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CHE, AYER, HOY Y SIEMPRE

El estilo literario del Che Guevara

Juan Cristóbal
Rodelu

A manera de introducción
 
Al comandante Ernesto Che Guevara siempre se le recuerda como el ejemplo de combatiente solidario e internacionalista, incluso los revolucionarios de nuestra América han acordado designar la fecha de su muerte, 8 de octubre, como el "Día del Guerrillero Heroico".
Sin embargo, casi nada se ha dicho de él respecto a sus escritos literarios, a sus discursos, conferencias, polémicas y correspondencia con sus familiares.
Sobre la dispersa documentación del Che, Graciella Pogolotti, en su libro "Apuntes para el Che escritor", intenta un análisis del estilo literario del querido guerrillero, de quien, sostiene dicha autora, "se convirtió en uno de los mejores prosistas de nuestra lengua, sin innecesaria adjetivación. Carne y espíritu. palabra y acción, verbo y pensamiento forman una sola cosa, íntimamente ligados".
No se hace, claro está, el análisis de sus escritos escogiendo sólo oraciones, sintaxis, giros; el análisis vale -también- porque lo que escribió lo practicó con su ejemplo cotidiano. Tal como él deseaba que se hiciera con José Martí, que, como sabemos, escribió, inspiró y actuó en la independencia de Cuba respecto al colonialismo españo, y que escribiera un libro maravilloso, "La Edad de Oro".
De ahí que Ernesto Guevara dijera del prócer de Cuba: "Se puede honrar a Martí citando sus frases, frases bonitas, frases perfectas, y además y sobre todo, frases justas. Pero se puede y se debe honrar a Martí en la forma en que él quería, que se le hiciera cuando decia a pleno pulmón La mejor manera de decir es hacer".
 
