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ALCA

8 de julio del 2003

América Latina: Relanzamiento del mercado común
Hombres mirando al sur

Miguel Ángel Ferrari
ACCION
"El Mercosur es un destino, el Alca es una opción". En una primera lectura, resulta sorprendente que esta expresión haya partido de los labios del ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, habida cuenta de su adscripción al pensamiento neoliberal.

La frase encierra toda una definición, establece un orden de prioridades y - fundamentalmente- se corresponde con los intereses de la burguesía paulista que, sin llegar a tener el desarrollo y el perfil de las burguesías europeas, posee un importante grado de conciencia acerca de sus intereses y de las contradicciones que ello implica en el plano de la política internacional, especialmente en las relaciones con los Estados Unidos. Es por eso que en una segunda lectura no resulta tan sorprendente que haya sido pronunciada por un presidente que aplicó en su país los mandamientos del "Consenso de Washington".

Todo hace pensar que la reciente cumbre del Mercosur puede marcar un punto de inflexión importante. La voluntad política de los gobernantes de Argentina y Brasil, Néstor Kirchner y Luiz Inacio 'Lula' da Silva, de priorizar decididamente la alianza regional con un sentido no sólo económico y comercial, sino también político, social, cultural e incluso físico, mediante la construcción de importantes obras de infraestructura, parece indicar que no estamos en presencia de meras referencias circunstanciales.

Con un marcado optimismo, el profesor Heinz Dieterich Steffan, defensor de los actuales procesos cubano y venezolano, señala que "el Area de Libre Comercio de las Américas, promovida por Washington es el camino hacia la destrucción neocolonial de América latina. La consolidación del Mercosur, impulsada por Brasilia, Buenos Aires y Caracas, es la vía hacia la Segunda Independencia".

Por su parte, el presidente venezolano, Hugo Chávez, destacó luego de la reciente cumbre, a la que asistió como mandatario invitado, que "el Mercosur se ha salvado, porque estaba enfermo de neoliberalismo, como está ahora la Comunidad Andina de Naciones" (integrada, por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela).

Es por eso que el temario de esta edición del Consejo del Mercado Común del Sur fue alterado. Una nueva realidad se impuso sobre la vieja agenda. Con la presencia de Kirchner, Lula, Chávez y Duarte Frutos (el futuro presidente paraguayo), aquellos doce puntos previstos para esta reunión, que más se parecían a un galimatías de aranceles y nomencladores para una unión aduanera no querida por nadie, se transformaron en la base de lo que podría llegar a ser un nuevo Mercosur, regido por una política independiente.

Esa nueva dinámica permite comprender -más allá de los deseos de Washington- la culminación de un acuerdo macro entre la República Argentina y la República Bolivariana de Venezuela, para complementarse en materia de alimentos, medicamentos y combustibles. Este acuerdo daría lugar a un intercambio comercial de mil millones de dólares anuales, suma que podría ser mucho más importante si las negociaciones se ampliaran a las pequeñas y medianas empresas.

A propuesta de Brasil, se incluyó el análisis de una agenda social que contempla la creación de nuevos empleos, destinados a combatir la pobreza en la región, y una iniciativa política cuyo objetivo es la conformación de un parlamento, elegido por el voto directo de los ciudadanos de los países integrantes. Una adecuada forma de establecer un control con participación popular, con el propósito de fiscalizar el rumbo del mercado común y evitar la tradicional manipulación de la agenda por parte de los poderosos grupos económicos. Un complemento saludable de este ámbito democrático bien podría ser la implementación de la consulta popular en todos los países miembros frente a temas de la importancia, por ejemplo, del Area de Libre Comercio de las Américas.

El presidente Lula presentó el programa Objetivo 2006 con el propósito de que el Mercosur alcance para esa fecha una unión aduanera. Y se comprometió a instrumentar mecanismos para superar las asimetrías entre los socios del bloque, un viejo reclamo de Paraguay.

Por su parte, Kirchner hizo hincapié tanto en la ampliación de los integrantes, exhortando a facilitar el ingreso de Perú y Venezuela, como en la necesidad de una mayor coordinación macroeconómica y la puesta en marcha de un instituto monetario para iniciar el tránsito hacia una moneda común, primer paso de una moneda única.

Hubo dos presidentes que no se sintieron cómodos en esta cumbre. Uno de ellos fue el oriental Jorge Batlle, miembro pleno del Mercosur que, desde su neoliberalismo indisimulable, miraba con envidia a su par chileno, Ricardo Lagos, por la concreción del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. En realidad, Batlle no tiene el menor interés en este nuevo Mercosur que se insinúa, cuyo impulso podría favorecer decididamente al opositor Encuentro Progresista-Frente Amplio, ya favorito en las elecciones del año próximo. Tampoco estaba de buena cara el presidente boliviano, Gonzalo Sánchez de Lozada (cuyo país, junto con Chile, integra el Mercosur en carácter de observador), por razones similares a las de su colega uruguayo.

En Chile, quienes se preparan para gobernar son los partidos de la derecha, montados en el desprestigio oficialista por la aplicación del modelo neoliberal y los formidables casos de corrupción. A la neofascista Unión Democrática Independiente, que ya controla el Banco Central de Chile, no le faltan ganas de empujar una destitución del presidente Lagos por la vía parlamentaria. La firma del Tratado de Libre Comercio con Washington no le alcanza al gobierno de la Concertación para mantener a raya a los mastines del pinochetismo.

Todavía quedaban funcionarios brasileños en Asunción cuando Lula se reunió en Washington con George W. Bush y, frente a él, marcó sus diferencias, sorprendió al mundo con sus coincidencias, evaluó la balanza comercial francamente desfavorable para su país, mostró sus discrepancias con la invasión a Irak y siguió con sus planes, dejando en claro que Brasil tiene todo el derecho a diseñar soberanamente su política exterior.

Tanto es así que hace unos días los cancilleres de Brasil, Sudáfrica y la India, se reunieron en Brasilia para conformar un nuevo bloque: se trata del Grupo de los Tres, una apuesta a la profundización de las relaciones Sur-Sur. No habría que asombrarse si, dentro de cierto tiempo, se sumaran a este grupo Rusia y la República Popular China. Un observador del PT brasileño dijo fuera de micrófono: "No es la revolución, sino una forma de aflojar el nudo de la soga que tenemos al cuello".

Nota publicada en el periódico ACCION, Buenos Aires, Argentina, y reproducida en el sitio de Hipótesis, www.hipotesisrosario.com.ar