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ALCA

Aplazar el Alca

Domingo Alberto Rangel

Quizás tenga razón el comandante Chávez cuando sugiere aplazar las negociaciones que conducirían al Tratado Libre Comercio de las Américas (Alca). Nada en el firmamento mundial o continental permite suponer que existan condiciones para llegar a acuerdos positivos con los Estados Unidos. La guerra del Irak, el giro de soberbia agresiva, el chovinismo recalcitrante, todo en la política de los Estados Unidos induce a pensar que América Latina nada conseguiría o conseguiría concesiones bien magras en toda negociación enderezada hoy a la firma del aludido tratado. Los Estados Unidos no sólo atraviesan una etapa de arrogancia imperial sólo comparable con la de Roma cuando lo Césares rayaban en el apogeo. Estados Unidos tienden a atricherarse en un proteccionismo incompatible con un tratado de libre comercio. La administración Bush es la apoteosis de ese espíritu imperial no sólo en lo político y militar, también en lo económico. Desde hace años, aún antes del advenimiento del presente gobierno, tanto en el Congreso como en el Poder Ejecutivo, las esferas dirigentes de Washington marcaban una tendencia abultada hacia el proteccionismo. Por paradoja que como la luna tiene su cara oculta, en este caso el cinismo, los Estados Unidos acentuaban su proteccionismo mientras sus mandatarios encomiaban el espíritu creador del libre cambio. La hipocresía contribuye también a empedrar el camino del infierno aunque Satanás, sabio por viejo, sabe reír de estas tretas.

El proteccionismo agrícola

Hay algo sintomático. Los Estados Unidos vienen recargando los aranceles o acordando subsidios a productos agrícolas en los cuales tuvieron ventajas comparadas desde los días en que todavía eran colonia británica. El trigo, producto emblemático, al cual se le rinde tributo indirecto en el "Thansgiving Day" que conmemora la primera cosecha recogida por los "Pilgrim Fathers" en la América del Norte, ha sido objeto de medidas de protección indirecta al acordar el gobierno federal un subsidio a los "farmers" que lo cultivan. Medidas semejantes han sido otorgadas a las naranjas y a la soya. Casi cuatrocientos mil millones de dólares, cerca de cuatro veces el Producto Interno Bruto de Venezuela costarán al fisco norteamericano estos subsidios. Es obvio que Argentina y el Uruguay en nuestra América no quieran o no les convenga discutir un tratado de libre comercio en el cual Estados Unidos crea para los productos agrícolas que podrían exportar ambos países una situación de acceso muy limitado a su mercado. Las pampas uruguayas y argentinas tendrían en un régimen de libre comercio auténtico la posibilidad de penetrar el mercado norteamericano, pero la política de subsidios adelantada por el gobierno de Washignton les cierra el camino. Lo mismo pudiera decirse de las naranjas y la soya, también subsidiadas por Estados Unidos, rubros en los cuales el país competidor sería el Brasil.

Una creciente incompetencia


Parece que la economía norteamericana adoleciera de una creciente incompetencia en la esfera de la producción material. Es una de las razones por las cuales una cierta parte de la producción industrial norteamericana se está haciendo, a través de las máquinas en México, Guatemala, El Salvador y Honduras. Está naciendo o ha nacido ya un sistema productivo para la industria que inicia sus actividades en México o Centroamérica para culminarlas en los Estados Unidos. En industrias como la electrónica muchos componentes se fabrican en las áreas mencionadas y sólo la etapa final se cumple en los Estados Unidos. Tal mudanza geográfica de la producción se explica por razones de costos. Influyen también los adelantos en las comunicaciones que permiten hoy dirigir desde California una fábrica ubicada en Honduras, pero si no mediara un factor de costos ese desplazamiento hacia el exterior resultaría imposible. Todo este horizonte impone a los Estados Unidos una cierta prudencia en sus relaciones con América Latina. Ha habido dos cambios en nuestra posición. Tenemos una agricultura que no es ya la tradicional del cacao, el café, el azúcar y el añil. Y potentes industrias manufactureras. Hay un síntoma sobre la progresiva incompetencia norteamericana. Hace días el gobierno federal de Washington acordó elevar los aranceles del algodón porque ese producto, de procedencia brasileña y africana, estaba rebosando el mercado norteamericano. El algodón "King Cotton", fue el producto característico de la economía norteameriana durante siglos con el "King Tobacco", pero hoy sería arrollado por sus competidores lo cual ha impuesto en su favor unas medidas proteccionistas, ayer inverosímiles.

La única propuesta


América Latina debiera, ante estas circunstancias, proponer la postergación de los plazos adoptados para la discución y aprobación del Alca. Estados Unidos tiene una estrategia clara. Blindarse adoptando ahora medidas proteccionistas (aranceles, subsidios, etc.) para crear así una situación de facto que coloque el proceso de negociaciones en el terreno más favorable a sus intereses. Así se evita hacer concesiones, o estas -las inevitables- serían las mínimas o poco menos, salvaguardados así sus intereses en las órbitas críticas, el terreno quedaría ya despejado para alcanzar todas las ventajas en las áreas donde su economía sea más eficiente. Este esquema sólo puede romperlo América Latina con una fórmula bien simple. Proponer el libre cambio, "laissez faire", más absoluto. Sería lo adecuado para nosotros. En la agricultura aventajamos hoy a los gringos. Si mediare una libertad absoluta o completa de comercio, las naranjas del Brasil, el trigo de la Argentina y la soya del Brasil arrollarían a los de Estados Unidos y en la industria ocurriría casi lo mismo. Sólo en las industrias de punta tendrían ventaja los norteamericanos, pero en ellas todo lo que se importe sería beneficioso para nosotros, estaríamos importando progreso técnico.