VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Libros sí, Alpargatas también

15 de febrero de 2004

Osvaldo Bayer como historiador
Protesta literaria y terror de estado

Daniel Campione
Rebelión

Este escrito es un capítulo del libro colectivo "Osvaldo Bayer. Miradas sobre su obra", editado hace pocos días en Buenos Aires.

Su concepción de la labor histórica

El propio Bayer ha brindado una definición de su trabajo con la historia, esclarecedor acerca de sus intenciones y propósitos como historiador: "En lo que a mi respecta me considero un cronista, un periodista histórico si cabe el concepto. Es un humildísimo trabajo de desenterrar verdades guardadas con el cerrojo de los intereses creados y exponerlos en un lenguaje claro, como el del hombre de la calle." a lo que agrega enseguida: "Me he propuesto no tener piedad con los despiadados. Mi falta de piedad con los asesinos, con los verdugos que actúan desde el poder se reduce a descubrirlos, dejarlos desnudos ante la historia y la sociedad y reivindicar de alguna manera a los de abajo, a los humillados y ofendidos, a los que en todas las épocas salieron a la calle a dar sus gritos de protesta y fueron masacrados, tratados como delincuentes, torturados, robados, tirados en alguna fosa común."

De todas maneras, la modestia de nuestro autor no debería guiarnos hacia el equívoco de relegarlo a los arrabales del saber histórico, bajo el pretexto de que su labor pertenece a la materia 'periodística'. Ello daría pábulo a que se 'ninguneara' a Bayer, como historiador , desde la cómoda posición que considera a toda labor periodística como inferior per se a cualquier escrito sujeto a las reglas académicas, o al menos como insusceptible de ser comparado con éstos, por corresponder a un tipo de trabajo intelectual raigalmente diferente. Sus obras, pueden ocupar por derecho propio un lugar de privilegio entre la producción historiográfica argentina, sin distinción de categorías o modalidades dentro de la misma.

A partir de allí, las demás precisiones que brinda su auto-definición, resultan útiles a la hora de iniciar la comprensión de su trabajo. Bayer se postula en primer lugar como 'desenterrador' de lo que el poder económico, político y cultural oculta o tergiversa; luego como divulgador entre el gran público de esas verdades redescubiertas, y quizás sobre todo, como un hacedor de la justicia histórica al desenmascarar a los asesinos al servicio del poder y vindicar a los luchadores masacrados por ellos. B piensa su labor histórica como una con fuertes afinidades respecto a la de un juez imparcial , no sólo en el sentido de quien emite un fallo, sino por una concepción 'procesual' de la investigación, que la 'abre a prueba' y no la clausura hasta poder incorporar todas las evidencias y testimonios posibles, sin descartar ni privilegiar por principio ninguna de ellas.

Un gran tema para B. es el de la violencia, tanto la de los oprimidos como la de los poderosos, la 'de abajo' y la 'de arriba'. Los anarquistas que practicaban acciones violentas, al decir de Bayer, solían apelar a la fuerza sólo ante la evidencia de que la justicia del estado burgués no iba a punir grandes crímenes cometidos contra trabajadores y militantes sociales. El único castigo posible era entonces el de la violencia desde abajo que pusiera de alguna manera las cosas en su lugar. A través de sus libros, Bayer asume una función en algún sentido similar. En su caso han transcurrido décadas desde los hechos, los culpables están muertos o muy ancianos, pero la impunidad original sigue en pie. Es entonces la investigación exhaustiva, primero, y la escritura que vuelca sus resultados después, la que viene a aportar justicia, póstuma pero efectiva, que comprende el reponer en un lugar de honor a los 'humillados y ofendidos'.

Esa labor de justicia histórica, Bayer la ha perseguido con un trabajo centrado en la trayectoria del anarquismo, y dentro de éste no el de la 'corriente principal' expresada en La Protesta , y la conducción de la FORA del 5° Congreso, a la que a veces denomina 'anarquismo oficial', sino en la de los militantes ligados a la acción directa y a la contestación más radical, al pensamiento pregonado desde las páginas de La Antorcha, y llevado a la práctica desde los sindicatos autónomos, que se situarán por fuera de la FORA. O por pequeños grupos como el que incluye a Severino Di Giovanni, inspirados por la vertiente 'antiorganizacionista' del anarquismo, que tuvo su auge en el cambio de siglo, y reapareció con fuerza en la década de los 20'.

Ha desarrollado un trabajo tan solitario como novedoso, ya que la historiografía ligada al anarquismo en nuestro país, con Diego Abad de Santillán a la cabeza, provenía del núcleo de la FORA, y no se había posado la mirada sobre los practicantes de la 'acción directa', los 'expropiadores', ni sobre la lucha obrera de la Patagonia y su brutal represión. Los trabajos eruditos se han detenido sobre los primeros años del anarquismo (Juan Suriano, Iaacov Oved, etc.) o sobre un hecho resonante como la Semana Trágica de enero de 1919, que ha dado lugar a sendos libros de Julio Godio y Edgardo Bilsky, entre otros, y cuyos sucesos son relatados y analizados con cierto detenimiento en muchas obras de alcance más general. Bayer además, proyecta su mirada, en el Severino... y en algunos de sus trabajos breves, sobre el anarquismo 'tardío', de los años 30', en una época en que el saber circulante daba casi por extinguido al movimiento ácrata en el país.

Más ligado al periodismo que a la academia pese a tener formación historiográfica formal , ha concluido por producir una obra fundamental para la historia de la izquierda y la clase obrera argentina, que junto con la 'vindicación' de luchadores sociales y militantes, construye una fuerte impugnación de la violencia estatal en sus diversas manifestaciones, tanto materiales como simbólicas, enlazándolas con la maquinaria de defensa de un orden social radicalmente injusto. En esta tarea, sólo puede parangonarse su obra con la de Rodolfo Walsh, a quien B ha llegado a considerar un maestro, dándolo como ejemplo de intelectual militante.

En la visión no ya de los historiadores profesionales, sino de la militancia política y social, el pensamiento y la acción 'libertarias' han estado largamente ocluidos por una mirada que remitía el anarquismo a un momento 'primitivo' de la conciencia y organización obrera, tanto en el plano gremial como en el político. Esta mirada se cohonestaba con el toque economicista, que ligaba el individualismo de los anarquistas a formas artesanales o de manufacturas primitivas en la producción, sepultadas de modo irremisible por el avance de la industria. Las corrientes ácratas eran así remitidas a la lejana infancia del movimiento obrero, sin otro interés que el 'arqueológico'. Se recordaba sobre todo de ellos una suerte de rosario de acusaciones: el sectarismo en lo ideológico, los comportamientos individualistas de sus militantes, su negativa a toda acción y organización específicamente política, su intransigencia invariable cuando conducían las luchas, llevándolas a la derrota.

