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        Argentina, la 
        lucha continua.... | 
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Entrevista a Gustavo Robles, dirigente del Partido Comunista 
de los Trabajadores 
"Para cambiar el mundo, primero tenemos que cambiar nosotros" 
José Manuel Oroña Pulleiro 
Rebelión 
Atrás quedaron los tiempos en que el estado dedicaba gran parte de su arsenal 
propagandístico a intentar construir el estereotipo social de su principal 
enemigo: el militante revolucionario marxista. "Portador de ideologías 
foráneas", "subversivo", o "seguidores de objetivos inconfesables" eran unas de 
la tantas frases que brotaban de los medios oficiales, tendientes a construir el 
imaginario negativo de quien buscaba, en una hipotética alianza con las masas, 
arrebatarle el poder a la burguesía. Aunque semejantes disparates no circulan 
por los medios masivos hoy en día, la idea del militante de izquierda como "otro 
social" se ha consolidado, como nunca en la historia, en la población. "Caída de 
la Unión Soviética", "dictadura militar" y "peronismo" suelen ser algunos 
justificativos esgrimidos para explicar esta visión de las masas con respecto a 
ella. Sin embargo, algunos creen también en la factura que le toca afrontar a la 
izquierda. Por eso decidí entrevistar a Gustavo Robles, un reconocido dirigente 
comunista del conurbano bonaerense y autocrítico del espacio político que 
conforma.
La cita era a las cinco de la tarde en su casa de Villa Domínico, pero la 
entrevista tuvo que esperar hasta las seis. Aun quedaba algo de trabajo en el 
garaje de la casa, donde Gustavo tiene un micro emprendimiento que supera con 
éxito uno de los tantos efectos colaterales de su marxismo arraigado hasta la 
médula: la imposibilidad del trabajo bajo patrón. Con 44 años, dos hijos, y una 
mujer que no solo es esposa, sino también camarada, Gustavo exhibe con orgullo 
un estandarte del Che que le cuelga del cuello, y no duda en reiterar esa 
cosmovisión del mundo engendrada al calor del vinculo paterno. Por eso él 
aclara: "Mi viejo me decía que hay pobres porque los ricos se guardan todo para 
ellos". Sin embargo, aquel humanismo intuitivo vendría a corroborarse con la 
noción de plusvalía y el arsenal teórico del marxismo sobre la explotación. Este 
hijo de campesinos del interior bonaerense, con los que más de un "marxista" 
pensó en hacer la revolución, en su loca traslación de contextos, viene a 
recrear la tercera espada del marxismo, olvidada por muchos: el espíritu 
crítico.
¿Qué fue lo que te convirtió en marxista?
Cuando era adolescente, hace poco (risas), yo era de leer mucho y un amigo 
entrañable me trajo un libro que era un resumen de El Capital. No me voy a 
olvidar más cuando observé la cuestión de la plusvalía, se me puso la piel de 
gallina, ahí entendí todo lo que me decían mis viejos; me hablaban sobre las 
injusticias y sobre la explotación de los patrones. Así, Marx me explicó 
científicamente, y con un argumento incontrastable, lo que mis viejos me 
explican intuitivamente. Antes de leerlo, decía que la sociedad era injusta 
porque los ricos son ricos y los pobres son pobres, y lo ideal seria una 
sociedad igualitaria. Cuando leo a Marx, me doy cuenta que los ricos son ricos 
porque se apropian de la riqueza producida por los trabajadores. El trabajador 
podría vivir sin patrón, pero no a la inversa, acá esta la clave del latrocinio 
del capitalismo, y ahí es cuando me volqué a la izquierda. 
¿Donde empezó tu militancia, exactamente en que ámbito?
Empecé a militar en el año ´81, en plena dictadura militar, en el viejo PST 
(Partido Socialista de los Trabajadores), que fue el predecesor del MAS, que se 
forma en el ´82.
¿Donde concentraban? 
Era todo clandestino.
¿Estaba Viola?
Todavía estaba Videla, creo que fue la última etapa de él y estaba por llegar 
Viola. Recuerdo que militaba en una célula de Dock Sud y que, por intermedio de 
un amigo, empecé a participar. "Che negro, por que no venís?", me dijo. Nos 
reuníamos en un local de esa ciudad.
¿Fueron como los tiempos blandos de la dictadura esos?
No, para nada. El nivel de represión existente era enorme.
Y, superado hoy en día el terrorismo de estado, aunque la represión como tal 
no es cosa del pasado ¿Cuáles son los problemas que trae aparejada la militancia 
política dentro del campo revolucionario?
