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Libros sí, Alpargatas también

5 de marzo del 2003

Presentación a la edición chilena del libro "La izquierda después de Seattle" de Marta Harnecker
Construir la política de las mayorías

Rodrigo Ruiz
Revista Surda

En 1928, José Carlos Mariátegui exigía: «Nueva generación', 'nuevo espíritu', 'nueva sensibilidad', todos estos términos han envejecido. Lo mismo hay que decir de estos otros rótulos: 'vanguardia', 'izquierda', 'renovación'. Fueron nuevos y buenos en su hora. Nos hemos servido de ellos para establecer demarcaciones provisionales, por razones contingentes de topografía y orientación. Hoy resultan ya demasiado genéricos y anfibológicos. Bajo estos rótulos, empiezan a pasar gruesos contrabandos. La nueva generación no será efectivamente nueva sino en la medida en que sepa ser, en fin, adulta, creadora.»1 Después de la lectura de La Izquierda después de Seattle, resulta claro que parte de esa búsqueda refundadora acontece, de nuevo hoy, en Nuestra América..
Es un proceso abierto, lleno de preguntas, sin recetas. Permite y necesita a la vez del debate, de la discrepancia y la innovación. La edición del presente libro de Marta Harnecker en el Chile actual es entonces un acto interesado, que intenta introducir una voz en el debate, hacer visible una problemática y un conjunto de experiencias populares que son indudablemente demasiado ignoradas en nuestro país..
Creemos que para las actuales búsquedas y discusiones de los esfuerzos de organización y lucha del campo popular, de los movimientos sociales y la izquierda, son fundamentales tanto la información como la reflexión que este libro aporta, pues constituye una ventana privilegiada a buena parte de las experiencias más innovadoras de la política popular latinoamericana, que resulta del rigor intelectual, del enorme conocimiento del movimiento popular latinoamericano, pero también de la lente desprejuiciada y abierta de Marta Harnecker..
La realidad que este libro aborda, pero también el texto mismo, cargado de sugerencias, nos motivan reflexiones de las que hoy sólo alcanzamos a vislumbrar los momentos iniciales. En lo que sigue, y a modo introductorio, intentaremos resumir algunas ideas, en ningún caso propias, cuya primera forma resulta de la práctica político-social colectiva que nuestra organización viene realizando en el campo popular. El debate, la búsqueda, la reflexión, han sido también parte sustantiva de esa práctica. Allí hemos forjado con orgullo una profunda identificación con el sentido creador de estos esfuerzos latinoamericanos, y en especial con Marta Harnecker, una de sus contructoras más destacadas..
Refundar la organización política de los oprimidos .
En la actualidad, la complicidad y la sana identificación que producen la lucha y la resistencia, han acercado organizaciones y reflexiones que plantean cuestiones diferentes, a veces incluso antagónicas, respecto del problema de la organización política. Es una discusión que atraviesa el mundo de la izquierda y las fuerzas populares, y que sólo en ocasiones se revela a la luz. El cuestionamiento de las formas tradicionales de organización política se mezcla con el cuestionamiento a su necesidad. Ciertamente, pesa en esto un conjunto de derrotas populares, y también de una larga acumulación de descrédito de buena parte de los partidos de la izquierda..
Los nuevos movimientos, las experiencias de resistencia a la globalización neoliberal, como Seattle, Québec o Génova, movimientos como el MST, pero también experiencias como el presupuesto participativo implementado por el PT, la revolución bolivariana en Venezuela o el proceso zapatista en Chiapas han significado un verdadero remezón a los viejos saberes partidistas que no lograban resolver con eficacia la construcción de fuerzas..
El partido tradicional ha dejado ser la única forma de organización política de los oprimidos. Es impresionante en ese sentido lo logrado por el MST: "es evidente que mucha gente, tanto de derecha como de izquierda, no logra hacer una interpretación correcta de ese carácter político del Movimiento. Simplifican el componente político como si se tratara sólo de una vocación partidaria. En varios momentos de nuestra historia ha habido quienes han afirmado que el MST se convertiría en un partido político. Nunca ha estado en el horizonte del MST transformarse en un partido político. Pero tampoco dejamos de participar en la vida política del país."2 .