De esa manera, quedaban silenciadas las valiosas tendencias antiautoritarias y antijerárquicas de las corrientes libertarias , que Bayer destaca, así como su proclividad a hacer una crítica integral de la sociedad existente, que se extendía sobre su moral y su entendimiento de la vida cotidiana, a diferencia de las corrientes socialistas que solían, sin decirlo, acatar el grueso de las valoraciones burguesas sobre la organización familiar, el delito, el papel de los géneros, la vida sexual, etc. En su rescate de los ácratas argentinos, B. dará no poca importancia a estos aspectos del socialismo libertario, tan sepultados en la posterior trayectoria socialdemócrata e stalinista del movimiento obrero.

Sin disimular las características negativas del movimiento libertario, que sus trabajos reflejan de modo explícito más de una vez, B. dedicará buena parte de sus esfuerzos a proporcionar una imagen diferente de los anarquistas argentinos, que oficia a su vez como forma de rescate del pasado pre-peronista del movimiento obrero, un movimiento internacionalista, ateo, e imbuido de un enfoque dominado no por la conciliación de clases sino por la lucha entre las mismas.

Y la otra gran preocupación de B. con respecto al anarquismo es la de la comprensión de la violencia. Si hay una idea del sentido común 'democrático' que Bayer rechaza, es la sintetizada en la frase 'estamos en contra de toda violencia' , que a poco andar corre el riesgo de terminar, junto con el pensamiento oficial, justificando el uso de la fuerza ejercido por el Estado y condenando desde el inicio la que parte de las clases subalternas, la que no cuenta con uniformes, credenciales, sueldos y armas pagados por el erario público, y tiene casi invariablemente a las leyes, a los jueces y a los grandes medios de comunicación en su contra. Más de una vez ha atacado a los intelectuales que se escudan en esa condena genérica que termina en claudicación frente al terrorismo de Estado.

La oposición raigal a todas las formas del militarismo es otro eje que atraviesa su obra histórica (tornándose central en La Patagonia...), entremezclándose con su labor periodística y con su biografía. Pero no es un antimilitarismo genérico, cuajado de oposición indiscriminada a la guerra y la violencia. Bayer analiza a los militares como parte sustancial de la maquinaria de dominación de clase, del sistema opresor que cuando no puede convencer, silencia asesinando.

No hay otro historiador de izquierda que haya logrado un auditorio 'de masas' comparable en Argentina. El alcanzar la divulgación masiva ha sido en Bayer un programa consciente, con finalidad de generar mediante esa difusión cambios en el ambiente político y cultural, en la memoria colectiva, y generar un conocimiento que alcance al espacio social más amplio posible. Por eso la voluntad de producir ediciones baratas, sencillas de leer y volcar luego el trabajo en guiones cinematográficos. Las ediciones iniciales de sus obras datan de esa época de radicalización política en la que los libros de historia, que se integraban con naturalidad al debate político, se vendían por decenas de millares y las diversas vertientes de revisionismo histórico llegaban a las discusiones de café. Pero Bayer no ha cejado en el empeño de divulgación masiva a posteriori, con eficacia indudable a la larga. Sus libros, que en los 70' y aun en los 80' aparecían con el sello de pequeñas editoriales, tienen hoy reediciones lanzadas por el principal conglomerado editorial del país. En cuánto al soporte cinematográfico, Bayer no ha cesado en su labor. El guión cinematográfico es su herramienta de trabajo junto con el libro, ya sea para historias que no tuvieron orígenes en libros o artículos, como Todo es ausencia, sobre la trayectoria de Las Madres de Plaza de Mayo, dirigida por Rodolfo Kuhn, o para volcar sus obras históricas en el formato cinematográfico, como La Patagonia..., el video documental titulado El Vindicador sobre Wilckens, o el Severino Di Giovanni, guión que Bayer ha escrito, pero nunca ha sido filmado. Sobre un hecho del período de la dictadura, la desaparición en Argentina de la militante alemana Elisabeth Kasemann, se ha realizado el film Elisabeth, dirigida por el alemán F. Wagner, el mismo del video sobre Wilckens. Acerca de otro episodio de la represión, una desaparición en San Carlos de Bariloche, trata Juan, como si nada hubiera sucedido. Sin tener guión de Bayer, le debe mucho a Los anarquistas... el video documental uruguayo Acratas, que sigue las huellas de Simón Radowitsky, Miguel Arcangel Roscigna y otros libertarios que desenvolvieron parte de su actuación en territorio oriental. Lo mismo ocurre con el documental que sobre las huelgas de la Patagonia, y centrado en la figura de Antonio Soto, realizó el director gallego Xan Leira. También se ha realizado recientemente un documental biográfico sobre Bayer, titulado Los cuentos del timonel, con dirección de Eduardo Montes-Bradley.

En los últimos 60' y primeros 70', con un enfoque que no tenía que ver con el antagonismo entre liberales y revisionistas, con la historia social entonces nueva, ni con las menguadas versiones del marxismo que circulaban, con temáticas centradas en el siglo XX y no en los pasados más lejanos que acaparaban casi toda la producción de la época, Bayer ingresa con toda la fuerza al clima de época y se imbrica en él sin perder su autonomía. Pero a diferencia de otros, el reflujo del movimiento no hará cambiar su actitud frente a la historia.


Bayer y las fuentes.

