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Compañeras

Las mujeres colombianas disputan el territorio a los paramilitares

Hagámosle el amor al miedo

A. Karambolis
Rebelión

Yolanda Becerra se encuentra en Europa en una gira organizada por la Red Europea de Solidaridad y Hermandad con Colombia. Estas líneas son un reflejo de su testimonio y de la lucha de las mujeres de Barrancabermeja.

"Las mujeres son perseguidas por ser mamá de un hijo que toma sus opciones. Pagan por ser organizadas, por asociarse, por ser compañeras, madres o esposas", nos cuenta Yolanda Becerra, directora de la Organización Femenina Popular, una organización que tiene 33 años de historia en Barrancabermeja, y que desde hace cuatro, también se encuentra presente en otros puntos de Colombia..
Yolanda se encuentra de gira por Europa para explicar y compartir cuál es el papel que han decidido jugar las mujeres de su organización en su ciudad, un territorio en el que sufren una situación de guerra integral, que gobierno, intereses económicos internacionales y medios de comunicación intentan silenciar..
Barrancabermeja es una ciudad situada en el Magdalena Medio, en Colombia. Es una zona rica en recursos naturales, por tanto, fuertemente paramilitarizada y exprimida por las empresas transnacionales que extraen los bienes de la tierra, les ponen precio y se lucran con su mercantilización sin que los beneficios que obtienen reviertan en la población local..
Colombia es un estado totalitario en el que existe un conflicto armado que tiene dos ámbitos de actuación diferentes. Uno es el escenario en el que el estado desarrolla una estrategia de guerra sucia para acabar con la insurgencia, y el otro es el escenario de la guerra estructural, que se materializa en el hambre, la miseria, la pobreza, el miedo, la violencia y la enfermedad. Durante los largos años que viene durando este conflicto, las instituciones colombianas se han ido paramilitarizando y las personas que no siguen el discurso oficial son calificadas de apátridas y sufren represalias..
La propuesta del gobierno colombiano para salir de esta situación es la militarización, la legalización del paramilitarismo disfrazada de negociación, y la venta del patrimonio natural y social a las multinacionales, que cada vez empobrece más a las personas..
Esta realidad, que se oculta, exige que personas, como Yolanda, como las mujeres de la OFP, muestren la otra Colombia, esa Colombia en la que de forma permanente se produce una violación integral de los Derechos Humanos y, en la que, sin embargo, muchas personas y comunidades, como la suya, quieren construir alternativas..
Barrancabermeja se encuentra paramilitarizada desde 1998. Después de asesinar o desplazar a los líderes comunitarios, políticos, sindicales, e intentar acabar con la organización social, los paramilitares se introdujeron en la policía, el gobierno local, las alcaldías y demás instituciones públicas. Desde aquel momento, ser civil, estar organizado, ser sujeto social se ha convertido en un riesgo con el que el poder quiere acabar. .
Los derechos individuales y colectivos han sido arrasados y durante estos años se han producido múltiples asesinatos, desapariciones y desplazamientos forzosos de los integrantes de las organizaciones sociales, políticas, sindicales y campesinas. La misma Yolanda se encuentra amenazada..
A partir del año 2000, los paramilitares crearon formas de control social a través de los "Manuales de Convivencia". Regulaban lo más cotidiano de la vida de las personas de Barrancabermeja. Los horarios de salir, de acostarse, de levantarse, los colores que no se podían usar y los que sí, etc. Los paramilitares determinaban en estos documentos dónde debía haber alumbrado público y dónde no y asumieron, incluso, el control de los problemas familiares..
La situación, difícil para todos, era aún peor para los jóvenes, que se rebelaron ante las normas de los Manuales de Convivencia. Fueron repetidamente castigados, pero a partir de la tercera falta el castigo era la muerte... Las mujeres de Barrancabermeja han trabajado mucho para proteger a los chicos que se refugiaban en la casa de la mujer. Hasta ahora, nunca consiguieron sacar a nadie de estos espacios humanitarios. Se escoltaba a los refugiados con personas pertenecientes a brigadas internacionales hasta que estaban a salvo fuera del país..
Ahora, en el momento actual, ya no hay tantos asesinatos. No necesitan asesinar en la misma proporción. Ya mataron o desplazaron a muchos de los que molestaban. Un muerto no significa nada, ni para ellos, ni para la población. Después de tanta violencia, "el muerto sólo le duele a la madre que lo parió", cuenta Yolanda..
La violencia física y estructural golpea fuertemente a las clases populares y mucha gente no se atreve a denunciar porque los mismos paramilitares son los que reciben la denuncia. En aquellos casos en los que se consigue alguna condena, se castiga sólo al autor material, pero no se mete mano a toda la estructura que hay alrededor..
"Cuando los militares entraron el 23 de diciembre de 2000, ocuparon las viviendas de algunas personas a las que acusaron de tener relación con la insurgencia. Empezaron a vivir en sus casas y tomaron como rehenes a los habitantes. Era un castigo por haber apoyado a la guerrilla" .
Nadie se atrevía a denunciar los secuestros de las personas en sus propios domicilios. Las mujeres empezaron a denunciar en las casas de la OFP. Disimulaban como si fuesen al mercado y, debajo de las cestas de la compra, pasaban papeles en los habían escrito dónde había personas retenidas. La OFP empezó a denunciar como colectivo..
