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      Derrota del Nazi-Fascismo  | 
  
Aniversario 60 de la victoria sobre el fascismo
Un enemigo derrotado pero no desaparecido
Angel Rodríguez Alvarez
El nueve de mayo de 1945, mientras ondeaba sobre la cúpula del Reishtag, en 
Berlín, la bandera roja de la hoz y el martillo, representantes de la Unión 
Soviética y del ejército nazi firmaban el Acta de Capitulación de Alemania.
Se trataba de una extraordinaria victoria de innegable alcance histórico, 
lograda tras una gigantesca confrontación bélica que durante un lustro involucró 
a 61 países y dejó un saldo de 54 millones 813 mil muertos y enorme destrucción.
Parecía entonces que el mundo podía respirar con alivio al ser liberado de una 
carga muy pesada, caracterizada por la brutal eliminación de las libertades 
democráticas, la sangrienta represión de las fuerzas progresistas, el odio 
racial y la aplicación de una política de expansión y conquista.
Pero era solo una ilusión óptica. El fascismo, cuyas primeras manifestaciones 
aparecieron en la segunda década del siglo pasado en Italia y Alemania, fue 
detenido, pero no desaparecido, dado que los factores económicos originarios 
estaban presentes con fuerza en las naciones industrializados. No se trataba de 
un fenómeno exclusivo y temporal localizado en Europa y Japón.
El asunto es mucho más complicado y puede manifestarse de diversos modos y 
disimular su existencia, como concepción ideológica reaccionaria y abiertamente 
agresiva de la dictadura del capital financiero imperialista.
Por ello, nadie debe llamarse a engaño. Bajo nueva envoltura las fuerzas 
fascistas han cobrado aliento y tras una cortina de humo reaparecen enmascaradas 
en una retórica supuestamente democrática que invoca los supuestos más altos 
valores éticos y morales.
No resulta difícil descubrir el contenido fascista en el discurso y la conducta 
de la actual Administración norteamericana encabezada por el presidente George 
W. Bush.Importantes personalidades, nada sospechosas de izquierdismo, han 
denunciado la carrera emprendida, especialmente después del 11 de septiembre del 
2001, por el grupo de halcones instalados en la Casa Blanca.
El profesor Stephen P. Rosen, director del Instituto de Estudios Estratégicos 
Olín, de la Universidad de Harvard, fue concluyente cuando afirmó: 'Nuestro 
objetivo no es luchar contra un rival, porque este no existe, sino conservar 
nuestra posición imperial y mantener el orden imperial.'
Entonces no es sorprendente que, en consonancia con lo anterior, el 
vicepresidente Dick Cheney, al referirse a la agresión a Irak, expresara: 
'Estados Unidos no tiene que sonrojarse por ser una gran potencia y tiene el 
deber de actuar con fuerza y construir un mundo a imagen de los Estados Unidos.'
Como se puede ver no resulta difícil encontrar las semejanzas con los discursos 
y documentos programáticos expuestos en su día por Adolfo Hitler y los más altos 
personeros del Nacional Socialismo Alemán.
Poseídos, como los nazis, de ideas mesiánicas y de ser portadores de un mandato 
divino, han elaborado un cuerpo de doctrinas en extremo peligrosas para el 
futuro inmediato de la humanidad.
No hay otro modo de interpretar la situación a partir de las palabras 
pronunciadas por Bush el primero de junio del 2002, en ocasión de una nueva 
promoción de oficiales y el bicentenario de la Academia Militar de West Point.
Ese día, en un discurso sin galimatías ni enredos verbales, evidentemente bien 
meditado, caracterizó la época y mostró con claridad sus intenciones.
'En el mundo en el que hemos entrado -dijo- la única vía para la seguridad es la 
vía de la acción. Y esta nación actuará. Nuestra seguridad requerirá que 
transformemos a la fuerza militar que ustedes dirigirán en una fuerza militar 
que debe estar lista para atacar inmediatamente en cualquier oscuro rincón del 
mundo.'
Y el tiempo transcurrido demuestra que no eran simples palabras. Para 
demostrarlo está el Irak ocupado, con sus más de 100 mil víctimas; las torturas 
a prisioneros como sistema institucionalizado y la protección del terrorista 
Luis Posada Carriles, por citar solo tres ejemplos actuales.
Sirva la celebración del aniversario 60 de esta victoria para rendir homenaje a 
las fuerzas antifascistas que la hicieron posible, encabezadas por los pueblos 
entonces integrantes de la Unión Soviética, que llevaron el peso principal de la 
guerra y pagaron un altísimo precio en vidas.
Pero el recuerdo emocionado de la hazaña no puede nublar la razón, por el 
contrario, debe servir para ganar en conciencia de que el fascismo es una 
realidad viva, poderosa y amenazante, que requiere ser denunciado y enfrentado 
resueltamente.