Cuando uno se mete a militar, es conciente de los problemas a los que se somete. 
Yo tengo una familia, y sabía que la exponía, no se si es justo, pero uno hace 
lo que le sale. Igual, la cuestión de que lucho por un mejor futuro para ellos, 
me hace menos culpable. Toda mi familia se volcó a la militancia.
¿Y en lo laboral?
Respecto al trabajo, tuve que terminar siendo un cuentapropista, porque trabajar 
bajo patrón se me hizo imposible. Uno es un militante de tiempo completo, porque 
uno es lo que piensa. Yo iba a mi trabajo y seguía esa postura, y me traía 
problemas. Estuve una sola vez bajo relación de dependencia, en la empresa 
Osvaldo Rigamonti, que fabricaba Fuyi. Bueno, me sindicalicé, empecé a luchar 
por mis derechos, ya tenia el marxismo arraigado para aquel entonces, y me 
terminaron echando. Así que desde el año ´89, soy un autónomo.
La barba espesa y tupida de Gustavo, parada obligada de la mano izquierda 
antes de comenzar cada cuidadosa retórica tendiente a responder las preguntas, y 
replica exacta de la que lucían los famosos combatientes del Movimiento 26 de 
Julio en la Sierra Maestra, precisamente me lleva a pensar en aquellos actores 
sociales, esos agentes del cambio que tan alejados de la izquierda se 
encuentran: las masas.
¿Como crees que se ve al militante de izquierda desde el imaginario social?
Como en todos los aspectos, hay culpas compartidas. Es evidente que las clases 
dominantes, a través de sus medios de comunicación y de sus lacayos, 
funcionarios y gobernantes, hicieron un trabajo de defenestración de la 
izquierda, a lo que contribuyó grandemente la caída de la Unión Soviética. Pero 
también, y esto lo digo con dolor, existe una gran responsabilidad de las 
organizaciones de izquierda que tienen, las más tradicionales, políticas 
nefastas para el relacionamiento con las masas. Por eso creo que, hoy en día, la 
izquierda tiene una mala imagen en la mayoría del pueblo argentino.
Lo que se cuestiona muchas veces, desde el grueso de la población, son esas 
posturas verticalistas y autoproclamatorias, que llevan a que la izquierda se 
presenta ante la sociedad como la supuesta "dueña de la verdad". ¿Son estos 
motivos de rechazo?
Sin ningún lugar a duda. Aparte, eso genera una forma de hacer política. Si vos 
te creés el dueño de la verdad, vas a actuar como tal, entonces a donde vayas 
vas decir "yo tengo razón y ustedes no, me tienen que seguir a mí". A ver, si 
uno cree que tiene razón puede hacerlo uno, dos y hasta tres veces, pero si a la 
tercera no te sigue nadie, tenés que plantearte: ¿no será que no tengo razón? ¿O 
la forma en que digo las cosas no es la correcta? El marxismo se basa, 
filosóficamente, en la dialéctica, en el materialismo, y en el espíritu crítico; 
nada es verdad absoluta. Entonces, si yo digo que soy marxista y, además, el 
dueño de la verdad, eso es una contradicción insalvable. Por eso lo lamento por 
mis camaradas que actúan así. Encima, se autoproclaman vanguardia, y no lo son 
de nadie, a lo sumo de sus militancias, y ellas reproducen los mismos errores de 
sus burocracias, porque es lo que les enseñan.
Por lo tanto, ¿este funcionamiento no le envidia absolutamente nada al de una 
institución eclesiástica?
Claro, se crea un nuevo culto, son sectas que tienen cultos, se crea el dueño de 
la verdad, que es un PAI, no un militante revolucionario marxista y, por ende, 
no se le puede discutir, sino te echan. Entonces, se ha llegado, en esta "loca 
izquierda", marxista entre comillas, a generar sectas religiosas, donde los 
militantes son feligreses, y eso de marxista no tiene nada. 
Luego de que Gustavo me corroborara la analogía entre ambos funcionamientos, 
no pude resistirme a pensar en aquellos "militantes revolucionarios" ondeando 
sus banderas rojas al lado de las de la Sociedad Rural, en el último conflicto 
con la patronal agraria, pecando por dogmáticos, creyendo en una supuesta escena 
áhistorica garante del triunfo revolucionario.
Y, ¿cómo funciona el dogmatismo en todo esto, con la traslación de contextos que 
trae aparejado? 