"Las mujeres fuimos las primeras en decir que no nos íbamos". LA OFP determinó que era importante resistir en el territorio. Si se abandona el territorio ¿qué queda? Disputar el espacio a los paramilitares se convirtió en la base de la estrategia de resistencia de las mujeres de Barrancabermeja..
Las mujeres se convierten en víctimas de la guerra por partida doble. Por una parte ellas mismas son perseguidas, castigadas, asesinadas o desaparecidas, y por otra, buscan desaparecidos, entierran muertos, esconden y protegen a los amenazados y, además, sostienen la sociedad y mantienen el núcleo familiar..
Las mujeres iban con sus hijos en chalupas a buscar a los asesinados. "Yo no le dejo en el río", decían. Uno puede asumir el dolor de que le asesinen a alguien, el dolor de lo que le hacen a uno mismo, pero que alguien desaparezcan y no buscarle es aceptar que ese alguien no fue, que no pasó nada, que no dejó rastro, que nadie es culpable, que alguien quiere que él y lo que él representa deje de existir, eliminando, incluso, la posibilidad de que los que le amaron y le conocieron sufran el dolor de su muerte..
Cuenta Yolanda que una noche cerraron la puerta de una de sus sedes con llave, como todos los días. Al día siguiente no estaba, se la habían llevado. No quedaba más que un trozo de terreno vacío. No sabían explicar qué había sucedido. Fue uno de sus momentos más duros. "Cuando asesinaron a la compañera, la enterramos, lloramos e hicimos la catarsis. Pero cuando desaparecen un centro es como que te borren. Simplemente no quieren que seas". Más tarde supieron que por la noche desmontaron la sede, subieron los restos en un camión y como a tantas vidas, sueños y proyectos, les hicieron desaparecer..
Las mujeres de la OFP han venido construyendo una postura de resistencia en Barrancabermeja. Han recibido más de un centenar de amenazas, el desplazamiento de compañeras, desapariciones e incluso el asesinato, pero ellas decidieron colectivizar los miedos, las luchas y las resistencias. .
"El presupuesto del país está dedicado a la guerra. No existe estado social de derecho. Creemos que la salida a la guerra es una salida política. Hacemos presión porque creemos que hay que hacer un gran movimiento para presionar y dar una salida política". .
Su objetivo es resquebrajar la guerra desde la perspectiva de género y restar base social a los grupos armados. "Queremos quitar piso al discurso de la guerra ".
Para ello es preciso superar el miedo. .
"Teníamos tanto miedo que adoptamos como estrategia hablar del miedo para acostumbrarnos a convivir con él". Nos inventamos el agua bendita que quitaba el miedo, que daba vida eterna. Llenamos todo de simbología para poder aceptarlo" .
Llamaron a esta campaña "hagámosle el amor al miedo"..
Las mujeres de la OFP trabajan mucho lo simbólico porque les cohesiona, les afianza y desbarata la lógica de la guerra. "Cuando desaparecieron la sede nos vestimos de negro, llevamos flores y agua bendita y lloramos". Se comprometieron a reconstruir la sede y organizaron la marcha del ladrillo. "Hoy tenemos una sede más bonita que la de antes".
Inventaron la figura del testigo social. Un testigo por cada organización de Barrancabermeja acusó y denunció al responsable de la desaparición de la sede. "Acusamos al Gato de tumbar la sede y le denunciamos. Fue condenado a 10 años". Las mujeres que actuaron como testigos fueron amenazadas. Les amenazaban con matar a sus hijos. "Ellas resistieron y entonces les acusaban de no tener amor de madre"..
Esta guerra es una guerra por los recursos. Se produce una disputa territorial y una disputa de la riqueza. Sólo hay paramilitares donde hay riqueza y multinacionales. Por tanto, para estas mujeres, el primer paso es quedarse en el territorio y desarrollar iniciativas locales que permitan alcanzar la soberanía alimentaria y el rescate de los valores y saberes populares, culturales, económicos y territoriales que les den autosuficiencia..
La OFP tiene en marcha varios proyectos: viviendas populares, comedores, medicina popular... Todos ellos se basan en la fuerza de ser civil y en la autonomía. En ninguno de ellos se atiende a actores armados. Se financian a partir de su propio trabajo, de los proyectos autogestionados que mantienen a casi cien mujeres y de la cooperación de grupos solidarios internacionales. .
Impulsan la formación de huertos y cría de animales de granja, la vuelta a la medicina popular y el establecimiento de intercambios de productos entre las comunidades como estrategia de autosuficiencia y resistencia ante industrias multinacionales como la farmacéutica, la energética o las multinacionales del agua..
Creen que es necesaria la solidaridad de clase, la solidaridad hermana con su proceso, pero no creen en el apoyo de carácter asistencial porque desmoviliza y quita la dignidad de las personas. La fuerza de su acción está en su propia capacidad de tejer redes de apoyo mutuo y de construcción colectiva con otras mujeres, con la sociedad civil. En este empeño, cooperan con otros grupos de mujeres venezolanas, bolivianas, paraguayas, brasileñas o europeas..
Caminan hacia delante soñando con la consulta contra el Tratado de Libre Comercio, organizando, colectivizando, porque lo político, sin pueblo que construya detrás, no es viable. Siguen porque creen en ellas mismas y porque no están dispuestas a parir hijos para la guerra..
No quieren irse. .
En Barrancabermeja, la disputa del territorio es la disputa de las mujeres.
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