de los atentados contra las Torres Gemelas, es reflejado en las nuevas canciones de nuestro trovador mayor.
En «Camelot», los responsables de esta riesgosa situación, son los que frente al extremismo escogen la respuesta del ojo por ojo, mientras en «Quiero cantarte un beso», ante tanta indolencia hay que cuestionarse si existe o no la humanidad. Escuchar «Sinuhé» es compenetrarnos con el horror de la guerra en Bagdad desde otra perspectiva. Cual evocación de desolado lamento, por medio del refinado ensamblaje de guitarras, flauta y teclados, el trovador prefiere hablarnos de cosas imposibles como hechizar portaviones y embrujar misiles para evitar el crimen contra símbolos eternos de la infancia como Sinuhé, Simbad, Aladino y la Sherezade, de Las Mil y una noches. Profunda vergüenza por quienes al apoyar esta guerra, asesinan al niño de dentro en cada ser humano, es la reflexión que nos colma cuando termina dicha canción. Sin embargo, todavía más impactante se nos revela la obra que da título al disco. Cuando la estrenó en Casa de Las Américas, la emoción alcanzó a todos los allí presentes aquella noche: «Cita con ángeles» es todo un clásico entre los clásicos de Silvio Rodríguez. Canciones como estas representan un alivio para las angustias de quienes nos preocupamos en el lado adecuado.
Con su habitual vocación de universalidad, Silvio en cada estrofa se refiere a trágicos hechos históricos o personalidades que refrendan el valor del sacrificio por un mundo más justo. Desde la bomba de Hiroshima hasta el golpe contra Allende y el derrumbe de las Torres Gemelas o desde Bruno hasta John Lennon pasando por Federico García Lorca y Martin Luther King, en la evolución de la Humanidad permanecen como imprescindibles aquellos que rechazan la opresión del pensamiento, aquellos para los que la libertad es la esencia de la vida como sentencia nuestro Apóstol José Martí. Precisamente, la estrofa más hermosa es la dedicada al héroe de Dos Ríos, por toda la inmensidad que entre texto y música, el trovador logra conjugar.
Por si fuera poca la prestancia de esta magnífica canción, «Cita con ángeles» se distingue además por un valor agregado que es la participación de otros invitados escogidos igualmente entre lo mejor de la música cubana contemporánea. Que verdaderas instituciones de rango internacional —como los instrumentistas Frank Fernández (pianista concertista), Ilmar López-Gavilán (violinista), Leo Brouwer (guitarrista concertista), Chucho Valdés (pianista de jazz y director de Irakere), Juan Formell (bajista y director de Los Van Van), Tata Güines (tumbadora) y los trovadores Vicente Feliú, Noel Nicola y Amaury Pérez además de la propia Niurka González (flautista y clarinetista concertista), aparezcan en pequeños pasajes después de cada una de las estrofas, dignifican a Silvio por la capacidad de convocar a sus prestigiosos amigos para convertir a la canción en un manifiesto que atraviesa fronteras por el amor a la vida en el pueblo cubano.
En conferencias de prensa, en publicaciones, e incluso en alguna que otra canción, Silvio, con la modestia de los grandes de espíritu, insiste en que se le considere como una más de nosotros, con el oficio de escribir canciones y de interpretarlas. Justamente, por ser uno más de nosotros, es que nos llenamos de orgullo cuando los chilenos de Allende, los zapatistas, los de la Venezuela bolivariana y hasta los bolivianos, acuden a él, reconocidos en el mensaje revolucionario de sus textos, privilegiada responsabilidad imposible de exonerar a quien nos da canciones como las de este disco.
Si en la última pieza, «Qué sé yo», Silvio dice que su garganta no sabría cantar si el corazón no alza vuelo, este planteamiento es la prolongación en el tiempo de aquella convicción de lo que ocurre en una antigua canción suya siempre que se canta con el corazón: para eso solo hay el amor, porque es todo cuanto tenemos. Así sea.