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Juan Gelman

Descubrimientos

Por Juan Gelman
Pagina12

La captura de Saddam Hussein es una victoria más bien simbólica para la Casa Blanca y corre el riesgo de convertirse en pírrica: los ataques guerrilleros y los atentados suicidas se sucedieron sin pausa esta semana en Bagdad, Mosul y otras ciudades, en el marco de las manifestaciones de sunnitas desarmados que aún extrañan al autócrata depuesto. Fueron dispersadas con fuego real, hubo muertos y heridos y no parece que esto contribuirá a apaciguar los ánimos de los ocupados. La moderación de Bush hijo al anunciar la captura y las advertencias de los altos mandos estadounidenses subrayaron lo que se sabía ya: Hussein era una sombra fugitiva que no controlaba la resistencia iraquí.

Hace mucho que un buen sector de quienes combaten al invasor descartaron a Saddam y a su partido Baaz como banderas de lucha. Esa resistencia es heterogénea: la constituyen baazistas, sí, pero también fundamentalistas sunnitas que siempre despreciaron a Hussein, nacionalistas árabes que no soportan la idea de su país ocupado, parientes de asesinados o humillados por las tropas de EE.UU. en busca de venganza, jóvenes sin trabajo, y no faltan los sunnitas abrumados por la posibilidad de que EE.UU. los convierta en ciudadanos de segunda fabricando un Irak dominado por kurdos y shiítas. El Servicio de Investigaciones del Congreso norteamericano hizo una lista de 15 agrupamientos guerrilleros diferentes que no actúan bajo las órdenes de un comando central. Su número asciende al doble para el Departamento de Estado. Y puede haber más. Los chiítas que se oponen a la ocupación o están descontentos con las políticas del Pentágono en Irak ³ya no temerán que EE.UU. se retire repentinamente y Saddam vuelva al poder. Es posible entonces, que pierdan paulatinamente su timidez política y se manifiesten con más fuerza en la arena pública², opina John Cole, catedrático de la Universidad de Michigan. Es que ³la resistencia se autogenera y poco y nada tiene que ver con Saddam², propone Tim Ripley, especialista del Centro de Defensa y Estudios de Seguridad Internacional de la muy británica Universidad de Lancaster (The Christian Science Monitor, 15-11-03).

Washington proclama ahora que la captura del autócrata justifica plenamente la invasión y ocupación de Irak. El representante republicano Jan Schakowsky expresó su desacuerdo con la pretensión de quienes hoy afirman que un Saddam prisionero ³prueba que todo valió la pena, las pérdidas de vidas norteamericanas, el aislamiento de EE.UU., el enorme gasto soportado por nuestros ciudadanos². Este legislador olvida un poquito ciertas cosas ­los miles de civiles iraquíes muertos y heridos, la devastación de ciudades y poblados, la represión indiscriminada, otras­, pero tiene razón. Los argumentos de la Casa Blanca para invadir Irak se centraron en la necesidad de destruir sus presuntos arsenales de armas de destrucción masiva, que no se encuentran, en los presuntos lazos de Bagdad con Al-Qaida, que no se descubren, y en muy escasas apariciones de la misión de liberar a un pueblo oprimido. El zapping declaratorio de Bush hijo no es una novedad.

Las imágenes televisivas de un Hussein humillado tuvieron un efecto boomerang en los países árabes. Nadie defiende al autócrata, ni las guerras contra Irán y Kuwait que inició, ni el asesinato, gaseo, tortura y ahorcamiento de decenas de miles de opositores kurdos y chiítas que perpetró, y sin embargo: ³El arresto de Saddam es un insulto al honor de los árabes², pudo leerse en el periódico saudita Al-Aharq Al-Awast (16-12-03). Este medio nunca se caracterizó por defender al régimen baazista, pero expresa un sentimiento generalizado en el mundo del Islam. Y no sólo: ³Sentí compasión por este hombre destruido al que le revisaban los dientes como si fuera una vaca², se disgustó el cardenal Renato Martino, presidente de la Comisión de Justicia y Paz del Vaticano y exrepresentante de la Santa Sede ante la ONU. ³Es terriblemente importante que el público lo vea como lo que es, un prisionero², indicó por su parte el jefe del Pentágono Donald Rumsfeld. Estas delicadezas de los halcones gallinas tampoco son novedad.