El estilo literario del Che
La palabra del Che ha significado siempre una descarga, una sacudida, una reacción contra el adocenamiento y el conformismo. Quien hablaba como visionario del Hombre Nuevo, supo construir en sí mismo una primera versión de ese ideal.
La palabra y la acción. La pasión intelectual por el conocimiento y el trabajo práctico, el fervor y la solidaridad, la plena realización del ser y el total espíritu de sacrificio fueron características esenciales de este hombre que, a pesar de la admiración que siempre se le tributó, solamente ahora, mejor dicho, recientemente, se le empieza a valorar en la verdadera dimensión de su grandeza espiritual.
Algún día, cuando se proceda a la edición y ordenamiento de sus escritos (artículos, ensayos, correspondencia) podrá realizarse el indispensable estudio sobre su estilo literario.
La Pogolotti dice: "Quizo emplear siempre la palabra justa, o mejor, la palabra necesaria. Supo hacerlo con voz propia". Por lo general, el ensayista moderno disimula en inteligente artificio, la estructura dominante en el desarrollo de su exposición (como el oscuro Julio Ortega). En cambio, en el Che, sucede todo lo contrario. Estallantes, profundas, imperiosas, las frases se suceden unas a otras y exhiben, como la nervadura de una catedral gótica, la armazón que sostiene el desarrollo conceptual.
Asi sucede con su libro "La guerra de guerrillas" y con el fundamental "El socialismo y el hombre en Cuba", donde el mecanismo dialéctico va conduciendo de un eslabón a otro, hasta desembocar en la síntesis final, visión proyectada de manera inmejorable hacia el futuro.
La misma apasionada lucidez que preside la existencia toda del Che se encuentra en su estilo literario. La palabra es expresión límpida de un pensamiento claro y fresco. En la frase, muchas veces breve, ejerce un dominio absoluto el verbo, vale decir, la acción.
"La guerra de guerrillas" quiso ser solamente un manual destinado en un principio al Ejército Rebelde cubano. Como tal, está dominado por el propósito primordial de la claridad expositiva. No existe ningún objetivo incidental que perturbe la solidez del desarrollo estructamente lógico y creativo de su pensamiento.
"La idea -lo dice el propio Che- está sujeta a la necesidad imperativa que impone la acción. De ahí los verbos que acuden con frecuencia: es, tendrá, debe, hay. Y los apotegmas como el soldado guerrillero debe ser un asceta".
Esta íntima interrelación, en ese núcleo unitario esencial que determina la acción y la escritura del Che, no puede hacernos olvidar que estilo y existencia, conciencia y realidad, nacen de una misma concepción ética. Por eso su vida y obra se sitúan en la línea de Martí, en la de los grandes revolucionarios de todos los tiempos, que han sabido dejarnos paginas admirables.
Su otro libro "Pasajes de la guerra revolucionaria" establece un contrapunto con "La guerra de guerrillas". Es el relato de la experiencia práctica de donde habrá de derivarse la teoría. Significativamente se inicia con una derrota y concluye en el momento de la sedentarización de la guerrilla cubana en Sierra Maestra.
Formado por la reunión de relatos que fueron publicados en la revista "Verde Olivo", el libro tiene, sin embargo, una sólida unidad de concepción. Es como una saga narrativa en voz baja por el combatiente en un alto, a la orilla de un camino.
Allí dice: "La revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario".
La intensa tarea del Che gobernante deja, junto a la labor desplegada y la elaboración de sus obras fundamentales, una larga serie de discursos. Aquí también son dos los recursos empleados.
El tono familiar de las reuniones con los trabajadores, dicho sin énfasis, donde predomina siempre el deseo de claridad, la preocupación por el desarrollo de la conciencia. El propósito es siempre didáctico y crítico, jamás paternalista. Breves, concisos, directos. Apuntando al corazón humano.
La frase muchas veces tajante, sobretodo en las respuestas. Siempre hay en ella una verdadera lección de genuino anticonformismo revolucionario, la temprana advertencia de errores y peligros, la actitud vigilante frente al burocratismo, a la repetición mecánica de las consignas.
En las grandes tribunas internacionales, el tono cambia. Aquí es el profeta de los pueblos subdesarrollados y explotados, que estremece tanto por la riqueza conceptual -en medio de esa huera retórica que abunda en esos encuentros- como por el ritmo de la frase misma.
Resumen de su obra anterior, de su experiencia de guerrillero y de gobernante, síntesis de su pensamiento, visión de futuro, "El socialismo y el hombre en Cuba", resulta al propio tiempo ejemplo del modo de escribir del Che Guevara.
Nunca antes el esqueleto de la obra se había mostrado con tanta desnudez. No se trata de una concepción silogística, como sucede todavia en "La guerra de guerrillas", donde los principios expuestos en la pagina inicial se desarrollan después hasta sus últimas consecuencias.
Ahora avanza en espiral, siguiendo el movimiento de la dialéctica interna del discurso: individuo y masa, presente y pasado, fuerzas que coexisten y se contraponen, para desembocar en el que ha devenido en uno de los problemas teóricos centrales de la revolución cubana: la creación y consolidación del Hombre Nuevo.
Sin paréntesis ni disgregaciones, los conceptos se suceden respondiendo a una imperiosa necesidad interna, apremiante, casi impaciente, como lo indica la frecuente anteposición de los verbos. Práctica y teoría nuevamente juntas.
En los relatos, la concepción misma de la obra, no guarda ninguna gratuidad con sus recuerdos de guerra. No hay ningún tipo de facilismo. En cambio, por debajo de los trabajos teóricos, fluye siempre, como una corriente incandescente y vital, la experiencia del hombre. En uno y en otro caso, su prosa esta dominada por la presencia verbal, no por los nombres abstractos.
Como todo escritor verdadero, la obra realizada resulta, entre otras muchas cosas, una forma de autobiografía. Rara vez han estado estrechamente unidas, con tanta consecuencia y valentia, existencia y escritura. Vallejo y Mariátegui, entre los peruanos, serían otros ejemplos paradigmáticos.
La apretada escritura de sus trabajos, la audacia del pensamiento que escapa a los esquemas preestablecidos, el tableteo impaciente e imperioso de las frases y los conceptos, aparte de la belleza y hondura de los mismos, revelan desde el principio su caracteristica lucidez apasionada.
Pero a medida que la experiencia vital se va haciendo más ancha, en lugar de expresar desazón o amargura ante los inevitables desengaños se hace más incontenible una ternura que al principio había tratado de disimular con pudor. De allí su famosa frase: "Deebemos odiar al enemigo, al imperialismo, pero sin perder la ternura".
Esa cercanía abstracta de lo humano es lo que va abriendo poco a poco el cauce al sentimiento, a medida que la experiencia se enriquece: "Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero esta guiado por grandes sentimientos de amor. Quizá sea uno de los grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espíritu apasionado una mente fria y tomar decisiones dolorosas sin que se le contraiga un músculo".
"Los dirigentes de la revolución tienen hijos que en los primeros balbuceos no aprenden a nombrar al padre, mujeres que deben ser parte del sacrificio general de su vida para llevar la revolución a su destino".
"No hay vida fuera de la revolución. Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización". ("El socialismo y el hombre en Cuba").
Visionario del siglo XXI, hombre metido de lleno en la acción, el Che Guevara utiliza un lenguaje clásico y actual, directo y libre de casticismos, pero igualmente válido para cualquier pais de América Latina.
Quizá en un futuro, cuando la edición de sus obras completas, incluída la correspondencia que apenas se conoce, alguien se atreva, lupa en mano, a seguir desentrañando su estilo.
 
Juan Cristobal
juancristobal2001@yahoo.es
http://es.geocities.com/juancristobal2001