Por otra parte, grandes partidos envueltos en procesos políticos de gran alcance, como es el caso del PT en Brasil o el PRD en México, enfrentan la complejidad que encierra un partido cuya fortaleza electoral resulta en buena medida de reunir en su interior de un conjunto de tendencias diversas. Ello dificulta la acción política concreta, pues los consensos son más ideológicos que políticos, más culturales que programáticos, incluso más en torno a lo que no hay que hacer que a cómo avanzar. Eso mella la capacidad transformadora de esos partidos, la capacidad de articular y conducir fuerzas sociales coherentes en lucha, especialmente si se encuentra además involucrado en procesos de gobierno que demandan sus fuerzas para la gestión administrativa..
En Chile, tanto el Golpe de Estado como la larga dictadura significaron una derrota profunda de la izquierda de la que aún no nos reponemos. No se trata de una circunstancia exterior, sino de un germen que se instala en nuestro interior, mermando la capacidad de acción y acumulación sobre los escenarios actuales, causando escasez de innovación (lo que hace doblemente útil el presente texto de Marta Harnecker)..
Muchas veces, a partir del temor y el rechazo que generan el hegemonismo y el verticalismo, la instrumentalización y manipulación de las organizaciones sociales, y la política "representativa" en la práctica de los partidos de izquierda, se anuncia su muerte..
Pero escasea más la propuesta. La organización política ha sido una respuesta a la necesidad de construcción de proyectos globales y orientación de la lucha política. Esa necesidad no logra ser resuelta por las prácticas locales o sectoriales. Del actuar local no emerge automáticamente el pensar global. La necesidad de reconstruir y organizar lo social, es política, por tanto global, por más importante que sea que su práctica se desarrolle en miles de esfuerzos locales de base..
De modo entonces que la refundación no tiene que ver principalmente con un sentencia de muerte, sino con redefinir la relación de la organización con la sociedad, transformarla para colocarla en las mayorías, darle amplitud a su acción, hacerla "más social", es decir, menos burocrática y menos de elites separadas de sus bases3 . El centro del problema deja de estar puesto de forma única en el interior del partido. Los nuevos movimientos "no crecen como la prolongación de grandes y sólidas construcciones ideológicas ni de grandes, aunque terribles, ideas de la primacía del partido sobre los movimientos, crecen de otra manera. [...] La construcción de la nueva y fecunda relación entre un nuevo partido comunista y un movimiento sintomático de nuestro tiempo pasa por la conquista de la igualdad y la reciprocidad."4 La particularidad de la organización política reside en su lectura clasista de la sociedad, y en la construcción y puesta en funcionamiento de un proyecto de sociedad mejor..
Se trata sencillamente "de no tirar la soga con el caldero" y defender de modo claro la organización política de los desposeídos y, con él, de un proyecto político. Creemos, siguiendo a Gramsci, que el "elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y predispuesta desde largo tiempo, que se puede hacer avanzar cuando se juzga que una situación es favorable", y que entonces la tarea esencial es "velar sistemática y pacientemente por formar, desarrollar y tornar cada vez más homogénea, compacta y conciente de si misma a esta fuerza"5 . Llámese partido, o de un modo más general organización política..
Así, una discusión de lo social versus lo político, de lo local versus lo global, de los movimientos sociales contra los partidos políticos poco tendría de esclarecedor. En este tema, como en todo orden de cosas de la causa popular, lo central es la propuesta. En este caso, resolver la necesidad y el derecho de los desposeídos de organizarse para construir y desarrollar su propia política, derrotar en definitiva el esfuerzo de la política de los poderosos por impedir que se constituya la política de los oprimidos. Es un esfuerzo que demanda despegarse de las concepciones políticas forjadas por la dominación y optar por una organización política participativa, frontalmente contrapuesta al ideal "representativo", delegativo de la política dominante, sacudirse la pretensión de que un sector social, o que la conciencia y la acción del partido, están destinados a liberar a toda la sociedad.6 .
Construir la soberanía popular .
La construcción de una alternativa política entonces no está circunscrita de modo exclusivo a la organización política, sino que incorpora como sujeto esencial al movimiento popular. Es tarea fundamental por tanto asumir las condiciones reales en que se encuentra el campo popular, asumir la derrota -esto se escribe en Chile- como el resultado de una revolución neoliberal que ha transformado profundamente las condiciones de constitución social y política de los sujetos, y disponerse con toda energía a la reconstrucción del movimiento popular..
