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ALCA en Miami: Salir es la única salida

Marcos Arruda ALAI-AMLATINA

"Es mejor conseguir la mitad del pan que correr el riesgo de un fracaso" dijo a la Folha un funcionario estadounidense.
"En verdad, Estados Unidos saldrá de Miami con 75% del pan" (19/11/03, p. B5) En octubre, el representante de los Estados Unidos en las negociaciones del ALCA declaró que el acuerdo del ALCA saldría con o sin Brasil. La reacción del co-presidente brasileño de las negociaciones, Adhemar Bahadian, no se hizo esperar: "eso es un bluf. Quieren que Brasil tenga miedo de ser excluido del proceso. EE.UU. está tratando de dividir a la sociedad brasileña con desinformación (...) No vamos a quedarnos respondiendo a la arrogancia sistemática de EE.UU." (O Globo, 24/10/03, o. 28). El 18 de noviembre, los periódicos hablaban de un nuevo "romance" de Brasil con EE.UU. al inicio de la Reunión de Miami de los Ministros de los 34 países que negocian el ALCA (Portal Terra, 18/11/03). Hace días se había anunciado que Brasil ya no presionaría a EE.UU. para negociaciones sobre subsidios agrícolas como condición para ampliar la agenda de negociaciones.
EE.UU. y Brasil llegaron unidos a Miami, con un documento común. La consigna ahora es "flexibilización". Significa el respeto a la autonomía de cada país para escoger la profundidad del compromiso que desea asumir, en lugar de una obligación igual para todos. Posición que Brasil viene defendiendo desde el inicio del gobierno Lula, y que parece haber sido aceptada por EE.UU., comprometido en Miami en una "súbita alianza" con Brasil por un ALCA más flexible. ¿EE.UU.
estará haciendo un gesto para retribuir la concesión de Brasil? Ciertamente. Pero hay otras razones: el miedo de un nuevo fracaso en Miami, que torne a esta reunión en una especie de "Cancún 2"; y también un cierto realismo, pues sabe de las dificultades de hacer pasar el ALCA ante las poblaciones de la mayoría de países de las Américas, como también en su propia casa. El movimiento sindical de EE.UU.
contabiliza tres millones de empleos perdidos en la industria desde 1994, año de la creación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte, NAFTA, en inglés). Los críticos del ALCA en EE.UU. se preguntan cuantos millones más de trabajadores quedarán desempleados en caso de que este acuerdo se firme. Sin hablar de la pérdida de las conquistas históricas y del poder negociador de las organizaciones del trabajo frente al capital, siempre más concentrado y poderoso.
Para complicar las cosas, surgen reacciones a la nueva postura unitaria de Brasil y EE.UU. Los países que ya hicieron concesiones amplias y de efecto generalmente unilateral, tales como Canadá y México, más Colombia, Perú y Chile, quieren un ALCA más rígido y amplio. Algo como "que todos sufran igualmente". Del lado crítico se encuentran también los conservadores del Congreso de EE.UU. y los grandes empresarios del continente, reunidos en el Foro Empresarial de las Américas poco antes del inicio de la reunión oficial en Miami (O Globo, 17/11/03: 18). Para ellos, solo cuenta el 'libre comercio'. Las consecuencias que el Acuerdo pueda tener para las economías internas (que van a ser drenadas por inversiones más rentables vía exportaciones) para ellos no tiene importancia. Ese bloque demuestra un egoísmo exacerbado.
Proponen avances inmediatos en las áreas consideradas críticas por Brasil, como: * acceso a los mercados -que restringiría el derecho soberano de los gobiernos de administrar recursos estratégicos o de establecer precios mínimos para exportaciones que podrían incentivar la conservación de recursos no renovables.
* servicios -que implicarían otorgar a las transnacionales el derecho de ganar un dominio todavía más avasallador sobre los servicios públicos, la educación, la salud, la salubridad, el abastecimiento de agua, la energía, etc. de lo que ya ganaron durante la década de privatizaciones y desnacionalización -los años 90); * un acuerdo anti-dumping -que reconocería el derecho de los países de defender los productos contra importaciones vendidas por debajo del costo de producción debido a los subsidios en el país de origen.
Defienden también la eliminación rápida y contundente de tarifas y barreras no tarifarias a los productos agrícolas, así como el fin de los subsidios a la exportación y a la producción doméstica. Para completar se oponen a la discusión sobre las cuestiones laborales y ambientales. La cuestión de género ni siquiera es mencionada.
EE. UU. insiste en transferir el tema de los subsidios agrícolas a la OMC, pero exige concesiones en el campo del sector industrial y de servicios, en las inversiones, la propiedad intelectual y las compras gubernamentales. "Ganará más quien concede más", es la regla anunciada por el representante de Comercio de Estados Unidos, Robert Zoellick.
Los empresarios convergen con el gobierno de Estados Unidos para defender las reglas inmediatas para esas áreas. Sin embargo, tales reglas afectarían profundamente la soberanía de los países menos poderosos que EE. UU. que lleguen a firmar el ALCA, pues destruirían cualquier pretensión de esos países a un proyecto propio de desarrollo y a un parque productivo adecuado a ese proyecto y políticamente autodeterminado.