El dogmatismo es lo más antimarxista que existe. La traslación mecánica de 
contextos revolucionarios es lamentable. Acá queremos reproducir lo que hicieron 
los bolcheviques en el 17´, Mao en el ´49, Fidel y el Che en el ´59, Ho Chi Ming 
en Vietnam. Y eso fue en otra época, en contextos diferentes, con sociedades que 
tenían idiosincrasias diferentes. Si no vemos cual es la nuestra, y empezamos a 
hacer política en torno a eso, nos vamos a quedar hablando solos, como locos, 
que es lo que muchas veces la gente piensa de la izquierda.
La falta de análisis de la idiosincrasia de nuestro pueblo, ¿Se ve, sobre 
todo, en la persistencia de ciertas prácticas que la gente no ve con buenos 
ojos?
Si el pueblo, la clase trabajadora en su mayoría, cree que un tipo que se tapa 
la cara y lleva un palo es una persona para repudiar, y no escucharlo, hay que 
sacarse el palo y tirar la capucha a la miércoles. Ahora, si el pueblo me sigue 
con eso, me lo guardo. Y esas prácticas te llevan a cosas más demenciales, como 
pensar que hacer la revolución es enfrentarse a la policía, que está vestida de 
astronauta, con palos y piedras. En realidad, eso nos separa cada vez más de las 
masas. Hay que cambiar los métodos, porque el asunto no es radicalizarse uno y 
aislarse, el tema pasa por radicalizar la bronca popular. Nosotros solos no 
vamos a asaltar el palacio de invierno, tienen que ser las masas.
Militantes similares a "feligreses", buscando hallar el contexto que la 
"palabra sagrada" asegura para conquistar el poder, al mejor estilo de un secta 
aislada de la sociedad, parecían definir un imaginario del militante de 
izquierda poco alentador. A las 19hs, Gustavo debía entregar un pedido, quedaba 
poco tiempo, y la pregunta obligada acerca de algún germen de cambio en el 
presente, no podía obviarse.
¿Ves el comienzo de algún cambio con respecto a estos vicios de la izquierda?
Si, por afuera de los partidos tradicionales. Estos se la pasan echando valiosos 
militantes, algunos de ellos se van para los partidos del sistema, los menos, y 
otros se van para la casa, esto es lo que generan las burocracias de miércoles. 
Sin embargo, los más siguen militando, y lo hacen socialmente, van para los 
clubes de barrio, generan movimientos sociales.
¿Dentro del mismo espectro ideológico, pero por afuera de los partidos?
Para pelear por los derechos legítimos de la clase trabajadora, de las mayorías 
populares, de los desposeídos, y esos son miles y miles de compañeros que están 
desparramados por todo el país. Una de las cosas que me gustaría lograr es (pero 
que quede bien en claro, no yo aglutinarlos, porque ése es el pensamiento de la 
vieja izquierda), sino que nos pudiéramos unificar y organizar para cambiar en 
serio la sociedad.
Además, me imagino que al pasar a trabajar en sociedades de fomento, o 
movimientos con una sola reivindicación específica, esos militantes pierden el 
sentido de totalidad, ¿No es así?
Es muy loable irse a militar a una sociedad de fomento, pero en realidad las 
cosas se cambian cuando se toma el poder, porque sino siempre vamos a estar en 
manos de quienes nos explotan, y terminamos siendo testimoniales.
¿Cuales crees que tendrían que ser los pasos a seguir en una hipotética 
aglutinación de militantes desparramados por el país, con el objetivo de lograr 
una verdadera comunión con las masas?
Fundamentalmente, dejar todas las miserias atrás, de aquellos que se dicen 
marxistas, y que se deben a que estamos atravesados por la cultura burguesa, que 
tiende al individualismo, la autoproclamación, la intolerancia y el sectarismo. 
Si nosotros cambiamos esos paradigmas al interior de las masas, vamos a poder 
relacionarnos mucho mejor con ellas. Yo estoy seguro, y además hay pruebas de 
esto, que si nosotros vamos humildemente donde haya movimientos sociales, 
sindicales, territoriales, y aportamos, ponemos el hombro, opinamos y 
acompañamos, en ese preciso instante se van a dar cuenta: "estos tipos son de 
los nuestros, no son extraterrestres, pelean con nosotros". Eso nos permitiría 
referenciarnos y legitimarnos. A partir de ahí, puede que la masas nos tomen en 
serio. Mientras tanto, no vamos a cambiar nada. Como digo siempre, "para cambiar 
el mundo, primero tenemos que cambiar nosotros".