El modo de trabajar con las fuentes, la amplitud y diversidad de las que utiliza, es sin duda una característica fuerte de su producción. En primer lugar, se destaca su singular esfuerzo en aras de la exhaustividad, de llegar a todas las vertientes de información posibles, incluyendo a las más celosamente ocultadas o difíciles de acceder, y a las que el mismo historiador debe generar, como las entrevistas, que realiza por centenares. Busca el contacto directo con los escenarios de los sucesos, los recorre personalmente una y otra vez. Realiza, por medio de imágenes y fotografías actuales y de época, un profuso acompañamiento visual de los resultados de la nvestigación. Bayer llega así a 'escarbar' en todos los rincones relacionados con el objeto elegido, llevado por el empeño de 'desenterrar' lo oculto, de traer de nuevo a la memoria lo olvidado. La Patagonia... es el mejor ejemplo de ello. Recorre el terreno patagónico en todas direcciones, siguiendo el rastro de las matanzas, de los personajes. Entrevista a todos los vinculados con los hechos que consigue encontrar, desde estancieros a ex soldados, desde antiguos huelguistas a pequeños comerciantes, y de esos contactos no sólo obtiene el material derivado de la conversación, sino que consigue le cedan fotografías, correspondencia privada, hasta, en algún caso, telegramas en clave, que se encarga de descifrar. Más de una vez estimula a sus entrevistados a volcar por escrito sus recuerdos e impresiones, produciendo sus propias 'memorias'. Busca reflejar todos los puntos de vista, sin excluir nunca los que le resultan más falaces y repudiables. Es más, procura la polémica con estos últimos, desafía al debate público y hasta a entablarle juicios por calumnias e injurias en su propia contra. Es que para B. la polémica es un método de investigación histórica, de arribar finalmente a la verdad.

En la estructura de sus libros predomina la narrativa, pero con la particularidad de que en el relato se cruzan con la voz del autor muchas otras voces, provenientes de las extensas transcripciones que efectúa. En ocasiones se corre riesgo de perder el hilo, B. es una voz más, apenas distinguible por la no utilización de la bastardilla, que a menudo ocupa varias páginas de transcripciones ininterrumpidas. Reproduce hasta largos poemas y canciones, en versión completa, como las de los payadores libertarios.

Sigue sus temas en todas sus derivaciones y repercusiones, en Argentina y en el extranjero. Todo personaje más o menos importante, es 'acompañado' hasta su muerte, cuarenta, cincuenta años después de los hechos. Sus entrevistados se vuelven también, en cierto sentido, personajes de la obra. Nos relata dónde viven, cómo lo recibieron, su disposición mayor o menor a hablar... La Patagonia Rebelde no es menos extensa que el San Martín de Mitre, y sin embargo está dedicada básicamente a lo sucedido en una perdida provincia austral como Santa Cruz, en un territorio poblado por unos pocos miles de personas, en un lapso de un par de años escasos. Pero la importancia del tema no está dada por su amplitud espacial o temporal, ni por su distancia de los escenarios centrales. Es la magnitud de la injusticia cometida, el grado de perversidad de los poderes actuantes, la nobleza e ingenuidad de la rebeldía de los obreros, la elevación ética de sus ideales de cambio social, lo que lo recolocan en una dimensión diferente a la de un relato histórico tradicional. No hay nada en Bayer de esa obsesión por lo 'micro' que convierte la minuciosidad, el detallismo, en un fin en sí mismo, hasta hacer perder de vista el proceso histórico, los grandes conflictos. En acontecimientos muy circunscriptos en tiempo y espacio, B. rastrea la sempiterna rebeldía de oprimidos audaces frente a poderes enormes, e incluso grandes interrogantes de la historia de la humanidad como el papel de la subjetividad y las personalidades frente a las estructuras, el rol de la violencia en el cambio social, etc.


El "Severino Di Giovanni"

La violencia como arma política de los que luchan por transformar el sistema social, es el gran tema que subyace en el libro sobre Di Giovanni. Bayer no sólo rechaza el pacifismo a ultranza, sino que está dispuesto a cuestionar los límites entre 'violencia mala' y 'violencia buena'. Refleja el debate sobre el tema al interior del movimiento anarquista, y sin dar la razón a Di Giovanni, cuestiona las posiciones contrarias a los atentados, como las del periódico La Protesta. E incluso explora los a veces difusos límites entre el delito considerado común (instrumental a la lucha política) y la misma lucha. Bayer está cuestionando todo el tiempo prejuicios de la propia izquierda, propensa a despegarse del lumpen, del delincuente, complicándose en su criminalización por parte del sistema legal y las clases dominantes.

Y no elude correr riesgos intelectuales y políticos en la evaluación de los resultados de los atentados, como en un llamativo pasaje sobre un acto que, aparentemente con toda intención, deja desfigurado el rostro de un comisario rosarino, famoso torturador:

"Al día siguiente, el parte médico informará que se le tuvo que hacer una nueva intervención para que no perdiera también el ojo izquierdo. Velar había quedado prácticamente con media cara para el resto de sus días. Un monstruo... ¿Tal vez ahora ese era el verdadero rostro de un torturador que había sido cubierto antes por una piel sonrosada de buen padre de familia? Los atentadores se habían comportado como escultores expresionistas. Los perdigones habían modelado el verdadero rostro del subcomisario, aquel que reflejaba su alma."

Los autores de la acción son comparados con artistas, que a su vez revelan la verdad oculta, traen al cuerpo las verdades del alma, no mediante un cincel sino con una lluvia de perdigones... ellos también son jueces...

El relato del 'Severino... ' no comienza en orden cronológico, sino en un momento culminante; el acto público en que Di Giovanni encabeza una protesta antifascista, se traba en combate con los 'camisas negras' locales, y luego es detenido. No es sólo un hito en su trayectoria, sino que en esa escena, Bayer ordena buena parte de sus 'cartas': Este punto de partida sirve para contextualizar la trayectoria del libertario, que entra en la acción pública como luchador contra el régimen de Mussolini, a lo que seguirá su fuerte participación en la campaña contra la ejecución de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti en Estados Unidos. Di Giovanni atentará luego contra la representación de estados a los que considera criminales, así la bomba en la sucursal del Citibank o en el consulado de Italia, en lo que piensa como una respuesta a la criminalidad de esos regímenes. El otro elemento es el papel cumplido por el gobierno radical, que reprime a los propagandistas libertarios, respaldando de hecho al régimen fascista. Argentina aparece como un país cuyo gobierno funciona como cómplice de los regímenes que asesinan luchadores sociales y trabajadores. Ahí sitúa Bayer las raíces de la opción de Di Giovanni por las balas y las bombas, protesta contra el fascismo y por eso es llevado preso y castigados físicamente...

También destaca el papel de Manuel Carlés, el fundador de la Liga Patriótica Argentina, y de muchos de sus seguidores. No sólo la represión de las instituciones estatales sino la de carácter parapolicial, formalmente 'privado', muestran un compromiso activo de clases dominantes y dirigencias institucionales; políticos oficialistas y de oposición militaban allí, junto a militares, dignatarios religiosos y el tan venerado Perito Moreno , además de un sector no desdeñable de la juventud de clase media y alta.