Desde ese punto de vista, los aprontes para desarrollar una política popular realmente democrática no son ya artilugios de ampliación de la base partidaria o de los porcentajes electorales, sino de construcción de un sujeto del cual el partido forma parte sustancial, pero con el que sostiene relaciones de mutua autonomía..
Necesitamos entonces emprender un doble proceso de cambios sociales y la construcción de una fuerza social. Para ello requerimos una política nueva, no estructurada por los carriles impuestos por el poder, capaz de usarlos o quebrarlos según la propia conveniencia de ese nuevo sujeto, no principalmente institucional ni principalmente extrainstitucional, no electoralista aunque con capacidad de aprovechamiento de los escenarios electorales. Una política centrada en la construcción política del pueblo y la conducción revolucionaria..
Todo ejercicio de poder popular, sea mediante gobiernos locales o mediante la acción directa de las organizaciones populares, es principalmente una proceso de construcción de fuerzas. Y como es construcción, edificación de algo nuevo, no puede concebirse centrado en la resistencia, sino por el ejercicio efectivo de formas de superación de la lógica capitalista a través de la democracia participativa, a través de formas de interacción económica no mercantiles, a través de la construcción de soluciones colectivas, justas, igualitarias a problemas sociales..
"Necesitamos desplegar una práctica orientada a la construcción popular en territorios que no se abandonan, impulsando luchas que no se reducen a la simple demanda economicista -aunque necesariamente la tienen que incorporar- sino que avanzan el desarrollo de un proyecto social alternativo, gestando auténticos grados de poder y de democracia popular"7 .
Es una nueva resistencia al capitalismo, que lo violenta desde abajo, porque se enfrenta tanto a su capacidad coercitiva como a su capacidad de modelar los sujetos sociales. Construir niveles de soberanía popular fuera y en contra de la institucionalidad política de los poderosos, capaces de desatar un proceso de autoeducación de masas en el gobierno de dichos espacios. Se trata de una pugna tanto entre ideologías como entre un proyecto de soberanía capitalista y otro de soberanía popular. El nuevo protagonista de la lucha popular se construye en esa lucha y en el ejercicio de los niveles de poder que logre ir construyendo, en otras palabras, en esos gérmenes de la nueva sociedad..
Desde esa necesidad las reformas impulsadas desde las instituciones pueden o no ser parte de una política revolucionaria.8 El presupuesto participativo, por ejemplo, una de las más altas creaciones de la izquierda en los últimos años, puede ser parte de una política revolucionaria en la medida en que forma parte de una estrategia de construcción de fuerzas que se enfrentan de forma constante y creciente al sistema, que no se agota ni se centra en los esfuerzos institucionales; o puede ser un artilugio de ampliación de los márgenes de popularidad electoral de un partido (y aún podría llegar a ser una estrategia de amansamiento de masas vía la ilusión de una democracia más justa en medio del avance del neoliberalismo). Quizás puede ser aún otras cosas, pero lo que está claro es que, más allá de los saberes prácticos, el problema no es el presupuesto participativo, ni siquiera es, para generalizar aun más, la democracia participativa. De modo que el problema no reside en la participación en las instituciones sino en centrar toda la política en ellas como lo plantea Marta más adelante. Para nosotros, este problema requiere ser enfocado desde la claridad del rol principal de la política, la transformación de la sociedad..
Una cuestión importante en este punto reside en la posibilidad de volver a reunir amplitud y radicalidad. La fórmula aparentemente indiscutible en que se han escudado muchos de los éxodos de la izquierda repite que la única posibilidad de llegar a franjas amplias de población es mediatizando la política y rebajando la radicalidad de sus objetivos. En el fondo no es más que un abandono del sentido anticapitalista originario de la izquierda, fundando un nuevo oximoron: una izquierda capitalista, capaz de administrar el modelo neoliberal con discursos sobre su humanización e intentos de limarle las puntas más agresivas, como es buena muestra el caso chileno. Para nosotros, por el contrario, se trata de reposicionar y defender la posibilidad práctica de una nueva amplitud realmente radical como matriz fundamental de reconstrucción popular..
¿Qué radicalidad? Dos deformaciones al menos hay que descartar de inicio. La radicalidad reducida al nivel de drasticidad del conflicto y la radicalidad entendida como ideologismo, como la exigencia pura y simple, despolitizada en el fondo, del logro de los objetivos máximos en toda acción política, obviando los procesos de construcción de fuerzas..