Las grandes firmas exportadoras brasileñas se manifiestan favorables a un acuerdo amplio y dicen que el ALCA será beneficioso para Brasil. Esto porque ellas identifican a Brasil con sus propios intereses corporativos. Por otro lado, reconocen que, aumentando la demanda externa las inversiones tenderán a emigrar hacia las exportaciones, generando escasez de productos y aumento de precios domésticos para los consumidores.
Para el movimiento social brasileño y latinoamericano es importante visualizar el sentido profundo de las posiciones en juego.
EE.UU. muestra flexibilidad al llegar a Miami.
Simultáneamente, teje una serie de acuerdos bilaterales con países de América Latina y El Caribe, en condiciones altamente favorables a las élites estadounidenses y de los sectores exportadores de América Latina y El Caribe. A cambio de pequeñas concesiones comerciales, logran garantías de libertad para sus capitales e incluso que, en el ámbito de los Acuerdos, prevalezcan sus leyes sobre las constituciones de esos países. La flexibilidad, de hecho, es apenas temporal.
Saliendo de Miami con algunos avances obtenido, EE.UU.
ciertamente empleará el año 2004 para endurecer y hacer exigencias definitivas, altamente ambiciosas, como quieren los sectores empresariales. Entre esas exigencias, es probable que, sin escrúpulo alguno, intente forzar la salida de ministros y embajadores que a sus ojos son incómodos y demasiado autónomos, , como ya hizo con éxito en la República Dominicana y desean repetir en Brasil.
Los grandes empresarios, al aliarse a nivel de las Américas y al alinearse con el proyecto de un ALCA ambicioso y rígido, revelan que están más identificados con los intereses corporativos situados en los países ricos que con el pueblo de sus países de origen. Comprueban que pertenecen a una sola clase social, la del gran capital globalizado, y cuentan con el gobierno de EE.UU. y los gobiernos oligárquicos que prevalecen en el continente para realizar sus ambiciones.
Los gobiernos de América Latina y El Caribe, con pocas y honrosas excepciones, representan los intereses corporativos y no se identifican con el pueblo o la nación. Practican la democracia representativa, que de democracia solo tiene la fachada. Después de electos, asumen que la población le dio un "cheque en blanco" para gobernar. El derecho de tomar decisiones queda restringido a los gobernantes, influenciados por los que conviven con el Palacio de gobierno.
Cabe a los pueblos de las Américas preguntarse: ¿quién está con nosotros y con nuestros intereses? ¿Quién defiende la idea de que el comercio es tan solo un medio y deber ser colocado al servicio del desarrollo? ¿Quién considera, como nosotros, que el desarrollo económico y tecnológico debe ser visto tan solo como medio para crear el ambiente propicio para el desarrollo social y humano, capaz de superar las desigualdades, eliminar el hambre y la miseria y democratizar el acceso a los bienes y recursos productivos, condiciones indispensables para el bienestar y la felicidad? Es triste y significativo que las naciones latinoamericanas y caribeñas sean cómplices de la imposición de EE.UU. de excluir a Cuba de las negociaciones. Con la mayoría de gobiernos sumisos al Imperio estadounidense, el proyecto bolivariano de una América Latina unida está aún lejos de realizarse.
¿Un ALCA "light" o un ALCA ambicioso y amplio? Ninguno de los dos. El problema de fondo es que, en una economía mundial financierizada, dominada por oligopolios y carteles, el "libre comercio" no existe; además el hecho de que los países de América Latina y el Caribe son como el Titanic, quebrados por deudas financieras transformadas en cadenas neocoloniales, que vuelven nuestras economías vulnerables a quienes deciden y a los dueños de los capitales internacionales. Es preciso continuar oponiendo al ALCA un proyecto de integración de los pueblos y no solo de los mercados; que apunte a la satisfacción de las necesidades y la superación de la escasez y de las desigualdades; que se base en la cooperación y en la complementaridad; que respete la soberanía de cada Nación y construya unidades en base a la igualdad, la reciprocidad y la sustentabilidad.
Sólo hay dos caminos. El uno, que cada pueblo presione con fuerza y persistencia a los tres poderes de la República de sus países -Ejecutivo, Legislativo y Judicial- contra las negociaciones comprometedoras y contra la firma del tratado del ALCA. Entre otros medios de presión, están el plebiscito, o la consulta a toda la población votante. El plebiscito popular realizado por la Campaña Nacional contra el ALCA en Brasil, en 2002, alcanzó 10.250.000 votos, la mayoría absoluta, contrarios al acuerdo. Hoy la Campaña presiona al gobierno de Lula a favor del Plebiscito Oficial, que se realice junto a las elecciones municipales en octubre 2004.
El segundo camino es fortalecer las redes y alianzas entre pueblos del Continente, para ejercer una presión firme hacia las reuniones internacionales y las instituciones continentales y multilaterales. ¡Unidos, somos fuertes para construir la nueva Historia! * Marcos Arruda, economista brasileño, es miembro de PACS.