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        Argentina, la 
        lucha continua.... 
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Los aumentos en las tarifas y los servicios públicos privatizados
José Castillo 
LA ARENA
Ante la protesta por el aumento de las tarifas de energía eléctrica y gas varios 
jueces dictaron medidas cautelares y hay en el Congreso hay un debate para 
anularlos. Las superganancias empresarias y la falta de inversión.
Terminadas las elecciones, y en medio del invierno, empezaron a llegar facturas 
de luz y gas increíbles. En el caso de la electricidad, los aumentos oscilan 
entre el 300 y el 700 por ciento. Se trata de incrementos autorizados por el 
gobierno en el año 2008 -resoluciones 1169/08 de la Secretaría de Energía de la 
Nación y 628/08 del Ente Regulador de la Electricidad-.
Es evidente que hubo un acuerdo "no escrito" entre el gobierno y las empresas de 
servicios públicos privatizados para que apareciera en las boletas recién 
después de las elecciones. Ahora, ante el hecho consumado de las nuevas 
facturaciones en manos de los usuarios, funcionarios oficialistas sostienen que 
los aumentos sólo afectan a grandes consumidores, y por lo tanto, no tienen 
consecuencias sobre los sectores de menores recursos de la población.
En el caso particular de la electricidad se argumenta que, como afecta a 
usuarios con consumos superiores a los 1000 kilovatios, se estaría resguardando 
a los sectores de menores recursos. El planteo es confuso: justamente, es el 
pueblo más pobre el que no puede cambiar sus artefactos, que consumen mucha más 
electricidad que los modernos. Y, en invierno, muchas veces sólo tiene para 
calefaccionarse las viejas estufas eléctricas. Lo preocupante es que estas 
boletas "sólo" registran los consumos de los meses previos al invierno. ¿Qué va 
a pasar cuando lleguen las próximas facturas que impactarán de lleno con lo que 
marquen los medidores en el invierno?
Financiar importaciones
En el caso del gas, los aumentos oscilan alrededor del 200 por ciento. Tomando 
como ejemplo a la provincia de Buenos Aires, el aumento ha sido del 105 por 
ciento el metro cúbico, más otro porcentaje similar por impuestos, llevando el 
costo del metro cúbico de 0,16 a 0,57 centavos. En este caso el aumento es para 
financiar las importaciones de gas desde Bolivia y del fluido envasado que viene 
en barcos. Se trata también de una decisión del gobierno del año pasado, 
"escondida" hasta que pasaran las elecciones -resolución 536/08 del Enargas, 
para la capitalización de un fondo fiduciario para hacer frente a eventuales 
necesidades de nuevas importaciones-. Sobre la justicia del aumento basta como 
mudo testigo la anciana que el día miércoles se paró frente al Congreso Nacional 
mostrando una boleta de gas de consorcio que facturaba 7.100 pesos, a repartir 
entre apenas 20 departamentos. "¿Cómo hago para pagar los 350 pesos que me 
corresponden si apenas cobro la jubilación mínima?", preguntaba desconsolada la 
mujer.
Caen las reservas
Este tarifazo destapa dos realidades. La primera es que durante estos años de 
tarifas "supuestamente congeladas" (porque la realidad es que se vienen 
autorizando sucesivamente diversos aumentos), las empresas privatizadas 
mantuvieron sus superganancias por medio de los subsidios que recibían desde el 
Estado Nacional. Hoy que, crisis mediante, ya no existe la posibilidad 
presupuestaria de sostener esos niveles, se les pretende garantizar esas mismas 
rentabilidades, ahora a costa directamente de la boleta del usuario. Y la 
segunda realidad, patente en el caso del aumento del gas, es que la absoluta 
falta de inversiones por parte de las empresas privatizadas nos viene llevando a 
una crisis energética crónica, que se resuelve provisoriamente con la 
importación del fluido, a valores muy superiores a los locales.
Es patético: el último pozo lo descubrió Gas del Estado en el año 1988 y las 
reservas de gas, que hace 20 años era de 32 años, han caído actualmente a 8. Es 
el resultado de una política que no puede calificarse de otra forma que de un 
verdadero saqueo de nuestros recursos. Pero ahora, en vez de castigar a la 
empresa por el no cumplimiento de sus planes de inversión, se carga el costo 
sobre el bolsillo de los trabajadores.
Fuerte reacción
La indignación se ve por muchos lados y ya tuvo algunos "rebotes" 
superestructurales. La jueza Cecilia de Negre dictó un fallo prohibiendo los 
cortes a aquellos que no paguen o lo hagan a cuenta. Ya hay 17 jurisdicciones 
entre provincias y municipios donde la justicia ha rechazado los aumentos. En el 
Congreso hay un proyecto para suspender los aumentos tarifarios durmiendo en la 
Comisión de Energía de la Cámara de Diputados, que no se reunió nunca en todo el 
2009. Un intento de retrotraer el aumento llevado adelante por la oposición en 
la Cámara de Senadores no pudo ser tratado sobre tablas y pasó a comisión. 
Varias provincias (Chubut, Tucumán, Salta) vía denuncias de sus defensores del 
Pueblo lograron que jueces federales ordenaran dar marcha atrás con el aumento y 
refacturar.
Sin embargo las privatizadas eléctricas siguen funcionando en forma autista. Los 
trabajadores terciarizados de Edesur (agrupados en la Federación de Trabajadores 
de la Energía -Fetera, afiliada a la CTA- denunciaron que se está registrando un 
promedio de más de 100 cortes diarios en su área del Gran Buenos Aires y que 
tienen informes que algo similar está sucediendo en la zona bajo jurisdicción de 
Edenor. Como contrapartida, se comenzaron a producir protestas y algunos 
escraches ante las oficinas de las privatizadas. En muchos barrios de la ciudad 
de Buenos Aires y el conurbano ya empezaron a reactivarse las comisiones de 
vecinos autoconvocados que dieron origen a principios de año al Movimiento 
Nacional contra el Tarifazo, que confluyó en una "Marcha de las velas" a Plaza 
de Mayo.
Rescindir los contratos
Debemos escapar de un falso debate: el gobierno sostiene que se pudo sostener el 
congelamiento de las tarifas (que ya dijimos que no fue tal) gracias a una 
política de fuertes subsidios a las empresas. El fin de los subsidios nos 
llevaría, inexorablemente según este razonamiento, al aumento de las tarifas. Lo 
incorrecto del dilema es que, en ambas opciones, se da como supuesto intocable 
que las empresas de servicios públicos privatizados sigan obteniendo las 
superganancias que han acumulado en estos años. El balance es claro: estas 
firmas no garantizaron ni calidad en el servicio, ni las inversiones necesarias 
para el mediano plazo. La salida, como hemos expresado reiteradamente en estas 
columnas, es la rescisión de los contratos por incumplimiento, la reestatización 
de las privatizadas, y su puesta en funcionamiento bajo una nueva gestión, 
controlada por los propios trabajadores y las asociaciones de usuarios, que han 
dado sobradas pruebas a partir de sus denuncias de tener mucho más conocimiento, 
propuestas y sobre todo, vocación de hacer funcionar esas empresas al servicios 
de los trabajadores y el conjunto del pueblo.
José Castillo es miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Profesor de la UBA 
y de la Unicen.