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ALCA

3 de diciembre del 2002

Advierte nobel alternativo, Manfred Max-Neef
El ALCA es un desastre

María Teresa Peñaloza
Editora Económica/ La Patria, Manizales. 19 de noviembre 2002

El Premio Nobel Alternativo 1983, el economista chileno Manfred A. Max Neef, no es enemigo del libre mercado pero sí de la imposición de las reglas de juego en los acuerdos internacionales que siguen los dictámenes de una religión: el Neoliberalismo con Vaticano propio, que es el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio (OMC).
"Como Vaticano que se precie es infalible, sabe mucho mejor que nosotros lo que es bueno para Latinoamérica, y en aras de la salvación nuestra, lo impone", expresó el creador de los principios de la Economía Descalza y de la Teoría del Desarrollo a Escala Humana, trabajos por los que fue galardonado en el Parlamento de Suecia, con el Premio Nobel Alternativo.
Participó ayer en el Primer Congreso Internacional de Universidades por el Desarrollo Sostenible y el Medio Ambiente, programa auspiciado por la Universidad de Manizales, donde hizo un análisis de los métodos del actual modelo económico dominante y sus consecuencias.
Una Religión
¿El Neoliberalismo qué incidencia negativa ha tenido en el desarrollo de América latina? Recorriendo los países en el mapa nos damos cuenta de cómo están.
Veamos lo que ocurre en Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia, Argentina (uno de los casos más dramáticos) son producto de un modelo económico en que los seres humanos son prescindibles, en que lo único importante es el crecimiento económico y el beneficio fundamentalmente orientado hacia las grandes corporaciones trasnacionales.
¿Cuál debe ser la política económica que propenda por el desarrollo que se interese por el ser humano y que permita una verdadera redistribución de la riqueza? Una política que recuerde que la economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía. Eso significa fortalecer los mercados internos, las pequeñas, las medianas y microempresas que son las que en nuestros países dan el 80% del empleo, a través de un proceso vigoroso de apoyo real y no meramente retórico y que los excedentes, si los hay, se jueguen sin problema en un libre comercio internacional; pero poner esto como prioridad en el absurdo supuesto de que eso va a ser bueno para todos y que seremos felices mañana si seguimos la nueva religión, sencillamente no funciona. Y en ese sentido el discurso neoliberal, si se quiere realmente entender, se debe analizar como un discurso religioso: es dogmático y simplista; tiene su santísima trinidad: crecimiento económico, libre comercio y globalización; tiene su propio Vaticano, que es el Fondo Monetario, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio (OMC) que como Vaticano que se precie es infalible, sabe mucho mejor que nosotros lo que es bueno para nosotros y en aras de la salvación nuestra, lo impone; y los resultados buenos son obvios: el paraíso siempre está lo suficientemente lejos como para que nunca podamos cobrar la cuenta.
¿Con este Vaticano, los países Latinoamericanos sólo ven el infierno? ¡Viven el infierno! eso se ve en todas partes.
La evidencia
Refiéranos ejemplos concretos En materia de ingresos, si vemos la década del 60, la diferencia entre el quintil de mayor ingreso a nivel mundial con el menor quintil era de uno a 30; hoy día es de uno a 85, se ve claramente un verdadero deterioro del ingreso; tres mil millones de seres humanos viven por debajo de la línea de la pobreza y de la miseria; de las 100 economías más grandes del mundo, 54 son empresas y sólo 46 son países. Estamos viviendo un mundo distinto, antes era de naciones, hoy es de naciones en plena decadencia sustituidas por grandes empresas trasnacionales que son las que tienen la fuerza para controlar política, económica y culturalmente, y en información y medios de comunicación. El mundo que se nos describe es el de los que tienen el micrófono en la mano que son ellos.