La radicalidad tiene que ver sobre todo con el proyecto, con la profundidad de la crítica al sistema, con su capacidad de llegar a las raíces del problema. Una política radical tiene que ver con la construcción de una fuerza social antisistémica, con atacar la lógica de acumulación capitalista y la alienación que produce en el humano, con atacar los terrorismos de la guerra contra los pueblos y la globalización neoliberal. Hoy la radicalidad tiene que ver con buscar la paz..
Por tanto la radicalidad se une hoy, de modo inseparable, con la amplitud pues su posibilidad reside en las condiciones de desarrollo del propio capitalismo, que en su extensión y profundización ha mostrado con mayor claridad sus nocivas consecuencias en todos los ámbitos, su profunda incompatibilidad con el desarrollo humano..
Hoy el movimiento ecologista, los movimientos por la igualdad de la mujer, los movimientos antirracistas, los movimientos contra la discriminación a los homosexuales, las luchas indígenas, de las inmensas masas de migrantes, los movimientos de derechos humanos, las agrupaciones por el comercio justo y contra acuerdos comerciales favorables a los grandes poderes, los movimientos por la paz, etc., están enfrentando, plantéenlo o no, aspectos esenciales del capitalismo. Contienen entonces en su interior la posibilidad de la radicalidad, que se concretará en la medida en que se articulen en un proyecto de transformación y construcción de una nueva sociedad..
De modo que la radicalidad deja de ser cualidad endosable sólo a la organización política y gana amplitud. Hoy el desafío es construir plataformas que permitan el encuentro, articulación y potenciación de esas radicalidades y construir una capacidad transformadora sin precedentes, más amplia y profunda que la desplegada por los antiguos socialismos reales..
La amplitud así, exige generosidad, superar sectarismos, amplitud ideológica, la integración de diversos niveles de conciencia e intereses y sobre todo, la capacidad política y el esfuerzo tozudo de construir una nueva mayoría, superar -como planea Hobsbawm- la mera reunión de minorías y construir un proyecto nuevo, comprehensivo. La diversidad no es una dificultad para este desafío mientras no sea renuencia a la integración; el problema es esa diversidad que se torna desunión, defensa de la diferencia sobre la comunión, defensa del individuo sobre los colectivos, que se niega a trabajar con otros e integrar una política. El problema es esa versión socialdemócrata de la diversidad, profundamente egoísta..
Toda amplitud debe enfrentar de forma permanente, tanto teórica como práctica, la evaluación de su radicalidad. Toda estrategia de construcción de fuerzas, sea a través de gobiernos de izquierda o por la lucha directa, debe estar sometido de forma constante al examen de su capacidad transformadora, de su vocación de lucha, de su capacidad de construir segmentos de superación efectiva de las condiciones actuales y no sólo al examen de su eficacia en cuanto método de acumulación..
La brújula .
Más adelante, en la Segunda Parte de este libro, el lector encontrará una sentencia clara: "Navegamos políticamente sin brújula"..
Meses antes del I Foro Social Mundial ya se planteaba la necesidad de que los diferentes esfuerzos de resistencia que emergían en distintos puntos del planeta asumieran el desafío de elaborar plataformas alternativas sin perder el potencial de lucha acumulado en la resistencia al neoliberalismo. Meses después del II Foro, persisten dificultades que rebelan una complejidad mayor. Avanzar de la resistencia a la alternativa supone una vocación concreta de trabajo en esa dirección que no está siempre presente en los nuevos movimientos, y una dosis de apertura, de superación efectiva de sectarismo de todo cuño, que tampoco constituyen un supuesto..
"Si lograr el poder desde la estructura del Estado ya no es el objetivo primordial, ¿ entonces qué lo es? Hasta ahora las fuerzas de Porto Alegre han luchado, sobre todo, batallas defensivas: impedir a las fuerzas de Davos llevar a cabo su agenda. Esto es importante, útil, y ha sido más exitoso de lo que muchos hubieran predicho hace algunos años. Pero tendrá que adoptarse una agenda seria y positiva. El impuesto Tobin (para combatir la especulación en los flujos de capital), eliminar la fórmula del impuesto sobre la vivienda, cancelar la deuda de los países del Tercer Mundo son todas propuestas útiles, pero ninguna es suficiente para cambiar la estructura fundamental del sistema-mundo."9 .