El Severino no es una apología de Di Giovanni, como alguna vez se ha afirmado. En la obra está contenido el drama del hombre que 'se pierde', que 'se empaca con la violencia', no encuentra un cauce fecundo para su rebeldía, y finalmente muere, acribillado a balazos contra un muro penitenciario tras la condena de una corte marcial, en plena juventud, dejando a la mujer amada y a sus hijos. Queda claro que Severino podría haber elegido otro camino para la lucha inconmovible contra un sistema social signado por la injusticia y la desigualdad, e incluso ejercer de otro modo el que escogió. Bayer no lo propone como ejemplo a emular, lo que le interesa es desentrañar las razones de su trayectoria, y a través de su caso personal enhebrar el análisis de la violencia de abajo, la que osa enfrentar el poderío a menudo aplastante de la maquinaria estatal. Y al mismo tiempo, contrarrestar la criminalización efectuada por el pensamiento oficial, que se niega a analizar las ideas y el modo de ser del 'subversivo' para convertirlo en una suerte de demente, carente de valores y de pensamiento propio. Justamente a ese examen se lanza Bayer.

Debajo del título de la mayoría de los capítulos, se coloca una frase o un párrafo completo, escrito por Di Giovanni . El autor quiere destacarlo en su dimensión de hombre de escritura y pensamiento. A la vez que un comentario del propio Di Giovanni sobre las diversas 'estaciones' de su transcurrir, tales epígrafes constituyen un llamado de atención del autor sobre la lucidez intelectual de este hombre que actúa mediante la violencia, pero sabe defender con palabras reflexivas, y muchas veces bellamente escritas, el sentido de sus acciones.

El relato nos lleva a un mundo, y a un país, donde un movimiento social de vocación internacionalista, hacía que los abusos cometidos por el capitalismo y los poderes públicos en cualquier parte del mundo, retumbaran en actos de solidaridad y protesta, con la misma fuerza que si hubieran sucedido en cualquier lugar de la Argentina. Así en la protesta antifascista, reforzada por el asesinato de Matteotti y otras tropelías, o la gigantesca campaña contra la condena de Sacco y Vanzetti. Los pasos de Severino son seguidos por Bayer en el interior de esas campañas vibrantes, en las que los actos, los volantes, las huelgas solidarias, suelen ser acompañadas por el estruendo de las bombas. Pero también los atentados se relacionan con los combates sociales y la solidaridad con las víctimas de los patrones y el estado en territorio argentino: La bomba contra un buque de la compañía Mihanovich, durante un conflicto con los trabajadores marítimos, las acciones para presionar por la libertad de Simón Radowitsky, prisionero del penal de Ushuaia por atentar contra un jefe policial...

Bayer considera la trayectoria seguida por Di Giovanni un drama. Así lo atestigua, entre otras menciones, el título de un capítulo, el tercero, "El obstinado camino hacia la tragedia". Severino es, para Bayer, un idealista impermeable a cualquier 'adaptación' con fines pragmáticos, y un 'cabeza dura'. Se propone sus metas y luego se niega a abandonarlas o siquiera a redefinirlas, por más imposibles que parezcan. En ese breve capítulo, se subraya el giro de no retorno en la historia personal de Di Giovanni, la bomba del consulado italiano, dónde hay nueve muertos y más de treinta heridos. El autor no elude describir con atención los espantosos pormenores del hecho, pero tampoco el insertarlo en el propósito general antifascista, y en el designio inicial de Di Giovanni de matar al cónsul y otros dirigentes del régimen italiano.Y plantea su comprensión de los términos del problema: "El problema era la violencia en sí. Una vez que se ha optado por ella no se sabe jamás si se pueden hacer acciones limpias o sucias (...) La discusión no estaba, pues, en si el atentado al consulado era o no cobarde. El tema tenía que ser: ¿cómo podía responder el indefenso de abajo a la violencia de un estado omnipotente como el fascista?"

Un parágrafo de la obra tiene un título que ahonda en las contradicciones de Di Giovanni: "Por la libertad absoluta con las obras de Reclús y la Colt 45". Al mismo tiempo que empuña un arma de alto calibre (tanto que ni la policía de la época las tenía), el italiano invierte trabajo, tiempo y dinero en editar a Eliseo Reclús, un teórico francés del anarquismo 'pacifista' . Y seguirá sumergido en el romance con América Scarfó, por la que corre riesgos dificilmente compatibles con la clandestinidad que debía sobrellevar. Pistolero, hombre de pensamiento, y enamorado; todo a un mismo tiempo, B nos acerca a las múltiples dimensiones de su carácter.

Una y otra vez, relacionadas con las 'expropiaciones' B nos pinta escenas dónde la sustancia aventurera de las acciones lleva a la admiración, momentos en los que, contra el famoso dicho, 'la vida es más grande que el cine' ésta se agranda mas allá de las posibilidades del arte. La pintura de estos hombres que escapan de la policía a los tiros, a bordo de autos conducidos por choferes de magistral pericia, nos muestra la celebración del costado épico de su materia histórica.

Las acciones de Di Giovanni, hacia el final de su trayectoria, se vuelven cada vez más controvertibles, como el asesinato de Emilio López Arango, dirigente de primer nivel del anarquismo 'protestista', enfrentado con los atentados. Bayer considera los hechos sin deslizarse hacia la justificación, pero dando su lugar a la pre-existencia de una tremenda polémica entre Severino y La Protesta. Y cita con su acostumbrada extensión el 'juicio' que se realiza a propósito de la polémica que llevó a esa muerte.

El tema del golpe de Estado de septiembre de 1930 también lo encuentra B. fundamental para explicar el derrotero último de Severino, hasta su fusilamiento en 1932. Ahora se enfrenta a una dictadura militar, de propensiones fascistas, que implanta la ley marcial y fusila trabajadores libertarios. Mediante su nuevo periódico, Anarchía, Di Giovanni sustenta una de las primeras publicaciones que se opone al golpe y a la subsiguiente dictadura.

Con todas las simpatías que lo acercan a ella, el autor no se priva de señalar más de una vez los desaciertos políticos de la corriente libertaria de la que se ocupa. Así hace la crítica de una proclama que llama a rechazar el inminente golpe de estado mediante un alzamiento conjunto de obreros y soldados, del que no se producirá el menor atisbo. Y sigue una descripción de la euforia bastante generalizada que acogió los momentos iniciales del golpe militar. Sobreestimar el estado de ánimo y la disposición combativa de las masas, y esperar la virtual repetición aquí de episodios revolucionarios de otras latitudes, un vicio histórico de las izquierdas, es un yerro que no escapa a la agudeza de Bayer, mostrando que los libertarios fueron buenos precursores en ese terreno.

