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Presidente, no somos "terroristas", y no nos financia la CIA
Miguel Angel Hernández 
Nuevamente el presidente Chávez despotrica contra los colectivos populares y 
organizaciones de izquierda del país. Específicamente contra los grupos sociales 
que hacen vida en las parroquias Catia y 23 de enero. Ya después de la 
conmemoración del 27 de febrero había realizado acusaciones similares, y 
cuestionado la consigna central de una marcha convocada por la Asamblea Popular 
de Caracas, que rezaba: "No queremos que nos gobiernen, queremos gobernar". 
Más allá de las actitudes vanguardistas de algunas de estas organizaciones, que 
se retrataron encapuchadas y hasta haciendo alarde de armas, métodos y políticas 
que no compartimos, en el día de ayer, el Presidente en cadena nacional expuso 
al odio público a las organizaciones sociales de esas parroquias caraqueñas, 
acusándolas alegremente de "terroristas", y de realizar "actos de vandalismo", 
como el paro revolucionario llevado a cabo por diversas organizaciones populares 
del oeste de Caracas, en protesta por los allanamientos y persecución policial 
contra reconocidos dirigentes sociales de esa zona de la capital. 
El Presidente hace acusaciones temerarias al afirmar ante las cámaras de 
televisión que estos grupos y organizaciones están financiados por la CIA, y que 
además serían parte de una "campaña de provocación" de la derecha venezolana. 
Chávez, echando mano de su infalible "revolucionarómetro", afirmó que los 
miembros de estas organizaciones "no son revolucionarios, son terroristas 
dándole armas al enemigo". 
Estas declaraciones fueron precedidas por un artículo publicado en el diario VEA 
el pasado 2 de abril, en el que se hace una acusación parecida contra los 
trabajadores de Sidor y otros sectores sociales que luchan, tildándolos de 
"contrarrevolucionarios". 
Llama la atención que en momentos que el gobierno de Bush discute la posibilidad 
de incluir a Venezuela en la lista de países terroristas, el presidente Chávez 
utilice este mismo expediente contra las organizaciones sociales y políticas que 
hacen vida en el 23 de enero. Le recuerdo al Presidente, que mientras él era 
oficial en aquel ejército que ametrallaba los bloques del 23 y otros barrios 
populares de Caracas y del país, ya muchos de esos colectivos luchaban contra 
los gobiernos adecos y copeyanos, y enfrentaban la represión de la Policía 
Metropolitana y de la Guardia Nacional. 
Realmente son insólitas las afirmaciones del presidente Chávez. Pareciera que se 
le olvidara que esos mismos colectivos que hoy estigmatiza como "terroristas" y 
"financiados por la CIA", eran los mismos que junto al pueblo se jugaron la vida 
en Puente Llaguno y en Fuerte Tiuna. Para rescatarlo de los golpistas en abril 
del 2002 no eran terroristas, tampoco lo fueron durante los dos meses del paro 
patronal y el sabotaje a PDVSA. 
En el marco del proceso revolucionario el gobierno ha creado una perversa y 
distorsionada matriz de opinión según la cual hacer paros, huelgas, 
movilizaciones independientes y autónomas, no convocadas por el comandante, 
cerrar calles, son acciones desestabilizadoras, golpistas o 
contrarrevolucionarias, que supuestamente le hacen el juego a la derecha y al 
imperialismo. 
Pues no Presidente, usted se equivoca. Una cosa es que la derecha oligárquica y 
sus partidos lacayos del imperialismo intenten derrocar a un gobierno legítimo 
elegido por el pueblo, y liquidar el proceso revolucionario, y para ello 
realicen güarimbas y otras acciones violentas, a lo que nos enfrentaremos en las 
calles, como lo hicimos en el pasado reciente, y otra muy distinta es que el 
pueblo y los trabajadores luchen por sus derechos, y por reivindicaciones que no 
terminan de materializarse por más que usted hable de socialismo a cada paso.
La sociedad no está dividida solamente entre "escuálidos" y "chavistas", en 
realidad, está dividida en clases sociales. Por una parte la burguesía y el 
imperialismo y por otra los trabajadores y el conjunto del pueblo explotado y 
oprimido que ha luchado a brazo partido en defensa de este proceso, a riesgo de 
su propia vida, pero que no termina de verle el queso a la tostada. 