La alegría de millones de iraquíes por la captura de Hussein se diluye, entre otras cosas, en el odio que despiertan las condiciones de la vida cotidiana, el desempleo que desespera, la inseguridad y la inestabilidad que avanzan, la carestía y la inflación. ³Es fantástico que lo hayan capturado, pero no fue él quien subió hasta el cielo los precios del petróleo, de la electricidad y todo lo demás; un tanque de gasolina costaba antes 250 dinares y ahora vale 4000, si se consigue², se quejó el dentista bagdadí Gazhi (Reuters 15-12-03). Escasea el carburante en el país del planeta que posee reservas del petróleo sólo inferiores a las de Arabia Saudita. Lejos están de cumplirse las promesas de libertad y prosperidad que alguna vez los ocupantes formularon. Ahora matan indiscriminadamente a civiles iraquíes que, ya en estado de cadáver, son convertidos en ³insurgentes² por los partes de guerra yanquis.

La captura de Saddam no ha terminado con la resistencia iraquí y el legislador demócrata Jan Rockefeller, vicepresidente del Comité de inteligencia del Senado norteamericano, lo acaba de descubrir con una suerte de asombro enojado: ³Esto es elocuente y perturbador ­dijo (AP, 15-12-03)­ porque significa que los insurgentes no están peleando por Saddam, están peleando contra Estados Unidos². Y, sí.
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El significado de la captura de Saddam

James Petras
Traducido para Rebelión por Marina Trillo

Los medios de comunicación más importantes de Estados Unidos y Europa se unieron a la celebración de la Casa Blanca por la captura de Saddam Husein. Previsiblemente las masas Occidentales se unieron al júbilo - ante la perspectiva de un fin rápido y exitoso de la guerra colonial. En Irak, sin embargo, la cólera va en ascenso por todo el país a medida que los EEUU y las tropas satélites, están intensificando el allanamiento violento de millares de casas, la voladura de hogares de ³terroristas sospechosos² como forma de castigo colectivo, y las redadas indiscriminadas de centenares de jóvenes en sus incursiones nocturnas. Las actuales injusticias estadounidenses de arrestos arbitrarios, destrucción de hogares, muros tipo ghetto de alambre de espino alrededor de aldeas y pueblos y asesinato diario de niños y civiles preocupan mucho más al pueblo Iraquí que la captura de Saddam Husein. Para Washington procesar a Saddam por violación de los derechos humanos es una jugada muy peligrosa, porque los mismos crímenes de los que sea acusado son igualmente aplicables a la administración colonial anglo-estadounidense.

La captura de Saddam Husein, en contra de lo que dicen los medios de comunicación estadounidenses, no es un golpe a la resistencia popular sinó un importante revés a la base completa de la ocupación colonial (del mismo modo que el fracaso en descubrir las armas de destrucción masiva socavó el pretexto imperialista para la guerra). Todos los argumentos para la ocupación y violenta represión estadounidense de millones de Iraquíes giraron en torno a la amenaza del ³regreso de Saddam Husein². Nos contaron que ³robó miles de millones de dólares² que ³estaba financiando a una red de terroristas Baasistas y ex especialistas militares² para atacar a las fuerzas de ³liberación² estadounidenses.

El descubrimiento de Saddam en una choza de aldea, enterrado en un hoyo de 3 metros sin comunicaciones, e incluso sin instalaciones higiénicas elementales, señala a un fugitivo que se oculta para asegurarse su supervivencia individual, no señala a la mano secreta que dirige un movimiento de resistencia de ámbito nacional.

Su captura se produjo gracias a un delator, no fue resultado de la diligencia, tortura o habilidades investigadoras de sus perseguidores estadounidenses y sus asesores del Mossad. No se produjo ninguna ofensiva general lanzada por leales seguidores tras su captura ­ sólo las docenas de ataques ³habituales² y dos bombardeos importantes de la resistencia Islámica. Los limitados fondos que encontraron en poder de Saddam y su ubicación remota e inaccesible señalan la mentira de que las acciones de la resistencia estaban financiadas y dirigidas por el ex presidente. En resumen, la captura de Husein y su estado físico indican a las claras que virtualmente no jugó ningún papel de liderazgo y a lo sumo era un símbolo para algunos sectores del partido Baasista que, a su vez, son una pequeña minoría de la resistencia.