Todo el relato está estructurado como el camino de Severino hacia la muerte. Y cuando se llega al fusilamiento de Severino y otros miembros de su grupo; la forma en que la decreta y ejecuta el poder, la actitud de los testigos, tanto forzados como voluntarios, forman un cuadro en el que rivalizan la valentía de los libertarios que ven llegar el final de su camino entre humillaciones y torturas, y el obsceno espectáculo del poder desatado a la hora de sentirse triunfante, luego de una lucha más que desigual. No disculpa Bayer a la 'sociedad argentina' (término que parece dedicar prioritariamente a los poderosos, pero sin excluir a toda la cohorte de obsecuentes o conformistas vocacionales de todas las clases sociales), y la muestra en una mezcla de crueldad e ignorancia indisculpable, complaciente ante la dictadura que ha restaurado el pleno imperio de los 'señores' frente a las insolencias que permitía el yrigoyenismo. Y cuando describe y explica la actitud difamatoria de la gran prensa frente a los 'reos', B., implícitamente, ofrece la razón de toda su investigación histórica. Allí está, apenas bajo la crítica al tratamiento mediático, el programa de Bayer para con Severino. Rescatar sus rasgos de luchador, su enfrentamiento con el fascismo y con la dictadura argentina, su deseo de encarnar la defensa de los desposeídos frente a la agresión de los poderosos, su compleja ideología. Y destruir así el anatema que el poder lanza sobre quiénes, mejor o peor, osan cuestionarlo en acción y pensamiento. Establece el vínculo entre la violencia estatal de la Argentina del año 30 y la más cercana en el tiempo.

El libro, publicado por primera vez en 1970, en pleno ascenso de la lucha social y la radicalización ideológica, en el país y en el mundo, es reeditado en enero de 1989, y de nuevo ya muy avanzada la década de los 90'. Bayer insiste así con una obra de destino polémico, y vuelve a trabarse en discusión con periodistas e intelectuales de variadas tendencias, incluyendo los consabidos 'progresistas'. Si Bayer hubiera seguido una evolución semejante a la de tantos autores argentinos atacados por el síndrome de la conciliación y la prudencia que se extendió como epidemia en la Argentina post-dictadura, hubiera preferido no volver a sacarlo a la luz, o hacerlo plagando la obra de supresiones y salvedades , que atenuaran el espíritu de rescate de aquel hombre de armas llevar. En el caso de Bayer, la obra, mas allá de correcciones de detalle o agregados de nueva información, siguió siendo una y la misma, incólume a cualquier sentido de la oportunidad. No podría haber sido de otra manera, sin pecar de incoherencia frente al biografiado, arquetipo de una vida a contramano de cualquier convencionalismo u oportunismo.


La Patagonia Rebelde

Esta obra, la más extensa y difundida de Bayer, gira en torno a la que, al tiempo de su escritura original, era la mayor masacre perpetrada por el estado argentino a lo largo de su historia. El autor, con amplia vocación de develador de crímenes ocultos, y vasto conocimiento de la región patagónica , en la que había residido con anterioridad, será el encargado de sacar de las sombras un episodio olvidado, mas aún, conscientemente sepultado desde los sectores poderosos de nuestra sociedad. Y convertirlo en objeto de atención de muchos millares de lectores y de millones de espectadores.

Los vengadores de la Patagonia Trágica, el título original del libro que luego tomaría el nombre de la película con guión de Bayer, es posterior al Severino. Bayer continúa con el tema del anarquismo, pero se introduce en una cuestión diferente, que ocupaba un segundo plano en Severino y otros trabajos y aquí es el protagonista central: El movimiento obrero. Y junto con éste, la presencia permanente en el trabajo de Bayer, la brutalidad represiva estatal y paraestatal, que actúa esta vez en una escala diferente, contra miles de trabajadores.

Desde el libro de José María Borrero titulado La Patagonia Trágica, poco posterior a los sucesos, y limitado en su relato al primer episodio huelguístico, no se había escrito nada sobre el tema. Cuatro décadas después, B. es el primero en volver a él. Por este libro, el autor arrostrará hasta el presente las iras del ejército argentino, negador permanente de la matanza, e incluso de muchos partidarios de la U.C.R, obstinados en eludir no ya la responsabilidad partidaria, sino la misma existencia de los sucesos.

Los cuatro tomos de La Patagonia... se inician y se cierran con Kurt Wilckens, el ejecutor del teniente coronel Héctor B. Varela. Un 'epílogo a modo de preludio' proporciona una descripción sucinta y sobria del atentado de 1923 en el que muere Varela, sobre el que se volverá en el último volumen. La 'vindicación' es el motivo central en Bayer, la derrota no dejó otra redención que la acción contra el matador, el que había sido la encarnación del brazo armado del Estado. Y el libro se inicia proclamando de modo implícito, una continuidad de su escritura con la acción de Wilckens: Ante la impunidad, el atentado justiciero, ante el silencio posterior de décadas, la investigación de Bayer y el libro que atestigua y difunde sus resultados. Quizás Bayer se siente realizando, en el papel, una obra complementaria a la del ácrata alemán en la acción, un ajuste de cuentas con el ejército argentino, y con sus mandantes en la cúspide del Estado, de Yrigoyen hacia abajo, y en las clases dominantes del país. Está a la vez levantando el velo de silencio, ya que considera la represión patagónica "... posiblemente el tema más tabú de nuestra cercana historia"

Un señalamiento de Bayer, reiterado y explicado, es sobre la responsabilidad del presidente Hipólito Yrigoyen, la que no constituye un hecho aislado, sino que se entronca con las matanzas de la Semana de Enero, o las producidas en los quebrachales de La Forestal. Y otra línea de responsabilidad es el 'apañamiento' desde el Estado de la actividad de la Liga Patriótica Argentina, a cuyos miembros se les permite portar armas y reunirse en instalaciones militares.

