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Libros sí, Alpargatas también

24 de marzo de 2003

Reseña del libro "Spain’s road to empire: the making of a world power 1492-1763"


El mito del imperio

Tara Pepper

Acaba de ser publicado un entretenido libro que cuestiona la historia imperial de España. A finales del siglo XVI un solitario galeón español recorrió el Pacífico entre Asia y Acapulco en una peligrosa travesía para transportar la plata de América a Manila, donde los mercaderes del Este de Asia se reunían. Durante 200 años, los barcos españoles siguieron una ruta similar, con cargamentos de seda, especias, joyas, oro y jade, destinados a las cortes europeas. Pero según el nuevo libro de Henry Kamen, esa imagen (de un solitario y esforzado barco que trae riquezas) es engañosa. En "Spain’s road to empire: the making of a world power 1492-1763", el historiador británico afincado en Barcelona arroja un jarro de agua fría al orgullo de un pasado imperial de España, una memoria que todavía hoy impregna la política interna, la religión y la política exterior de este Estado.
El imperio español, argumenta Kamen, ni fue creado por España, ni era tan fuerte y poderoso como la leyenda sugiere. "Estamos acostumbrados a la idea de que España creó su imperio", explica Kamen, "pero es más correcto trabajar con la idea de que el imperio creó a España".
El galeón de Manila, como se le conocía, se convirtió en la imagen simbólica del imperio español durante el siglo XVII, cuando abarcaba tierras desde California a Patagonia, y de Filipinas al norte de África. Los cronistas de la corte cantaban las glorias de España: "Jamás se ha aventurado un rey o un pueblo hasta tan lejos o ha conquistado tanto (...) como nuestro pueblo; ni otros han conseguido (...) lo que nosotros hemos alcanzado en hechos de armas, en navegación, en la salvación de almas", escribió López de Gomara en 1552. Los historiadores modernos siguieron pintando un cuadro épico del dominio español sobre el mundo, que empezó en 1516, cuando la corona fue incorporada al imperio europeo gobernado por Carlos V.
Pero según el libro de Kamen, la realidad histórica es bastante distinta. Cuando España se unió al imperio de Carlos V, apenas mereció el lugar de una discreta segundona, porque era bastante más pobre que otros territorios del emperador, como la actual Austria, Hungría, la mayor parte de Italia y los Países Bajos. El rey casi no la visitaba. Sólo cuando los metales preciosos procedentes del Nuevo Mundo –cortesía de Cristóbal Colón- empezaron a inundar las arcas españolas, durante el reinado del hijo de Carlos V, Felipe II, alcanzó España un lugar destacado en el imperio. De hecho, escribe Kamen, la expansión exterior hispana la realizaron en gran medida individuos de otras procedencias: Colón, por ejemplo, era un italiano afincado en Lisboa, y otros exploradores posteriores eran italianos, portugueses y alemanes.
Kamen también cuestiona el control de España sobre sus dominios, y pone en duda que estuvieran totalmente bajo su mando. Sus meticulosas investigaciones muestran que el imperialismo español se basaba menos en la conquista militar que en complicadas alianzas y arreglos. Italianos y alemanes financiaron las expediciones españolas. La disponibilidad del país para comerciar en Filipinas dependía de la ayuda y el consentimiento de los chinos. Incluso la caída del imperio azteca en México, y el de los Incas, que se extendía desde el sur de la moderna Colombia hasta la región central de Chile, se consiguió sólo manipulando las enemistades internas de dichos imperios. La autoridad de España sobre las Américas fue obtenida gracias a una carta papal (aunque las tribus indígenas no se enteraron cuando se les leyó de viva voz dicha bula).
De hecho, escribe Kamen, España ni siquiera existió como nación unificada durante aquella época. Aunque los reinos feudales de Aragón y Castilla habían alcanzado la paz a comienzos del siglo XVI, las provincias mantenían todavía gobiernos, leyes e impuestos separados. No se empezaron a integrar como nación hasta doscientos años más tarde, y hasta que este proceso se concretó, argumenta Kamen, posiblemente España no dispuso del necesario poder, el crédito, barcos o armas, para llevar a cabo una conquista global por sí misma.
Los limitados recursos de los españoles les permitían ejercer la autoridad sólo en una pequeña parte de las tierras que decían haber conquistado, en lo que son hoy México y F
ilipinas.
Kamen se prepara para el aluvión de críticas cuando se publique su libro en España el mes que viene (ya está editado en otras partes de Europa). Pero no es el primero en encontrarse en esas circunstancias; el historiador español Bartolomé Leonardo de Argensola proclamó algo parecido en el siglo XVII: "nos gustaría ser vistos como campeones del bien, pero somos más que nada fantasmas y apariciones", escribió. Sostiene Kamen que "los españoles viven todavía en la creencia de su imperio y de lo que han perdido. Pero su visión de lo que fue dicho imperio es muy poco realista". Su libro corrosivo contribuirá en cierta medida a corregir esa percepción.
1 Publicado en Newsweek, el 10 de febrero de 2003