¿Cómo romper ese yugo, si conocemos las consecuencias de estar en contra del FMI? Es la vieja idea de que somos incapaces en América Latina, que es resolver una cooperación más intensa, eficaz y seria entre nosotros mismos, cosa que nunca hemos logrado, ni mediocremente. Inventamos instituciones como el Convenio Andino, el ALCA y otros pactos, pero nada concreto surge de eso. Entre tanto, vemos Europa que ha tenido en menos de un siglo tres guerras y hay una Unión Europea. Lo lógico es la colaboración entre aquellos que están en niveles relativamente parecidos, con problemas relativamente similares y con potenciales parecidos; pero un convenio entre un pigmeo y un gigante, no es difícil imaginar quién es el que sale ganando.
El desastre
¿EI Acuerdo de libre Comercio para las Américas (ALCA) sería destructivo para los países Latinoamericanos? El ALCA es un desastre si se lleva adelante, y encuentro toda la razón a la frase de Lula da Silva que más que integración es una apropiación, particularmente de Estados Unidos. El ALCA tiene una verdad oculta que muchos de los políticos ni siquiera saben de lo que hay detrás de los tratados de libre comercio.
¿Cuál es la verdad oculta? Básicamente es que los países que siguen las reglas de la OMC de hecho renuncian a su autonomía nacional. Dentro de los reglamentos de la OMC, cualquier ley nacional que exista que resulte un problema para el comercio de cualquier gran empresa, el país debe supeditar sus leyes propias nacionales a los intereses de la empresa dictado por la OMC. Eso prima por sobre todos los esfuerzos que los ciudadanos de un país han hecho para lograr cualquier hecho digno para superarse. Si eso resulta que es un tropiezo para una libre inversión o para un libre proceso de comercio, el país tiene que ajustar sus leyes a eso.
¿Latinoamérica está ciega ante esa realidad? Hay algo que es verdaderamente insólito. Después de la Ronda de Uruguay, cuando se aprobó la creación de la OMC, el documento que era de 700 páginas, nadie nunca lo leyó. El Parlamento de Japón lo aprobó y sin que existiera una traducción al japonés. En Estados Unidos, ni uno de los miembros del Congreso había leído el documento. Uno de sus miembros, del partido Republicano, que lo leyó un mes después de que se postergara la votación, dijo que iba a votar a favor, pero después de conocerlo votaría en contra. Está ocurriendo algo demencial. Le aseguro que ninguno de nuestros políticos va a ser la excepción. Estas son cosas que se aceptan, se celebran, generan entusiasmo sobre la base de declaraciones epidérmicas, sin que nadie se haya metido al fondo del asunto. Esto es un caso patológico, es una enfermedad colectiva muy difícil de explicar.
¿Son irresponsables los gobiernos al decirle a los empresarios que si no se preparan para el ALCA van a morir porque van a quedar por fuera de la negociación? Esas son las frases hechas. Pero los políticos que dicen eso ni siquiera han leído los documentos de la OMC, que además están escritos a propósito de la manera más complicada para que nadie los entienda. Hay que buscar abogados muy especializados para que los traduzcan, y si es que encuentran un ejemplar que es una de las cosas más difíciles de conseguir. Y esa es la religión del dogma que dice que el libre comercio es bueno y mientras más libre mejor y todos seremos felices si nos lanzamos al libre comercio.
¿Latinoamérica está corriendo hacia un despeñadero? Ya está en el despeñadero. Si este tipo de procesos nos ha llevado a como estamos, cómo pretender curarnos más con lo mismo? Aclaro que no soy enemigo del libre comercio sino de la forma como se pretende imponer, por encima de los intereses nacionales. Es un proceso antidemocrático. El Neoliberalismo ha logrado en tres décadas lo que el cristianismo y el Islam no lograron en 2 mil años, conquistar el mundo entero.
Reflexiones
El camino para Latinoamérica es buscar una alianza entre todos, en lugar de buscar acuerdos subregionales. En las condiciones actuales se debe establecer un acuerdo de toda Latinoamérica. Es trágico decirlo, pero nosotros no tomamos las cosas en serio, por eso cualquiera más grande quiere imponernos una solución.
Si la gente se ocupara de averiguar qué ha pasado en México con el Nafta, vería que cerca de 10 millones de campesinos indígenas han quedado desprovistos de todo. Están inmigrando a las ciudades en busca de un trabajo que no existe. Un país que era de la cultura del maíz, importa ahora maíz de Estados Unidos altamente subsidiado, a costa de haber destruido su propia producción.