El relato propiamente dicho, parte de un breve bosquejo sobre la clase dominante en la Santa Cruz de entonces. Y al final de esta sección lanza una tesis fuerte, que preside toda la investigación: "...la intervención del Ejército Argentino no iba a ser para defender lo nacional sino para salvaguardar un status, un régimen injusto, los privilegios -bien o mal ganados- de sociedades anónimas extranjeras, de un latifundismo que todavía hoy ahoga y hace aún más desierto el extremo sur argentino." La defensa de la propiedad capitalista y de todo el complejo de relaciones sociales que facilita la explotación de los trabajadores rurales y urbanos, están en el núcleo explicativo de la barbarie represiva. El capital británico y argentino, volcado a la propiedad terrateniente y la explotación ganadera, frigoríficos, el comercio, la actividad portuaria, y los servicios y actividades urbanas de Río Gallegos, Puerto Deseado, San Julián, Puerto Santa Cruz, y las otras pequeñas poblaciones de la Patagonia Sur de entonces, es tomado como inspirador de la masacre, para mejor defender sus propiedades y sus condiciones de explotación de los trabajadores. No hay en las razones de la matanza rivalidad con los chilenos, ni una defensa desinteresada de la ley, el orden, y el 'modo de ser argentino', sino un episodio de lucha de clases que termina en forma sangrienta. En cuánto a la sinceridad del nacionalismo imperante en la clase dominante de la época, el for he is a jolly good fellow dedicado por los estancieros al coronel Varela al terminar su campaña, constituye un símbolo de fuerza concluyente.

B. ocupa muchas páginas en desmentir los crímenes sanguinarios que se atribuyeron a los huelguistas para desprestigiarlos, en el sempiterno operativo de mostrar al oponente como un demente criminal y no como un luchador en defensa de sus derechos y a la búsqueda de una sociedad diferente "Lo que es absolutamente falso es que se haya asesinado a algún estanciero o alto empleado, o peón que se haya negado a unirse a las columnas hueguistas. No hay ninguna denuncia, informe o parte que así lo establezca. Ni la Sociedad Rural ni el diario La Unión pudieron jamás decir el nombre de algún asesinado." Pero no trepida en reconocer la existencia de alguna muerte arbitraria cuando se produce, como la de un estanciero de origen noruego, al que además reconoce buena persona y 'patrón honesto', en un episodio confuso . En puntualizaciones como ésta se demuestra la potente honestidad intelectual de Bayer, que no mide supuestas conveniencias políticas ni hace concesiones al atractivo o belleza del relato. Sabe que la verdad tiene múltiples caras y está dispuesto a exhibirlas.

A lo largo del segundo tomo, Bayer sigue entrevero por entrevero, en una estancia tomada tras otra, la rendición de huelguistas una por una, y el mismo final de siempre: Los fusilamientos de los 'cabecillas' o de algunos elegidos al azar, o por venganzas personales, muchas veces previas vejaciones y torturas. Y desmonta las mitificaciones de los partes militares, las 'fugas', las 'resistencias armadas' que no existieron, los supuestos 'combates' que en realidad son verdaderas cacerías o tapaderas de fusilamientos, que sólo dejan heridos y muertos entre los obreros. En este aspecto, La Patagonia se convierte casi en una obra didáctica sobre la perversidad de los dominantes a la hora de ocultar sus actos aberrantes, expresada en prácticas que se repetirán, con pequeñas innovaciones de forma y aumento en la escala, en la dictadura militar de 1976.

Firme en sus principios de no ocultar ni 'alivianar' las malas conductas de hombres del pueblo, su frecuente identificación con el poder, sin hacer esa dogmática exculpación de las 'bases' para sólo condenar a las 'cúpulas', B señala una y otra vez el despiadado comportamiento de soldados y marineros, apurados por fusilar más que los oficiales y suboficiales, que salvo excepciones no se niegan a hacerlo, y que cuando muere un soldado en enfrentamiento, quieren linchar a un dirigente huelguista para vengar a su compañero. Los 'hijos del pueblo', conscriptos llamados al servicio militar, la mayoría de origen humilde, se identificaban con el ejército que los reclutaba, y odian a los huelguistas con vigor digno de mejor causa. B no sólo no lo calla, sino que lo destaca. Ni las pinturas idílicas sobre los humildes ni los maniqueísmos son lo suyo.

Y a la hora del análisis, hará hincapié en el catastrófico yerro de Antonio Soto en la conducción del conflicto: " ...se dará cuenta de su gravísimo error: propiciar una huelga -absolutamente anarquista en su forma: auténtica, repentina, imprevista, irreflexiva- sin tener una masa que por lo menos entendiera las nociones básicas de lo que significa libertad del hombre y en claro cuál era su enemigo

Bayer no idealiza el nivel de conciencia y organización de los trabajadores. Señalará una y otra vez la ingenuidad de los anarquistas patagónicos, su confianza ciega en que, con la verdad y la razón de su parte, podían conseguir el triunfo. Y critica que no supieron prever que los patrones y el Estado no les brindarán la oportunidad para ningún debate ni exposición razonada de ideas, sino que harán hablar a los fusiles para terminar con el conflicto. Y luego apelarán a un ominoso y prolongado silenciamiento para borrar todo recuerdo y huella de la masacre cometida.

Sobre todo en el tomo tercero de la obra, el autor hace, junto al balance de la experiencia patagónica y sus repercusiones posteriores, el seguimiento del destino de los protagonistas mas allá de los días de la huelga. Así informará de los años posteriores de Antonio Soto, de los de José María Borrero, reconstruirá la actitud del gobierno radical ante el coronel Varela, que sintetizará en un título elocuente 'Así paga el diablo'. Y también en ese volumen nos da detalles sobre algunos represores que ocuparon un segundo plano, pero con singular saña y sobre todo denotando un comportamiento corrupto, extorsionando a los sobrevivientes, robándole a los muertos, y eludiendo luego toda responsabilidad, como el comisario Sotuyo o el oficial Félix Valenciano. En estos tramos es que se destaca el aspecto de 'juicio histórico': Bayer parece seguir expedientes secundarios de la causa principal, pero indispensables para hacerse un panorama completo sobre la misma. Confirma la observación que ha hecho alguna vez, de que es 'despiadado con los asesinos', (el capítulo dedicado al comisario Sotuyo se titula 'La Hiena'). Pero no trata sólo de los integrantes de las 'fuerzas del orden'. Uno de los pasajes más significativos de todo el volumen es el capítulo llamado "Los cuervos" que describe y explica la venganza de clase, los abusos contra los trabajadores rurales que estancieros, administradores y funcionarios descargan sobre las espaldas de los vencidos, sobre todo aquél que osa reclamar sus derechos después de la masacre. Esta suerte de 'postguerra social' suele ser uno de los capítulos más miserables e inmorales después de enfrentamientos sociales sangrientos. La Patagonia no es la excepción y B lo trata con amplitud.