Los colectivos populares del 23 de enero que ayer trancaron los accesos a esa 
populosa parroquia capitalina, hastiados de los allanamientos y la represión de 
la Disip; los trabajadores de Sidor reprimidos por la Guardia Nacional; los 
obreros de Sanitarios Maracay que luchan por el control de esa empresa en medio 
del total desentendimiento del gobierno; los petroleros que se batieron el año 
pasado contra la meritocracia roja, rojita, en defensa del contrato colectivo; 
los humildes trabajadores de la planta de tratamiento de desechos sólidos de 
Mérida; los de ULA TV, que se enfrentan a la rancia oligarquía copeyana que 
dirige los destinos de la Universidad de los Andes; los pobladores de las 
principales ciudades que luchan por vivienda; los campesinos que pelean por 
tierra, contra la desidia gubernamental y contra los sicarios pagados por los 
terratenientes; los empleados públicos que tienen 4 años sin contrato colectivo, 
no son contrarrevolucionarios, ni terroristas, ni mucho menos están financiados 
por la CIA. Son luchadores honestos que lo defendieron a usted Presidente, 
contra el golpismo, pero que exigen sus derechos aún insatisfechos en el marco 
del proceso revolucionario. 
Movilizarnos y luchar de forma autónoma por nuestras reivindicaciones no es un 
delito, no es terrorista ni contrarrevolucionario. La lucha por el socialismo 
verdadero, sin patronos, burócratas ni corruptos bolivarianos -y no esta 
caricatura llamada "socialismo del siglo XXI", que de socialismo tiene muy 
poco-, está indisolublemente ligada a la pelea por lograr satisfacer las 
necesidades más inmediatas, como salario digno, vivienda, educación, salud, 
empleo genuino, tierras, contratación colectiva, libertad y autonomía sindical. 
Por ello, luchar por aumento de salario similar a la canasta familiar, por 
escala móvil de salarios, para enfrentar la inflación y el desabastecimiento; 
empleo genuino y no precario, como el que prevalece en la administración 
pública; por la defensa de la autonomía de los sindicatos o por el derecho a la 
contratación colectiva, no son meras luchas económicas, por el contrario, son 
parte de la pelea por el socialismo y por el ejercicio directo del poder por 
parte de los trabajadores y el pueblo. 
Ya es hora de acabar con ese mito de que movilizarnos, hacer huelgas y paros le 
hace el juego a la derecha y al imperialismo. Lo que sí le hace el juego a la 
contrarrevolución y a los enemigos endógenos y exógenos del proceso 
revolucionario es la política de colaboración de clases del gobierno del 
presidente Chávez, que se expresa en la amnistía aberrante para los golpistas, 
en las empresas mixtas, que convierten en socias del negocio petrolero a las 
transnacionales, o la flexibilización de las normas para importar mediante la 
cual los empresarios no necesitan presentar solvencias de INCE, Seguro Social y 
Ley de Política Habitacional, el desmontaje paulatino del control de precios de 
los alimentos, la represión que las policías estadales y la Guardia Nacional 
viene ejerciendo sistemáticamente contra los sectores en lucha, el 
desconocimiento del derecho a la contratación colectiva o a la autonomía de las 
organizaciones sindicales, consejos comunales y demás organizaciones sociales. 
No es la izquierda ni las organizaciones populares el enemigo. 
Digámoslo sin eufemismos y con todas las letras. Este no es nuestro gobierno, no 
es un gobierno "obrerista", como ha dicho el Presidente, ni es el gobierno del 
pueblo pobre y oprimido, aunque algunos lo hayan creído así en algún momento. 
Por el contrario, este es un gobierno burgués, montado sobre un monumental 
engaño. Una gran farsa vestida de rojo, y con un discurso embaucador que habla 
de un supuesto "socialismo del siglo XXI", mientras los banqueros siguen 
haciendo jugosos negocios –el propio Superintendente de Bancos ha dicho que ser 
banquero es el mejor negocio del país-, las transnacionales gringas, europeas, 
asiáticas, iraníes, rusas y chinas, se convierten en socias del Estado en el 
negocio petrolero; "amos del valle", como Alberto Vollmer se hacen pasar por 
"empresarios socialistas", y bancos que hasta ayer nadie conocía, crecen y se 
enriquecen, como es el caso del BOD y Fondo Común. 
El proceso revolucionario ha entrado en una encrucijada. La derrota del gobierno 
el pasado 2D lo puso en evidencia. O avanzamos efectivamente hacia el socialismo 
mediante la conformación de un gobierno obrero y popular o la derecha se puede 
convertir en un peligro inminente. Aún estamos a tiempo. El pueblo y los 
trabajadores siguen movilizados y dispuestos a continuar luchando por la 
profundización del proceso revolucionario, pero para ello es necesario que nos 
dotemos de una herramienta política de lucha, y eso no lo será el PSUV, que 
nació enfermo de burocratismo y sigue controlado por el dedo presidencial. 
Es urgente que los luchadores revolucionarios en todo el país, nos organicemos 
en un poderoso partido de los trabajadores, el pueblo y la juventud, que luche 
por nuestras reivindicaciones más urgentes como parte de la lucha por el 
socialismo y por un Gobierno de los Trabajadores y el Pueblo.