Resulta evidente que se cierne en esto una tarea importante. Es cierto que ya no basta con llamarse comunista o declararse por el socialismo, pero del mismo modo está a prueba la estatura de los nuevos empeños, su real capacidad transformadora, la profundidad de su vocación constructiva. Los desafíos planteados no admiten la creación de una nueva autocomplacencia en la pura resistencia..
Si el debate actual quiere ser de veras útil debe comprender además que el problema de la construcción de una nueva sociedad no se agota en la derrota de alguna forma histórica de capitalismo. Hay que avanzar en la construcción de una sociedad realmente más libre, con una democracia radical, una sociedad abierta y no absolutizante.10 Hacernos cargo de que futuras personificaciones del capital - entendido principalmente como una manera históricamente determinada de controlar la "reproducción metabólica social"-, no se impongan sobre las futuras revoluciones sociales11 . Aquí se juega también una radicalidad, una profundidad..
Es realmente importante que la búsqueda no se limite a la común discusión sobre las estructuras políticas y económicas, y permita avanzar -contrario a lo que afirmaron las concepciones dogmáticas y economicistas- en una nueva construcción social general. Tampoco interesa, como decía el Ché, un socialismo económico sin moral comunista: "en contradicción con una concepción de plano como decisión económica de las masas conscientes de los intereses populares, se ofrece un placebo, en el cual sólo los elementos económicos deciden el destino colectivo. Es un procedimiento mecanicista, anti-marxista. Las masas deben tener la posibilidad de dirigir su destino, de decidir cuál es la parte de la producción que será destinada a la acumulación y cuál deberá ser consumida. La técnica económica debe operar en los límites de estas indicaciones, y la conciencia de las masas debe asegurar su realización"12 ..
La urgencia de delinear eso que puede llamarse proyecto como puede llamarse hermoso sueño, es quizás una de las enseñanzas mayores de nuestro tiempo, en que el hombre ha llegado a amenazar con destruirlo todo, pero también en que miles y miles de gentes dan aliento a una nueva rebeldía contra toda forma de opresión, incluidas aquellas erigidas a nombre de la liberación. Lo avanzado es cimiento, ahora se requiere una nueva medida para toda resistencia y toda construcción, vinculada en lo más hondo a la transformación..
* Director revista Surda. Santiago de Chile, Septiembre de 2002


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NOTAS .
1 Mariátegui, José Carlos. Aniversario y Balance. Editorial de "Amauta", Nº17, Año II, Lima, septiembre de 1928, en Textos Básicos de José Carlos Mariátegui (selección y prólogo de Anibal Quijano), FCE, México, 1991, p. 126..
2 Stédile, Joao Pedro. Brava Gente. Ed. Barbarroja. Buenos Aires. Abril de 2000. p. 42 .
3 Rodríguez, Octavio. Las nuevas izquierdas (sociales). 3 de mayo de 2001, en www.rebelion.org .
4 Bertinotti, F. Apertura e innovación: cambiarnos para transformar la sociedad. Documento de preparación para el congreso del PRC. 2001..
5 Gramsci, A. Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerza, en Obras de Antonio Gramsci. Cuadernos de la cárcel. Volumen I. Ed. JP. México. 3ª ed. 1998. pp. 75-76 .
6 Ruiz, Carlos. Desbordar el molde dominante de la política, en Surda Nº33, Junio-Julio 2002, Santiago, Chile..
7 Ruiz, Carlos, Construir la nueva sociedad desde las luchas actuales, en SurDA Nº28 Marzo-Abril 2001, citado en este libro bajo el título "Un proyecto político para los nuevos tiempos" y en www.rebelion.org con el mismo título..
8 Sobre gobiernos de izquierda en América Latina ver Marta Harnecker, Haciendo camino al andar, Santiago, LOM-Flacso, 1995; Beatriz Stolowicz, Gobiernos de izquierda en América latina. El desafío del cambio. México, UAM-PyV Editores, 1999..
9 Wallerstein, I. Otro mundo es posible. Página/12, Argentina. 6 de marzo de 2002, en www.rebelion.org .
10 Moulián, T. ¿Qué es ser de izquierda? Discutiendo con Brunner, en www.elmostrador.cl, 14 de Junio de 2001..
11 Mészáros, István, Para ir más allá del Capital, entrevista a la revista persa Naghd, 2 de junio de 1998, en www.rebelion.org.
12 En una crítica al Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, tomado por M. Löwy del artículo del economista cubano Carlos Tablada, "El marxismo del Che Guevara", Alternatives Sud, vol. III, 1996,