Un gran error de los trabajadores y de parte de los dirigentes que marca Bayer, es el de rendirse al ejército, el confiar en que no iba a haber represalias sangrientas, y vaya si las hubo, se ultimó a más de un millar de huelguistas. El único al que Bayer considera lúcido en la ocasión es a Soto, que ante la decisión de la asamblea de entregarse, decide no quedarse a morir a manos del enemigo y huye con un puñado de compañeros en dirección a Chile. Y sobre esa decisión del gallego se juega otro de los combates parciales de B: El desmentir la idea de que el dirigente fue un traidor, que en el momento culminante buscó la salvación individual, dejando al resto en la estacada. Decide no quedarse a que lo maten, y los hechos le dan la razón. Intuía certeramente que el supuesto de la asamblea, de que no habría represalias sangrientas, era falso, y obra en consecuencia. Bayer lo exime.

En el último tomo, B. seguirá otros de los 'expedientes secundarios' como la falsa complicidad chilena con los huelguistas o la polémica con los escritos del ejército sobre los sucesos , pero el gran protagonista de esta parte será Wilckens, su acto de matar a Varela, la prisión y posterior asesinato del 'vindicador', las protestas que ésta suscitó y la nueva venganza inspirada por 'expropiadores'. Una cadena de muertes sobre la que se recorta la silueta, el perfil humano de Kurt Gustav Wilckens, un alemán asceta, anarcoindividualista, pacifista, casi un Cristo laico: "Amaba la naturaleza y odiaba las ciudades. Tolstoi había calado bien hondo en sus ideas; era pacifista y antimilitarista." "... no podía sufrir injusticias. El hacía suyas las culpas y los pecados de los hombres -como un cristiano de las catacumbas- y se avergonzaba a sí mismo como ser humano por los crímenes de Varela. La idea de los sufrimientos de esos pobres peones lo atormentaba."

Vindicación, regreso al equilibrio, B visualiza en el matador de Varela propósitos curiosamente semejantes a los suyos como historiador. Y el gesto humano para con el prójimo en el mismo momento de matar, respecto de la niña que se le cruza. La salvación del otro a costa de la perdición propia, el sacrificio para no hacer más daño que el estrictamente buscado. A diferencia de Severino, para Wilckens sigue habiendo inocentes, vidas que salvar. B destaca la existencia de una solidaridad sin fronteras, exenta de consideraciones egoístas de ningún tipo, construida a puro humanismo. El alemán sacrificado en su afán de hacer justicia terminó formando parte del cantar popular, convertido en mito, y Bayer cierra su evocación reproduciendo in extenso las estrofas de una canción que lo tiene como tema.


Los trabajos breves de Bayer

La Patagonia o el Severino comenzaron siendo investigaciones acotadas, volcadas en escritos breves, muchas veces para la revista Todo es Historia, en los últimos años 60'. Luego fueron hechos crecer por Bayer, convertidos en investigaciones de años de duración, con resultados volcados en sucesivas ediciones de las obras que nos ocuparon más arriba.

Otras investigaciones no tuvieron el mismo camino de desarrollo, quedaron en la dimensión de artículos. Algunos de ellos fueron compilados en las dos sucesivas ediciones de Los anarquistas expropiadores, la primera de 1975, y la segunda de 1986. El trabajo que da nombre a la compilación sirve para acercar una comprensión más general del movimiento anarquista.

En Los anarquistas..., recorre una vez más al tema de la acción social y política por medio de la violencia. Pero en este caso se le une el hecho de que el uso de la fuerza es puesto al servicio de la obtención de fondos, echando sobre las acciones la sospecha del propósito individualista, de enriquecimiento personal, de que sean delitos con finalidad económica, dónde el propósito político juegue sólo como cobertura.

Bayer se empeñará en demostrar que los expropiadores dan a su 'recaudación' fines solidarios y de lucha. Lo obtenido en los asaltos financiará fugas de compañeros presos, ediciones de libros, revistas y volantes, alimentará fondos de huelga de obreros en conflicto... Y que sus hábitos privados no tienen nada que ver con los del típico delincuente 'común'.

Se cuida sin embargo de todo rasgo de idealización, de cualquier pintura idílica de los expropiadores, "Recordar, historiar, no es, por cierto, reivindicar." Y destaca el modo cruel con que se enfrentaban a la policía.

Demuestra que no se pierde en el entramado de los hechos y la reproducción de los documentos y testimonios de época, sino que mantiene vivo un enfoque crítico, que analiza las múltiples dimensiones de la situación. Las clases dominantes se habían reorganizado para ampliar su capacidad de sofocar las acciones de las clases subalternas. El aparato estatal se fortalecía con organizaciones privadas o semiprivadas, pero con ramificaciones en las Fuerzas Armadas y apoyo bastante explícito de la Iglesia. La Liga Patriótica, la Asociación del Trabajo, tendían a borrar las huelgas y la propaganda 'subversiva', para conjurar definitivamente los espectros desatados por la Revolución Rusa y por la creciente organización y combatividad de los trabajadores argentinos.

Con todo, B. señala la esterilidad última de las acciones de los expropiadores, la derrota y la muerte a la que condujo a los expropiadores, efectuando sin embargo la minuciosa separación entre la ineptitud de los medios de combate elegidos y la coherencia y honestidad de los objetivos perseguidos. y el carácter de su acción en tanto que respuesta a una sociedad opresora y homicida.

Una actividad que los 'expropiadores' priorizaban era la de ejecutar represores culpables de torturas y asesinatos. Frente a ello, las fuerzas conservadoras se emblocaban en la defensa de 'sus' caídos, como en las exequias del mayor Rosasco, muerto por los anarquistas, que dan lugar a un verdadero desfile de la triáda patrones-Iglesia-Ejército . Este tipo de 'mascaradas' del poder son presentadas más de una vez en la obra de Bayer, como el momento del despliegue simbólico de la trilogía patrones-Iglesia-Ejército, escenificando la concentración del dinero en concúbito con la cruz y la espada puestas a su servicio. De la conjunción de enemigos que convoca el anarquismo, emerge el sentido (no necesariamente la justificación) de sus luchas.