Hay muchas razones para pensar que la captura de Saddam aumentará la resistencia a la ocupación estadounidense. Porque en primer lugar, los EEUU se quedan como único y principal enemigo para muchos Iraquíes, uniendo a nacionalistas seculares, Islamistas, izquierdistas y otros que puedan haber tenido diferencias de opinión sobre el liderazgo de Saddam en el pasado. En segundo lugar el descubrimiento de un Saddam ³aislado² refuerza la hipótesis de que la resistencia es un movimiento descentralizado con libertad para desarrollar sus propias iniciativas, sin control centralizado. En tercer lugar la pobreza que rodeaba a Saddam sugiere que el ³aparato Baasista² fue inoperante e incapaz de funcionar para proporcionar seguridad al ex dictador. En cuarto lugar el aislamiento de Saddam subraya el hecho de que la actual resistencia nacional no es un movimiento ³restauracionista² sino un movimiento para renovar la soberanía nacional y establecer un sistema electoral viable libre de líderes seleccionados por el imperio.

¿Qué es probable que ocurra si llevan a Saddam a juicio? Puede presentar alguna evidencia condenatoria por sus relaciones duraderas e íntimas con el gobierno estadounidense hasta la primera Guerra de Golfo. Podría incluso requerir como testigos principales a Bush Padre, Rumsfeld, Baker y líderes israelíes de los años 1980. Podría proporcionar detalles adicionales y demostrar la ausencia de armas de destrucción masiva ­ clavando así otro clavo en el ataúd de letanías de mentiras de Washington e Israel para justificar la guerra. O quizás Saddam sufrirá una imprevista enfermedad fatal durante su interrogatorio e internamiento y no será capaz de proporcionar la prolija evidencia que pudiera poner en un aprieto las aspiraciones presidenciales de Bush.

Lo más probable es que la lógica de la resistencia anticolonial polarizará aún más a la sociedad Iraquí en gran menoscabo de los EEUU. A medida que la resistencia aumente, concretamente sus ataques contra colaboradores locales, en especial contra la policía, va a haber probablemente menos ³voluntarios² y más infiltración por parte de militantes de la resistencia, colaboradores renuentes y agentes dobles entre las fuerzas de seguridad. La respuesta fuera de Irak revela también una mayor polarización. Sharon ha indicado a sus protectores sionistas del Pentágono que, después que Saddam, es momento de apuntar a Siria, Irán y Líbano, mientras por otra parte, la UE firma acuerdos de la amplio alcance con el régimen de Assad. En el seno del régimen de Bush crecen las diferencias entre los sionistas extremistas (Wolfowitz, Feith, Abrams) y sus influyentes colaboradores de Washington (Perle, Kagan, Cohen, Kristol, Pipes) por una parte y los ³realistas² del Departamento de Estado y la Casa Blanca sobre el asunto de un ³cambio de régimen² a nivel mundial. Los sionistas del Pentágono bajo el pretexto de una ³campaña global para imponer la democracia² pretenden intensificar y extender la intervención de EEUU para destruir a los adversarios de Israel. Los realistas son cada vez más conscientes de los costes políticos de cara a las próximas elecciones presidenciales y el peligro de seguir las pautas de estrategas políticos que tienen duplicidad de lealtades, verdaderas o aparentes.

La captura de Saddam y la elevación de la resistencia anticolonial aumenta la probabilidad de que algún candidato demócrata a la presidencia arguya que la ³meta² de la intervención era la captura de Saddam y que es momento de convocar elecciones anticipadas y retirar las tropas. Es probable que esto resuene en amplios sectores del electorado que están hartos de los crecientes costes políticos y económicos de la invasión, la corrupción y el robo por parte de los contratistas de guerra y el empeño fanático de los grupos de presión israelíes en pro de su plan especial a costa de los intereses nacionales estadounidenses.

Es típico de los medios de comunicación estadounidenses inflar la propaganda de victorias, como la captura de Saddam, durante unos pocos días, captar la atención del público, estimular una euforia artificial y, después, cuando emerja de nuevo la realidad de la prolongada lucha Iraquí de liberación nacional y aumente la lista de soldados estadounidenses muertos y heridos es usual que el público estadounidense busque a alguien a quien culpar, acusar y rechazar.