La segunda edición de Los anarquistas... trae un solo trabajo nuevo, el titulado La influencia de la inmigración italiana en el movimiento anarquista argentino. Este constituye un poco la contraparte del que arriba tratamos, al destacar la influencia de la otra rama del pensamiento libertario, los 'organizadores', con sus mentores ideológicos, los italianos Enrico Malatesta y Pietro Gori, que a través de sendas residencias temporales en el Río de la Plata, sembrarán los métodos de organización sindical y contribuirán a cimentar la FORA, la federación que en su época de oro será una organización de masas que marcará el mejor momento del anarquismo local. El trabajo tiene cierto sabor a un ajuste de cargas realizado al interior de la propia obra de Bayer. Tanto que afirma que será la pérdida de influencia de esta corriente inicial, el predominio de dirigentes más burocratizados como Abad de Santillán y López Arango, y la reacción contra ese estilo de conducción que derivará en parte hacia un nuevo ciclo de individualismo y a los 'expropiadores' lo que llevará a los libertarios a su ocaso en el país. Ha dedicado el grueso de su obra a los individualistas, pero terminará dándole la razón a los 'organizadores' al menos a los de la generación inicial, la de Gori y Malatesta.

En cuánto a "Simón Radowitsky ¿mártir o asesino?, B lo constituye en reivindicación de ese casi adolescente que se juega la vida para matar a Ramón Falcón, militar y jefe de policía culpable de la masacre del 1° de mayo de 1909. A partir de allí, B reconstruirá tanto el infame régimen penitenciario de Usuhaia, como la gigantesca campaña de solidaridad que se desata con el preso, hasta lograr muchos años después su liberación. Y de nuevo, el llamado de atención sobre los sesgos de la 'historia oficial': Ramón Falcón se llama la principal escuela de policía de Buenos Aires, y una larga avenida del sur de la ciudad. Radowitsky sigue esperando alguna rehabilitación...


A modo de conclusiones

Es en un período que no remonta mas allá de la segunda mitad de los 60' ni más acá de mediados de la década siguiente, que Bayer realiza lo fundamental de su labor como historiador. De esa época data la escritura de los cuatro volúmenes de La Patagonia, el Di Giovanni y los escritos menores reunidos en la primera edición de Los anarquistas expropiadores. Es una época de radicalización de las luchas sociales y de las ideas: el Di Giovanni será libro de cabecera del PRT-ERP, por fuera de los propósitos de Bayer, que no está de acuerdo con la lucha armada de la época.

Bayer crea un posicionamiento para la labor historiográfica: La del 'cronista con opinión', y realiza vastas investigaciones para cimentar su trabajo, incluyendo paisajes geográficos alejados y de difícil acceso, zonas rurales remotas. Ha ido en en busca de los 'olvidados'. Escribió sobre lo que nadie, o casi, había escrito antes que él. Desplegó una laboriosidad excepcional para seguir sus temas y sus personajes en todas sus derivaciones. Y ha ido mas allá del soporte escrito, sobre todo en su labor como guionista cinematográfico y en sus variadas colaboraciones para producciones fílmicas en torno a luchas sociales y políticas.

Entre los historiadores que ha dado la izquierda argentina, es indudable que su nombre destaca; tanto por la calidad de su trabajo, como por la coherencia ética y política con que lo ha respaldado, y la muy amplia difusión que alcanzó, tal vez única en todo el panorama de la historiografía de izquierda en Argentina. Sobre su consecuencia e independencia de criterio basta un elemento para corroborarla: Ha hecho de la violencia su gran cuestión; siendo el mismo hombre que objetó a Ernesto Guevara las posibilidades de una guerrilla en Argentina en la hora triunfal de la revolución cubana, y que se opuso a la asunción de la lucha armada en los mismos días en que amplios sectores de intelectuales la consideraban la vía apta para un triunfo revolucionario en el corto plazo. Y pese a ello mantuvo siempre la reivindicación de la violencia de los oprimidos, hasta cuando ello se volvió tabú, en los años iniciales de la restauración democrática en nuestro país.

Su aporte a la memoria histórica es enorme. Con alta probabilidad, los nombres de Antonio Soto, Albino Arguelles, Facón Grande o Kurt Wilckens seguirían siendo desconocidos para la casi totalidad de los argentinos si Bayer no hubiera hurgado en algo tapado durante cinco décadas. Di Giovanni y los demás 'expropiadores' hubieran continuado recluidos en la imagen de 'pistoleros sanguinarios', si Bayer no dirigía allí sus pasos, con el obsesivo empeño por el esclarecimiento de los hechos que el poder oculta o tergiversa.

Y su contribución se valoriza porque, sin ser marxista, nunca abandona el punto de vista de clase en sus trabajos. Le preocupa restablecer la justicia para 'los de abajo', ante el hecho de que mientras los grandes empresarios, los dictadores, los generales asesinos tienen calles y escuelas que llevan su nombre, biografías que perpetúan su memoria, homenajes públicos a su trayectoria, los desposeídos suelen no tener ni siquiera una tumba reconocible. Y ese sentido de la labor histórica como una obra justiciera, B. lo desarrolla tratando de tomar los acontecimientos en toda su complejidad de causas y condiciones, y a los individuos en el ambiente social y cultural que contribuyó a generar sus trayectorias.

En los años posteriores a la vuelta del régimen constitucional en nuestro país, el papel de Bayer se ha agigantado. No por la realización de nuevas investigaciones, que como él mismo ha reconocido fueron interrumpidas por el largo hiato de la dictadura y el exilio, sino por el hecho de las posiciones que siguió sustentando, en un clima intelectual y político que supo serlo todo menos favorable a ellas. Prosiguió con su reivindicación de la violencia de los de abajo frente al trato impiadoso que reciben de parte de los dueños del poder. Bayer no atenuó en intervenciones periodísticas y reportajes ni una coma de lo que había escrito sobre Di Giovanni, Radowitsky y otros luchadores anarquistas. Se trabó en debate a ese propósito con Alvaro Abós, con Mempo Giardinelli, con Ernesto Sábato y con quien se cuadrara, marcó las más variadas complicidades con la dictadura militar, aun las que era más que incómodo recordar. Se resistió a suscribir el discurso dominante de 'tolerancia y pluralismo' que proponía sacrificar el cuestionamiento activo del orden social injusto en aras de la consolidación de una democracia representativa convertida en el non plus ultra de las aspiraciones políticas. Persistió en la reivindicación de las utopías libertarias y socialistas, a despecho de las modas y el clima intelectual adverso. Sus posiciones políticas y su visión del pasado siguieron siendo un todo coherente, sin insuflarle moderación a ninguna de las dos.